Cada 11 tiene su 13

13/04/2008
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  • Opinión
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Introducción

Venezuela es un país muy rico en petróleo, gas natural, agua dulce, selvas que producen oxígeno, minerales ferrosos y no ferrosos, más de dos mil kilómetros de costas marítimas, grandes ríos navegables y una población pequeña para su extensión geográfica: 26 millones de habitantes para casi un millón de kilómetros cuadrados.

Las reservas energéticas del país son inmensas, tal vez entre las más grandes del mundo.

Este sencillo cuadro de datos indica que Venezuela es un país codiciado por una potencia cercana cuyas reservas petroleras y de gas se están acabando.

Unas escasas décadas más y esta potencia no tendrá otra forma de sustentar sus enormes necesidades energéticas que no sea la sustitución de las fuentes propias de petróleo y gas por otras ajenas, sin mencionar las millones de toneladas métricas de petróleo y productos derivados que importa de los países de la OPEP, México, Canadá y otros.

La invasión a Irak en 2003 y la posterior amenaza de guerra contra Irán no tienen otra explicación razonable que no sea el petróleo.

La mentira de las armas de destrucción masiva en manos de Sadam Hussein se repite del mismo modo en el caso de otro país petrolero vecino del primero, no obstante haberse comprobado que Irán sólo hace uso de su derecho al uso pacífico de la energía nuclear para producir electricidad.

Esta resumida introducción al tema trata de explicar las razones reales de un intento de apropiarse de las riquezas naturales de Venezuela un año antes de la agresión contra Irak, en abril de 2002.

Los autores de ese intento fueron los mismos que están destruyendo año a año la nación iraquí con más de un millón de muertes, cuatro millones de desplazados, guerras fratricidas entre etnias que habían convivido en paz durante siglos.

Las mentiras en el caso venezolano, diseñadas en los laboratorios de guerra sucia de Estados Unidos y Venezuela, tuvieron que ver mucho más con maniobras de los medios de comunicación social para producir un golpe de estado de corte fascista, que con las que emplearía el imperio contra el gobierno de Irak.

Veamos qué fue lo que ocurrió el 11 de abril de 2002 y cuál fue el desenlace el día 13 de ese mismo mes, es decir, 48 horas después, un caso inédito en la historia de resurrección de la democracia que se creía perdida en los instantes dramáticos que transcurrieron entonces y que todos vivimos intensamente.

Lo que pasaba realmente y lo que se decía que pasaba en Venezuela

Desde 1999, Hugo Chávez había sido electo Presidente constitucional, con más del 50% de los votos en elecciones ganadas limpiamente desde la oposición.

Sus primeras medidas como gobernante fueron dirigidas a beneficiar a los sectores tradicionalmente traicionados por los gobiernos, es decir, los más pobres; a las familias numerosas, que en Venezuela son muchas; a los escolares cuyos padres debían pagar por inscribirlos en las escuelas y por cursar, bajo el disfraz de “colaboraciones” para el mantenimiento de las mismas; en fin, medidas elementales de humanismo que cualquier gobierno en el mundo aplica sin objeciones, más allá de los tradicionales demagogos que ofrecen y no cumplen.

Pero cometió la inaceptable osadía de convocar una Asamblea Nacional Constituyente mediante referendo consultivo que ganó abrumadoramente, para cambiar de manera sustancial las bases jurídicas burguesas de la Constitución Nacional.

E
sa nueva Constitución fue sometida posteriormente a una consulta popular en referendo que volvió a ganar ese mismo año de 1999.


También Chávez sustentó su mandato presidencial a la ratificación del pueblo y volvió a ganar con mayor votación todavía. Tres elecciones en un año para consultar al pueblo, todas ganadas por Hugo Chávez.

Es decir, el origen de los cambios sustanciales en la política, economía, educación, inversiones del estado, etc., fue absolutamente democrático, por votación popular impecable.

La recuperación de la OPEP como alianza estratégica

Otra de sus osadías de Chávez fue tomar la iniciativa de fortalecer a la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), que estaba en franco proceso de debilitamiento y retroceso, en perjuicio de los intereses de esos países.

Chávez viajó a cada uno de las capitales de esos países, incluyendo a Bagdad en pleno asedio de los Estados Unidos y sus aliados tras la llamada Tormenta del Desierto, una guerra que fue preludio de la invasión posterior.

Esos viajes tuvieron con resultado en poco tiempo el aumento de los precios del petróleo, que estaba a 8 dólares el barril cuando Chávez recibió la presidencia de Venezuela y los recortes de la producción de la OPEP tuvieron como resultado un sucesivo aumento  hasta los 30 dólares, lo cual permitió recuperar las cuantiosas pérdidas de las empresas petroleras nacionales, pues antes se estaba vendiendo la materia prima a precio de costo.

Esto irritó mucho al gobierno norteamericano, uno de cuyos planes era quebrar a PDVSA para que fuera privatizada a precio de remate.

Chávez se convirtió entonces en “enemigo peligroso de la seguridad nacional de los Estados Unidos”, mientras la oposición interna lo estigmatizaba con la acusación de hacer “turismo” disfrazado de gestiones por la recuperación de los precios de nuestra principal producción nacional.

El uso del lenguaje “insinuante” como una forma de terrorismo mediático en la Guerra de Cuarta Generación.

Ninguna medida de cambio fue tomada de manera arbitraria, mucho menos dictatorialmente, como desde entonces comenzó a introducir en los medios nacionales y mundiales como “un peligro”, “una tendencia”, una “sospecha” o “duda”, tanto la coalición de derecha y los medios que le apoyaban, bajo la dirección directa y pública de la Embajada de los Estados Unidos en Caracas, como los principales periódicos de los Estados Unidos, Inglaterra, Francia y España y sus cadenas de televisión.

Los sectores políticos derrotados en las elecciones (incluyendo a los medios de comunicación social financiados desde el exterior) se ofrecieron como agentes nacionales a la potencia extranjera que codiciaba nuestras riquezas naturales y que las había administrado durante más de medio siglo bajo el manto de compañías petroleras y mineras con leoninas concesiones estatales para hacerlo, y 30 años adicionales mediante subterfugios o disfraces de una “nacionalización” petrolera que les permitió seguir controlando la comercialización del petróleo venezolano.

Por todo eso nos vienen aplicando desde entonces los mecanismos previstos en la llamada Guerra de Cuarta Generación, cuyas armas no son precisamente los aviones, cañones, fusiles y cohetes, sino el perverso uso de los medios de comunicación y sectores sociales robotizados como peones para derribar gobiernos y colocar peleles o lacayos al exclusivo servicio de la potencia interventora.

Esas guerras las libra Estados Unidos y sus aliados incluso en Europa y Asia actualmente. Las llamadas ridículamente revoluciones de color son pruebas de que en algunas partes y ocasiones han dado resultado.

Quisieron matarnos con nuestras propias armas

La principal empresa petrolera venezolana, PDVSA, fue manejada desde las posiciones norteamericanas entre 1975 y 2002, como un estado dentro del Estado, es decir, con una férrea resistencia a obedecer las directrices del Presidente de la República, al punto de que PDVSA financió buena parte de la conspiración que tuvo como objetivo dar un golpe de estado en abril de 2002 para derrocar a Hugo Chávez e instaurar una verdadera dictadura fascista en Venezuela al servicio del imperialismo norteamericano.

Esto último fue presentado a la opinión pública como “la única solución a la aguda crisis política” producida artificialmente por los medios de comunicación social mediante la falsificación de la realidad y la provocación de actos violentos que eran atribuidos al Gobierno y a los sectores populares que lo apoyan.

Ya no se trataba entonces del “peligro” o “amenaza” del “comunismo” o la “dictadura” en Venezuela, sino de “hechos reales” fabricados descaradamente para consumo externo y para generar odios en el sector de la población que los apoyaba, porque no podemos negar que la oposición sumaba más del 40% de los votantes, de modo que muchos de nosotros estuvimos en peligro de muerte frente a esos odios sembrados entre nuestros propios vecinos que nos acusaban de lo que jamás habíamos hecho.

La democracia le dio armas a los conspiradores y delincuentes políticos para intentar liquidarla, pues la utilizaron para matarla mediante un golpe fascista al estilo Pinochet en Venezuela.

Debemos explicar todo esto con más detalles, lamentablemente, para que se comprenda el modus operandi  de las nuevas perversiones mediáticas, es decir, referidas a los medios de comunicación social comprometidos con los planes desestabilizadores de países democráticos.

Un solo ejemplo: Individuos de la oposición desaparecieron a un soldado y dos jóvenes mujeres del lugar escogido en Caracas como centro de agitación permanente con el apoyo de un gobernador y un alcalde del sitio, en el este de Caracas. Un oficial apodado “El Cuervo” dio la orden de matarlos.

Dos de esas personas aparecieron asesinadas en otro lugar y la tercera desaparecida, lo cual fue atribuido al Gobierno como “represalia”, por lo cual nos acusaban a todos nosotros los revolucionarios de “asesinos”.

Si no hubiera sido porque la mujer desaparecida apareció afortunadamente herida narrando la verdad de los hechos, ese crimen, en realidad cometido por elementos fascistas de la oposición, todavía sería atribuido a lo que ellos comenzaron a llamar “el régimen” (con varias R) con odio y saña bien estudiados.

En ese mismo lugar de agitación, poco después, un individuo extranjero disparó contra la multitud y resultaron muerta una mujer y muchas otras personas heridas, y de inmediato una televisora de oposición presentó la foto del asesino al lado del Alcalde de Caracas, Freddy Bernal, en un montaje previamente preparado que originó mucho más odio hacia lo que entonces de llamaba despectivamente “el chavismo”.

Se comprobó y denunció el vulgar montaje fotográfico de la televisora, la cual siguió impunemente llamando a agredir a los sectores patrióticos que apoyan la Revolución Bolivariana, esta vez por “otras razones”.

Al utilizar a PDVSA como instrumento de la oposición “meritocrática”, la conspiración antinacional y fascista pretendió matarnos con nuestras propias armas.

La democracia que permitió elegir a gobernadores y alcaldes de oposición fue traicionada por estos mismos individuos al apoyar una conspiración contra esa democracia y contra los intereses del propio país.

La manifestación masiva de la oposición el 11 de abril de 2002

La mayoría opositora que dirigía a PDVSA convocó a una manifestación contra el Gobierno el 11 de abril, en apoyo a los sectores más violentos de la oposición, quienes desviaron esa manifestación hacia el Palacio de Miraflores, con el objeto de asaltarlo y asesinar posiblemente al Presidente Hugo Chávez.

En esa manifestación iban muchas mujeres, ancianos y niños inocentes, pero inyectados de un odio visceral por los medios contra el Presidente, su gobierno y la mayoría del pueblo que lo apoya.

Se trataba de una criminal provocación porque la oposición utilizó a la Policía Municipal controlada por el Alcalde Mayor de Caracas (también opositor) y a francotiradores apostados en lugares estratégicos del centro de la ciudad (donde está el Palacio de Gobierno) para disparar contra los manifestantes y atribuir la masacre preparada por ellos de antemano, y con la complicidad de los grandes medios comerciales de comunicación social, al Gobierno de Hugo Chávez y a quienes lo apoyaban en las calles.

Fotografías y videos de los partidarios del Gobierno disparando contra una hipotética manifestación pacífica que marchaba hacia el palacio dieron la vuelta al mundo, pero en realidad ellos se defendían de la Policía Metropolitana de Caracas, en manos de la oposición, muy lejos de los miles de manifestantes opositores, quienes, en verdad, nunca chocaron con ellos.

Sin embargo, la trama mediática fue montada de una manera siniestra pero convincente: “Se había producido una masacre opositora en el centro de Caracas y la responsabilidad de ella recaía sobre Hugo Chávez y sus seguidores”.

Todo era mentira, pero todos los medios lo repitieron hasta convertir esa mentira en una “verdad” que justificaba la salida de Chávez del Gobierno.

Para completar la maniobra, un gobernador opositor cortó la señal del canal de televisión del estado para silenciar cualquier denuncia de la falsedad convertida en matriz de opinión generalizada.

Fue entonces cuando se produjo el golpe de estado. En la noche del 11 de abril, el Jefe del Estado fue obligado a salir del Palacio de Miraflores hacia un destino desconocido.

Los golpistas crearon una figura jurídica inédita: “La salida de Chávez del Gobierno había originado un vacío de poder” que fue llenado por nada menos que el representante de los empresarios privados organizados en la Federación de Cámaras de Industrias y Comercios, un agente de la Embajada norteamericana en el país, cuyo primer decreto fue derogar la Constitución aprobada por el pueblo, desconocer las autoridades electas, disolver los poderes públicos y gobernar sin leyes ni controles legítimos.

Es decir, la dictadura que ellos habían denunciado bajo el gobierno de Hugo Chávez la estaban instalando el 12 de abril de 2002 a través de un acto televisado, en medio de la euforia de los conspiradores y traidores que ahora daban rienda suelta a sus planes antidemocráticos y fascistas.

Represión sangrienta en las calles y fiesta en el Palacio

Las primeras protestas populares en las calles de Caracas y otras ciudades el día 12 de abril, sábado como este año, por cierto,  fueron reprimidas violentamente por las policías comprometidas con el golpe de estado.

Ese día había fiesta en el Palacio de gobierno. Con mucho ruido se celebraba la victoria de los confabulados en el golpe. Había sido una “jugada genial” decía uno de ellos en la televisión al anunciar, eufórico, que “tenemos nuevo presidente”, entrevistando a un oscuro personaje de tercera fila que se atribuía el manejo de los hilos conspirativos desde hacía ocho meses.

Habían desaparecido al legítimo presidente y todo parecía como “anillo al dedo” cuando ese mismo día Chávez, secuestrado en una base naval, consiguió un soldado leal que llevó un mensaje dejado en el recipiente de la basura hasta Maracay, ciudad clave en este drama, aclarando que él no había renunciado, como cada dos minutos se decía en la televisión, y que seguía siendo el Presidente.

La resurrección de la democracia y de la esperanza de cambios


   Este mensaje fue difundido por una de las hijas del Presidente como pudo, y el Fiscal General de la República, Isaías Rodríguez, entrevistado telefónicamente por una televisora norteamericana en español, lo tomó como referencia para denunciar  la usurpación del poder constitucional, palabras que animaron más al pueblo y a los militares patriotas y respetuosos de la Constitución Nacional, en Maracay, Caracas y Valencia, principalmente, para resistir desde sus cuarteles y rodearse de decenas de miles de personas en sus alrededores.


Tanto la reacción espontánea y airada de la población y los militares leales al Presidente, como los lineamientos de las principales organizaciones políticas revolucionarias que se movilizaron hacia los cuarteles para buscar su apoyo,  transformaron el día 13 de abril de 2002 en una fecha histórica, porque lograron derrotar a la breve dictadura fascista de la ultraderecha venezolana, aliada del imperialismo norteamericano.

Pedro Carmona, el fugaz dictador que duró sólo 48 horas en el gobierno, fue bautizado entonces, como la antítesis de Pedro El Grande de Rusia, como “Pedro El Breve”.

Sin hacer ni solo disparo se derrotó una peligrosa tentativa del fascismo imperial de apoderarse de nuestras riquezas básicas, de privatizar PDVSA y disolver a la OPEP, derrotar el proceso de integración de las naciones latinoamericanas.

La rebelión pacífica del pueblo venezolano hizo ese milagro el 13 de abril de aquel año duro de 2002. Pero fue un real milagro de la sabiduría popular y de la intuición de los principales protagonistas del dramático episodio, que no sería el único ese año, pues poco después pagamos muy caro el no haber tomado medidas más drásticas para sacar de PDVSA a todos los conspiradores, cuya siguiente jugada fue un paro petrolero nacional que casi arruina al país entre diciembre de 2002 y febrero de 2003.

Pero éste es otro episodio para otra charla más adelante.

- Américo Díaz Núñez es Embajador de Venezuela en Belarús.  Conferencia en la Academia de Administración adscrita a la Presidencia de la República de Belarús, el día 10 de abril de 2008).

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