Venezuela: Un golpe con olor a hamburguesa, jamón y petróleo
27/04/2002
- Opinión
Un periodista español decía la semana pasada, tras el frustrado golpe
de Estado contra el gobierno constitucional de Hugo Chávez: “¡Qué olor
a hamburguesa, jabugo (jamón serrano) y petróleo!” Obviamente, el
hombre sabía de qué hablaba: de la participación de funcionarios
estadounidenses, españoles y salvadoreños en la asonada encabezada por
el líder empresarial Pedro Carmona.
Ninguna de estas afirmaciones parecen hoy descabelladas, ya que los
propios embajadores de Estados Unidos y España, Charles Shapiro (quien
antes manejó el escritorio Cuba en el Departamento de Estado), y
Manuel Viturro, se reunieron con el presidente de facto Pedro Carmona,
después de que este disolviera la Asamblea y las principales
instituciones.
De acuerdo con investigaciones privadas, una de las consecuencias del
golpe era la desnacionalización del petróleo: privatización de
Petróleos de Venezuela S.A (PDVSA), para dejarlo en mano de una
empresa estadounidense ligada al presidente George Bush y a la Repsol
española; vender la filial estadounidense de PDVSA, Citgo, a Gustavo
Cisneros y sus socios del mismo país norteño, y fin de la reserva del
Estado venezolano sobre el subsuelo.
Para ello había que desconocer la Constitución de 1999 y aprovecharse
del conflicto en la empresa estatal, donde la alta gerencia jugó de
acuerdo con las directivas enviadas desde el norte por su ex
presidente, Luis Giusti. Y para ello se contaba, asimismo, con la
activa participación en el golpe y en el financiamiento del mismo, del
empresario Isaac Pérez Recao, del cual Carmona era empleado en la
petrolera Venoco.
Una alta fuente militar amplió a la agencia France Press lo que ya
había publicado la prensa local: que Pérez Recao ordenaba a un pequeño
grupo “extremista de derecha, que estaba fuertemente armado, incluso
con fusiles lanzagranadas, [...] bajo la conducción operacional del
contralmirante Carlos Molina Tamayo”, uno de los oficiales que ya se
había rebelado públicamente contra Chávez en febrero pasado, y que ya
estaba a cargo de la Casa Militar de Carmona. Según la fuente, este
grupo “pertenecía a una empresa de seguridad, propiedad de ex agentes
del Mossad” (servicios israelíes de seguridad, terrorismo y
espionaje), lo que no significaría que Israel estuviera implicada en
el complot.
Esta aseveración tampoco llamó la atención: el personaje con cara y
armamento de Rambo que custodiaba personalmente a Carmona era Marcelo
Sarabia, vinculado con organismos y empresas de seguridad —alguna de
ellas franquicia del Mossad—, que solía jactarse de pernoctar en el
Bunker de la embajada estadounidense. Él se fue con Pérez Recao el
mismo sábado 13, su novia dos días después abandonó la televisora
Televén para unirse a él.
La agencia privada de inteligencia estadounidense Stratfor denunció
que la CIA “tenía conocimiento de los planes [golpistas], e incluso
pudo haber apoyado a los civiles y oficiales militares de extrema
derecha que intentaron, sin éxito, apoderarse del gobierno interino”,
tras citar a militantes del Opus Dei y a oficiales vinculados con el
general retirado Rubén Pérez Pérez —yerno del ex presidente Rafael
Caldera— como participantes en el golpe.
Lo que sí quedó confirmado es que el avión en el que se quería sacar
del país a Chávez desde la isla de La Orchila pertenecía al banquero
de origen paraguayo Víctor Gil (TotalBank). ¿El destino? Según
personal de la aeronave matriculada en Estados Unidos, el plan de
vuelo era a Puerto Rico, territorio de Estados Unidos...
La intervención de los estadounidenses no solamente estuvo en los
“consejos” de altos funcionarios en Washington, como Rogelio Pardo
Maurer —a cargo de operaciones especiales y conflictos de baja
intensidad en Latinoamérica en el Pentágono—, Otto Reich y/o John
Maisto, sino que el teniente coronel James Rodger, adscrito a la
agregaduría militar de la embajada de Estados Unidos en Caracas,
secundó con su presencia la sublevación, instalado en el quinto piso
de la Comandancia del Ejército, desde donde asesoró a los generales
sublevados.
Reich, encargado de los asuntos latinoamericanos en el Departamento de
Estado, afirmó que habló “dos o tres veces” durante el golpe con
Gustavo Cisneros, compañero de pesca de altura del ex presidente
George Bush y máxima cabeza de un imperio empresarial que se extiende
desde Estados Unidos a la Patagonia (DirectTV, Venevisión, Coca-Cola,
Televisa). Dijo a la revista norteamericana Newsweek que solo buscaba
información, no alentar o dirigir a los organizadores. “No tuvimos
absolutamente nada que ver con eso”, añadió.
Quizá llame la atención el caso de dos salvadoreños detenidos tras los
incidentes del 11 de abril y que, según fuentes de inteligencia local,
formarían parte de un escuadrón de la muerte entrenado para realizar
atentados en diversos países latinoamericanos (antes en Cuba y Panamá,
ahora en Venezuela). Los vínculos que señalan estas fuentes son los
del ex embajador en San Salvador, el democratacristiano Leopoldo
Castillo, hoy comentarista radial y asesor de la central empresarial.
En Venevisión se reunieron los complotados la tarde del golpe, entre
ellos Carmona. “Ese gobierno fue armado en las oficinas de Gustavo
Cisneros”, dijo el diputado opositor Pedro Pablo Alcántara (Acción
Democrática), quien se hiciera famoso por ser uno de los censores
enviados en 1992 a la prensa por el entonces presidente Carlos Andrés
Pérez. Quien leyó el decreto de Carmona y fue nombrado Procurador
General por este, Daniel Romero, fue sindicado como secretario privado
de Pérez y funcionario de la Organización Cisneros.
Las repercusiones del frustrado golpe comenzaron en Washington y
amenazan con convertirse en el primer escándalo público de la
administración Bush en política exterior. No se descarta que el
Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense ordene la
requisa de documentos que detallen contactos de ciudadanos venezolanos
—como el ex presidente de la estatal petrolera PDVSA, Luis Giusti— con
funcionarios de Estados Unidos del más alto nivel civil y militar.
Después de que el gobierno plutocrático de Carmona disolviera la
Asamblea Nacional y desconociera la Constitución, tras comprobar el
malestar producido entre los jefes de Estado del Grupo de Río reunido
en Costa Rica, en buena parte del generalato y en la oposición civil a
Chávez, se comienza a hablar de una junta de gobierno pluralista, que
respetara la vigencia del Congreso, gobernadores y alcaldes.
Numerosas llamadas se realizaron entre la noche del viernes y el
mediodía del sábado entre Caracas y Washington. Desde el Pentágono se
le comunica al general Efraín Vásquez, principal mando durante la
breve interinidad de Carmona, el cumplimiento de una serie de puntos,
que son transmitidos en la capital estadounidense por funcionarios del
Departamento de Estado al encargado de negocios de Venezuela, Luis
Herrera Marcano, a Carmona por el propio Shapiro y a los mandos
castrenses por el coronel Harkins, también asentado en la delegación
de Estados Unidos en Caracas.
En su huida del palacio de Miraflores, los golpistas dejaron un
suntuoso almuerzo sin servir y varios documentos en el despacho
presidencial. Uno de ellos, enviado por Luis Herrera Marcano a quien,
sin duda, era el enlace de los golpistas con el gobierno
estadounidense, el contralmirante Molina Tamayo (comunicación 913,
extrañamente con el membrete de Embajada de Venezuela y no de la
República Bolivariana de Venezuela), que dice textualmente:
En la mañana de hoy se comunicó telefónicamente conmigo el señor
Phillip Chicola, del Departamento de Estado, para pedirme que
comunicara urgentemente al Gobierno Venezolano los siguientes puntos
de vista del Gobierno de Estados Unidos:
1.. Dado que los Estados Unidos suscribieron y apoyan la plena
vigencia de la Carta Democrática Interamericana, que condena cualquier
ruptura de la legalidad constitucional, es necesario que la transición
que está operando actualmente en Venezuela, que comprenden y con la
cual simpatizan, conserva las formas constitucionales. A ese fin
consideran indispensable que se logre la aprobación de la Asamblea
Nacional a la renuncia del presidente Chávez y que, de haber recurso
al Tribunal Supremo, éste también se pronuncie afirmativamente. El
señor Chicola dejó muy claro que no se trataba de una imposición, sino
antes bien de una exhortación a facilitarles a ellos dar formalmente
el apoyo a las nuevas autoridades. Indicó que no solamente estaban
obligados por las disposiciones de la Carta Democrática, sino que
también estaban sometidos a normas legales que les obligan a dar
cuenta al Congreso de cualquier interrupción en la legalidad
constitucional de un país del Continente y, eventualmente, a suspender
todas las actividades de cooperación.
2.. En este mismo orden de cosas sugirió el señor Chicola que el
nuevo Gobierno dirigiera cuanto antes una comunicación al Gobierno de
Estados Unidos en la cual se expresara formalmente el compromiso de
llamar a elecciones en un plazo razonable, indicando que en esas
elecciones serían bienvenidos los observadores de la OEA.
3.. Indicó igualmente que era de gran importancia que se les hiciera
llegar una copia de la renuncia firmada por el Presidente Chávez.
4.. Finalmente señaló su esperanza de que fuera prontamente
sustituido el actual Representante Permanente de Venezuela ante la
OEA. Insistió en que se trataba de una sugerencia amistosa, en bien
de Venezuela, y no una declaratoria de “persona non grata.
Finalmente expresó el señor Chicola que este mismo mensaje sería
transmitido por el Embajador de Estados Unidos en Venezuela.
¿Injerencia? ¿Sugerencia?
El libreto ya había sido aprendido por los representantes en el
Consejo Permanente de la OEA. Allí César Gaviria, el colombiano
Secretario General había sugerido que como el gobierno de Chávez había
sido depuesto, el embajador Valero no debía entrar a la reunión. La
noticia se la transmitió el representante chileno Esteban Tomic y la
presidenta del Consejo, la salvadoreña Margarita Escobar. Estados
Unidos, Ecuador, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua y Colombia hacían
esfuerzos para que se reconociera el gobierno de facto, mientras que
México, Argentina y Brasil —con el apoyo unánime de los países
caribeños— insistían en el estreno de la Carta Democrática. Estos
países se molestaron por segunda vez con Gaviria cuando notificó que
el gobierno de Carmona había destituido a Valero, y fue el
representante de Barbados quien le increpó por servir de enlace entre
los golpistas y la OEA, y por ordenar el cese de funciones de un
embajador sin que se cumplieron los respectivos trámites.
Uno de los apresurados a apoyar el gobierno de Carmona fue Santiago
Cantón, relator de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
quien ese sábado 13 envió una comunicación dirigida al “excelentísimo
señor ministro de Relaciones Exteriores, José Rodríguez Iturbe”.
Por el lado español la algarabía no la pudo disimular ni el canciller
Josep Piqué ni los funcionarios de la embajada en Caracas. Algunos
empresarios españoles que se llevan mejor con Chávez que con la
embajada, afirmaban que hubo un pozo de 500 millones de bolívares
(poco más de medio millón de dólares) para cofinanciar la huelga
general y el golpe, con dinero de grandes consorcios como Repsol y
bancos, pero nada de esto ha sido posible confirmarlo.
De todas formas, Viturro reunió a todo el personal español de alto
rango el domingo pasado, para dejar en claro cuál será la estrategia
que seguirán de aquí en adelante: insistir por todos los medios en la
necesidad de un referéndum o que Chávez llame a nuevas elecciones en
el corto plazo. Exactamente la misma estrategia lanzada por Shapiro
desde el Bunker de Valle Arriba, al sudeste de Caracas, a los
periodistas angloparlantes acreditados en el país.
https://www.alainet.org/es/active/1981
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