¿Una nueva democracia en la región?

Los partidos tradicionales abandonan la escena

28/10/2007
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El surgimiento de nuevas expresiones políticas, la crisis de las viejas estructuras y la fragmentación acentúan la desaparición de los partidos históricos en América Latina.

La actualidad de los partidos políticos en la América Latina se asemeja a un caudaloso rió cuya desembocadura deviene en un delta. Cada una de las fuerzas políticas que se disputan el poder en la región, representan un pequeño brazo con sus bifurcaciones y sus infinitas derivaciones en distintas acequias.

Los otrora poderosos y tradicionales partidos, surgidos al calor de la modernidad de los estados latinoamericanos, parecen desaparecer en algunos casos, difuminarse en otros, y seguir la trayectoria de ese delta político en la mayoría de ellos.

Si se repasa el informe “La democracia en América Latina”, publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 2004, pueden observarse algunas tendencias que dan cuenta de la crisis de los partidos políticos. Para este estudio, fueron entrevistados varios referentes políticos de la región y un 59 por ciento de ellos consideró que los partidos “no están cumpliendo adecuadamente su función”.

Según el informe, el desprestigio de los partidos políticos alcanza un grado extremo en Ecuador y Argentina. En el caso del primero, semanas atrás se eligieron representantes para la Asamblea Constituyente, que comenzará a funcionar a fines de octubre. Por su parte, los argentinos elegirán presidente el 28 de octubre y, en el momento es que se escribe esta nota, todas las encuestas dan por ganadora en primera vuelta a la candidata oficialista y primera dama, Cristina Fernández de Kirchner.

La crisis de los partidos tradicionales en Ecuador quedó demostrada a través de los resultados de los comicios que determinaron los escaños de la Asamblea Constituyente. Alianza País, el movimiento que encabeza el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, obtuvo casi el 70 por ciento de los sufragios, mientras que el resto de los partidos debieron repartirse el 30 por ciento restante.

Como afirmaron varios analistas al diario El Comercio de Ecuador, desde la vuelta de la democracia en 1979 es la primera vez que los partidos tradicionales reciben un golpe de tal magnitud. “Fueron sepultados, los grandes derrotados son los partidos” afirmó el politólogo Jorge León, mientras que el catedrático Teodoro Bustamante enfatizó que “la caída de los partidos tradicionales es más aguda de lo que se pensaba”.

Expresiones políticas añejas de Ecuador como el Partido Socialcristiano (PSC), el Demócrata Cristiano (UDC) y la Izquierda Democrática (ID), sufrieron la peor derrota de sus historias. Lo mismo ocurrió con movimientos más contemporáneos, pero cuyos referentes se inscriben en la corriente que los ecuatorianos conocen como “partidocracia”. La Sociedad Patriótica del ex presidente Lucio Gutiérrez obtuvo el 7 por ciento de los votos, mientras que el partido Renovador Institucional del empresario bananero Álvaro Novoa alcanzó sólo el 6 por ciento de los sufragios.

Entre las razones esgrimidas por distintos analistas consultados por El Comercio para explicar esta crisis de los partidos, se destacan tres: el fuerte desprestigio de las expresiones más tradicionales, que se inscriben en el discurso de la “partidocracia”, entendida como la corporación política que produjo la gran crisis que azotó a Ecuador a principios de este siglo. Otra causa es el surgimiento del movimiento encabezado por Rafael Correa, apoyado por distintas expresiones sociales, y dispuesto a producir un cambio en el desprestigiado andamiaje institucional del país. Finalmente, los analistas coinciden en que la falta de renovación de dirigentes, cuadros e ideas atenta contra los partidos tradicionales.

El caso argentino es algo distinto al de Ecuador. En principio, no ha surgido una nueva fuerza que corra de escena a los partidos tradicionales. Sin embargo, los dos movimientos más emblemáticos del país, la Unión Cívica Radical (UCR) y el Partido Justicialista (PJ), expresión formal del peronismo, no presentan lista para estas elecciones.

La principal razón de esta ausencia es la fragmentación de estas fuerzas, que se presentan dispersas en distintos movimientos políticos e, incluso, se encuentran mezcladas. En el Frente Para la Victoria, que llevó al poder al actual presidente Néstor Kirchner y que hoy representa a su esposa, Cristina, -ambos militantes del PJ- pueden hallarse candidatos que provienen de la UCR, como el aspirante a la vicepresidencia, Julio Cobos. Por el contrario, la conducción de la UCR apoya al ex ministro de Economía Roberto Lavagna, candidato por la alianza Una Nación Avanzada (UNA) y tercero en las encuestas, que se autodefine como peronista e incluso recibe adhesiones de algunos sectores del PJ que responden al ex presidente Eduardo Duhalde.

De la misma forma, la Coalición Cívica, que encabeza la candidata Elisa Carrió, -ubicada segunda en las encuestas-, encuentra entre sus filas a militantes del PJ, de la UCR y del Partido Socialista entre otras fuerzas.

A propósito de esta dispersión política, el sociólogo e investigador de la Universidad de Buenos Aires, Marcelo Urresti, explicó que “las listas se arreglan no por doctrina sino por la imagen de los candidatos", según publicara la agencia ANSA. En la misma línea, el informe del PNUD sostiene que en el centro de la problemática, se encuentran “el personalismo y la ausencia de democracia interna”.

Esto se observa al pie de la letra en Argentina, donde los partidos tradicionales no llevan a cabo elecciones internas para elegir candidatos, y optan por fragmentarse en distintas fuerzas. También puede observarse la tendencia a priorizar a los candidatos “mejor instalados” en la sociedad por sobre las propias estructuras políticas.

También existe una crisis histórica de los partidos tradicionales, cuyas doctrinas o principios se han visto adulterados según los tiempos y según las figuras de conducción. El Partido Justicialista, surgido del movimiento peronista de las décadas del `40 y `50, y teniendo como base la justicia social encarnada en la imagen de Eva Perón, alojó en sus entrañas a las más variadas expresiones. Tanto algunas de las agrupaciones de vanguardia política en los `70 -Montoneros o la Juventud Peronista-, así como una de las máximas expresiones del neoliberalismo en la región, como lo fue el ex presidente Carlos Menem, surgieron del seno del PJ.

En esta línea pueden ubicarse varios partidos tradicionales de América Latina. El mexicano Partido de la Revolución Institucional (PRI), herencia de uno de los movimientos insurreccionales más novedosos y profundos de América Latina, llevó a al presidencia a otro impulsor del neoliberalismo como fue Carlos Salinas de Gortari. Un caso similar es el del Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), movimiento peruano cuyo principal referente fue Víctor Raúl Haya de la Torre y que contó con los aportes de José Carlos Mariátegui. El mismo partido que en la primera mitad de siglo pregonaba la liberación frente al naciente imperialismo estadounidense, llevó a Alan García, uno de los principales aliados de George Bush en la región, a la presidencia de Perú en 2006.

Volviendo al caso de Argentina y Ecuador, a pesar de que en ambos es posible reconocer una crisis de los partidos tradicionales, ésta se da de formas disímiles. En el caso argentino, al igual que otros países como México, no se ha creado una alternativa de cuño popular que escape a las viejas estructuras políticas, por lo que estos partidos continúan en un proceso de reciclaje que, finalmente, los sostiene en el poder.

Sin embargo, esta lógica se rompió en el caso de Ecuador, donde el movimiento encabezado por Correa se abre como una alternativa a la vieja “partidocracia”. Esta senda fue seguida, en mayor o menor medida, por varios países de la región. Un ejemplo es el del Frente Amplio de Tabaré Vázquez, que terminó con el bipartidismo de los Colorados y los Blancos en Uruguay, así como con sus distintos desprendimientos. También puede mencionarse el crecimiento de la fuerza política que encabeza el ex obispo Fernando Lugo en Paraguay -mirada con cautela por los movimientos sociales-, frente a la crisis del histórico Partido Colorado, que gobierna el país desde 1940.

Pero, sin duda, las dos experiencias más concretas de fuerzas populares que desplazaron a los partidos tradicionales son las de Venezuela y Bolivia.

En el caso del país bolivariano, Hugo Chávez ganó las elecciones de 1998 desplazando a los tradicionales partidos Acción Democrática (AD) y el Comité de Organización Político Electoral Independiente (COPEI). Ambos movimientos históricos, habían firmado en 1959 el pacto de Punto Fijo, mediante el cual se garantizaron la alternancia en el poder.

El Movimiento Quinta República (MVR) se erigió como una alternativa para las clases populares marginadas luego del gobierno neoliberal de Carlos Andrés Pérez partidario de AD, y de Rafael Caldera, dirigente histórico del COPEI. Sin embargo, lejos de convertirse en una nueva burocracia partidaria, el movimiento encabezado por Chávez impulsó una democracia participativa, que incluyó la reforma de la Constitución y la creación de Consejos Comunales, caracterizados por asambleas barriales que son deliberativas y manejan presupuesto autónomo.

En Bolivia, Evo Morales asumió la presidencia en 2006 de la mano de del Movimiento al Socialismo (MAS), corriendo de la escena al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), que osciló entre el accionar revolucionario en la década del `50 y el neoliberalismo de Gonzalo Sánchez de Lozada a principios de este siglo. A diferencia de los partidos tradicionales, el MAS es una expresión heterogénea, que encuentra sus raíces en los movimientos sociales campesinos e indigenistas, en gremios rurales, y en expresiones de la izquierda revolucionaria.

De todas formas, no todo es positivo a la hora de hablar de la crisis de los partidos tradicionales. En la mayoría de los países de América Latina no ha surgido una expresión popular que remplace a las antiguas estructuras, lo que genera cierta fragilidad y dependencia en las democracias.

Según el informe del PNUD, el espacio de los partidos políticos está empezando a ser ocupado por otros actores -empresarios, sector financiero, medios de comunicación y organismos multilaterales de crédito- que determinan las agendas de los gobiernos, aunque su mandato no sea instaurado mediante el voto.

Por esta razón es necesario que, a la inminente desaparición o desarticulación de los partidos tradicionales en América Latina, le siga la aparición de nuevas expresiones políticas que renueven el tablero electoral en la región y rompan con las viejas lógicas de las “partidocracia”, para dar paso a movimientos verdaderamente plurales y democráticos.

Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Mar del Plata / Argentina
http://www.prensamercosur.com.ar
https://www.alainet.org/es/active/20383
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