MST: una combinación de tenacidad y amplitud
01/07/1997
- Opinión
Con varias acciones judiciales, se intenta descabezar y neutralizar al Movimiento de los Sin
Tierra (MST), que se ha convertido en la principal fuerza opositora del Brasil.
Un jurado de Pedro Canario, una pequeña ciudad del Estado de Espíritu Santo, condenó a José
Rainha Junior, dirigente del MST, a 26 años de prisión en el marco de un juicio en el que se le
acusa de un doble homicidio.
Pese a que no compareció el testigo clave que debía identificar que Rainha estuvo presente en
el lugar del crimen, y la defensa presentó cinco testigos que declararon que el dirigente del
MST se encontraba en el Estado de Ceara, en junio de 1989, fecha en que ocurrió el crimen de
un hacendado y su guardaespaldas, la fiscalía logró convencer al jurado argumentando que fue
"coautor de los asesinatos".
Unos tres mil campesinos acompañaron y se solidarizaron con Rainha, quien ha encabezado
varias ocupaciones de tierras improductivas. La condena a Rainha fue interpretado por
voceros del MST, como un juicio político contra la organización, que goza de una gran
popularidad y capacidad de movilización, que preocupa al régimen de Fernando Herique
Cardoso.
El caso de Rianha no es el único. En el mes de mayo, el Ministerio de Justicia instó a la justicia
a que condene al economista José Pedro Stedile, coordinador e ideólogo del MST, por incitar a
"actos ilegales que atentan a la democracia". Stedile había llamado a los desempleados a que
ocupen las fábricas inactivas, a los hambrientos a que hagan manifestaciones frente a los
supermercados y a los "sin techo" a que se tomen los terrenos abandonados de las ciudades.
Mientras la justicia se muestra muy activa y diligente contra la dirigencia del MST, las masacres
de Corumbiara (1995) y Carajas (1996), en las que murieron 30 campesinos sin tierra, aún se
mantienen en la impunidad.
A continuación ofrecemos a nuestros lectores un artículo de Augusto Barrera referido al
MST, en el que reflexiona sobre "la construcción de un movimiento social en las postrimerías
del siglo".
Mientras el gobierno de FHC fustigaba la marcha de los Sin Tierra, realizada en abril de este
año, ocurría un entusiasta acto de respaldo protagonizado por la juventud del Instituto
presbiteriano Mackenzie, un exclusivo Centro de educación superior paulista, que recibió con
todos los honores a un grupo de campesinos que, en su modesta vida, jamás hubiesen
imaginado ser objeto de tanta atención.
Aquello no era sino una muestra de lo que, por pedido del gobierno, se comprobó en las
encuestas: una enorme mayoría del pueblo brasileño apoyaba decididamente la causa de los Sin
Tierra y la urgencia de emprender un verdadero proceso de reforma agraria.
Pero todo, menos el azar y las concesiones desde arriba, ha llevado al MST a lograr un grado
tan alto de legitimidad social y política. En el origen, la configuración y la acción social y
política del Movimiento se evidencian avances sustantivos en la historia del campo popular
latinoamericano.
Los orígenes del MST
Ha sido un largo y difícil recorrido llegar a constituir un movimiento de esa significación en un
país de dimensiones continentales.
La política agraria que implementó la dictadura militar en Brasil favoreció frontalmente a la
gran producción destinada a la exportación. Esto polarizó la situación social del campo
brasileño y provocó una avalancha migratoria a los centros urbanos y a los límites de la frontera
agrícola.
La oleada democratizadora impulsada desde la sociedad, anima nuevos procesos organizativos.
Lo más relevante es sin duda el Sindicato del ABC paulista, antecedente de la constitución de
la CUT y de la formación del PT.
En esas condiciones, el trabajo pastoral de la Iglesia, que durante el régimen militar fue uno de
los pocos espacios de construcción socio-organizativa, fue articulándose inicialmente en el Sur
del país (principalmente en el Estado de Río Grande do Soul), y luego en todo el territorio
brasileño.
En 1.984 se realizó el Primer Encuentro Nacional del MST y un año más tarde, en Curitiba,
tuvo lugar el Primer Congreso Nacional del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin
Tierra MST, con 1.500 delegados de 16 Estados del país.
Desde entonces las cosas en el campo brasileño han empeorado. La naturaleza del modelo
económico aplicado en este país y en la mayor parte del continente ha girado en torno a
fomentar la producción para la exportación, producir materias primas baratas para la industria,
producir para el mercado interno a precios bajos y liberar mano de obra del campo a la ciudad.
Esta dinámica presiona sobre la misma supervivencia de la pequeña economía campesina y
explica las acciones extremas a las que acude quien no tiene otra alternativa de vida.
La constitución del MST, la oleada de ocupaciones del año 85, la multitudinaria marcha de
abril de este año son evidencias de esta realidad.
Una concepción renovada de organización social
Sin embargo los momentos que más valoran los dirigentes del MST son los que han permitido
templar el Movimiento. Para ellos el período 88-92 en el que una vez constituidos como
organización social, fueron sujetos de persecución y aislamiento, es clave para la concepción, la
unidad interna y la proyección del Movimiento.
Para el MST la bandera de la reforma agraria es parte de una lucha por transformaciones
sociales más amplias y como tal, se inscribe dentro de un proceso de acumulación de fuerzas
para alterar la estructura de poder en el Brasil. Con absoluta certeza, el MST afirma que no
habrá reforma agraria sin estos cambios, lo cual no significa que haya necesidad de aquí y
ahora conquistar desde un pedazo de tierra hasta educación de calidad para todos los niños.
Esta visión, que no se agota en el maximalismo de mientras peor la situación del país, mejor las
fuerzas contestatarias, amplía el abanico de la triple identidad con la que se concibe el MST:
como movimiento sindical-reivindicativo, en tanto lucha por la tierra; como movimiento
popular que acoge las demandas de mujeres, niños, ancianos por salud, vialidad, educación,
etc. y como movimiento político en la medida que formula una perspectiva de futuro para toda
la sociedad brasileña.
Una combinación inusual: Tenacidad en la lucha y amplitud frente a la sociedadç
El despliegue de estas dimensiones exige la construcción de una enorme capacidad
organizativa. Para Joao Pedro Stedile los más importantes desafíos de los movimientos
sociales son el trabajo de base y la formación ideológica y política de los militantes.
Es, en su concepción, casi un imperativo ético que lo que señala en un documento esté
respaldado por pueblo organizado que de manera consciente respalda y alienta esas tesis.
El MST tiene 300.000 familias en asentamientos y al momento casi 50.000 acampadas en pleno
proceso de lucha. En los últimos años se han producido aproximadamente 115 ocupaciones
masivas cada año.
No sería posible una dinámica de esta magnitud sino se planteara el problema de la
reproducción de dirigentes y de la formación en general. Las doce promociones de dirigentes
nacionales de las escuelas de capacitación, los dos institutos de educación superior y los 50.000
niños que mantienen en las escuelas de los asentamientos dan cuenta de la importancia que el
movimiento ha asignado a este aspecto.
El efecto demostrativo del progreso económico y del mejoramiento de las condiciones de vida
en los asentamientos del MST es contundente. Allí donde había delincuencia y miseria se
instalan cooperativas de producción con crecientes niveles de productividad y de incorporación
tecnológica.
Esta tenacidad, tan propia de la idiosincrasia rural, es fruto de la experiencia que en la lucha
nadie regala nada. Sin embargo aquello no ha sectarizado al movimiento. El MST ha sido
capaz de dialogar con una sociedad compleja, entendiendo sus particularidades y tratándolas.
La intervención de Stedile al final de la marcha en Brasilia frente a una multitud, es
aleccionadora: "no venimos a Brasilia para hablar con el Presidente, venimos a hablar con
ustedes, pues es la sociedad quien tiene el poder de cambiar las cosas y no el príncipe".
La relación partido-organización popular
Esta interpelación al poder y a la política -entendida como la institucionalidad de la
dominación-, hecha desde y con la sociedad nutre y refresca el panorama de la izquierda
política brasileña.
Allí, en el terreno de la compleja relación partido-organización social que ha sido causa de
muchas debacles en este continente, el MST mantiene una clara autonomía de los partidos de
izquierda.
Pero esta autonomía no significa, como en otros casos, definirse como organización social
mediante la negación del partido como expresión legítima y válida en el proceso de
transformación social. Más bien se busca una relación, que sin estar exenta de tensiones,
potencie los ámbitos de cada uno manteniendo identidad en los horizontes de transformación
social.
Los Sin Tierra representan en este momento de la historia de Brasil y del continente, una
respuesta contundente y creativa a una situación radicalmente injusta y oprobiosa.
Desde la autoridad que confiere la razón y la persistencia, han sensibilizado a todos quienes aún
se mueven por sentidos de democracia, justicia y solidaridad. Y, por ventura, aún hay muchos
en nuestro continente y en el mundo.
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