La solidaridad: Un ejercicio de amor

31/10/2007
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A pocos meses de la celebración del cincuentenario de la revolución cubana, y coincidiendo con la conmemoración de los 40 años del asesinato del Che, se realizó en Quito (Ecuador), entre el 25 y 28 de octubre pasado, el V Encuentro Continental de Solidaridad con Cuba, un evento que además de motivar intensas reflexiones sobre la cultura de la solidaridad, propició la visibilidad de su práctica.

Aquella solidaridad puesta en marcha, desde hace medio siglo, por la sociedad cubana, como una suerte de línea conductora del diseño de su sociedad y sus relaciones; y que se proyecta a un continente que se beneficia intensivamente de ella, porque emana de los principios de la revolución, constituye una inspiración permanente para enrumbar los cambios.

Los abundantes ejemplos de la dignidad con la que Cuba ha enfrentado la guerra económica y política que Estados Unidos ha desatado en su contra, hablan por si solos. Pues, como dijo Ricardo Alarcón, Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, a pesar de ella “…el pueblo cubano ha salido adelante, no desde el punto de vista material, sino de aquel de la solidaridad humana, la dignidad, la cultura”.

Los Estados Unidos, indiferentes a los pronunciamientos emitidos tanto por instancias internacionales, tales como la ONU, como por importantes sectores nacionales, mantiene incólume un bloqueo económico contra Cuba, cuyo impacto, luego de casi 5 decenios, es incalculable. Se trata, del intento genocida más largo de la historia, agregó Alarcón, a la vez que se interrogó sobre “cuándo tendrá lugar el tribunal de Nuremberg que juzgue a los genocidas de ahora”.

Pero no es así, pues en los mismos días del Encuentro, el presidente estadounidense, George W. Bush, hizo pública una vez más su expectativa de que la revolución cubana desaparezca, con la respectiva agenda para propiciarla; y hasta alentó la eventualidad de un alzamiento militar. Estos propósitos fueron difundidos integralmente por los medios de comunicación cubanos.

Cuba, por el contrario, ha basado su amplia gama de relaciones internacionales en la solidaridad; mayormente en una que hace extensiva sus propias prioridades de bienestar humano –educación, salud, cultura, asistencia técnica, artes, etc.- al resto del mundo, principalmente a los países y sectores que más lo necesitan. Hasta los pobres y discriminados del país agresor, Estados Unidos, se benefician de esta solidaridad. Un ejemplo de ello son las decenas de becarios/as de ese país, que realizan gratuitamente sus estudios universitarios en Cuba; o las 36 toneladas de medicinas que envió a las víctimas del huracán Katerina, mientras que el propio gobierno estadounidense minimizaba la situación de los afectados/as.

Con ese mismo espíritu, Cuba envió socorro a las víctimas del reciente terremoto en Perú; en Haití, el país más empobrecido de la región, unos 2.500 médicos atienden gratuitamente. Hasta en países lejanos como Pakistán, 3.000 médicos cubanos socorrieron con premura a los afectados/as del terremoto en Cachemira. Un millón de personas por año se benefician de las operaciones oculares, que profesionales cubanos realizan a quienes carecen de recursos en distintos países. Miles de profesionales cubanos/as despliegan similares acciones en decenas de países.

Gracias a ese compromiso con la humanidad, muchos lugares han comenzado a ser declarados zonas libres de analfabetismo, el mayor ejemplo es la ya concluida erradicación de este flagelo en Venezuela, el programa en curso con los mismos objetivos en Bolivia; las iniciativas concluidas localmente en Ecuador; y en otras partes.

En otro rango de solidaridades, Cuba apoyó de múltiples formas otras causas nobles, tales como la eliminación del apartheid en Sudáfrica; el desarrollo de iniciativas por la paz, la autodeterminación del los pueblos; la soberanía, la justicia, en fin, la dignidad de los pueblos.

La cuantía de semejante proeza es inimaginable, en los hechos, ningún otro país u organismo internacional ha logrado emprender tales niveles de ayuda. El éxito radica, sin duda, en los principios no mercantiles y de solidaridad que animan dichas colaboraciones y que sientan un precedente ineludible para sustentar que los problemas humanos pueden resolverse al margen del afán de lucro y la competencia.

Pero, por encima de todo, el mayor ejemplo de solidaridad que Cuba ha aportado al mundo es su propia existencia como país socialista, basado en la distribución igualitaria de todo; en la constitución de la solidaridad como ética de vida. Una muestra de esto se refleja en su demanda de la liberación de los cinco héroes cuba encarcelados en Estados Unidos, a pesar de la absolución acordada por el panel de expertos de este último país, para quienes el país caribeño exige su liberación. Pero Cuba también demanda la libertad de los presos políticos puertorriqueños y la de miles de afroamericanos, encarcelados en las prisiones de Estados Unidos, por reclamar sus derechos.

En una Latinoamérica inmersa en la construcción de sus cambios, el ejemplo cubano es un sólido referente para pensarlas colocando la solidaridad al centro de todo nuevo proyecto; pues es un ejemplo vivo de la viabilidad de sociedades basadas en valores humanos, diferentes de los cánones competitivos del mercado.

Por estas y cientos de razones más, Cuba se merece solidaridad, pues su pueblo ha sido y sigue siendo víctima del intento genocida más largo de la historia, con amenazas permanentes por parte del país del Norte, con los Bush, Helms, Burton, Toricelli, y otros, que no cesan de impulsar iniciativas atentatorias a su soberanía. Pero Cuba no solo que sale adelante con dignidad y coraje, pues, en palabras de Ricardo Alarcón, en ese país la solidaridad es un ejercicio de amor.
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