Pueblo pobre y militares pobres

18/09/2007
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  • Opinión
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Los militares pobres son también pueblo. Y esta vez deseo escribir sobre ese pueblo uniformado en relación con el pueblo sin uniforme, ambos sistemáticamente empobrecidos.

En las instituciones castrenses del país la mayoría está integrada por una membresía pobre y muy pobre. Y los muy pobres son los más: soldados, cabos y sargentos (“clases”) excluidos de los privilegios y autoexcluidos de la corrupción.

El neoliberalismo (ajustes del FMI y del Banco Mundial, incremento de los impuestos al consumo, liberalización de los precios, eliminación de subsidios, mayores facilidades a la inversión extranjera, desprotección de la producción nacional, privatización de los servicios público y las áreas sociales, privatización de las empresas públicas y los recursos naturales, flexibilización laboral, áreas de libre comercio…) ha empobrecido más aun a las mayorías civiles y militares del país y ha degradado en mayor grado el funcionamiento de las instituciones castrenses.

La corrupción gubernamental, los privilegios y robos de los políticos tradicionales y los grandes empresarios (asociados entre sí), le han chupado en mayor grado la sangre al pueblo uniformado y no uniformado.

Los precios han subido y el poder de compra de sueldos y salarios ha descendido.

Los servicios de salud y educación se han encarecido y aquellas áreas sociales destinadas a la población de menores recursos se han debilitado y deteriorado cada vez más.

En la sociedad civil vive en forma opulenta, en la plena abundancia, una oligarquía de políticos, altos funcionarios enriquecidos en los gobierno de turno, grandes empresarios criollos, delincuentes de cuello y corbata, dueños y ejecutivos de consorcios extranjeros, una parte de los jerarcas de las iglesias, una parte importante de lo senadores, diputados, síndicos, regidores y jueces con buenas conexiones mafiosas.

Estos son los tutumpotes, los que explotan, súper-explotan y se roban el producto del trabajo ajeno y el dinero de lo contribuyentes.

En las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, el DNI, la DNCD tambien existe una oligarquía militar-policial, que a su vez pone a vivir bien, o medianamente bien, a una parte pequeña de rasos, “clases” y oficiales.

Son los jorocones uniformados.

Los generales y coroneles ricos o en vía de enriquecerse.

Ellos, asociados a los políticos y empresarios inescrupulosos, han creado para su propio beneficio y para poder “boronear” medianamente (repartir algo de sus “beneficios) a esa parte relativamente pequeña de la membresía militar, una poderosa fracción enriquecida y privilegiada al interior de institución armada y dentro de su cuerpo de reserva.

Son los cancerberos de las FFAA al servicio de la oligarquía civil, la parte militar subordinada y al servicio de los políticos corrompidos y corruptores, y de los grandes empresarios de la misma calaña.

Generales y coroneles asociados en suciedad con esos tutumpotes de la política y de la economía, que a su vez destinan oficiales subalternos, “clases” y rasos para protegerlos, hacerle servicios, trabajar en sus empresas, predios y mansiones.

Custodiar sus propiedades.

Hacerle las compras.

Manejarles sus vehículos de lujo y de trabajo.

Desempeñar funciones técnicas.

Cuidarles las “queridas”

Llevarles los muchachos al colegio.

Pagar el agua y la luz.

Atenderles negocios.

Ayudarlos a intimidar, a violar le ley y realizar trabajos sucios.

Por tanto hay cancerberos grandes y cancerberos medianos y chiquitos.

Los grandes se llevan la parte del león, los chiquitos y medianos cogen buenas boronas a cambio de pagarles peajes a los jefes.

Los chiquitos y medianos no solo le sirven a la oligarquía civil a cambio de una parte del otro cheque, de los sobornos y de ciertos privilegios (la otra parte están obligados a entregársele a los superiores), sino que además le sirven a los generales y coroneles corrompidos, protegiéndolos y ayudándolos en todas sus fechorías.

Los cancerberos grandes, medianos y pequeños son una minoría que tiene secuestrada a las Fuerzas Armadas y a otros cuerpos militares. Son los únicos que viven súper-bien, muy bien, bien o relativamente bien, entre los(as) uniformados(as).

Son una especie de cohollo con diferentes estamentos, controlados por los más altos y los más ricos de esa parte de la oficialidad.

Esa parte minoritaria de los cuerpos castrenses margina, excluye, utiliza y somete al resto de los militares, los cuales se empobrecen cada vez más. Junto con los políticos y los empresarios corrompidos le extraen la “grasa” a esas instituciones, empobrecen sus presupuestos y empujan a la oficialidad subalterna (a la cual dejan fuera de sus clubes exclusivos) y a las bases militares desprotegidas a ejercer sus funciones y servicios en las peores condiciones.

Imagínense ustedes que el presupuesto actual para la ración alimenticia de los guardias es de trece pesos diarios por persona.

Y cuando los movilizan, los ponen a patrullar o los incorporan a los famosos operativos, maniobras y planes de contingencia, no le llevan ni agua.

Los militares de fila no están incluidos en el seguro de salud. No están ni siquiera mal protegidos por la ley actual y no tienen leyes especiales que los asistan.

Los tutumpotes del CONEP incluso se han negado a que los militares sean incluidos en el Seguro Familiar de Salud. No quieren pagar cuotas con esos fines, aunque si pretenden que sus armas y su profesión esté siempre a su servicio para defender sus intereses cuando el pueblo pobre protesta contra su inhumano dominio.

Los presidentes de la República, más bien gobernadores de colonia, se valen del poder discrecional que le otorga el artículo 55 de la Constitución vigente para prescindir de los servicios brindados por los militares y lo usan para dañarle definitivamente su carrera por venganza política.

La carrera militar es una cosa y la prestación de servicios es otra, pero estos presidentes politiqueros viven truncándole la carrera militar, sacando de los cuerpos armados por el resto de su vida a muchos militares en pleno ejercicio de sus facultades, por el solo hecho de no prestarse a ser utilizado políticamente por ellos y por sus funcionarios civiles, o por haber simpatizado con otro partido.

Entre los cancerberos hay clanes de uno otro partido del sistema, de una y otra fracción empresarial.

Los cancerberos están tan divididos como la partidocracia, pero todos chupándole, en mayor o menor medida, la sangre al pueblo; todos ordeñando insaciablemente la vaca del Estado.

La existencia de una oligarquía civil y de una oligarquía militar, cada una con su cuerpo de ejecutivos y servidores, es causa importante del empobrecimiento del pueblo uniformado y del pueblo no uniformado.

Ambos pueblos, con sus oficiales, sus intelectuales y técnicos, deben unirse para ponerle fin a esta desgracia.

Eso fue lo que se hizo y se esta haciendo en la Venezuela de Chávez y de la revolución bolivariana. Y eso, lejos de degradar a las fuerzas armadas y a su membresía, las enaltece, las saca de la crisis y del menosprecio, les gana el cariño del pueblo civil.

Y esto último es muy importante, porque si hay algo que además de las privaciones económicas, afecta y hace sentir mal a lo militares honestos, a la mayoría de los integrantes de los cuerpos armados, es el desprestigio de esas instituciones por las diabluras que hacen los cancerberos.

No sentirse querido y respetado por los civiles mortifica tanto como el empobrecimiento económico. Porque eso empobrece espiritualmente, reduce la autoestima.

Hay que luchar para que cada soldado(a) dominicano(a) se sienta orgulloso(a) de su carrera, de su pueblo y de su patria. Y para eso hay que derrotar las oligarquías y partidocracias insensibles, y las transnacionales gringas que nos saquean y oprimen.

Y para lograrlo hay que abrazarse a los ideales de Duarte, Luperón, Fernández Domínguez y Caamaño.

¡Hay que avanzar hacia la revolución caamañista, hermana de la bolivariana¡
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