Los avances del proyecto democrático multiétnico
07/04/2008
- Opinión
El estado de Roraima, en el norte brasilero, limítrofe con las vecinas repúblicas de Guyana y Venezuela, es el que menos aporta al Producto Interno Bruto (PIB) de la República Federativa del Brasil, la Unión. Allí se está poniendo en marcha un interesante proyecto de ingeniería social en camino a lo que el gran teólogo brasilero Leonardo Boff, años atrás, calificó como el necesario “Proyecto Democrático Multiétnico”.
La reserva aborigen Raposa Serra do Sol, en ese territorio, reconocida por ley en 1998 por el parlamento nacional permaneció en situación de indefinición jurídica hasta que el actual presidente Luiz Inácio Lula da Silva homologó la norma en 2005. Desde entonces esas tierras, presuntamente “sin dueño”, pasaron a tenerlo legalmente; los aborígenes ingarikó, makuxi, taurepang, patamona, areekuna y wapichana.
Esas tierras habían comenzado a ser ocupadas por ganaderos blancos en el Siglo XVIII, seguidos por los garimpeiros (recolectores de diamantes y pepitas de oro) en los años 1970 y, por último, en los años 1990, por los arroceros, que constituyeron amplios latifundios en la región, en las presuntas “tierras de nadie”, como las que ocupó, por ejemplo, el luego presidente Julio Argentino Roca en la rica región pampeana de la Argentina un siglo antes.
Fueron estos arroceros, precisamente, los que generaron las mayores reacciones por sus políticas de discriminación y maltrato hacia los aborígenes (ab originis, los que están desde el origen). Los ganaderos y los garimpeiros, luego de la homologación de Lula de las tierras de las comunidades originarias abandonaron las tierras usurpadas pero no fue el caso de los arroceros, que se resisten. En ese marco se espera que de un momento a otro sean desocupados por la fuerza pública los siete latifundistas que se resisten y que, en total, ocupan unas 15.000 hectáreas. Una cifra pequeña, comparada con las 1.670.000 hectáreas de la reserva, pero motivo de grandes conflictos, sobre todo por la agresividad de los arroceros que rechazaron la propuesta de indemnización que les formulara el gobierno federal.
Las grandes producciones agrícola-arroceras, la forestal extractiva, la minería de casiterita (óxido de estaño) y las prácticas garimpeiras de oro y diamantes han ido deviniendo en las tradicionales producciones de banano, sandía, mandioca y otras variedades de la agricultura regional, combinadas con la cría de vacunos, que resulten la cuestión de la alimentación de la población y con la preservación del hábitat histórico.
Curiosamente, en lo que hoy es el estado de Halagaos, cerca de allí, en el Siglo XII se desarrolló la República de los Palmares, el primer estado independiente de América. Una república de negros, sobre unos 27.000 kilómetros cuadrados (algo más de la isla de Sicilia, de la provincia argentina de Tucumán o de la República de Albania), con 16 quilombos (poblados), que se independizó de la corona portuguesa y resistió a ésta y a las invasiones de los Países Bajos durante algunas décadas.
La producción palmarense, si bien en un comienzo inspirada en las plantaciones azucareras heredadas de la zona, tendió a diversificarse en busca de inserción comercial con las poblaciones de blancos de la zona, y así existió una economía en la que los frutales, las palmeras, el mijo, los porotos, la mandioca, las legumbres, las verduras y los animales domésticos tuvieron mucha importancia, frente al monocultivo del noreste brasileño.
Las palmeras constituían una de las bases productivas ya que de ellas se obtenían alimentos como el coco (del que utilizaban la leche y la manteca, además de la fruta en sí), los palmitos y el aceite de palma, en tanto que con las fibras se fabricaban esteras, sombreros, cestos, recipientes y artesanías, todo lo cual era consumido también por sus vecinos blancos y mestizos con los que mantenían una buena relación.
En el marco de la discriminación positiva de carácter racial, en 2003 se creó en Säo Paulo la Universidad de Ciudadanía Zumbi dos Palmares (Unipalmares) que garantiza un cupo del 87% de su población estudiantil para alumnos negros y de la cual, un par de semanas atrás, se produjo la primera graduación, con la presencia del propio Lula en la entrega de los diplomas habilitantes que garantizan un futuro de mejor inserción laboral para los afrodescendientes.
Brasil, después de Nigeria, es el país con mayor población negra del planeta, con sus 80 millones de afros (negros y mulatos). En ese marco, en el mismo 2003, el presidente Lula estableció el 20 de noviembre (fecha de la muerte de Zumbí el último líder quilómbola) de cada año, la conmemoración del “Día de la Conciencia Negra”, algo absolutamente impensable unos pocos años antes.
Un proceso de integración multiétnico que se da en otros países de la fragmentada América Latina y Caribeña donde el predominio político-económico de origen ibérico va dando lugar, con componentes no tan diversos como el de Brasil, ya sea por la extinción de los aborígenes en algunos casos o por escasa inmigración africana en otros, a sociedades en las que se diluyen los predominios raciales como en la Cuba revolucionaria o en los más recientes casos andinos de Ecuador y Bolivia. En este último con un enorme grado de resistencia por parte de las oligarquías etnoeuropeas, centradas en las regiones más ricas del país, como la agrícolo-petrolera de Santa Cruz, que, con apoyo de corporaciones transnacionales, apuestan a la desintegración del estado que con su nombre homenajea al libertador Simón Bolívar.
Hoy el Brasil, originalmente habitado por los aborígenes, mal llamados indios, que se encontró a partir de la llegada del andaluz Vicente Yañez Pinzón el 26 de enero de 1500 (unos meses antes que el “descubridor” oficial, el portugués Pedro Alvares Cabral) con la inmigración blanca y más tarde con la introducción de los esclavos negros cazados en Africa, e, incluso en los siglos XIX y XX con nuevas corrientes migratorias, hasta la muy importante de japoneses, se encuentra, más allá de estar todavía lejos del modelo deseado, después de cinco siglos, en camino a la propuesta de Leonardo Boff, exponente de la Teología de la Liberación, y en quién se inspiran muchos sectores de la iglesia católica brasilera, de la conformación del estado “democrático multiétnico”. La concreción, tanto tiempo demorada, de la expulsión de los arroceros de Raposa Serra do Sol, esperada de un momento a otro, será un nuevo paso de la actual gestión federal, aunque aún, y seguramente por no poco tiempo, haya motivos para más y nuevos reclamos, como los que casi a diario plantea el Movimiento de los Sin Tierra (MST).
- Fernando Del Corro es Periodista, integrante de la redacción de MERCOSUR Noticias, historiador y docente en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Fuente: http://www.mercosurnoticias.com
La reserva aborigen Raposa Serra do Sol, en ese territorio, reconocida por ley en 1998 por el parlamento nacional permaneció en situación de indefinición jurídica hasta que el actual presidente Luiz Inácio Lula da Silva homologó la norma en 2005. Desde entonces esas tierras, presuntamente “sin dueño”, pasaron a tenerlo legalmente; los aborígenes ingarikó, makuxi, taurepang, patamona, areekuna y wapichana.
Esas tierras habían comenzado a ser ocupadas por ganaderos blancos en el Siglo XVIII, seguidos por los garimpeiros (recolectores de diamantes y pepitas de oro) en los años 1970 y, por último, en los años 1990, por los arroceros, que constituyeron amplios latifundios en la región, en las presuntas “tierras de nadie”, como las que ocupó, por ejemplo, el luego presidente Julio Argentino Roca en la rica región pampeana de la Argentina un siglo antes.
Fueron estos arroceros, precisamente, los que generaron las mayores reacciones por sus políticas de discriminación y maltrato hacia los aborígenes (ab originis, los que están desde el origen). Los ganaderos y los garimpeiros, luego de la homologación de Lula de las tierras de las comunidades originarias abandonaron las tierras usurpadas pero no fue el caso de los arroceros, que se resisten. En ese marco se espera que de un momento a otro sean desocupados por la fuerza pública los siete latifundistas que se resisten y que, en total, ocupan unas 15.000 hectáreas. Una cifra pequeña, comparada con las 1.670.000 hectáreas de la reserva, pero motivo de grandes conflictos, sobre todo por la agresividad de los arroceros que rechazaron la propuesta de indemnización que les formulara el gobierno federal.
Las grandes producciones agrícola-arroceras, la forestal extractiva, la minería de casiterita (óxido de estaño) y las prácticas garimpeiras de oro y diamantes han ido deviniendo en las tradicionales producciones de banano, sandía, mandioca y otras variedades de la agricultura regional, combinadas con la cría de vacunos, que resulten la cuestión de la alimentación de la población y con la preservación del hábitat histórico.
Curiosamente, en lo que hoy es el estado de Halagaos, cerca de allí, en el Siglo XII se desarrolló la República de los Palmares, el primer estado independiente de América. Una república de negros, sobre unos 27.000 kilómetros cuadrados (algo más de la isla de Sicilia, de la provincia argentina de Tucumán o de la República de Albania), con 16 quilombos (poblados), que se independizó de la corona portuguesa y resistió a ésta y a las invasiones de los Países Bajos durante algunas décadas.
La producción palmarense, si bien en un comienzo inspirada en las plantaciones azucareras heredadas de la zona, tendió a diversificarse en busca de inserción comercial con las poblaciones de blancos de la zona, y así existió una economía en la que los frutales, las palmeras, el mijo, los porotos, la mandioca, las legumbres, las verduras y los animales domésticos tuvieron mucha importancia, frente al monocultivo del noreste brasileño.
Las palmeras constituían una de las bases productivas ya que de ellas se obtenían alimentos como el coco (del que utilizaban la leche y la manteca, además de la fruta en sí), los palmitos y el aceite de palma, en tanto que con las fibras se fabricaban esteras, sombreros, cestos, recipientes y artesanías, todo lo cual era consumido también por sus vecinos blancos y mestizos con los que mantenían una buena relación.
En el marco de la discriminación positiva de carácter racial, en 2003 se creó en Säo Paulo la Universidad de Ciudadanía Zumbi dos Palmares (Unipalmares) que garantiza un cupo del 87% de su población estudiantil para alumnos negros y de la cual, un par de semanas atrás, se produjo la primera graduación, con la presencia del propio Lula en la entrega de los diplomas habilitantes que garantizan un futuro de mejor inserción laboral para los afrodescendientes.
Brasil, después de Nigeria, es el país con mayor población negra del planeta, con sus 80 millones de afros (negros y mulatos). En ese marco, en el mismo 2003, el presidente Lula estableció el 20 de noviembre (fecha de la muerte de Zumbí el último líder quilómbola) de cada año, la conmemoración del “Día de la Conciencia Negra”, algo absolutamente impensable unos pocos años antes.
Un proceso de integración multiétnico que se da en otros países de la fragmentada América Latina y Caribeña donde el predominio político-económico de origen ibérico va dando lugar, con componentes no tan diversos como el de Brasil, ya sea por la extinción de los aborígenes en algunos casos o por escasa inmigración africana en otros, a sociedades en las que se diluyen los predominios raciales como en la Cuba revolucionaria o en los más recientes casos andinos de Ecuador y Bolivia. En este último con un enorme grado de resistencia por parte de las oligarquías etnoeuropeas, centradas en las regiones más ricas del país, como la agrícolo-petrolera de Santa Cruz, que, con apoyo de corporaciones transnacionales, apuestan a la desintegración del estado que con su nombre homenajea al libertador Simón Bolívar.
Hoy el Brasil, originalmente habitado por los aborígenes, mal llamados indios, que se encontró a partir de la llegada del andaluz Vicente Yañez Pinzón el 26 de enero de 1500 (unos meses antes que el “descubridor” oficial, el portugués Pedro Alvares Cabral) con la inmigración blanca y más tarde con la introducción de los esclavos negros cazados en Africa, e, incluso en los siglos XIX y XX con nuevas corrientes migratorias, hasta la muy importante de japoneses, se encuentra, más allá de estar todavía lejos del modelo deseado, después de cinco siglos, en camino a la propuesta de Leonardo Boff, exponente de la Teología de la Liberación, y en quién se inspiran muchos sectores de la iglesia católica brasilera, de la conformación del estado “democrático multiétnico”. La concreción, tanto tiempo demorada, de la expulsión de los arroceros de Raposa Serra do Sol, esperada de un momento a otro, será un nuevo paso de la actual gestión federal, aunque aún, y seguramente por no poco tiempo, haya motivos para más y nuevos reclamos, como los que casi a diario plantea el Movimiento de los Sin Tierra (MST).
- Fernando Del Corro es Periodista, integrante de la redacción de MERCOSUR Noticias, historiador y docente en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Fuente: http://www.mercosurnoticias.com
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