Se acabó la dicha?

11/07/2008
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Los dos últimos años fueron inmejorables en materia de crecimiento, eso no tiene discusión, incrementos en el PIB por encima del 6% anual no se veían desde hace treinta años, sin embargo, no lograron resolver el interrogante de su sostenibilidad y permanencia en el largo plazo. Tampoco fueron solución para las desigualdades sociales de carácter estructural que nos aquejan desde tiempos inmemoriables. Crecimos, pero no encontramos la senda del crecimiento sostenible. Mejoraron algunos indicadores sociales, pero no resolvimos los problemas estructurales que generan pobreza en nuestra población.

El crecimiento económico colombiano es cíclico y responde a las cambiantes condiciones de la coyuntura internacional. El último ciclo completo se vivió entre los años 1984 y 1999, un período de 15 años, que comenzó con una tasa baja de crecimiento (0.5%) y culminó con la recesión más profunda de la historia colombiana y tasa negativa de -4%. Ese mismo ciclo tuvo sus mejores momentos entre los años 1993 y 1995, con tasas superiores al 5% anual, una serie de tres años en los que repetidamente se decía que el país había entrado en la senda del crecimiento sostenido de largo plazo, lo que quería decir que se mantendría así por varios años. El sueño se acabó rápidamente, la economía se desaceleró en 1996 y caímos en la recesión en 1998, la misma que duró cinco trimestres.

El ciclo actual comenzó a finales de 1999, en el último trimestre para ser más exacto, momento en que se inició la recuperación y la fase ascendente del ciclo llegó a su momento culminante en el año 2007, con una tasa anual superior al 7%. En el presente año, todos los síntomas revelan que la economía se desaceleró y el crecimiento es menos rápido que en los años anteriores, para estimar un incremento consolidado del 4.5%, equivalente al crecimiento promedio de largo plazo. El interrogante que queda es el de saber cuál va a ser el ritmo de esa desaceleración y si puede llegar a convertirse en recesión?. Todos los ciclos tienen una fase descendente y un punto bajo, pero no todos terminan en recesión, de hecho, la historia colombiana revela la existencia de varios ciclos completos con pocos episodios recesivos, los de 1930 y 1999.

La profundidad y extensión de esa desaceleración depende de dos factores: de la relación estrecha con los determinantes de la coyuntura internacional y del comportamiento de los indicadores básicos del equilibrio macroeconómico. El crecimiento reciente estuvo enmarcado por el dinamismo internacional y el efecto multiplicador generado por la expansión de demanda de actores como China e India, a los que no les vendemos mucho, y la complementariedad industrial con Venezuela. Esa mayor demanda generó un “boom” generalizado por los commodities y su mejora en los términos de intercambio, por lo que Colombia disfrutó de, al menos, cuatro bonanzas simultáneas: en petróleo, carbón, café y níquel, a los que hay que agregar el superávit comercial con Venezuela y las remesas de los migrantes, desde Estados Unidos y España.

Con mejores precios, el país duplicó los ingresos por exportaciones tradicionales, el petróleo se consolidó como la principal fuente de ingresos del estado y Venezuela en el segundo socio comercial de Colombia, siendo el primero en comprar nuestros productos industriales. La suma de todos estos mayores ingresos tuvo efecto positivo en el mercado interno, el cual se expandió para todos los segmentos de población y todo tipo de bienes y servicios, con dinámicas desiguales, siendo mucho más evidente en productos importados y para medios y altos ingresos: automóviles, electrodomésticos, vivienda no social y turismo. Las bonanzas tuvieron efecto multiplicador e incidieron en los buenos resultados de los sectores que lideraron el crecimiento: construcción, industria y financiero, algunos de ellos con tasas por encima del 10%. La alegría era generalizada y el país iba “chupando” rueda detrás de los que más crecieron: China, India, Venezuela, Chile, Perú, Argentina, etc.

Detrás de los síntomas de desaceleración aparecen los desajustes en Estados Unidos y la Unión Europea, así como las restricciones de compra en Venezuela. El “boom” de los commodities todavía existe y beneficia a los países que los poseen y producen, especialmente a los que disponen de un buen inventario minero energético, sin embargo, genera efectos negativos en los países que los importan, por su impacto en la inflación y la respectiva restricción monetaria de sus bancos centrales. La desaceleración es financiera, en construcción e industria y comenzó con las restricciones de demanda generadas por las medidas internas de incremento de las tasas de interés y las medidas externas de devaluación decidida del dólar, por parte del gobierno de Estados Unidos, y la limitación de importaciones industriales, impuesta por el gobierno venezolano. Los dos socios comerciales más importantes del país nos imponen restricciones, el uno por estar cerca de la recesión, EEUU, y el otro por privilegiar la producción interna, Venezuela. A ellos hay que agregar el menor crecimiento europeo, nuestro tercer socio comercial, y la política China para evitar el recalentamiento. Internacionalmente, en fin, todos los grandes están reduciendo la velocidad, mientras Estados Unidos es el más próximo a la recesión.

El segundo factor se relaciona con el comportamiento de los indicadores macroeconómicos y su impacto en el crecimiento. El incremento generalizado de precios en alimentos y combustibles ha llevado al incumplimiento de la meta de inflación por segundo año consecutivo, con lo cual el Banco de la República acentuó la política restrictiva, tasa de interés en 9.75% y aplicación de encajes marginales, produciendo un doble efecto, el encarecimiento de los créditos, de un lado, y la revaluación de la tasa de cambio, por el otro. El diferencial de tasas de interés, de 7.75 puntos respecto a la Reserva Federal, estimuló la llegada de inversiones, incluidas las de portafolio, e incrementó las importaciones de bienes de consumo durable, enviando un mensaje contradictorio a los colombianos: compre importado barato y fináncielo caro, como consecuencia la demanda de crédito aumentó y la mora también, sobretodo en bienes suntuarios. El principal efecto de esta restricción es el encarecimiento de los créditos y la mora en cartera de vivienda y consumo de automóviles y electrodomésticos, cuyos pasivos cuestan hoy más que el mismo activo, repitiendo la dolorosa experiencia del UPAC a finales del siglo XX.

Los balances en cuenta corriente y fiscal no son críticos, pero tampoco alentadores. Por efecto revaluación, las importaciones son más competitivas que las exportaciones y algunos sectores ya no tienen como reducir costos, por lo que empezó el proceso de despido de muchos trabajadores, los cuales pasan al rebusque con menores ingresos y reducida capacidad de demanda, por lo tanto, algunos indicadores sociales comenzarán a revertirse. En el balance fiscal, las tendencias se mantienen, el gobierno central nacional es el deficitario y sigue financiándose con crédito interno presionando la demanda de estos recursos, por ello, su contribución a un aterrizaje suave de la economía, es el de reducir la demanda de crédito y recortar el gasto público. El acuerdo nacional entre las autoridades económicas es el de no incrementar más las tasas de interés mientras el gobierno mantenga su compromiso de reducir el gasto, pero no en $1.2 billones, éste debe bajar en $6 ó $7 billones y los rubros a tocar son el servicio de la deuda y el gasto militar.

Los indicadores revelan que comenzó la fase descendente del ciclo económico, es decir, que vamos a seguir creciendo pero a menor ritmo, el 4.5% el presente año y, probablemente, al 4% el próximo. Cuándo tocaremos piso?, en el 2010 ó en el 2011?. Qué tan profunda será la desaceleración?, lo suficiente para llegar a una nueva recesión?, ó simplemente serán dos años de bajas tasas de crecimiento y volveremos a reiniciar con otro ciclo?. Estos interrogantes aún no tienen respuesta, ella depende de la capacidad de reacción y ajuste de las autoridades económicas, el Banco de la República sigue comprometido en controlar la inflación y podría seguir aumentando las tasas de interés produciendo un ajuste más drástico, sin embargo, está dispuesto a conciliar con el gobierno nacional y mantener quieta la tasa mientras el compromiso del recorte en el gasto se haga efectivo, de tal manera que la pelota está en el campo del gobierno. En cuánto se recortará el gasto y en qué?, en las actuales circunstancias recortar $1 billón es un chiste, es necesario hacerlo seis ó siete veces más y en los rubros que más han crecido, ellos son el gasto militar y el servicio de la deuda, hasta donde está el gobierno dispuesto a reducirlos ó serán otro más de los inamovibles del presidente?

- Ricardo Bonilla González es Profesor Asociado Universidad Nacional. Coordinador del Observatorio de Coyuntura Socio Económica OCSE

Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía. www.vivalaciudadania.org

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