La propina de Marie
05/09/2007
- Opinión
Marie (nombre ficticio), es una chiquilla que se ha ganado todo mi respeto. Quedó embarazada a temprana edad y su marido la abandonó poco antes de dar a luz, pero no se dio por rendida y con una tenacidad que impresiona, se las ha arreglado (como tantas otras mujeres valientes), para trabajar y criar a su hijo de la mejor manera posible; alquila una casa bastante decente y hasta clases de natación y Kinder privado le tiene a su fogoso y amado carajillo…
¿Cómo se las arregla Marie si ni siquiera tuvo tiempo de terminar la secundaria? Pues trabajando de salonera.
Cierto que el salario oficial que recibe (de unos 140,000 colones) no le alcanzaría ni para pagar la comida del mes, los gastos de transporte y el alquiler de la casa, pero resulta que algún legislador visionario y con gran sentido de la Justicia Distributiva, tuvo la sabiduría de implantar hace algunos años el famoso 10% de propina obligatoria.
Gracias a esto el modesto salario de Marie se multiplica varias veces y al final recibe ingresos que oscilan entre los 300 y los 500,000 colones mensuales, sumas que no acaban de asombrar a la hermana de Marie, pues ella que estudió en la Universidad y trabaja en un Call Center, recibe un ingreso apenas cercano a los 300,000 colones.
Sin embargo Marie calma un poco la extrañeza de su hermana, al explicarle que su salario está más que bien ganado, pues las jornadas laborales no son de 8 horas como las de ella, sino de 14 o más horas seis días a la semana (y rara vez le pagan horas extra); que tiene un horario partido (la obligan a salir al bajar la afluencia de comensales y a volver dos o tres horas después); que tiene que trabajar entonces desde las 10 de la mañana, hasta casi la media noche; que en muchos lugares no les pagan las horas extra y que en otros ni siquiera les dan vacaciones (aunque por lo general si se las pagan).
Por ello a veces Marie quisiera cambiar de trabajo, ya que extraña mucho estar con su hijo y a veces no resiste la tentación de venirse a verlo por las tardes, aunque solo sea por 15 o 30 minutos…
-No puedo cambiar de trabajo -Me dice con la absoluta certeza de quien está a cargo de su propia vida- Tengo muchas responsabilidades con mi hijito y con los salarios que pagan en otros lugares, no me alcanzaría para darle la mejor vida que pueda a mi hijito. Además quiero ver como hago para sacar un bono de la vivienda y comprarme una casita para dejar de pagar alquiler.
Me quedo pensando entonces, en la extraordinaria importancia que tiene esa ley del 10% para Marie y para los miles de familias que dependen del trabajo en restaurantes y así se lo comento. Me vuelve a ver entonces con esa particular mirada de quien sabe algo que los demás ignoran y me dice: Es cierto que gano bien pero ¿sabes cuanto me debería ganar en realidad si me pagaran lo justo? Como un millón de colones
La vuelvo a ver con ojos de quien no sabe si creerle o no y continúo escuchando: Resulta que mis jefes le cobran a la gente todo el 10%, pero nos entregan a nosotros solo una parte del total semanal; hasta nos hacen firmar un papel por 170,000 colones y nos dan solo 70,000.
Pero ¿Por qué no denuncia a esos ladrones? –Le pregunto indignado- Pues porque si lo hago de inmediato me despiden –responde- Y no solo eso: empiezan además a llamar a otros restaurantes y cuando va uno a buscar trabajo ya lo tienen en la lista negra y se te cierran todas las puertas.
Me despido de Marie, pero me quedo pensando en su propina por largas horas y en cómo gente que se supone que son empresarios honrados y emprendedores (muchos de ellos extranjeros, es cierto, pero también bastantes costarricenses), recurren a una medida totalmente innecesaria, pues las cuentas que cobran en estos restaurantes de lujo son enormes y no siento que en realidad les haga falta robar la parte que les corresponde a los humildes. Ni siquiera son ellos los que pagan el 10%, sino cada uno de nosotros los consumidores, cuando de vez en cuando nos damos esos lujos.
¿Por qué tanta voracidad y avaricia? –Me pregunto- ¿Por qué no son suficientes los 40 o 50 millones que reciben cada mes como ventas brutas? No creo que los restaurantes de lujo trabajen con márgenes de utilidad tan estrechos, como para explicar el abuso.
Puede que algún empresario quisiera justificar esta despreciable costumbre, aduciendo que su inversión es muy grande o que los alquileres le cuestan un ojo de la cara (todo lo cual es cierto), pero en realidad no creo que invertirían en este tipo de negocio, si no les fuera muy rentable. Cierto es también, que sin la ayuda y participación de sus empleados, les sería imposible generar las jugosas ganancias que sin duda obtienen.
No puedo evitar recordar un viejo concepto de mis tiempos en el Liceo de Costa Rica, cuando nuestro profesor de filosofía nos introdujo al concepto de "explotación del hombre por el hombre" de la ideología marxista, pues pareciera que sigue siendo tan válido hoy, como cuando fue planteado por los fundadores de la fracasada corriente socialista mundial.
Pero ahora que el socialismo ha sido descartado por su despotismo, materialismo, inhumanidad e ineficiencia económica, ¿Quién se ocupará del bienestar de los obreros y del abuso y la avaricia casi intrínseca del empresario privado?
¿No será acaso posible plantear una nueva ideología que no sea ni enteramente socialista ni totalmente capitalista y que combine lo mejor de ambos mundos?
Hasta ahora se nos ha hecho creer que todo intento de buscar un equilibrio entre lo social y lo económico está condenado al fracaso y que solo una economía totalmente libre, garantiza un crecimiento sano y exuberante.
Este es un argumento frecuente de quienes promueven el TLC, los cuales prometen riquezas abundantes para el país, pero evitan mencionar que las supuestas riquezas serán para unos pocos, pues los salarios esperables al amparo de dicho tratado, no le alcanzarían a Marie para pagar sus gastos básicos de vida y sin duda preferiría seguir siendo salonera, antes que someterse a los salarios de pobreza que pagan las exportadoras telecianas.
En este momento trascendental de nuestra historia patria, en que se nos quiere obligar a cambiar el modelo de sociedad que heredamos de nuestros ancestros, debemos tener muy presente lo que hemos sido y el tipo de sociedad futura que deseamos heredar a nuestros hijos.
El 7 de octubre no estaremos votando sobre si seguiremos exportando piñas y chayotes a USA, sino en realidad sobre si queremos seguir teniendo un Estado benefactor que procure el bienestar de las mayorías y proteja a personas humildes como Marie, o una sociedad materialista, obsesionada con el Dios Dinero e indiferente ante el sufrimiento y las penurias de las grandes mayorías.
Nuestro gran reto será retomar ese camino auténticamente costarricense que empezamos a recorrer a mediados del siglo pasado, el cual fue capaz de impulsar tanto el desarrollo económico, como la distribución más equitativa posible de las riquezas, camino que no supimos como continuar, hasta alcanzar la meta final, de una sociedad completamente desarrollada en lo económico y justa en lo social
Fuente: Costa Rica Solidaria
www.costaricasolidaria.com
¿Cómo se las arregla Marie si ni siquiera tuvo tiempo de terminar la secundaria? Pues trabajando de salonera.
Cierto que el salario oficial que recibe (de unos 140,000 colones) no le alcanzaría ni para pagar la comida del mes, los gastos de transporte y el alquiler de la casa, pero resulta que algún legislador visionario y con gran sentido de la Justicia Distributiva, tuvo la sabiduría de implantar hace algunos años el famoso 10% de propina obligatoria.
Gracias a esto el modesto salario de Marie se multiplica varias veces y al final recibe ingresos que oscilan entre los 300 y los 500,000 colones mensuales, sumas que no acaban de asombrar a la hermana de Marie, pues ella que estudió en la Universidad y trabaja en un Call Center, recibe un ingreso apenas cercano a los 300,000 colones.
Sin embargo Marie calma un poco la extrañeza de su hermana, al explicarle que su salario está más que bien ganado, pues las jornadas laborales no son de 8 horas como las de ella, sino de 14 o más horas seis días a la semana (y rara vez le pagan horas extra); que tiene un horario partido (la obligan a salir al bajar la afluencia de comensales y a volver dos o tres horas después); que tiene que trabajar entonces desde las 10 de la mañana, hasta casi la media noche; que en muchos lugares no les pagan las horas extra y que en otros ni siquiera les dan vacaciones (aunque por lo general si se las pagan).
Por ello a veces Marie quisiera cambiar de trabajo, ya que extraña mucho estar con su hijo y a veces no resiste la tentación de venirse a verlo por las tardes, aunque solo sea por 15 o 30 minutos…
-No puedo cambiar de trabajo -Me dice con la absoluta certeza de quien está a cargo de su propia vida- Tengo muchas responsabilidades con mi hijito y con los salarios que pagan en otros lugares, no me alcanzaría para darle la mejor vida que pueda a mi hijito. Además quiero ver como hago para sacar un bono de la vivienda y comprarme una casita para dejar de pagar alquiler.
Me quedo pensando entonces, en la extraordinaria importancia que tiene esa ley del 10% para Marie y para los miles de familias que dependen del trabajo en restaurantes y así se lo comento. Me vuelve a ver entonces con esa particular mirada de quien sabe algo que los demás ignoran y me dice: Es cierto que gano bien pero ¿sabes cuanto me debería ganar en realidad si me pagaran lo justo? Como un millón de colones
La vuelvo a ver con ojos de quien no sabe si creerle o no y continúo escuchando: Resulta que mis jefes le cobran a la gente todo el 10%, pero nos entregan a nosotros solo una parte del total semanal; hasta nos hacen firmar un papel por 170,000 colones y nos dan solo 70,000.
Pero ¿Por qué no denuncia a esos ladrones? –Le pregunto indignado- Pues porque si lo hago de inmediato me despiden –responde- Y no solo eso: empiezan además a llamar a otros restaurantes y cuando va uno a buscar trabajo ya lo tienen en la lista negra y se te cierran todas las puertas.
Me despido de Marie, pero me quedo pensando en su propina por largas horas y en cómo gente que se supone que son empresarios honrados y emprendedores (muchos de ellos extranjeros, es cierto, pero también bastantes costarricenses), recurren a una medida totalmente innecesaria, pues las cuentas que cobran en estos restaurantes de lujo son enormes y no siento que en realidad les haga falta robar la parte que les corresponde a los humildes. Ni siquiera son ellos los que pagan el 10%, sino cada uno de nosotros los consumidores, cuando de vez en cuando nos damos esos lujos.
¿Por qué tanta voracidad y avaricia? –Me pregunto- ¿Por qué no son suficientes los 40 o 50 millones que reciben cada mes como ventas brutas? No creo que los restaurantes de lujo trabajen con márgenes de utilidad tan estrechos, como para explicar el abuso.
Puede que algún empresario quisiera justificar esta despreciable costumbre, aduciendo que su inversión es muy grande o que los alquileres le cuestan un ojo de la cara (todo lo cual es cierto), pero en realidad no creo que invertirían en este tipo de negocio, si no les fuera muy rentable. Cierto es también, que sin la ayuda y participación de sus empleados, les sería imposible generar las jugosas ganancias que sin duda obtienen.
No puedo evitar recordar un viejo concepto de mis tiempos en el Liceo de Costa Rica, cuando nuestro profesor de filosofía nos introdujo al concepto de "explotación del hombre por el hombre" de la ideología marxista, pues pareciera que sigue siendo tan válido hoy, como cuando fue planteado por los fundadores de la fracasada corriente socialista mundial.
Pero ahora que el socialismo ha sido descartado por su despotismo, materialismo, inhumanidad e ineficiencia económica, ¿Quién se ocupará del bienestar de los obreros y del abuso y la avaricia casi intrínseca del empresario privado?
¿No será acaso posible plantear una nueva ideología que no sea ni enteramente socialista ni totalmente capitalista y que combine lo mejor de ambos mundos?
Hasta ahora se nos ha hecho creer que todo intento de buscar un equilibrio entre lo social y lo económico está condenado al fracaso y que solo una economía totalmente libre, garantiza un crecimiento sano y exuberante.
Este es un argumento frecuente de quienes promueven el TLC, los cuales prometen riquezas abundantes para el país, pero evitan mencionar que las supuestas riquezas serán para unos pocos, pues los salarios esperables al amparo de dicho tratado, no le alcanzarían a Marie para pagar sus gastos básicos de vida y sin duda preferiría seguir siendo salonera, antes que someterse a los salarios de pobreza que pagan las exportadoras telecianas.
En este momento trascendental de nuestra historia patria, en que se nos quiere obligar a cambiar el modelo de sociedad que heredamos de nuestros ancestros, debemos tener muy presente lo que hemos sido y el tipo de sociedad futura que deseamos heredar a nuestros hijos.
El 7 de octubre no estaremos votando sobre si seguiremos exportando piñas y chayotes a USA, sino en realidad sobre si queremos seguir teniendo un Estado benefactor que procure el bienestar de las mayorías y proteja a personas humildes como Marie, o una sociedad materialista, obsesionada con el Dios Dinero e indiferente ante el sufrimiento y las penurias de las grandes mayorías.
Nuestro gran reto será retomar ese camino auténticamente costarricense que empezamos a recorrer a mediados del siglo pasado, el cual fue capaz de impulsar tanto el desarrollo económico, como la distribución más equitativa posible de las riquezas, camino que no supimos como continuar, hasta alcanzar la meta final, de una sociedad completamente desarrollada en lo económico y justa en lo social
Fuente: Costa Rica Solidaria
www.costaricasolidaria.com
https://www.alainet.org/es/active/19477?language=en
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