El alcance de la crisis
02/10/2008
- Opinión
La sociedad estadounidense es la más consumista del mundo. Dentro de este contexto, la riqueza viene a jugar un papel elemental ya que mantiene la cohesión y la paz social. No en vano declaraba Warren Christopher, Secretario de Estado de la administración Clinton, que se debía “defender la seguridad económica de EEUU con la misma energía y recursos que [se] dedicó en la guerra fría”. Es claro que esta afirmación es aun vigente hoy: la economía es un tema de seguridad nacional.
Esta premisa de la política exterior estadounidense ilustra claramente la estructura actual de la economía de ese país, una economía de guerra (desde el 2001) que ha reducido sus importaciones y expandido sus exportaciones mediante desiguales tratados de “libre comercio”. Todo esto se ha visto reflejado en las economías centroamericanas que cada vez más aumentan su defecit comercial, y en otros socios del país norteamericano como México que sufren la misma suerte.
Pero ante la crisis surge un nuevo inconveniente; la posibilidad de que el dólar pierda su hegemonía monetaria. James Galbraith, asesor de Obama, ha apuntado a este escenario “Al igual que el Imperio Otomano, el dólar puede soportar durante un tiempo más, a pesar de esta crisis, simplemente porque seria costoso y peligroso dejar que fracase el actual sistema monetario.”
Esto nos da una clara imagen de la importancia que tiene hoy el dominio norteamericano en el Cono Sur. Recientemente el mundo observó con asombro como Brasil y Argentina dejaban atrás esta moneda en sus transacciones comerciales. Así mismo es importante recordar los llamados de Chávez ante la OPEP, instando a sus miembros a reemplazar el dólar como moneda de transacciones. En adición a esto, y desde antes de la crisis, se ha presenciado una creciente integración sudamericana dentro del marco de UNASUR. Todo esto enciende luces rojas en Washington, cosa que se ha visto reflejada en las silenciosas intervenciones estadounidenses en Venezuela y Bolivia.
Pero el tema de la energía, otro gran pilar de la política exterior estadounidense también parece cambiar; desde hace ya bastante tiempo los objetivos energéticos de EEUU se han visto concentrados en el Golfo Pérsico y el Mar Caspio. Ambas regiones han sido escenario de iniciativas estadounidenses en busca del dominio de los recursos que ahí yacen.
Ahora, enfrentando una seria crisis, parece difícil imaginar que EEUU pueda mantener ambos escenarios bajo control. Entonces parece más lógico que el escenario de mayor importancia para la política exterior estadounidense se vea desplazado hacia América Latina. Con una inminente victoria del FMLN en El Salvador, se complica aun más la situación para Washington.
Es evidente que, ante los ojos del Pentágono, todos los gobiernos progresistas de la región tienen sus orígenes en Chávez.
Bolivia, donde se ve claramente una mayor influencia e intensidad de las actividades desestabilizadoras de EEUU, tiene una importancia geoestratégica vital ya que es el país mas céntrico de la región. Dominarle permite a Washington tener un agente desestabilizador de gran magnitud, así influyendo en Brasil, Argentina y Paraguay directamente a través de sus fronteras compartidas.
Así mismo, Venezuela parece otro importante objetivo debido a su riqueza petrolera. Controlando de nuevo los yacimientos petroleros venezolanos, Washington tendría suficiente abastecimiento para continuar sus aventuras en el Medio Oriente y para recuperar su economía; cabe recordar que entre las empresas más poderosas de esa nación están las petroleras.
Con esto dicho, entra a jugar el asunto militar. La reciente militarización del NAFTA y la creación de un órgano de defensa conjunta del UNASUR propuesto por Brasil, dejan claro que las fichas se mueven en la dirección prevista. Se debe de recordar también el Documento Santa Fe IV y sus nueve 'D'; la reciente acusación que se le ha hecho a Bolivia en lo relativo a las drogas parece concordar con la importancia que le da este documento a la “guerra contra las drogas” detrás de la cual se han maquillado las verdaderas intenciones estadounidenses. Queda esto aun más claro cuando se acusa a Ecuador y a Venezuela de colaborar con las FARC, refiriéndose a la 'computadora de Raul Reyes, claramente manipulada por el gobierno colombiano.
Ante todo lo antes mencionado parece inevitable pensar que América Latina es el nuevo escenario de guerra previsto por el Pentágono. Pero, lejos de una guerra frontal, todo indica que se trata de una desestabilización continental en donde, tanto países como Colombia, Perú, México y Costa Rica (aliados principales de Washington), como grupos sociales (las oligarquías locales), van a verse involucrados en un nuevo intento de derrocar a los mandatarios progresistas y - en caso de que fuese imposible - provocar guerras civiles. La prensa comercial se ha alineado claramente a este proyecto, y ha emprendido una satanización sistemática de cualquier líder progresista, inclusive antes de que logren la presidencia (como ha ocurrido con Mauricio Funes o con López Obrador).
La crisis que acontece hoy en día ilustra claramente la decadencia de la hegemonía estadounidense, no solo en el ámbito político sino en el económico a la vez. Parece adecuado concluir citando el mencionado documento de Santa Fe; “es preciso enfrentar la realidad de que, desde 1993, la declinación de EEUU se ha precipitado. El poder del país se baso ante todo en este hemisferio, a veces llamado Fuerza América...La historia nos dice con toda claridad que, cuando una gran potencia fracasa en valorar su interés nacional y permite que su cultura central se desgaste y sea absorbida por un sistema de valores hostil, su caída es previsible”.
Esta premisa de la política exterior estadounidense ilustra claramente la estructura actual de la economía de ese país, una economía de guerra (desde el 2001) que ha reducido sus importaciones y expandido sus exportaciones mediante desiguales tratados de “libre comercio”. Todo esto se ha visto reflejado en las economías centroamericanas que cada vez más aumentan su defecit comercial, y en otros socios del país norteamericano como México que sufren la misma suerte.
Pero ante la crisis surge un nuevo inconveniente; la posibilidad de que el dólar pierda su hegemonía monetaria. James Galbraith, asesor de Obama, ha apuntado a este escenario “Al igual que el Imperio Otomano, el dólar puede soportar durante un tiempo más, a pesar de esta crisis, simplemente porque seria costoso y peligroso dejar que fracase el actual sistema monetario.”
Esto nos da una clara imagen de la importancia que tiene hoy el dominio norteamericano en el Cono Sur. Recientemente el mundo observó con asombro como Brasil y Argentina dejaban atrás esta moneda en sus transacciones comerciales. Así mismo es importante recordar los llamados de Chávez ante la OPEP, instando a sus miembros a reemplazar el dólar como moneda de transacciones. En adición a esto, y desde antes de la crisis, se ha presenciado una creciente integración sudamericana dentro del marco de UNASUR. Todo esto enciende luces rojas en Washington, cosa que se ha visto reflejada en las silenciosas intervenciones estadounidenses en Venezuela y Bolivia.
Pero el tema de la energía, otro gran pilar de la política exterior estadounidense también parece cambiar; desde hace ya bastante tiempo los objetivos energéticos de EEUU se han visto concentrados en el Golfo Pérsico y el Mar Caspio. Ambas regiones han sido escenario de iniciativas estadounidenses en busca del dominio de los recursos que ahí yacen.
Ahora, enfrentando una seria crisis, parece difícil imaginar que EEUU pueda mantener ambos escenarios bajo control. Entonces parece más lógico que el escenario de mayor importancia para la política exterior estadounidense se vea desplazado hacia América Latina. Con una inminente victoria del FMLN en El Salvador, se complica aun más la situación para Washington.
Es evidente que, ante los ojos del Pentágono, todos los gobiernos progresistas de la región tienen sus orígenes en Chávez.
Bolivia, donde se ve claramente una mayor influencia e intensidad de las actividades desestabilizadoras de EEUU, tiene una importancia geoestratégica vital ya que es el país mas céntrico de la región. Dominarle permite a Washington tener un agente desestabilizador de gran magnitud, así influyendo en Brasil, Argentina y Paraguay directamente a través de sus fronteras compartidas.
Así mismo, Venezuela parece otro importante objetivo debido a su riqueza petrolera. Controlando de nuevo los yacimientos petroleros venezolanos, Washington tendría suficiente abastecimiento para continuar sus aventuras en el Medio Oriente y para recuperar su economía; cabe recordar que entre las empresas más poderosas de esa nación están las petroleras.
Con esto dicho, entra a jugar el asunto militar. La reciente militarización del NAFTA y la creación de un órgano de defensa conjunta del UNASUR propuesto por Brasil, dejan claro que las fichas se mueven en la dirección prevista. Se debe de recordar también el Documento Santa Fe IV y sus nueve 'D'; la reciente acusación que se le ha hecho a Bolivia en lo relativo a las drogas parece concordar con la importancia que le da este documento a la “guerra contra las drogas” detrás de la cual se han maquillado las verdaderas intenciones estadounidenses. Queda esto aun más claro cuando se acusa a Ecuador y a Venezuela de colaborar con las FARC, refiriéndose a la 'computadora de Raul Reyes, claramente manipulada por el gobierno colombiano.
Ante todo lo antes mencionado parece inevitable pensar que América Latina es el nuevo escenario de guerra previsto por el Pentágono. Pero, lejos de una guerra frontal, todo indica que se trata de una desestabilización continental en donde, tanto países como Colombia, Perú, México y Costa Rica (aliados principales de Washington), como grupos sociales (las oligarquías locales), van a verse involucrados en un nuevo intento de derrocar a los mandatarios progresistas y - en caso de que fuese imposible - provocar guerras civiles. La prensa comercial se ha alineado claramente a este proyecto, y ha emprendido una satanización sistemática de cualquier líder progresista, inclusive antes de que logren la presidencia (como ha ocurrido con Mauricio Funes o con López Obrador).
La crisis que acontece hoy en día ilustra claramente la decadencia de la hegemonía estadounidense, no solo en el ámbito político sino en el económico a la vez. Parece adecuado concluir citando el mencionado documento de Santa Fe; “es preciso enfrentar la realidad de que, desde 1993, la declinación de EEUU se ha precipitado. El poder del país se baso ante todo en este hemisferio, a veces llamado Fuerza América...La historia nos dice con toda claridad que, cuando una gran potencia fracasa en valorar su interés nacional y permite que su cultura central se desgaste y sea absorbida por un sistema de valores hostil, su caída es previsible”.
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