La crisis y el vacío
26/10/2008
- Opinión
Mientras el mundo entero se debate en una crisis sin precedentes, arrastrado por la debacle de las economías capitalistas del norte, y la sombra del desempleo, la recesión y el hambre comienzan a cubrir el horizonte vida de los pueblos del sur, en el Perú se abre una crisis política y social que muchos no quieren ver ni atender. El creciente malestar social, el escándalo de los "petroaudios" y la descomposición moral del régimen, la crisis del gabinete Del Castillo, generan fisuras y descomponen la alianza de gobierno (alanismo, fujimorismo, UN y derecha económica) del 2006. Los partidos de derecha –sostenes del modelo neoliberal en quiebra– sienten que se adelanta el escenario electoral y deciden perfilarse, diferenciarse del presidente por el que votaron "tapándose la nariz". García, cual mago, saca del sombrero el gabinete Simon, con casi la mitad de aceptación que recibió Beatriz Merino al ser nombrada por Toledo (71%) y que sólo resistió 5 meses. Simon preside un gabinete con camisa de fuerza: el equipo económico anterior y una mayoría de ex ministros. Como para pasar el escándalo, la reunión APEC y de paso, poner en el cargo a alguien que 48% de la gente ve como de izquierda –radical o moderada– para generar expectativas entre ciertos sectores sociales y, de paso, pasar la factura de su gestión a los sectores que batallan por un cambio. Alan no da puntada sin hilo.
Pero el desborde popular no se detiene, aún sin sentir el efecto exterior. La crisis del sistema político, la ausencia de credibilidad institucional y los ineficaces canales establecidos dan curso a desbordes sociales reiterados. En estos días hemos visto a madres de familia, niños y pobladores bloquear la carretera central para que se pongan semáforos y se frenen accidentes y muertes de inocentes ante la desidia municipal. Fortísimos enfrentamientos en Cajamarca por el incumplido asfaltado de carreteras. La lucha en Oyón por echar un municipio corrupto, y el levantamiento campesino de Canchis y de la población de Sicuani por derogar los DL que amenazan a las comunidades, frenar una hidroeléctrica que afectaría su provisión de agua y vacar el municipio. Todos claros y diversos síntomas de malestar a flor de piel, así como de la ausencia de canales y soluciones del Estado.
Lo evidente es que no hay cabeza y articulación política de esta protesta social. Hay esfuerzos dirigidos a sumar fuerzas y construir una alternativa de cambio de rumbo, ciertamente con matices. Uno es el que representa la Coordinadora Político Social (que agrupa a centrales de trabajadores y campesinos, a frentes regionales y fuerzas políticas progresistas y de izquierda como el Partido Nacionalista, el Socialista, el MNI, el PCP, etc.). Otro es el que se articula en las llamadas Cumbres de los Pueblos, con una vertiente agrarista e indigenista fuerte en su seno. Y un tercero es el que representan los movimientos que han ganado algunos gobiernos regionales en las pasadas elecciones y que tienen una expresión en la llamada Fuerza Social que dirige Jesús Coronel, presidente regional de Cajamarca. La ausencia de articulación entre estos espacios es notoria y preocupante, pues debilita las condiciones para hacer viable un cambio de rumbo, pero también da paso a un manejo caótico que alienta alternativas autoritarias en el horizonte.
Además, resulta evidente que hay espacios sociales y políticos diversos que guardan su autonomía. AIDESEP, por ejemplo, organización de comunidades nativas y pueblos amazónicos que batalló y logró la derogatoria de 2 DL que amenazaban los territorios comunales para privilegiar a las extractoras de materias primas. La Cumbre Amazónica, que intervino activamente en este proceso. Centenares de movimientos regionales, de jóvenes, de mujeres que no se han articulado en estos espacios así como de intelectuales, sectores de capas medias y de profesionales, movimientos ciudadanos.
Ciertamente, hay diferencias de enfoque. Hay intereses de proyectar liderazgos diversos. Hay también niveles de hegemonismo y sectarismo, seguramente. Pero, ¿no es más lo que los une? En realidad, parece haber una ausencia de voluntad de poder, de construir una verdadera alternativa de gobierno, lo que exige una organización amplia, con mecanismos democráticos para resolver sus diferencias internas haciendo predominar el consenso, que sume las fuerzas necesarias para representar un verdadero cambio de rumbo. Ningún cambio será posible sin base social organizada y consciente, activa y movilizada. Ningún caudillo la sustituye.
La convocatoria, el 8 de noviembre, a iniciar el proceso de construcción de la Asamblea Nacional de los Pueblos desde asambleas territoriales, con delegados de las organizaciones de las diferentes regiones, capaz de discutir y abordar la visión del Perú que queremos, puede ser una extraordinaria oportunidad de llenar ese vacío de voz y representación popular. A ello debiera sumarse un Foro Político de las fuerzas del cambio que dé curso a la unidad.
Pero el desborde popular no se detiene, aún sin sentir el efecto exterior. La crisis del sistema político, la ausencia de credibilidad institucional y los ineficaces canales establecidos dan curso a desbordes sociales reiterados. En estos días hemos visto a madres de familia, niños y pobladores bloquear la carretera central para que se pongan semáforos y se frenen accidentes y muertes de inocentes ante la desidia municipal. Fortísimos enfrentamientos en Cajamarca por el incumplido asfaltado de carreteras. La lucha en Oyón por echar un municipio corrupto, y el levantamiento campesino de Canchis y de la población de Sicuani por derogar los DL que amenazan a las comunidades, frenar una hidroeléctrica que afectaría su provisión de agua y vacar el municipio. Todos claros y diversos síntomas de malestar a flor de piel, así como de la ausencia de canales y soluciones del Estado.
Lo evidente es que no hay cabeza y articulación política de esta protesta social. Hay esfuerzos dirigidos a sumar fuerzas y construir una alternativa de cambio de rumbo, ciertamente con matices. Uno es el que representa la Coordinadora Político Social (que agrupa a centrales de trabajadores y campesinos, a frentes regionales y fuerzas políticas progresistas y de izquierda como el Partido Nacionalista, el Socialista, el MNI, el PCP, etc.). Otro es el que se articula en las llamadas Cumbres de los Pueblos, con una vertiente agrarista e indigenista fuerte en su seno. Y un tercero es el que representan los movimientos que han ganado algunos gobiernos regionales en las pasadas elecciones y que tienen una expresión en la llamada Fuerza Social que dirige Jesús Coronel, presidente regional de Cajamarca. La ausencia de articulación entre estos espacios es notoria y preocupante, pues debilita las condiciones para hacer viable un cambio de rumbo, pero también da paso a un manejo caótico que alienta alternativas autoritarias en el horizonte.
Además, resulta evidente que hay espacios sociales y políticos diversos que guardan su autonomía. AIDESEP, por ejemplo, organización de comunidades nativas y pueblos amazónicos que batalló y logró la derogatoria de 2 DL que amenazaban los territorios comunales para privilegiar a las extractoras de materias primas. La Cumbre Amazónica, que intervino activamente en este proceso. Centenares de movimientos regionales, de jóvenes, de mujeres que no se han articulado en estos espacios así como de intelectuales, sectores de capas medias y de profesionales, movimientos ciudadanos.
Ciertamente, hay diferencias de enfoque. Hay intereses de proyectar liderazgos diversos. Hay también niveles de hegemonismo y sectarismo, seguramente. Pero, ¿no es más lo que los une? En realidad, parece haber una ausencia de voluntad de poder, de construir una verdadera alternativa de gobierno, lo que exige una organización amplia, con mecanismos democráticos para resolver sus diferencias internas haciendo predominar el consenso, que sume las fuerzas necesarias para representar un verdadero cambio de rumbo. Ningún cambio será posible sin base social organizada y consciente, activa y movilizada. Ningún caudillo la sustituye.
La convocatoria, el 8 de noviembre, a iniciar el proceso de construcción de la Asamblea Nacional de los Pueblos desde asambleas territoriales, con delegados de las organizaciones de las diferentes regiones, capaz de discutir y abordar la visión del Perú que queremos, puede ser una extraordinaria oportunidad de llenar ese vacío de voz y representación popular. A ello debiera sumarse un Foro Político de las fuerzas del cambio que dé curso a la unidad.
http://www.larepublica.com.pe/content/view/252386/481/
https://www.alainet.org/es/active/27086
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