Hormigas que gritan

26/07/2008
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Ese candidato a ser besado, abrazado y estrujado, mano siempre dada, saludo en ciernes casi quitado, al que los guardias no reconocen y cortan el paso, o pretenden, como si alguien pudiera cortarle el paso al Pepe, que es dirigente y es masa, por eso habla un lenguaje universal por todos comprendido.

Ese que en su visita a Argentina en un congreso iberoamericano sobre desarrollo advirtió que a esa meta llegan unidos los latinoamericanos o no se llega. Y criticó el hecho de que “la discusión por la integración es de elites, de gente más o menos culta,” resaltando que “al debate regional le falta la subjetividad emocional de los pueblos, que son los que dan la fuerza necesaria para superar los obstáculos”.

Reconociendo que, más allá de las buenas intenciones de la región “Los que están fallando en alcanzar esta integración son los partidos políticos. Nos falta la retaguardia de la fuerza integradora. No se puede vencer en la historia, sin el calor de las masas”, dijo Mujica.

Y claro que es necesario el decir de los expertos y profesionales.

Sería mejor si cuando buscan públicas soluciones, junto al parecer de los ilustrados se escuchara a los ciudadanos de a pie que no hacen ponencias sino viven vivencias, para los que se teoriza magistralmente en palestras con amplificación, en ocasiones, no mucho más que para regodeo de los oradores. Ya que mentamos seguido la no exclusión y el libre acceso a los derechos, sería importante ir a los destinatarios. ¿Qué tal un seminario sobre pobreza en un asentamiento?

Tratando de buscar la esencia de las formas, huyendo de la burbuja de los foros de academia que suelen complotar con la inoperancia burocrática para asesinar esperanzas populares, del viaje del senador José “Pepe” Mujica a Buenos Aires, además de sus valiosos mensajes de unidad latinoamericana urgente y la necesidad de integración de los partidos políticos, reflexiono sobre el poder de los símbolos que el propio Don José reclama existan en común para los países que se sientan hermanos en la causa y en los objetivos de este lado del mundo, ese pequeño gran seis por ciento del planeta habitado.

Los funcionarios de seguridad que dudaron por la ropa que llevaba puesta y demoraron su entrada a un ministerio para averiguar si era quien decía ser, darían permiso con reverencias probablemente a un delincuente vestido de gala.

Mujica nos habla profundamente aún desde su aspecto exterior, obligando a la sociedad a cuestionarse qué estima en los seres humanos, si su atuendo o su interioridad. Es evidente que en su caso la gente cuando le toca, instintivamente quiere tocar su alma para recuperar la fe en la vida. Trapos son trapos por más costosos que sean, y autenticidad y sinceridad del corazón; valores que no precisamente abundan en estos tiempos.

Su prédica dice que no debe alejarse del ciudadano el gobernante o aquel que tenga una razón de ser social en su conducta y la arenga constantemente acudir al referente; personas a las que va dedicada esa tarea de humanidad para la humanidad. Escuchar siempre al pueblo. A esas hormigas que gritan y no siempre encuentran alguien con capacidad e intención de atender.

El “Pepe” José Mujica, ejemplo de resiliencia como tantas y tantos víctimas del terrorismo de Estado en Uruguay, es ése que dice que las hormigas gritan por su experiencia en las mazmorras de la dictadura preso en un pozo, escuchándolas para sobrevivir cuerdo en más de una década de aislamiento.

Tal vez no gritan siempre y lo hicieron porque sabían que él podría escucharlas.

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