Es hora de profundizar la Revolución Bolivariana
13/04/2002
- Opinión
El fracaso del golpe es sólo un traspié para los sectores reaccionarios
de la sociedad venezolana apoyados abiertamente por EU y tolerados por
la partidocracia latinoamericana. Este es el momento de más fuerza de
la Revolución Bolivariana pero puede rápidamente transformarse en el de
mayor debilidad. Esta es la oportunidad de actuar con más decisión
para cortar de raíz el peligro de una nueva desestabilización.
Ensoberbecido por el abierto respaldo del gobierno de EU y el aún más
descarado de la oligarquía a la cual encarnó (representada por los
principales grupos del poder económico, los dueños de los medios de
comunicación masivos y algunos altos jefes de las fuerzas armadas),
Carmona, el usurpador de la presidencia de Venezuela, pretendió borrar
de un plumazo al poder judicial, la asamblea legislativa y la
constitución bolivariana, todo en nombre de la “democracia”. Fue
demasiado.
La historia se repitió, su final no
A diferencia de lo sucedido en 1955 en la Argentina a Juan D. Perón o
en 1973 en Chile a Salvador Allende, los sectores menos beneficiados de
la injusta distribución de la riqueza, el grueso del pueblo venezolano,
en implícita alianza con los sectores patriotas de las fuerzas armadas,
acabaron en pocas horas con el golpe a través del cual las minorías
poderosas pretendían reinstaurar el viejo orden al que la Revolución
Bolivariana pretende ponerle fin.
Quien es quien
La experiencia golpista de 28 horas de duración puso aun más al
descubierto –si esto fuera posible– la hipocresía y verdadera esencia
de presidentes y organismos internacionales que se dicen defensores del
orden constitucional y la democracia cuando en realidad lo único que
hacen es someterse, gratuita, cobarde y servilmente a los dictados del
gobierno norteamericano.
El presidente español se apresuró a reconocer al usurpador; EU culpó
del golpe a su víctima, el legítimo y legal gobierno venezolano; la OEA
se apresuró a “observar” antes que condenar sin medias tintas a los
golpistas. Las lista es larga y por demás conocida.
En Venezuela, las cadenas de televisión privadas montaron una campaña
de desinformación, promoviendo abiertamente la ruptura del orden
constitucional y dando amplia cobertura a las movilizaciones de los
partidarios del golpe con transmisiones en cadena y justificando al
usurpador.
Pero cuando cientos de miles de venezolanos comenzaron a movilizarse en
todo el país desconociendo al empresario Carmona, usurpador y
reclamando la libertar y restitución en su cargo del presidente Hugo
Chávez, se dedicaron a transmitir telenovelas y programas de
entretenimiento.
Se quieren curar en salud
La alianza de la mayoría del pueblo venezolano con los sectores
patriotas de las fuerzas armadas resultó invencible y dio una lección
de política de la que debemos tomar nota todos los latinoamericanos.
Ese es el camino.
Liberado y de regreso en sus funciones, Hugo Chávez, acorde a las
circunstancias, se mostró sereno y conciliador. Llamo a la reflexión y
a la unidad nacional. No se podía esperar otra cosa.
Al mismo tiempo, y a pesar de esta actitud del presidente que acababa
de ser víctima de un golpe que le costó la vida a decenas de
venezolanos, los golpistas y sus aliados comenzaron a difundir su
preocupación por el “peligro de que el gobierno de Chávez comenzara a
perseguir a la oposición”.
Los sinvergüenzas quieren curarse en salud. A horas de instaurar su
gobierno de facto, ya habían liquidado de un plumazo todos los poderes
y perseguían, lista negra en mano, a los principales colaboradores del
gobierno legítimo al que habían derrocado. Ahora están "preocupados"
por su destino.
Todo el peso de la ley
Sin duda que el llamado a la reflexión y la unidad hecho por el
presidente Chávez es tan oportuno como necesario. Pero la reflexión y
la unidad nacional no se oponen a la aplicación de todo el peso de la
ley sobre los golpistas y los asesinos.
Una de las principales lecciones que este acontecimiento ofrece es la
necesidad de profundizar ordenada y rápidamente las políticas
destinadas a acabar con el antiguo orden que el pueblo venezolano –
primero en las urnas y luego por la fuerza de su movilización junto con
los sectores patriotas de las fuerzas armadas– repudió categóricamente.
Garantizar la libertad de expresión
Como los medios de comunicación contribuyen en forma decisiva a
condicionar el desarrollo de la cultura de un pueblo, a formar o
deformar valores e ideas, a definir las percepciones que se tiene de la
realidad nacional e internacional, su control genera –como quedó una
vez más demostrado durante los últimos meses en Venezuela– un poder
político determinante que, en beneficio de los intereses superiores de
la Nación, no debe ser monopolio de grupos minoritarios que los
utilizan para sus propios y muchas veces espurios intereses.
¿Puede hablarse de libertad de expresión cuando los principales medios
de comunicación masiva están en manos de estas minorías privilegiadas
que manipulan a su antojo la información? Definitivamente no.
Las fuertes presiones externas, fundamentalmente desde EU, y la
convulsión interna, no ofrecen las condiciones para tomar las medidas
que la necesidad impone, como serían, según los casos, la expropiación
y cancelación de concesiones a los actuales propietarios de los
principales medios que abiertamente participaron del golpe de Estado.
Pero se puede ampliar la oferta.
Lejos de aplicar la censura o limitar la libertad de expresión, se
trata de garantizarla. Todo ciudadano debe tener la oportunidad de
expresar la crítica y la discrepancia con responsabilidad y veracidad,
respetando el orden constitucional.
Para hacer realidad la libertad de expresión es necesario que el
gobierno garantice una verdadera libertad de prensa, ofreciendo a todos
los sectores representativos de la sociedad la posibilidad de
expresarse a través de los medios masivos de comunicación existentes y
creando nuevos que deben estar en manos de organizaciones de
trabajadores, profesionales de la comunicación, educadores e
intelectuales, por ejemplo, para que hagan contrapeso a las cadenas en
manos de familias o grupos económicos que se escudan en la "libertad de
prensa" para defender exclusivamente sus negocios.
Abrir el juego
"El pueblo –argüían los golpistas civiles y militares– pidió que Chávez
se vaya"; el pueblo y los militares también aparecieron para regresarlo
al poder pocas horas después.
Cuando se habla de “el pueblo", de “los empresarios", de “la iglesia",
de “los trabajadores" ¿De quienes se está hablando?
Los dirigentes de la central sindical "de trabajadores" que participó
en el golpe resulta estar legalmente cuestionada y representar apenas
al 12% de la fuerza laboral. Seguramente buena parte del 88% restante
estuvo en las calles repudiando el golpe.
¿Cuál es la verdadera representatividad de Fedecámaras? El gremio de
los empresarios está en manos de un número reducido de empresas
poderosas cuyos intereses tienen poco que ver con el de los medianos,
pequeños y micro empresarios.
No conozco en detalle el caso venezolano pero, aquí en México, por
ejemplo, cerca del 90% de las fuentes de trabajo la generan los micro,
pequeños y medianos empresarios, todos arruinados por la política
económica que –aplicada "sin cambio" desde hace 20 años– produce cada
vez más ricos a los grandes empresarios.
¿Estaré muy equivocado al suponer que en Venezuela un gobierno
revolucionario que busca una justa distribución de la riqueza pueda
encontrar aliados entre aquellos empresarios que viven del mercado
interno y no de la especulación financiera, el monopolio y la fuga de
capitales? Seguramente el poder de presión de estos empresarios no se
compara con el de Fedecámaras pero, muy probablemente, su participación
en el mercado interno sea similar al de sus pares mexicanos. Una
reactivación de ese mercado interno, además, ayudaría a bajar los
decibeles de buena parte de la clase media enardecida y movilizada por
la oligarquía.
En el caso de la iglesia, otro sector con peso político, la situación
no puede ser muy distinta. En toda organización como las que
mencionamos, siempre existe la disidencia y Chávez debe abrirle
espacios, ganar su confianza.
El diálogo propuesto por el presidente Chávez debe ser de amplia
participación, sólo deben estar excluidos aquellos a quienes legalmente
se les compruebe la participación en la ruptura del orden
constitucional.
El papel de las Fuerzas Armadas
En el caso de las Fuerzas Armadas, a pesar de la verticalidad de su
organización, a quedado demostrada una vez más la falacia de la
"apoliticidad", una aberración conceptual ya que, como miembro de una
comunidad, ningún ciudadano puede ser "apolítico". Su falta de
participación también es una posición política; en último de los casos
será apartidario, que es algo muy distinto.
Los militares están politizados porque también son ciudadanos. La
politización de las Fuerzas Armadas es una realidad innegable, la
pretendida "despolitización" esconde el interés de los grupos
minoritarios pero poderosos de transformar a los militares en
mercenarios dispuestos a actuar contra su propio pueblo, como atestigua
dramáticamente la historia de América del Sur.
Que cada ciudadano –incluidos los militares– tenga conciencia de la
historia, la cultura, la economía y la política de su país es
imprescindible para que las minorías poderosas no hagan y deshagan a su
antojo.
No debemos engañarnos, en Venezuela se hicieron evidentes los métodos
que esas minorías poderosas aplican en cada país de América Latina, la
diferencia es que en Venezuela hay un gobierno que realmente pretende
cambiar el injusto orden de cosas y la distribución de la riqueza. Los
privilegiados por ese orden injusto que Chávez pretende cambiar se
resisten y están dispuestos a todo –como lo demuestra el golpe– para no
perder sus privilegios.
La necesaria autocrítica
Chávez y la Revolución Bolivariana están en grave peligro. Son muchas
las presiones, de dentro y fuera, que intentarán condicionar su
política. El panorama sigue siendo difícil y para llevar a buen puerto
su gobierno Chávez deberá, necesariamente, radicalizar su política al
tiempo que sumar adhesiones si no quiere correr la suerte de Perón o de
Allende.
El presidente Hugo Chávez debe realizar una profunda autocrítica.
Especialmente debe revisar los errores estratégicos y tácticos –
evidentes– que alentaron a los sectores golpistas. Fundamentalmente,
aquellas políticas que les permitieron a los golpistas obtener el
respaldo y la movilización una parte importante de los sectores medios,
movilización que se publicitó como “el motivo” de un golpe que en
realidad llevaba meses preparándose.
El fortalecimiento de las estructuras del poder es otro paso
imprescindible. En los Comités Bolivarianos, en el gobierno, en el
partido V República y en las Fuerzas Armadas, deben promoverse los
mejores y más comprometidos elementos que puedan ocupar los principales
espacios, pensando en garantizar la continuidad de la revolución, ante
los muy probables intentos de los golpistas por sacar de la jugada o
directamente asesinar al presidente Chávez.
Sin revanchismos
Este es un momento de fuerza de la Revolución Bolivariana pero puede
transformarse en uno de debilidad si no se actúa con decisión para
cortar de raíz el peligro de una nueva desestabilización. Las minorías
privilegiadas gestoras del golpe ya están trabajando en la generación
de una nueva oportunidad y dejarla reorganizarse sería el peor error
del gobierno de Hugo Chávez.
Seguramente la aparición de Lula en escena –si logra asumir la
presidencia de Brasil– y un desenlace con orientación similar de la
crisis política argentina, mejorarán su entorno. Mientras tanto, sin
revanchismos, con la ley en la mano y el respaldo popular que da
legalidad y legitimidad a su gobierno, Hugo Chávez debe llevar hasta
sus últimas consecuencias el mandato popular.
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