Hay que ir a fondo
23/04/2002
- Opinión
La Nación vive momentos difíciles y de suma gravedad. Se necesita
mucha serenidad y coraje para asegurar que los próximos pasos del
gobierno, como del Congreso, de los gobernadores, los grupos
económicos, los bancos, las fuerzas de seguridad, aporten a la
rectificación del rumbo y al respeto pleno a los derechos humanos de
toda la población.
El pueblo sufre niveles de hambre y empobrecimiento como nunca en su
historia, producto de las políticas aplicadas desde hace más de una
década por exigencia del Fondo Monetario Internacional. Políticas que
han tenido como objetivo prioritario el servicio de una deuda externa
caracterizada por la propia Justicia argentina como ilegítima, la
desindustrialización y desnacionalización de la economía y la
concentración de la riqueza en cada vez menos manos. Sufre además
las terribles consecuencias culturales y políticas de esta receta
neoliberal, entre ellas la entrega de la soberanía, el vaciamiento de
la política y la institucionalidad democrática y una fuerte crisis de
identidad y de valores.
En el tiempo que lleva el actual presidente no ha modificado esas
políticas, por más que han demostrado su rotundo fracaso y pese a que
el pueblo le sigue diciendo ¡BASTA!. Hasta el momento no ha tratado
de buscar alternativas genuinas sino implementar medidas de
contención que llevan a la incertidumbre y agudización de los
conflictos y no a la solución de los problemas que el pueblo espera y
necesita con urgencia.
Para abrir una puerta a la esperanza, es necesario cambiar de rumbo.
Seguir gobernando para el Fondo Monetario Internacional, los grandes
centros de poder económico y militar que representa y sus aliados
criollos, o privilegiar los derechos del pueblo al empleo y un
salario digno, a la educación, la salud, el desarrollo cultural y
democrático y a su libertad y auto-determinación.
El pueblo se rebela porque está harto de tantas claudicaciones, de la
corrupción y el saqueo sin piedad. Se moviliza de mil maneras porque
sabe que otro país es posible y está empeñado en construirlo. Estamos
a tiempo todavía para rescatar la dignidad y el futuro de nuestro
país. Sólo falta la decisión política de dejar de lado las
pretensiones imperiales de EE.UU., el Fondo y sus cómplices locales e
iniciar los cambios de fondo que aseguren el respeto por la Vida y la
dignidad de toda la población.
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