La famosa razón de Estado
14/01/2008
- Opinión
La Razón de Estado se refiere al modo de decidir y obrar que un gobernante toma para poder conservar la salud y la fuerza de un Estado.
Por lo tanto el "príncipe virtuoso" necesita guías con las orientaciones para saber cómo pretende conservar al Estado en óptimas condiciones, las que a su vez suponen un conjunto de razones (exigencias) que el príncipe, luego de interpretar, debe llevar a la práctica. Decía el Cardenal Richelieu: el éxito de una política de "raison d¹état" (razón de Estado), depende ante todo, de la capacidad de evaluar las relaciones de poder.
Si intentamos ser estrictos en el uso del vocabulario técnico del Derecho Político, en Maquiavelo más que una Razón de Estado, lo que se propone es lo que se podría denominar razón de gobierno, razón del poder o razón política. Ya que, como se señaló, no debe ser llamada Razón de estado cualquier argucia o método que persigue un fin distinto al fin del propio Estado.
El término Razón de Estado ha sido en el último tiempo manipulado, incluso se han postulado presuntas distinciones entre Buena o Mala Razón de Estado. En conclusión la denominada mala Razón de Estado no es Razón de Estado; la que algunos llamaron "buena" es la única que puede en la actualidad aceptarse conceptualmente como Razón de Estado.
El concepto mala razón de Estado es intrínsecamente contradictorio; como sería contradictorio hablar de mala justicia, se habla directamente de justicia. Para ello, hay que contextualizar, aspectos generales para comprender este término tan acuñado por nuestra clase política:
1.- Debe ser RAZÓN; La palabra razón debe ser sinónimo de motivo o causa. Es decir, la Razón de Estado debe estar supeditada al motivo y causa del Estado (lo que implica el fin y la justificación).Así mismo la Razón de Estado no puede ignorar ni ir en contra de la razón humana; debe ser por tanto, razonada y razonable, y respetar los principios lógicos de la razón, como el principio de no contradicción, el uso de premisas correctas y verdaderas para su validez, tanto jurídica como moral -o suprajurídica.
En efecto, es que aduciendo a razones superiores o anteriores a la ley, el órgano o la autoridad política, puede (e incluso, excepcionalmente, debe) contravenir el derecho positivo. Siempre y cuando ordene sus acciones a los motivos y las razones del Estado en su totalidad.
2.- Debe ser de ESTADO; es decir que el objeto de estudio debe ajustarse a los postulados que doctrinariamente se aceptan como elementos existenciales. Con la Razón de Estado no se puede ir en contra del hombre, dado que el territorio, el gobierno con soberanía y la ley como atributo de esa soberanía, están allí para servir al hombre y no al revés. Tal contrasentido sería opuesto a toda razón y al fin del Estado.
Dada las explicaciones anteriores, es necesario poner un concepto que subyace en la razón de Estado, que tiene una correlación directa , cual es la dignidad del Estado, que tiene su razón, religión ,incluso su liturgia, pero también existe, y con fuerza mucho más consagrada ahora ,en este siglo XXI, la dignidad, y el derecho de las personas por ejemplo, a renunciar. Hasta ahora, este verbo estaba olvidado.
Absolutamente en este tiempo nadie había renunciado .No está mal, pues de cuando en cuando, poner ese dogma de la no renuncia asegurada, en tela de juicio.
En el último tiempo, apareció la llamada disidencia, que se hizo sentir con fuerza en este primer tiempo de gobierno, de los díscolos, y que se relacionaron con temas como: la libertad personal, con el problema del pensamiento independiente, no sometido a disciplinas de los partidos, a las exigencias y sumisiones propias de la vida política y sobre todo, los valores y principios, que en el caso particular, de la Democracia Cristiana son los humanistas cristianos.
En toda sociedad son necesarias las voces disidentes y la sociedad debe darles el espacio. La historia muestra cómo los cristianos, eran perseguidos en tiempos del Imperio Romano, eran grupos disidentes, pobres, marginales, donde se pensaba que no prosperarían, y que aduciendo “razones de Estado”, concepto diferente en aquella época había que eliminar, pero ellos (cristianos) continuaron el camino, jugando en la defensa antes que al ataque, continuaron su perfil bajo, y esperaron desde las catacumbas, que algunos romanos, incluso acaudalados, se convirtieran al cristianismo, claro que sabemos que esta posición tuvo inconvenientes y que muchos de sus discípulos murieron en el camino, pero que fruto del esfuerzo, de la fé en su doctrina y de personas que se sumaban y ayudaban en la clandestinidad, hoy día es visible en el mundo entero.
Ganaron sus ideas, ganaron las personas y se puso en jaque todo un sistema social, político, económico y cultural.
La famosa razón de Estado, debe ir de la mano con suma prudencia, frente a los supuestos poderes de la razón de Estado, tan admirada por Nicolás Maquiavelo y por sus numerosos discípulos, que se muestran hoy día bajo nuestras propias narices. Frente a la poderosa razón de Estado, no nos olvidemos de las razones no menos poderosas de las personas.
Hay que remontarse a la historia, que ha tenido ejemplos dolorosos aduciendo razones de Estado y que a lo largo de los siglos ha debido pedir perdón.
- Marta Canto Castro.
Lic. Ciencias Políticas y Administrativas. Administrador Público. Secretario Ejecutivo Instituto Jorge Ahumada.
Por lo tanto el "príncipe virtuoso" necesita guías con las orientaciones para saber cómo pretende conservar al Estado en óptimas condiciones, las que a su vez suponen un conjunto de razones (exigencias) que el príncipe, luego de interpretar, debe llevar a la práctica. Decía el Cardenal Richelieu: el éxito de una política de "raison d¹état" (razón de Estado), depende ante todo, de la capacidad de evaluar las relaciones de poder.
Si intentamos ser estrictos en el uso del vocabulario técnico del Derecho Político, en Maquiavelo más que una Razón de Estado, lo que se propone es lo que se podría denominar razón de gobierno, razón del poder o razón política. Ya que, como se señaló, no debe ser llamada Razón de estado cualquier argucia o método que persigue un fin distinto al fin del propio Estado.
El término Razón de Estado ha sido en el último tiempo manipulado, incluso se han postulado presuntas distinciones entre Buena o Mala Razón de Estado. En conclusión la denominada mala Razón de Estado no es Razón de Estado; la que algunos llamaron "buena" es la única que puede en la actualidad aceptarse conceptualmente como Razón de Estado.
El concepto mala razón de Estado es intrínsecamente contradictorio; como sería contradictorio hablar de mala justicia, se habla directamente de justicia. Para ello, hay que contextualizar, aspectos generales para comprender este término tan acuñado por nuestra clase política:
1.- Debe ser RAZÓN; La palabra razón debe ser sinónimo de motivo o causa. Es decir, la Razón de Estado debe estar supeditada al motivo y causa del Estado (lo que implica el fin y la justificación).Así mismo la Razón de Estado no puede ignorar ni ir en contra de la razón humana; debe ser por tanto, razonada y razonable, y respetar los principios lógicos de la razón, como el principio de no contradicción, el uso de premisas correctas y verdaderas para su validez, tanto jurídica como moral -o suprajurídica.
En efecto, es que aduciendo a razones superiores o anteriores a la ley, el órgano o la autoridad política, puede (e incluso, excepcionalmente, debe) contravenir el derecho positivo. Siempre y cuando ordene sus acciones a los motivos y las razones del Estado en su totalidad.
2.- Debe ser de ESTADO; es decir que el objeto de estudio debe ajustarse a los postulados que doctrinariamente se aceptan como elementos existenciales. Con la Razón de Estado no se puede ir en contra del hombre, dado que el territorio, el gobierno con soberanía y la ley como atributo de esa soberanía, están allí para servir al hombre y no al revés. Tal contrasentido sería opuesto a toda razón y al fin del Estado.
Dada las explicaciones anteriores, es necesario poner un concepto que subyace en la razón de Estado, que tiene una correlación directa , cual es la dignidad del Estado, que tiene su razón, religión ,incluso su liturgia, pero también existe, y con fuerza mucho más consagrada ahora ,en este siglo XXI, la dignidad, y el derecho de las personas por ejemplo, a renunciar. Hasta ahora, este verbo estaba olvidado.
Absolutamente en este tiempo nadie había renunciado .No está mal, pues de cuando en cuando, poner ese dogma de la no renuncia asegurada, en tela de juicio.
En el último tiempo, apareció la llamada disidencia, que se hizo sentir con fuerza en este primer tiempo de gobierno, de los díscolos, y que se relacionaron con temas como: la libertad personal, con el problema del pensamiento independiente, no sometido a disciplinas de los partidos, a las exigencias y sumisiones propias de la vida política y sobre todo, los valores y principios, que en el caso particular, de la Democracia Cristiana son los humanistas cristianos.
En toda sociedad son necesarias las voces disidentes y la sociedad debe darles el espacio. La historia muestra cómo los cristianos, eran perseguidos en tiempos del Imperio Romano, eran grupos disidentes, pobres, marginales, donde se pensaba que no prosperarían, y que aduciendo “razones de Estado”, concepto diferente en aquella época había que eliminar, pero ellos (cristianos) continuaron el camino, jugando en la defensa antes que al ataque, continuaron su perfil bajo, y esperaron desde las catacumbas, que algunos romanos, incluso acaudalados, se convirtieran al cristianismo, claro que sabemos que esta posición tuvo inconvenientes y que muchos de sus discípulos murieron en el camino, pero que fruto del esfuerzo, de la fé en su doctrina y de personas que se sumaban y ayudaban en la clandestinidad, hoy día es visible en el mundo entero.
Ganaron sus ideas, ganaron las personas y se puso en jaque todo un sistema social, político, económico y cultural.
La famosa razón de Estado, debe ir de la mano con suma prudencia, frente a los supuestos poderes de la razón de Estado, tan admirada por Nicolás Maquiavelo y por sus numerosos discípulos, que se muestran hoy día bajo nuestras propias narices. Frente a la poderosa razón de Estado, no nos olvidemos de las razones no menos poderosas de las personas.
Hay que remontarse a la historia, que ha tenido ejemplos dolorosos aduciendo razones de Estado y que a lo largo de los siglos ha debido pedir perdón.
- Marta Canto Castro.
Lic. Ciencias Políticas y Administrativas. Administrador Público. Secretario Ejecutivo Instituto Jorge Ahumada.
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