Seguimos sin saber leer los labios de la sociedad uruguaya

Las distintas visiones sobre el Estado

01/01/2008
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
Se afirma que el gobierno frenteamplista tiene “a los Dioses en contra”, porque en el momento que se produce uno de los actos más espectaculares del camino a la sanción de lo ocurrido durante la dictadura militar, que es el envío a la cárcel del ex dictador, Gregorio Alvarez, otro hecho mucho más mediático, con una importancia política indudable para la interna frenteamplista, lo opaca: el procesamiento del director nacional de Casinos, Juan C. Bengoa, y un grupo de presuntos “asociados” en diversos ilícitos. Pero también han ocurrido otras cosas que debemos considerar.

Hace algunos meses decíamos en otro trabajo de Bitácora, algo que nos está ocurriendo a los uruguayos es que cuando se exacerban los conflictos, suben los decibeles de las disputas hasta que la sonoridad de los mismos se hace insoportable, se convierte en evidente que muchos integrantes del oficialismo “no saben leerle los labios” a la sociedad, lo que ocurre cuando se dan ciertas coordenadas básicas en que parece que no se interpreta el sentimiento de los uruguayos de a pie.

Es que vivimos en una sociedad difícil de clasificar. Pero, más allá de eso, algunos hechos que se siguen sucediendo nos asombran, mostrando algunos pujos de inmadurez que se verifican en diversos sectores que parecería que en lugar de mejorar el relacionamiento entre los ciudadanos que viven en un régimen democrático, solo lo empeoran.

Para poner un primer ejemplo de ello podemos ir a unos meses atrás a “la plancha” puesta en el pecho de los médicos – para utilizar un lenguaje futbolero – por el gobierno, los ministros del ramo y especialmente el de Economía, a los anestesistas, sosteniendo que esa secretaría de Estado nada tenía que considerar y lo otorgado en el Presupuesto quinquenal ya estaba dado.

Astori – decíamos – es un hombre que dice creer en el mercado, que tiene experiencia y sabe que no es posible mantener una función especializada, como la de un anestesista, con una compensación de 157 pesos la hora, debería haber aceptado por lo menos en el marco intelectual la justicia del reclamo, por más que el Ministerio de Salud Pública les quisiera torcer la muñeca a los galenos como resultado del enfrentamiento. El proceso que se desencadenaría – más allá de los trastornos de una renuncia colectiva – es el constante deflecamiento de los servicios de salud oficiales que cada día cuentan con menos recursos humanos y ello por la razón del artillero: el sector privado paga mucho pero mucho más que la cifra pagada por Salud Pública a los anestesistas luego de duro conflicto (ahora 220 pesos la hora) y, además siempre está presente la otra alternativa, de abandonar el país, para cobrar buenos sueldos en Chile o otros destinos, como está ocurriendo con muchos especialistas que han estado envueltos en los hechos que conocemos, lo que se convierte para muchos en una solución más que plausible como consecuencia del desencuentro.

Por eso se le hace cada vez más difícil a Salud Pública, a pocos días de que comience a ponerse en práctica la reforma de la salud, completar los planteles de anestesiología en el Pereira Rossell llegándose al extremo de inaugurarse con bombos y platillos un necesario hospitales de ojos, construido con solidaridad internacional, sin que se tenga un plantel de médicos especialista nombrado y menos, de anestesistas y que el Sindicato Médico haya realizado un paro de 24 horas reclamando soluciones para la “afligente” situación de los nosocomios públicos.

Y que no se diga ahora que el reclamo de los oculistas ahora está fuera de contexto, porque solo requieren saber cual es el papel de los galenos extranjeros en el nosocomio, como funcionará, y “si estos van a cumplir tareas sobre los pacientes”, ¿por qué no se le exige la reválida de los estudios cursados, como a cualquier otro especialista?

Sin embargo – y vaya que hay diferencias – cuando se trata de los bancarios oficiales, que por supuesto ganan mucho más que los anestesistas, que los profesores universitarios, que los policías, que los maestros, el Ministerio de Economía admite que estos funcionarios, pese a que sus medidas de lucha tuvieron incidencia en operativas financieras claves del país, que parte de los que cobran habitualmente se horas extra se convierta en sueldo mensual. ¿Hay hijos y entenados para nuestro Estado?

A unos de les paga poco y si toman medidas de lucha, como lo admite la Constitución de la República y diversas leyes, se les aplica el régimen de esencialidad. A los otros, en cambio, se les favorece con una regalía insólita que habría que investigar si no se extiende a otras empresas del Estado. Y no hablamos aquí de igualar para abajo, por favor, creemos que el camino es el contrario.

Lo sorprendente en este país que crece desde hace cinco años de manera interrumpida, en que aumentan las exportaciones y más importaciones, que crecieron a niveles inimaginables (ya se pueden encontrar las más extrañas chucherías en las góndolas de los supermercados, además de otros artículos que achican las posibilidades de la industria nacional), se verifica un proceso de transferencia de ingresos a la sociedad más que pausado. El dinero entra en catarata pero llega a la sociedad en un goteo que, en el caso de los médicos de Salud Pública, los docentes en general, los policías y, por supuesto, los jubilados, que es, evidentemente, insoportable.

Tenemos otros ejemplos para esta reflexión que, obviamente, pueden provocar rechazos o adhesiones, pero que nos gustaría que sirviesen para promover un análisis para que unos y otros nos “bajemos del caballo”, acordemos con pasión puesta en el futuro común, pero con objetivos posibles a la actualidad del país, que sean reales y, de alguna manera sirvan en una negociación para que el conjunto salga adelante.

La situación de conflicto casi permanente que ocurre en Salud Pública es un hecho singularmente grave. Un Ministerio que cumple con claros y oscuros sus funciones – como todos sabemos - y ello no tiene que ver solo con las actuales autoridades, porque el descalabro viene de atrás. Ahora pasa que en plena puesta en marcha de la mentada reforma de la salud, “piedra angular” del gobierno progresista no se tuvo mejor idea que aplicarle un decreto de esencialidad a los médicos, sabiendo muy bien que un descalabro en el sector (¿no tuvieron en cuenta, por ejemplo, que la mayoría de los cirujanos son destajistas, facturan sus tareas y no son funcionarios de ese Ministerio?) ¿Qué siempre se está a punto provocar un disloque generalizado, cuando se comienza a aplicar el tramo medular de los cambios en la salud?

¿Tampoco se tuvo en cuenta la tarea sustancial que cumplen en los hospitales de Salud Pública los médicos – docentes de la Facultad de Medicina - que suman a sus actividades de enseñanza, el trabajo quirúrgico o de policlínica que realizan sobre miles de enfermos anualmente? Médicos-docentes que cobran por esa doble tarea solo el sueldo que le paga la Universidad de la República que, obviamente, no llega en el caso de los profesores grado 5 (el mayor nivel académico), al de un ascensorista de un Banco Oficial, estos que ahora cobrarán como sueldo parte de sus horas extra. ¿De esto que tiene para decir el ministro de Economía?

Esperamos que estos temas estén siempre en la mesa del análisis de quienes planificaron la reforma de la salud que, obviamente, no puede estar asentada sobre deformidades distorsionantes que, obviamente, irán deteriorando cada vez más la atención a nivel oficial.

Una situación bien despareja de funcionarios estatales, cuando además se anuncia una cosa que evidentemente no atiende ni coincide con lo que lo que se puede leer una y otra vez en los labios de la sociedad.

La “madre de todas las reformas”, la del Estado, mantendrá sin cambios la inamovilidad de los funcionarios públicos, lo que en evidencia es fruto de una serie de presiones que no pudo superar el gobierno, aunque podría haber negociado salidas distintas. ¿Qué hubiera pasado si se planteara un régimen dual, que estableciera que el régimen de inamovilidad desapareciera para los nuevos funcionarios, sin cambiar el actual status de los que están en funciones? ¿No hubiera sido un mecanismo a establecer que hiciera caducar en el tiempo uno de los privilegios que más molesta a los uruguayos?

¿Y? No pasa nada... ¿qué soluciones se han pensado para estos temas que son cruciales? Solo el mal humor, las duras respuestas, la actitud de no aceptar las entrevistas, de negarse al diálogo, de resolver los cambios, sin consultar.

Paralelamente otra actitud lamentable, la de asignarle a los médicos de Salud Pública la misma situación de quienes lograron, por un acuerdo realizado en otra época, cobrar el famoso “acto médico” Un acuerdo pretérito que ha determinado que un grupo de cirujanos y anestesistas se mantengan impertérritos en sus cargos, evitando jubilarse y operando a nivel privado desde un forúnculo en la espalda hasta una difícil intervención compleja...

Claro, cobran el famoso “acto médico” y ganan bastante dinero, pero estos médicos, no son los de Salud Pública que para lograr sueldos medianamente decorosos deben recurrir al fatigoso y desgastante multiempleo.

¿Por qué los anestesistas que están ganando 220 pesos la hora no pueden aspirar a mejorar sus sueldos y llegar, por lo menos, a lo que vale la canasta básica de alimentos? ¿Es mucho? ¿Por qué para el ministro de Economía son desmedidos los reclamos médicos y no el de los bancarios? ¿Es que con los bancarios se aplica una estrategia de “pacificación” parecida a la asumida por las distintas administraciones en la Intendencia de Montevideo, con ADEOM? ¿La Tesorería no puede hacer frente a esa erogación? Ello es posible, porque por más que se recaude mucho más por intermedio de la reforma impositiva, quizás no existan recursos suficientes para ese nivel de sueldos. ¿Entonces cual es el camino? Obviamente, la negociación, no la conflagración en un conflicto que puede determinar renuncias y falencias en servicios, con decretos de esencialidad incluidos.

Parecería que el objetivo inicial fue “torcer el brazo” de los galenos, sin tener en cuenta, en los hechos, que estábase pegándole duro a la columna vertebral sobre la que se sustentará el éxito o el fracaso de la reforma de la salud.

- Carlos Santiago es periodista. Secretario de redacción de Bitácora.
https://www.alainet.org/es/active/21401
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS