Brasil: Las elecciones y el pentacampeonato
02/07/2002
- Opinión
Siempre hubo mucha curiosidad sobre la relación entre
las elecciones y el fútbol en Brasil. ¿Serían tan estrechas como se dice?
Habría que testarlo cuando Brasil obtiene el quinto campeonato mundial de
fútbol. El presidente de la república intervino en la cuestión defendiendo la
convocación de Romario y definiendo las responsabilidades del equipo cuya
clasificación sería más importante para el país que los índices económicos...
Después de la victoria, nuevas cuestiones se plantean cuando la presidencia
decreta la creación de empresas de fútbol en lugar de los actuales clubes, sin
fines lucrativos. Y cuando el presidente de la Confederación Brasileña de
Fútboll está amenazado de perder su cargo de diputado y ser procesado por
corrupción.
Pero lo más espectacular ha sido la intervención del técnico de la selección
brasileña en el debate electoral brasileño. Luis Felipe Scolari, a pesar de
afirmarse como alguien que no es político, hizo una preelección sobre la
necesidad del país de seguir el modelo de la selección brasileña: "la unidad y
la disciplina de la selección apuntarían el camino para que el pueblo brasileño
alcance su más alto desarrollo".
Pero esta opinión refleja el momento electoral brasileño. Lula, el principal
candidato de la oposición hizo referencia a esta situación excepcional al
declarar que en esta elección no hay enemigos sino solamente adversarios.
Veamos como se dibuja este escenario:
José Serra, candidato del gobierno, es un ex – militante de la Acción Popular,
ex – presidente de la Unión Nacional de Estudiantes y fue compañero de lista de
Lula. Su plataforma pretende separarlo de Fernando Henrique Cardoso por su
interés en la cuestión social y en el crecimiento económico, aproximándolo en
parte de la oposición. Su lema es la continuidad sin continuismo. Es decir,
rigor fiscal y monetario con crecimiento moderado y mayores gastos sociales.
La victoria de Serra significa la continuidad de la alianza entre las fuerzas
conservadoras nacionales e internacionales y un importante sector de los cuadros
técnicos y empresariales del país. Esta alianza ganó un amplio apoyo social al
administrar la caída de la inflación brasileña que se siguió a la caída de la
inflación mundial en el período.
Si a principios de la década del 90 casi todos los países del mundo registraban
altas tasas inflacionarias, a inicios del siglo XXI hay solamente unos tres
casos de inflación de dos dígitos pero en caída evidente.
Esto no impide a todos los gobiernos que coincidieron con esta delación mundial,
presentar sus planes anti-inflacionarios como la explicación de los éxitos
logrados en el período. Lo grave es que continúen con este discurso cuando la
preocupación mundial es cada vez más claramente la amenaza deflacionaria.
En verdad, la continuidad de esta alianza se encuentra gravemente amenazada. La
razón es simples: el favorecimiento al capital financiero nacional e
internacional en el período llevó a transferencias colosales de recursos de toda
la población hacia la riqueza en forma líquida, llevó a la recesión, al aumento
del desempleo y a la pérdida de posición del país en la economía mundial. Un
ejemplo de esta decadencia es la pérdida del liderazgo del producto bruto
latinoamericano para México y la disminución significativa de la participación
de Brasil en el comercio mundial.
A pesar de la insistencia en la fuerza de los fundamentos de la economía
brasileña, los inversionistas internacionales no creen en este cuento. Retraen
sus inversiones, le dan un alto valor al riesgo Brasil y especulan en torno a la
caída del real frente a un dólar en desvalorización mundial. A pesar de
atribuirse esta desconfianza a razones políticas en función de una posible
victoria de la oposición, la verdad es que los fundamentos de la economía
brasileña van muy mal.
El elogiado superávit fiscal de cerca del 3,5% al 3,7% del PIB es nada más y
nada menos que un "superávit primario", pues los pagos de intereses del Estado
brasileño alcanzan de 8% a 9% del PIB, obligando al Estado a buscar fuentes
externas de financiamiento para su déficit nominal, que es el verdadero déficit
del gobierno.
Lo más grave aún es que la deuda pública aumentó durante los 8 años del actual
equipo económico, del 26% del PIB hacia el 67% del PIB, presentando uno de los
casos más espectaculares de irresponsabilidad fiscal de toda la historia de la
economía. Y esto ocurrió al mismo tiempo en que el gobierno alcanzó elevar las
recetas públicas del 27% al 34% del PIB.
La situación cambiaria, después de un intento irresponsable de mantener una
moneda sobrevaluada por cinco años, es muy grave. El impresionante déficit
comercial generado por esta política desastrosa fue agravado por los déficits en
los gastos turísticos, pagos de fletes y seguros y otros ítens negativos, como
la remesa creciente de ganancias hacia el exterior por las empresas que se
instalan en el país en condiciones de enormes tasas de ganancias.
Estas remesas se suman a la salida de dólares en el mercado financiero para
remitir las salidas del "hot money" que invierte en los títulos de la deuda
pública a 30, 45 o 90 días, cotizados en dólares y pagando un interés del 18,7%
en el momento actual (intereses que llegaron al 48% al año en 1995-1996)
manteniéndose siempre como el más alto del mundo.
No es necesario insistir sobre las dificultades que el país encuentra en cerrar
sus cuentas externas nacionales al final de cada año. Esto solo ha sido posible
a través de la atracción de capitales del exterior para captar estos intereses
colosales a corto plazo, o para comprar empresas estatales privatizadas a
precios extremamente convenientes para los investidores. Ambas fuentes
desaparecieron con la necesidad de devaluar la moneda. Esto llevó a la retirada
masiva de dólares del país en la segunda mitad de 1998 hasta la devaluación del
enero de 1999 que no logró revertir seriamente la situación cambiaria.
Solamente con la generosa ayuda de un fondo de 41 mil millones de dólares,
administrados por el FMI, pudo Brasil salir del paso.
La situación no ha cambiado significativamente en relación a 1999. El superávit
comercial que se esperaba como resultado de la devaluación ha sido extremamente
modesto hasta ahora y el hoyo del balance de pagos se profundiza cada vez más.
El miedo a nuevas devaluaciones es superior a todas las ventajas que pueda
ofrecer el gobierno brasileño en el momento actual.
No se puede por lo tanto enmascarar la gravedad de la situación con discursos
sobre "sólidos fundamentos" absolutamente inexistentes. Hemos visto estos
elogios al México de Salinas, a la Argentina de Menem y de Caballo, al Perú de
Fujimori, al Chile de Pinochet antes del desastre de 1982, etc.
Lo grave de la situación es el intento del equipo económico responsable por esta
situación desastrosa de exigir la continuidad de la política actual, incluso de
parte de la oposición. Más grave aún es la vacilación de sectores de la
oposición frente a estas presiones que se articulan con las presiones
especulativas en un mercado frágil y fluido por principio. Este fue el camino
del presidente De la Rúa en Argentina que terminó por convocar nuevamente al
enemigo número uno, el propio Caballo.
Este cuadro ha desplazado el debate político en Brasil, para el tema de la
transición. Habrá ruptura dice Lula en la Convención Nacional del Partido de
los Trabajadores, pero deberá haber un período de transición. Algunos más
atrevidos apuntan hacia la necesidad de mantener los cuadros del equipo
económico que logra conservar su autoridad a pesar de los datos desastrados.
Los demás candidatos de la oposición ( Ciro Gomes e Anthony Garotinho ) critican
cualquier vacilación en determinar un camino de rompimiento con el modelo
actual, a pesar de que Ciro Gomes era el Ministro de Economía de Itamar Franco
cuando se inició el Plan Real y gran parte de la apertura económica unilateral
que se encuentra cuestionada junto con los aspectos financieros del modelo
actual.
Como vemos, el clima de "aproximación" entre los programas de los candidatos no
parece garantizar una situación tranquila. En los próximos meses veremos la
necesidad de profundizar el debate sobre las verdaderas coincidencias y
diferencias. No hay duda que este debate tendrá importante repercusión en los
medios políticos, profesionales y académicos. Sobretodo cuando la experiencia
argentina al lado, parece indicar los caminos posibles en la presente coyuntura.
Todos buscan evitar una tensión tan grave y sacrificios tan definitivos para la
población. Pero el camino hacia la superación de la crisis está lleno de
peligrosos abismos. El más peligroso de todos son las imposturas intentadas por
los economistas de tercera línea de las universidades de alto ranking que
dominan los organismos internacionales, según Joseph Stiglitz. Lo que no impide
que sean seguidos en masa por las cuartas y quintas líneas que dominan gran
parte de los medios de comunicación a servicio de las falsedades e imposturas.
Theotonio dos Santos es profesor titular de Economía de la Universidad Federal
Fluminense y es coordinador de la Cátedra y Red UNESCO – Universidad de las
Naciones Unidas sobre Economía Global y Desarrollo Sostenible.
https://www.alainet.org/es/active/2181?language=es
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