Hacia una nueva América Latina
08/10/2002
- Opinión
El triunfo de Lula y el PT abre una nueva situación en un continente
cansado de políticas neoliberales. Pero la situación interna de Brasil y
las alianzas que tejió Lula para llegar al gobierno, le atan las manos a la
hora de buscar cambios en profundidad.
Es el mayor triunfo electoral de la izquierda latinoamericana en toda su
historia, que se produce en el país más importante del continente, la
décima economía mundial, y la más potente del Tercer Mundo. Después de
casi dos décadas de políticas de ajuste, los pueblos de esta parte del
mundo han podido comprobar el gusto amargo de las promesas de los gurús del
libre mercado: más pobreza, más polarización, menos servicios sociales,
desprotección de los más débiles, crisis de las clases medias.
El triunfo del PT confirma, por el abrumador apoyo que tuvieron los
candidatos que rechazan la política económica y el ALCA, que se está
produciendo un viraje de larga duración en América Latina. Se confirman
así los cambios en la relación de fuerzas entre los pueblos y las elites
iniciados con la insurrección de diciembre de 2001 en Argentina, o todavía
antes, durante la profunda movilización social que derrotó al fujimorismo
en Perú. El modelo está agotado, no tiene ya nada importante que ofrecer
sino más de los mismo, como lo demuestran las últimas medidas de Fernando
Henrique Cardoso, de Fernando de la Rúa y de Alejandro Toledo.
LOS LIMITES DE LULA
Mirada en perspectiva, el cambio en la relación de fuerzas electorales fue
poco importante en Brasil. El PT llegará al gobierno con unos 90 diputados
sobre 513, lo que lo obliga a realizar una amplia política de alianzas. A
nivel parlamentario, siendo mayoría el derechista Partido del Frente
Liberal (PFL) y sus aliados, pese a la pérdida de escaños. Además, el
oficialista Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y el centrista
Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) siguen siendo las fuerzas
dominantes, tanto en la cámara de diputados como, sobre todo, en la de
senadores que sólo se renovó parcialmente.
En su conjunto, el bloque de izquierda, PT más PPS de Ciro Gomes, los ex
comunistas, y el PCB, apenas superan el centenar de escaños, mientras el
bloque derechista casi lo duplica y el centrista es la verdadera mayoría en
diputados. Sin embargo, la peculiar política de alianzas de Brasil hace
que Lula pueda esperar apoyos parlamentarios de la derecha. Su candidato a
vicepresidente, José Alencar, es dirigente del Partido Liberal, un grupo
derechista y evangélico que tenía 22 diputados.
Además de esta primera limitación, el gobierno de Lula deberá enfrentar una
situación económica verdaderamente desastrosa. Ocho años de gobierno de
Cardoso (1994-2002) dejaron al país a expensas de los intereses financieros
internacionales. Gracias a la estabilidad monetaria, la apertura económica
y las tasas de interés más elevadas del mundo, el país registró un ingreso
masivo de capitales: de unos 50.000 millones de dólares que ingresaron en
1995 (el 6% del PBI) se llegó a 230.000 millones en 1999 (el 22% del PBI).
Brasil se convirtió en una gran plaza financiera, muy vulnerable a los
apetitos de los impredecibles centros financieros mundiales.
La deuda externa de Brasil es monstruosa y se aproxima a los 300.000
millones de dólares. Anualmente deberá pagar, sólo en concepto de
intereses de la deuda, unos 30.000 millones de dólares, lo que representa
nada menos que el 55% del gasto público anual. De representar el 30% del
PBI en 1994, la deuda trepó hasta el 62% del PBI luego del préstamo de
30.000 millones de dólares librado por el FMI a mediados de este año, para
salvar al gobierno (pero sobre todo a algunas empresas estadounidenses con
problemas en Brasil) de caer en la moratoria de pagos. Lo más grave es que
para evitar la cesación de pagos, que sería un paso razonable pero
problemático para quien aseguró que no habría moratoria, el único camino
posible es aplicar un ajuste muy duro, que afectará tanto a los gastos del
Estado como a los sectores populares que apoyaron al PT.
Así las cosas, en pocos meses el gobierno de Lula deberá enfrentar una
situación dramática: o sigue los pasos de De la Rúa, descargando sobre el
pueblo los efectos de pésimas políticas anteriores, o se decide a hacer un
frente común con Argentina y otros países del continente para enfrentar al
FMI. Todo indica que un gobierno del PT en alianza con partidos del centro
y la derecha no va a dar esos pasos.
UN TRIUNFO A LO PIRRO
Como señaló el propio Lula, el triunfo electoral tuvo tres etapas: la
primera se gestó hace un año cuando el congreso del PT decidió flexibilizar
su programa. La segunda fue la contratación de Duda Mendonça como
estratega publicatario, un hombre de la derecha que fue el que le imprimió
el sello de "amor y paz" a la campaña electoral de Lula. La tercera fue la
alianza con el gran empresario textil y líder liberal José Alencar.
De las tres decisiones, fue la última la que más problemas internos le
trajo al PT. Pero es la que le permitió a Lula cosechar importantes apoyos
entre los grandes empresarios paulistas, que resultan decisivos para ganar
cualquier elección. La poderosa Federación Industrial del Estado de San
Pablo (FIESP) fue siempre un baluarte de la derecha y vetó anteriormente a
Lula, pero ya en 1994 decidió el apoyo a Cardoso. En esta ocasión, fueron
más de 500 los empresarios que proclamaron públicamente su apoyo a Lula,
entre ellos algunos destacados por presidir las mayores empresas del país.
En los hechos, la candidatura de Lula representa la alianza entre
industriales, tecnócratas, administradores del Estado y trabajadores. Pero
es una alianza muy particular. Los industriales tienen sus grandes
empresas, sus apoyos financieros y sus sólidas organizaciones gremiales. Y
están divididos, ya que un sector importante apoyó al oficialista José
Serra. Los administradores estatales provienen en buena medida de los
cuadros parlamentarios y de los gobiernos estaduales y municipales del PT.
En el último encuentro nacional del PT, el 75% de los delegados pertenecía
a ese sector. Luego vienen los trabajadores. Es el sector más débil y
peor organizado. La izquierdista CUT está muy debilitada y la inmensa
mayoría de los afiliados pertenecen a la "amarilla" Fuerza Solidaria.
Pero Brasil no tiene, a diferencia de la mayor parte de los países del
continente, pero sobre todo Argentina y Bolivia, una historia de luchas
obreras. De modo que los industriales pudieron mantener los salarios
obreros muy bajos, cosechando ganancias fabulosas. No existe por lo tanto
un retorno al viejo desarrollismo ni una alianza Estado-industriales-
obreros como la que en los años 40 generó un importante proceso
industrializador y cierto desarrollo de un Estado benefactor. De modo que
si se trata de una alianza, lo es entre desiguales, donde los que llevarán
la voz de mando no pueden ser otros que los industriales y los cuadros del
aparato estatal.
Con un cuadro así, el gobierno de Lula deberá hacer milagros para componer
intereses: pagar la deuda, satisfacer los deseos de los industriales,
implementar una política redistributiva que aumente el consumo interno,
evitar que la inflación vuelva a trepar hasta el 50% anual como sucedió en
1994 antes de que Cardoso adoptara el Plan Real.
ALTERNATIVAS
Pese a todo, Brasil es el único país del continente en el que se están
articulando alternativas al neoliberalismo. En líneas generales, se pueden
observar dos caminos. El que representa la alianza que llevó al PT a ganar
las elecciones, alternativas "por arriba", y una suerte de alianza plebeya,
aún débil y en formación, que responde al proyecto estratégico del
Movimiento Sin Tierra (MST).
La primera supone profundizar algunos aspectos del gobierno Cardoso. No
debemos olvidar que Brasil es uno de los grandes productores de
medicamentos genéricos, que se venden en todas las farmacias del país. Y
que fue el ministro de Salud de Cardoso, José Serra, quien desarrolló una
verdadera guerra con las multinacionales para imponer los genéricos.
Brasil tiene una larga historia de oposición y diferenciación respecto de
Estados Unidos y las grandes multinacionales y nunca ocultó sus alianzas
preferenciales con la Unión Europea, su rechazo al ALCA y su independencia
internacional que lo llevan a oponerse al Plan Colombia.
Lula deberá profundizar ese camino. Para ello cuenta con el invalorable
apoyo de la burguesía industrial. La idea es fortalecer el Mercosur,
apoyando la recuperación de Argentina e impulsando, suavemente, que de las
elecciones de marzo surja cualquier gobierno menos uno de Carlos Menem. El
segundo paso es aplazar la entrada en vigor del ALCA hasta conseguir una
negociación favorable para las exportaciones brasileñas. La oposición al
Plan Colombia es un hecho y ha sido encabezada por las fuerzas armadas, que
inmediatamente desplegaron el Plan Cobra para evitar que el conflicto
colombiano se "derramara" sobre Brasil, como deseaba el Pentágono. Luego
se trataría de potenciar un doble eje, que de hecho ya existe: el
denominado eje Brasilia-Caracas-La Habana, al que se podría incorporar
Lima, como forma de contener la expansión de Washington en el área, que
cuenta con una sólida base de apoyo en el gobierno del ultraderechista
Uribe en Colombia. Un eje más ambicioso coloca a Brasil en sintonía con
Sudáfrica, país con el que tiende a incrementar sus intercambios, con India
y China, además de consolidar su alianza con el área del euro.
La "alternativa plebeya" tiene su punto de apoyo en las luchas campesinas
de los sin tierra. Brasil tiene una larga tradición de luchas rurales,
desde los quilombos negros de Zumbí hace 400 años hasta rebeliones como la
de Canudos y las ligas campesinas de Juliao. Es la principal oposición que
tuvo el neoliberalismo en Brasil y la única alternativa real al modelo. El
MST lleva varios años tejiendo una alianza con los pobres urbanos: los sin
techo, los desocupados, los favelados. Para ello cuenta con su enorme
prestigio, su importante aparato y el apoyo de la Conferencia Episcopal,
con quienes convocaron en septiembre el plebiscito contra el ALCA en el que
participaron 15 millones de brasileños. Se trató de una iniciativa
propagandística y de movilización similar a las "consultas" que despliegan
los zapatistas.
Joao Pedro Stédile, dirigente del MST, aseguró en una reciente entrevista
que el triunfo de Lula provocaría un gran salto en las luchas sociales. Si
es así, los sin tierra estarán a la cabeza de un amplio movimiento de los
pobres de la ciudad y del campo. Lula, a su vez, dijo ser el único que
está en condiciones de frenar y moderar al MST. Ambas cosas son ciertas.
Al parecer, la reforma agraria es uno de los capítulos que el PT en el
gobierno puede impulsar con fuerza. Puede servirle, también, para moderar
a los sin tierra, que ya tienen una importante dependencia de los gobiernos
estaduales y municipales.
Los primeros meses del nuevo gobierno marcarán un camino casi sin retorno.
Todo indica que un gobierno Lula tendrá, por curioso que parezca, más
repercusiones a escala internacional y regional que dentro de Brasil. Será
algo así como un Toni Blair para adentro y un Hugo Chávez para afuera.
https://www.alainet.org/es/active/2634?language=en
Del mismo autor
- Narco-estados contra la libertad 19/07/2018
- Juegos Olímpicos: La irresistible militarización del deporte 19/08/2016
- La minería es un mal negocio 02/12/2015
- Catalunya hacia la independencia 02/10/2015
- Humanitarian crisis: Solidarity below, business above 16/09/2015
- Crisis humanitaria: Solidaridad abajo, negocios arriba 11/09/2015
- Brazil-US Accords: Back to the Backyard? 04/09/2015
- Los recientes acuerdos Brasil-Estados Unidos ¿El retorno del patio trasero? 30/07/2015
- Las repercusiones del “acuerdo” entre Grecia y la troika 17/07/2015
- China reorganizes Latin America’s economic map 09/07/2015