Guardianes de la democracia
01/08/2005
- Opinión
La semana pasada se dio a conocer en Washington el informe que, bajo el
poético título de “Un Claro en las Nubes”, había producido el Diálogo
Interamericano sobre la situación de América Latina y el Caribe en 2005.
Distintos boletines de prensa que difundieron la noticia mundialmente
decían -como por ejemplo en el diario conservador argentino La Nación-
que en dicho informe “reconocidos expertos” alertaban sobre la crítica
situación de la democracia en nuestra región. La nota se abría, no por
casualidad, con un párrafo en donde se decía que los expertos que lo
elaboraron, más de cien, habían concluido que “Venezuela y Haití
difícilmente califican hoy como democracia”, mientras que pocas líneas
más abajo se advertía al lector que Cuba no había sido considerada en el
estudio por ser el único estado autoritario en el bienaventurado océano
democrático latinoamericano.
El documento del DI sintetiza los lugares comunes del discurso oficial
norteamericano. La premisa del DI es que, en materias fundamentales, no
existe oposición entre los intereses de los Estados Unidos y los de sus
lastimeros vecinos del Sur. A partir de tan “realista” supuesto es fácil
imaginar los disparates y las aberraciones a las que llega el informe en
su afán por promover el diálogo entre las dos regiones. “Diálogo” es un
eufemismo cuya traducción exacta es “aceptar mansamente nuestro
ineluctable destino neocolonial bajo el dominio de la Roma americana”.
Ese es el objetivo del DI, para lo cual ha reclutado a un sector del
establishment norteamericano, gente que todavía se emociona al recordar
el “idealismo” de Woodrow Wilson pero que pareciera ignorar su miserable
conducta en Versailles, en las negociaciones que siguieron al fin de la
Primera Guerra Mundial, o su “idealista” decisión de enviar marines a
México, Nicaragua y Haití a restaurar el orden amenazado por la plebe.
También se emocionan con Franklin D. Roosevelt y su política del “buen
vecino”, pero olvidan el apoyo que le brindara a alguna de las más
feroces satrapías de las Américas, como las inaugurada por Anastasio
Somoza en Nicaragua. Se enternecen con el recuerdo de John F. Kennedy y
su “Alianza para el progreso”, pero olvidan la invasión de Playa Girón,
la “Operación Mangosta” contra Cuba y el martirio de Vietnam. En fin,
gente bien intencionada pero un tanto incoherente. El DI tiene como
contraparte a una amplia cohorte de políticos e intelectuales
latinoamericanos, en general, protagonistas de la tan exitosa “transición
democrática” que hemos experimentado por estas tierras desde el fin de
las dictaduras. Desde su creación, el DI ha publicado reportes
permanentes sobre la situación de América Latina. La elocuencia con la
que nos tranquiliza al hablar de los grandes avances de la democracia
gracias a la obra de Alfonsín, Sanguinetti, Cardoso y Lagos, sin embargo,
se convierte en un estridente mutismo a la hora de producirse el fallido
golpe de Estado liderado por Carmona y sus secuaces en Venezuela. Hasta
donde se sabe, como lo atestigua el sitio web del DI, no hubo para tal
ocasión ninguna declaración.
Apostando temerariamente a la amnesia de sus lectores argentinos el
diario La Nación informa que entre los “expertos” en cuestiones
democráticas y de progreso económico y social se incluye José María
Dagnino Pastore, de quien se dice que fue ex-ministro de Economía y
Trabajo de la Argentina. Lo que no se dice es que lo fue durante dos
brillantes etapas democráticas de ese país: una, presidida por el General
Juan Carlos Onganía, como gestor del infame golpe oligárquico-clerical de
la llamada “Revolución Argentina” y su noche de los bastones largos
contra los científicos de la Universidad de Buenos Aires y otra
inaugurada por el General Jorge Rafael Videla en 1976 y que cristalizara
en la dictadura genocida que llevaría a la Argentina a su ruina. Este es
uno de los expertos cuyo juicio hemos de aceptar como inspirado en los
más elevados ideales democráticos. Entre otros notables demócratas
sobresalen Enrique Iglesias, presidente del BID, ex-Secretario Ejecutivo
de la CEPAL, y el hombre que en esta última institución borró con
meticulosidad todas las huellas críticas dejadas por el pensamiento de
Raúl Prebisch. Desde el BID convirtió a esa organización en una rueda de
auxilio del FMI, a cuyos dictados se sometió indignamente imponiendo
brutales “condicionalidades” a los gobiernos de la región que quisieran
obtener los préstamos del BID. Con tales políticas, el BID contribuyó
decisivamente a la imposición del neoliberalismo y sus secuelas de
pobreza, exclusión social y deslegitimación democrática. Otro de los
“expertos” que avalan el informe es el inefable Mario Vargas Llosa,
celosísimo custodio de los derechos humanos y la democracia en América
Latina, pluma incansable al servicio de las mejores causas del imperio
pero cuya elocuencia se transfigura en un sospechoso mutismo a la hora de
juzgar las tropelías y crímenes cometidos por sus benefactores en la Base
Naval de Guantánamo, en la prisión de Abu Ghraib, o cuando amparan
terroristas o envían a sus detenidos a ser interrogados en países en los
que la tortura es legal. Otros distinguidos miembros del DI son el ex-
presidente mexicano Ernesto Zedillo, célebre por la forma democrática
como manejó el conflicto con los Zapatistas; el ex-presidente boliviano
Gonzalo Sánchez de Lozada, eminentísimo varón cuya incomprendida lucha
por la libertad, la justicia y la democracia originó las iras de un
pueblo conocido por su ancestral ingratitud hacia sus gobernantes. La
dirección de este selecto grupo de expertos recayó en Fernando H.
Cardoso, quien como presidente de Brasil aconsejara a sus lectores que
“se olviden de todo lo que escribí” (cosa que él mismo había hecho unos
años antes, habida cuenta del insalvable hiato que separaría sus escritos
como científico social de sus obras como presidente) antes de abrir de
par en par las puertas de Brasil al Consenso de Washington, haciendo del
Brasil el país más injusto del planeta. Completa la composición de este
panel una tenebrosa lista de funcionarios de casi todas las dictaduras de
la región, políticos y “expertos” de nuestras capitulantes pseudo-
democracias y voceros de las transnacionales
Esta es la gente que dice que Cuba es autoritaria y que Venezuela
difícilmente califique como democracia. Para estos expertos el Chile
regido por la constitución pinochetista, con un régimen electoral
increíblemente irrespetuoso de los derechos políticos de las minorías y
sin supremacía civil sobre las fuerzas armadas era una democracia; pero
la Venezuela de Chávez, con sus ocho elecciones consecutivas ganadas
limpiamente, bajo el ojo avizor del Centro Carter y de la OEA -
instituciones que habrían decretado la nulidad de las elecciones
presidenciales de los Estados Unidos en el año 2000, que culminaron en el
“golpe de estado institucional” que consagró a George W. Bush Jr. como
presidente- no lo es. Países que jamás conocieron un referendo popular, o
que reforman sus constituciones a puertas cerradas, son bendecidos como
democracias, mientras que un presidente que se somete a mitad de mandato
a un referendo revocatorio, como Chávez, no es democrático. Venezuela es
el único caso de un Estado que somete la reforma constitucional a un
veredicto popular. En los demás las reformas se hicieron a puertas
cerradas, en nombre de la “democracia representativa”. Países que
entregaron sus riquezas y el control de sus economías a las
transnacionales sin la menor consulta a la ciudadanía; o que, como México
y Chile, firmaron un tratado de libre comercio con los Estados Unidos que
los somete para siempre a los dictados del imperio sin ofrecer a la
ciudadanía la más mínima información y, mucho menos, la posibilidad de
una decisión popular por la vía del referendo, son exaltados como
vibrantes democracias, mientras que espesas sombras de sospecha se
arrojan sobre Venezuela y se condena a Cuba, el único país de América
Latina con acceso universal y gratuito a la salud y la educación. Con
demócratas como éstos, ¿cómo no va a estar en crisis la democracia?
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