Estrategia e ideología del hegemonismo
08/11/2002
- Opinión
Estados Unidos están en pleno proceso electoral. La gran interrogación
que se plantea en estas elecciones está ligada al predominio de la
cuestión militar o de la económica. Ellas están ligadas entre sí, pero
el dominio de una u otra será decisivo para el resultado electoral y
para el destino del planeta.
En el plano militar y geopolítico la doctrina norteamericana del
destino manifiesto alcanzó un desarrollo total hacia una justificación
del hegemonismo necesario e ilustrado. El equipo del presidente George
W. Bush ha producido un conjunto de declaraciones presidenciales que
reunió bajo el título general de "La estrategia Nacional de los
Estados Unidos de América".
Este documento es una expresión impresionante de un nuevo
fundamentalismo que amenaza gravemente el futuro de la humanidad si
tomamos en consideración el poder económico y militar que manejan
aquellos que lo formularon. Más grave aún es constatar que estas ideas
alcanzan profundo enraízamiento social que ha apoyado a las propuestas
del presidente después del atentado del 11 de septiembre de 2001.
El eje de esta doctrina se encuentra seguramente en la identificación
de los Estados Unidos con los valores fundamentales salvadores de la
humanidad que se encuentran en gran parte del documento pero
especialmente en la siguiente afirmación:
"La estrategia de seguridad nacional de los Estados Unidos se basa en
un internacionalismo americano distinto que refleja la unión de
nuestros valores y nuestros intereses nacionales. El objetivo de esta
estrategia es ayudar a crear un mundo no solamente justo sino también
mejor. Nuestras metas en el camino del progreso son claras: libertad
política y económica, relaciones pacíficas con los otros estados y
respecto a la dignidad humana. Y este camino no es solo americano, él
está abierto para todos".
Entre estos valores universales que se encarnan en los Estados Unidos
están el libre comercio y la propiedad privada. De esta manera se
establece una relación perversa entre el mundo y los Estados Unidos.
Ya que esta nación es la portadora de los ideales universales y sus
empresarios son la punta de lanza de ellos, cualquier restricción a
estos ideales o cualquier restricción a los intereses norteamericanos
y a los de los representantes de la libre iniciativa son la misma
cosa.
"La América debe defender firmemente las no-negociables demandas de
dignidad humana: el imperio de la ley; los límites al poder absoluto
del Estado; la libertad de palabra; la libertad de trabajo; la
justicia equitativa; el respecto por la mujer, la tolerancia religiosa
y étnica e el respeto a la propiedad privada", afirmó el presidente
Bush en su discurso del 1 de Junio de 2002 en West Point.
Vean bien los lectores. Estos principios se defienden en una Academia
Militar como parte de la definición de una estrategia militar. Esto
quiere decir que si algún gobierno se rehúsa a implantarlos es pasible
de acción militar. Claro que estas declaraciones no pueden
corresponder a la realidad. Todos sabemos que los principales aliados
de los Estados Unidos en el Oriente Medio, a comenzar por la Arabia
Saudita y el Kuwait no aceptan estos principios, no son estados laicos
sino musulmanes y por lo tanto tienen sus concepciones propias sobre
el rol de la mujer, sobre la noción de justicia, sobre la propiedad
privada, sobre el poder del Estado, etc.
Sabemos también que la guerra en contra del gobierno taliban,
implantado en el Afganistán a partir de la imposición norteamericana,
fue conducida desde un régimen militar en el Pakistán, que llegó al
poder a través de la derrumbada del régimen institucional de la Sra.
Butho, cuyo padre también fue sacado del poder al que fuera legalmente
elegido por golpes militares sucesivos apoyados por los Estados
Unidos.
Sabemos también que el desarrollo del terrorismo y del fundamentalismo
en el Oriente Medio fue más que apoyado por los servicios de
inteligencia norteamericanos. Basta ver ahora quienes son los enemigos
fundamentalistas de Estados Unidos para percibir el rol protagónicos
de la CIA en el entrenamiento y preparación del terrorismo
fundamentalista que se ejerció originalmente en contra de los
invasores rusos del Afganistán, de los nacionalistas árabes y de los
demócratas de la región.
Basta hacer la lista de los buscados del momento actual. Los dos
protagonistas más importantes, Bin Laden y Saddan Hussein, fueron
formados y entrenados y apoyados por la CIA para convertirse en
dirigentes políticos importantes en la región. Pero lo mismo pasa con
los jóvenes talibanes, formados y alimentados por el apoyo de la CIA y
de varios gobiernos occidentales.
No será diferente el record de violaciones de los principios éticos
considerados intrínsecos al Estado norteamericano si nos desplazamos
hacia otras regiones del mundo. En el momento actual aumentan las
informaciones comprobatorias de la intervención, apoyo y articulación
de los servicios de inteligencia y hasta de las embajadas
norteamericanas a favor de los golpes militares en América Latina así
como su rol de instructor de las acciones de tortura y de los arreglos
del terrorismo de Estado como la Operación Condor.
Es aún más grave la revelación de la complicidad del secretario de
estado Henry Kissinger con las acciones terroristas que terminaron
actuando dentro del propio territorio norteamericano, como en el caso
de la muerte del ex ministro de relaciones exteriores de Allende,
Orlando Letelier.
Como llenar el abismo entre la peligrosa doctrina de fundamentar las
acciones militares en principios éticos asociados a Estados y agentes
económicos y la realidad basada en hechos totalmente opuestos a los
principios invocados. Esto resulta en una disfunción moral y ética
extremamente disruptiva. Estamos en el campo de la ausencia total de
principios para orientar las relaciones internacionales.
En su discurso de junio de 2002, pronunciado en West Point, el
presidente Bush refuerza sus preocupaciones no solamente con el
terrorismo (que pasa a constituir un enemigo prioritario que no puede
justificarse por ninguna razón) sino sobretodo por su articulación
posible con la alta tecnología. Según él:
"El peligro más grave para la libertad está en la encrucijada entre el
radicalismo y la tecnología. Cuando la difusión de las armas químicas,
biológicas y nucleares, en conjunto con la tecnología de la balística
de mísiles, ocurre, incluso los estados frágiles y los pequeños grupos
pueden alcanzar un poder catastrófico para atacar las grandes
naciones. Nuestros enemigos han declarado tener esta intención, y
fueron descubiertos buscando estas armas terribles. Quieren la
capacidad de nos chantajear o de herirnos a nosotros o a nuestros
amigos. Nosotros nos opondremos a ello con todo nuestro poder.
Como podemos creer en estas afirmaciones cuando el gobierno del
Pakistán, fruto del golpe militar y claramente contrario a los
derechos humanos, dispone de la bomba nuclear y es ayudado
militarmente por los Estados Unidos que lo convierte en una
contraparte privilegiada en el Asia Occidental. Al mismo tiempo en que
promueve claramente acciones terroristas en India sin ninguna
restricción norteamericana seria.
Sabemos también que operan en el territorio de Estados Unidos los más
diversos grupos de terroristas que tienen acceso a armas ultra
sofisticadas cuyo derecho de libre venda es defendido ardorosamente
por el partido republicano del presidente Bush. Entre estos grupos
tienen un status especial por sus vínculos con la inteligencia
norteamericana los grupos anticastristas que operan acciones
terroristas a partir de territorio norteamericano.
No nos olvidemos de las operaciones hoy plenamente documentadas que el
gobierno de Bush, padre, realizó a favor de los guerrilleros "contras"
los sandinistas en Nicaragua, involucrando en las mismas varios
gobiernos de América Central. No parece también ser una negación
radical del terrorismo los apoyos prestados al Khmer Rojo que mantuvo
la representación oficial del Laos en las Naciones Unidas después de
derrumbados por las tropas vietnamitas. No es aquí el lugar de hacer
desfilar las expresiones de estas contradicciones entre los principios
enunciados y la práctica de la política externa de Norteamérica.
Sería más tranquilizador para el resto del mundo si una visión más
pragmática y menos fundamentalista orientase los principios de la
geopolítica norteamericana. La afirmación por ejemplo del principio de
la tolerancia entre las civilizaciones distintas que podría sustituir
el principio de la autonomía de las naciones que Wilson puso en vigor
en la Liga de las Naciones en el final de la Primera Guerra Mundial.
Esto podría justificar más abiertamente la complicidad con los
enemigos de los derechos humanos y con Estados de filosofía diferente
con respecto a varios aspectos.
Esto dificultaría también las justificativas inaceptables para la
defensa de intereses estritos y locales en nombre de principios éticos
universales. Esto haría más claro por ejemplo los intereses en llevar
adelante una guerra en contra del Irak en el mayor centro petrolero
del mundo, en vez de recorrer a falsos argumentos y pretensiones.
Esto no cambiaría tan dramáticamente las contradicciones entre los
intereses de un poder hegemónico que busca defender sus condiciones de
dominación pero permitiría mayor transparencia en las relaciones
internacionales. En los términos actuales se hace casi imposible el
diálogo entre las naciones y la implantación de condiciones de paz y
cooperación en el plano internacional.
* Theotonio Dos Santos es profesor titular de la UFF, coordinador de
la Cátedra y Red UNESCO-UNU sobre Economía Global y Desarrollo
Sostenible. Su último libro recién editado en español por Plaza &
Janés es La Teoría dela Dependencia: Balance y Perspectivas
https://www.alainet.org/es/active/2730?language=es
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