Argentina: Gatillo fácil contra los movimientos sociales
27/06/2002
- Opinión
Ya son 35 los argentinos asesinados durante las protestas sociales que se
desencadenaron en el país a partir del 19 y 20 de diciembre de 2001. El
miércoles 26, otros dos jóvenes cayeron víctimas de la represión policial
luego de que fuera dispersada una marcha de piqueteros que pretendía
cortar uno de los accesos a la ciudad de Buenos Aires en protesta por la
falta de respuesta del gobierno nacional a la grave situación económica y
social que afecta a decenas de miles de familias.
“Desde el poder no pueden tolerar que los pobres nos organicemos”, señaló
el diputado provincial Luis D’Elía, del Polo Social, y líder de la
Federación Tierra y Vivienda, integrante del movimiento piquetero de la
Corriente Clasista y Combativa. D’Elía hizo estas declaraciones en un
programa periodístico televisivo pocas horas después de la dura represión
que sufrieron los miembros del Bloque Piquetero, con la secuela de 2
muertos, 90 heridos y 160 detenidos, cuando estaban por cortar uno de los
puentes que une a la ciudad de Buenos Aires con la de Avellaneda, en
pleno cordón metropolitano. Las palabras de D’Elía fueron un
cuestionamiento directo a los líderes políticos y grupos de poder que
prefieren sustentar políticas clientelistas y prebendarias con la
población pobre, para ejercer el control de posibles protestas y
estallidos sociales y asegurar su influencia en ese sector, a contar con
organizaciones de base en las que estos sectores participen, promuevan el
respeto de sus derechos y generen acciones políticas propias.
En los últimos días el lenguaje utilizado por funcionarios del gobierno y
otros miembros del Partido Justicialista daba a entender claramente que
el partido gobernante estaba dispuesto a endurecer su actitud frente a
las protestas sociales que diariamente se manifiestan en calles y rutas
del país. El ex presidente Carlos Menem dijo a la prensa que las calles
argentinas estaban llenas de “marxistas” mientras que el jefe del
gabinete nacional aseguraba que no se podía seguir permitiendo que la
subversión continuara invadiendo el espacio público. Desde 1997, cuando
comenzaron los primeros cortes de rutas en protesta por la situación
social, se han realizado alrededor de 4000 cortes de calles, puentes y
rutas en todo el país. En general, estas manifestaciones han sido
pacíficas y participan de ellas los trabajadores y desempleados con sus
familias. A lo largo de estos años, los piqueteros han alcanzado un alto
nivel de organización y de discurso político.
Pero el broche de oro a este discurso que anunciaba un posible inicio de
la represión lo dio el canciller Carlos Ruckauf, quien fue vicepresidente
durante el segundo gobierno de Carlos Menem y gobernador de la provincia
de Buenos Aires hasta diciembre de 2001. En una reunión con militares,
Ruckauf recordó su gestión durante el gobierno de María Estela de Perón,
a mediados de la década del 70, cuando le tocó firmar el decreto en el
que se autorizaba a las fuerzas armadas a “aniquilar la subversión”.
Este decreto dio vía libre al asesinato de militantes de la oposición y
fue el preanuncio de lo que ocurriría durante la dictadura militar.
Ruckauf aseguró no estar arrepentido de su proceder en aquella
oportunidad y que lo haría nuevamente, de ser necesario. Las palabras de
Ruckauf no hicieron más que aumentar los rumores sobre un golpe
institucional de derecha, que contaría con el apoyo de empresarios y
banqueros. Ruckauf es considerado por analistas políticos como uno de
los “halcones” que desean dominar la situación social argentina con
políticas de “mano dura”, hecho que nunca ocultó, ya que no ha dudado en
manifestarse a favor de instaurar la pena de muerte para aplicar a los
delincuentes comunes.
La política del “gatillo fácil”, ahora contra los movimientos
sociales
La impunidad ha facilitado que las fuerzas de seguridad argentina tiren a
matar a los que sospechan como delincuentes, por lo general jóvenes, de
piel más oscura, con vestimenta sencilla y de condición pobre. Si bien
muchos de los asesinos han sido juzgados y condenados, la corporación
policial logró en muchas oportunidades “salvar” a sus miembros de la
cárcel. Son decenas las víctimas en todo el país de esta violencia
policial, pero la mayoría ha caído bajo las balas de la policía
Bonaerense, que corresponde a la provincia de Buenos Aires, y cuya
conducta agresiva hacia la población en general ha sido denunciada en
muchas oportunidades por los organismos de derechos humanos y los
movimientos sociales.
En la marcha del miércoles 26, el movimiento piquetero temía ser
reprimido, luego de escuchar el discurso que a lo largo de una semana
venían pronunciado representantes del gobierno. No obstante, hicieron la
protesta sin llegar a cortar el puente porque lo impidió la dura
represión que se desencadenó. Al dispersarse los manifestantes, grupos
aislados comenzaron a romper vidrieras de negocios, incendiaron un
colectivo y asaltaron al pasaje. Muchos observadores consideran que
estos grupos eran infiltrados, quizá por los propios servicios de
seguridad o “terceras fuerzas” que buscan crear un clima de caos social
que facilite un golpe de derecha. La policía funcionó no para dispersar,
sino para “cazar” y castigar a los manifestantes. Los dos asesinatos
ocurrieron dentro de una estación de tren y una de las víctimas estaba
arrodillada asistiendo a su compañero caído cuando recibió tiros por la
espalda que le provocaron la muerte. Según las primeras pruebas de
balística, las municiones encontradas en el cuerpo de las víctimas
pertenecen a armas que habitualmente utiliza la policía bonaerense.
Al día siguiente, se sucedieron las marchas de protesta contra la
represión policial y el gobierno, que en un primer momento condenó al
movimiento piquetero acusándolo de haber provocado la violencia, debió
revisar su posición ante las pruebas contundentes y los testimonios que
comenzaron a develar la verdad.
El periodismo: entre el discurso perverso y la verdad
La clase dominante cuenta con periodistas y publicaciones que se hacen
eco de su discurso y tratan de imponerlo a la opinión pública.
Periodistas de medios escritos, radiales y televisivos argumentaron a
favor el discurso del gobierno y de los “halcones” y comenzaron a
especular con la idea de que los piqueteros habían provocado la represión
y que las muertes se debían a enfrentamientos entre distintos grupos de
desempleados. “Quieren investigar a las víctimas. Quieren seguir
victimizando a los que sufren de estas políticas de exclusión”, había
dicho ante las cámaras televisivas el dirigente Víctor de Gennaro,
secretario general de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA).
Pero el público en general y los activistas en particular, conocedores de
este tipo de maniobras de determinados grupos periodísticos, hicieron
frente a la información que pretendía tergiversar los hechos con
testimonios de los que presenciaron la acción policial y, más tarde, con
la contundencia de la información registrada por periodistas gráficos que
en una serie de fotografías demuestran como la policía estuvo involucrada
en la muerte de ambos piqueteros.
La verdad sólo corroboró lo que todos ya sabían, pero fue un duro golpe
para el gobierno nacional y el provincial, que se vieron obligados a
detener al jefe del operativo policial y a un colaborador, que podrían
ser los autores materiales de los asesinatos, y a suspender a 110
policías involucrados en la represión. Ahora desde el gobierno se dice
que estos hechos represivos podrían ser parte de un plan para
desestabilizarlo.
Diversos observadores políticos señalan que existe un movimiento de
derecha autoritaria en Argentina que desea crear un clima de caos que
resulte en la instauración de un gobierno antidemocrático. Las
organizaciones de derechos humanos y el movimiento de piqueteros, además
de algunas figuras políticas, ya están señalando que no sólo deben ser
detenidos e investigados los acusados de los asesinatos y de la
represión, sino también aquellos que podrían haber actuado como
instigadores ideológicos e incluso ofrecido impunidad a las fuerzas de
seguridad.
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