Lúgubre canto de las sirenas
07/04/2002
- Opinión
El sueño neoliberal de una entrada gloriosa al primer mundo ? "relaciones
carnales" mediante? demostró ser un delirio que culminó en una
sangrienta pesadilla. La Argentina es el más rotundo fracaso del
neoliberalismo a nivel mundial y la más dramática experiencia de
declinación económica del siglo XX. Pese a ello el gobierno continúa
escuchando a las sirenas cuyos tramposos cantos nos condujeron ?de la
mano de la burguesía y sus corruptos políticos? al desastre actual.
En efecto, ¿qué nuevo "consejo" nos puede brindar el FMI que no hayamos
adoptado en el pasado? ¿O es que hay alguien que piense que el Fondo no
tiene nada que ver con nuestra debacle económica? Sin absolver de sus
culpas y responsabilidades a las clases dominantes de este país, sus
operadores políticos de turno ?los Menem, Cavallo, De la Rúa, Alvarez,
etc.? y sus usinas ideológicas como FIEL y CEMA, lo cierto es que el
libreto de este drama fue pergeñado en Washington y avalado hasta el
final por el FMI, cuando su fatal desenlace era visto hasta por un ciego.
¿No fue Carlos Menem invitado a pronunciar, junto con Bill Clinton, uno
de los dos discursos magistrales de la Asamblea Conjunta del Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional, como reconocimiento a la
valentía y sabiduría con que había extricado a la Argentina de su pasado
populista y socialista para encauzarla por el sendero luminoso de la
economía de mercado? Ahora los representantes del FMI fingen demencia y
miran con cara de "yo no fui", pero la historia es inapelable y su alta
cuota de culpabilidad en el fenomenal derrumbe de la Argentina es
indiscutible.
Asi las cosas el gobierno podría habernos ahorrarnos el espectáculo
bochornoso y humillante que los argentinos padecimos estos días: una
legión de ignorantes tecnócratas del FMI, dirigidos por un experto indio
que por vez primera pone un pie en esta parte del mundo, vinieron a
decirle a nuestros gobernantes ?cual si fueran analfabetos, según
objetara Fernando H. Cardoso? lo que tienen que hacer y cómo deben
gobernar. Y éstos: ¿no sienten verguenza? ¿No les queda siquiera una
pizca de honor, de hidalguía, de patriotismo? ¿No se dan cuenta que
tamaña genuflexión ante los dictados del imperio casi no tiene
precedentes a nivel mundial? ¿Ignoraban lo que dijo el último premio
Nóbel de Economía, Joseph Stiglitz, de que los "técnicos del Fondo son
economistas de tercera"? ¿Tampoco oyeron la catarata de críticas de todo
tipo que está recibiendo el FMI por su probada incapacidad para sugerir
otra cosa que no sea su remanida receta ortodoxa, la cual profundiza la
recesión, agrava la injusticia social y destruye la democracia? ¿Para qué
los traen?
Días atrás Rudiger Dornbusch, el siniestro consigliere de los más grandes
tahúres del casino financiero internacional, proponía para la Argentina
una serie de disparates y desatinos ?total capitulación de la soberanía
económica; control de las principales agencias encargadas de la política
económica en manos de directorios de expertos internacionales; completar
"a paso redoblado y tambor batiente" las privatizaciones aún pendientes y
la desregulación completa de la economía, etc.? que por cierto no
brotaban de un análisis mínimamente riguroso de la economía argentina
sino que parecian más bien ser la inolvidable resaca de una feroz
intoxicación alcohólica. Pero, como en la Argentina neoliberal todo es
posible, el primer acto de la alucinada regurgitación de Dornbusch
apareció ya sublimado en la visita de la delegación del FMI, confirmando
con hechos lo que aquél barruntara en su delirio.
El gobierno tiene que cambiar el rumbo de la economía antes de que se
consume un desastre de proporciones aún mayores que las conocidas hasta
ahora. Tiene que obrar con sensatez y desoir a los tecnócratas y al
establishment, pues la Argentina no necesita los consejos del FMI ni
mucho menos de un nuevo préstamo. Lo que tiene que hacer para comenzar a
salir de la crisis es tomar dos decisiones fundacionales: primero,
establecer una legislación tributaria progresiva que reconstituya al
estado y las finanzas públicas y ponga fin al infinito subsidio a los
ricos y los grandes capitales mientras se profundiza el saqueo de los
trabajadores, los pequeños ahorristas y los consumidores en general. No
hay que hacerse ilusiones: si no se reconstruye el estado, destruido por
el menemismo, no habrá democracia ni vida civilizada, y nos sumergiremos
en un brutal "estado de naturaleza hobbesiano". Segundo: deberá producir
un shock redistributivo que permita la recomposición del mercado interno,
sin la cual no hay crecimiento posible. Si persistiera en su actitud
suicida de escuchar los cantos de sirena del FMI y sus voceros el
naufragio será inevitable, con lo que se abriría un ciclo de violencia y
dolor que nadie quiere en este país.
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