Fiestas y política

25/02/2008
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El pasado diciembre muchos temían una dura y larga confrontación y algunos hablaban incluso de guerra civil cuando unos celebraban la maratónica aprobación de la nueva Constitución Política en Oruro mientras otros proclamaban su autonomía departamental de facto y en sesiones igualmente maratónicas aprobaban su Estatuto Autonómico. Pero llegaron las fiestas de Navidad, las aguas se calmaron y, pasadas las fiestas, en enero se llegó así a las conversaciones entre Evo y los prefectos, que crearon por lo menos un espacio de diálogo y un saludable compás de espera.

La tensión pronto volvió a subir pero llegó el Carnaval, con sus entradas y comparsas en Santa Cruz, Oruro y otros mil lugares. No faltaban políticos bailarines ni sátiras políticas en las carrozas. Pero todo ello contribuyó de nuevo a reencontrarnos.

No es algo novedoso. En 2005, cuando Carlos Mesa se sentía asediado cada día por grandes movilizaciones en La Paz y El Alto, ocurrió algo incomprensible para muchos teóricos: el día de la Entrada del Gran Poder, todos se dieron una tregua, bailaron felices y despreocupados hasta que la mañana siguiente volvieron a las marchas y bloqueos. En 2002, durante el gobierno de Tuto Quiroga, había ocurrido algo parecido con los bloqueos esa vez conjuntos del MAS y el MIP en protesta cuando Evo fue extraditado del Parlamento. Era imposible circular pero se acercaba el Carnaval y bloqueadores y gobierno llegaron urgentemente a acuerdos, cuando en Oruro ya se realizaban los últimos convites. Para la Entrada de los diablos y morenos, ya todo estaba tranquilo y festivo, como corresponde, con miles de visitantes de todas partes.

No faltan casos en que son los políticos quienes aprovechan alguna fiesta religiosa para su beneficio. El grito libertario del 16 de julio de 1809 se realizó aprovechando la fiesta y procesión de la Virgen del Carmen. En 1879 Chile invadió nuestro Litoral durante el Carnaval, lo que retrasó la reacción del gobierno boliviano. En 1952 el levantamiento del 9 de abril coincidió con la Semana Santa. En 1967 Barrientos masacró a los mineros aprovechando que estaban festejando la noche de San Juan. En 1971 en Santa Cruz el golpe de Bánzer fue deliberadamente preparado con procesiones con la Virgen de Cotoca. Y en 1979 Natush dio su golpe cuando todos estaban en plena verbena callejera por la presencia de los presidentes de la OEA y los días siguientes acribilló a la población durante sus celebraciones de Todos Santos. ¡Lúgubre masacre en el día sagrado y festivo en que recibimos la visita anual de nuestros muertos!

También los bloqueos y las marchas tienen siempre un fuerte componente ritual y con frecuencia incluyen celebraciones religiosas, a solicitud de los mismos movilizados. Nunca olvidaré aquella vez que, a solicitud de los marchistas y por delegación del obispo, dos curas y varias monjitas salimos al encuentro de los cocaleros que marchaban por senderos detrás del Illimani, para evitar al ejército, preocupados por lo que pudiera sucederles en los próximos días. En la misa concelebrada en una curva del camino participaron por igual dirigentes, catequistas, pastores evangélicos y centenares de marchistas. El altar se formó con sus propios fardos y pronto se llenó con ojot’as polvorientas, comida, bebida, hojas de coca y otras ofrendas...

¿Qué estará en el fondo de esta relación bivalente entre fiestas y conflicto social? Ante todo, parece claro que tanto la celebración festiva y religiosa como el conflicto social y político son rasgos típicos de nuestra idiosincrasia cultural en los Andes como en los llanos. Por tanto, ambos ingredientes deben siempre ser muy tomados en cuenta y dar por supuesto que pueden cruzarse o entreverarse de una forma u otra, sea como posible opio (coca, trago) del pueblo, como táctica sorpresiva o como un fondo humano y sagrado que puede ayudar a reencontrarnos cuando estamos polarizados de manera irreconciliable.

La gran tarea de todos es entonces saber encaminar nuestra fe profunda, cristiana, originaria o la que sea y nuestro sentido de celebración festiva, religiosa o no, para tender lazos de fraternidad, solidaridad y justicia entre todos nosotros y denunciar en cambio toda manipulación alienante de este sentido festivo y religioso.

- Xavier Albó es jesuita, antropólogo e investigador de CIPCA

CipcaNotas, No 218, Año 7. Febrero de 2008. http://www.cipca.org.bo
https://www.alainet.org/es/active/22366
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