El modelo fundamentalista y antibolivariano de “Hooligan” Nebot
- Opinión
Luego de la aparatosa derrota de su tesis contraria a la convocatoria a una Asamblea Constituyente, en el plebiscito del pasado abril, la extrema derecha ha vuelto a la carga. Esta vez, impulsando una consulta a cumplirse en la provincia del Guayas, la “Santa Cruz ecuatoriana”. El promotor de la misma es el alcalde de Guayaquil Jaime Nebot Saadi, líder vergonzante del Partido Social Cristiano y acérrimo enemigo de la Revolución Ciudadana, apoyado por el prefecto Nicolás Lapentti, la “pelucona” Junta Cívica, las cámaras patronales porteñas y sectores prooligárquicos y filoimperialistas de todo el país. Debido a diferencias más tácticas que conceptuales con Álvaro Noboa, caudillo y propietario del Partido Renovador Institucional Acción Nacional (PRIAN), la fecha de la consulta ha sido diferida para después del próximo 30 de septiembre, cuando se elegirán diputados asambleístas.
El test nebotcista, compuesto de ocho sesgadas preguntas, tiene como propósito cardinal “blindar” a la jurisdicción guayasense de los vientos nacionalistas e integracionistas de raíz bolivariana que recorren por el área andina y que, eventualmente, inspirarían la nueva Carta Política que, conforme al presidente Rafael Correa, configuraría el marco legal para sepultar al liberalismo esquizofrénico que predomina en estas latitudes desde hace tres décadas.
-¿Quiere que los cantones y provincias puedan convertirse en autonomías y dictar sus propios estatutos en un concepto de unidad nacional?
El mayor obstáculo a la mundialización del capital –fenómeno también identificado como globalización corporativa o “globocolonización”- deriva de la existencia de estados nacionales, con sus inherentes sistemas de protección. Para vulnerar tales sistemas, la oligarquía planetaria -a través de entidades como el FMI, el Banco Mundial o la OMC- no se ha dado abasto en desmontar la institucionalidad de los países periféricos, contando con la invaluable cooperación de sus peones criollos.
En cuanto concierne al Ecuador, el capital monopólico transnacional, a pretexto de crear condiciones favorables para los inversionistas y, de ese modo, promover el Progreso y el Crecimiento (las mayúsculas son intencionales), ha venido desmantelando la institucionalidad defensiva del país. Para ello, ha disminuido o eliminado las tarifas arancelarias y paraarancelarias, los regímenes diferenciales a la inversión extranjera, la legislación sobre expropiaciones y nacionalizaciones, las empresas públicas, la protección laboral.
Esta saga de acciones de cuño liberal dieciochesco ha terminado por socavar al Estado en su condición de pieza estratégica para un proyecto de corte nacionalista y latinoamericanista, como los que actualmente gestionan Hugo Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia.
Para las potencias –llámense Estados Unidos o Unión Europea- el fraccionamiento de estados como el ecuatoriano, aparte de mantener en vigor la vieja divisa romana del divide et impera, tiene el sentido de facilitar el “engullimiento” por sus conglomerados de los recursos de distinta índole localizados en los países periféricos y fomentar su endeudamiento. Expuesto en otros términos, la meta de las metrópolis es, a través de la privatización de la soberanía territorial, radicalizar el “modelo de acumulación por desposesión” (Samir Amin), ese capitalismo de rapiña que en tiempos recientes ha desembocado en el desmantelamiento de Yugoslavia y en la ocupación militar y el genocidio en Afganistán e Iraq (1). Y que, en su proyección andina, pretende el desgajamiento del departamento petrolero del Zulia de Venezuela, presiona por la “balcanización” de Bolivia y, a través de la recurrente instrumentación del neoliberalismo y la subsecuente reestructuración subordinada de la economía ha colocado al Ecuador al filo de su implosión política, administrativa y espacial.
Para las mafias político-empresariales nativas (la denominada “partidocracia”), el “modelo autonómico” cuenta ya con un nutrido historial (2) y tiene el soporte de las ambiciones de caciques de visión comarcana –regional, provincial o cantonal- interesados en participar a como dé lugar de los dividendos y comisiones que generaría una mayor subasta del patrimonio público (recursos bióticos, minerales, agua), así como de la captación de los despojos del denostado “Estado centralista”. Esta visión y esta práctica se han venido imponiendo incluso entre partidos y organizaciones de la decepcionante “centroizquierda” y tienen como respaldo ideológico una redefinición de la política, que ha dejado de ser entendida como la más noble actividad humana para convertirse en una rama del marketing que se ocupa de la privatización o concesión de las empresas y el patrimonio públicos. La mercantilización de la política, la lumpenacumulación que identificara Gunder Frank ya en los años 60, ahora institucionalizadas por obra del fundamentalismo liberal.
De lo anterior se infiere que hablar de unidad nacional y, al mismo tiempo, fomentar la feudalización del Estado revela, por decir lo menos, una falta sindéresis. Trasluce, además, una curiosa comprensión de la modernización de la sociedad, asumida como un proceso que avanza hacia atrás.
Cínica por partida triple. Primero, porque soslaya que el colapso de la moneda nacional tiene como telón de fondo el largo fracaso de la dominación oligárquico-dependiente, que nunca ha podido avanzar más allá de un modelo primario exportador y financiero. En segundo término, porque detrás de la inconstitucional dolarización dispuesta por el democristiano Jamil Mahuad a comienzos del 2000, está el más grande atraco que la bancocracia y sus adláteres inflingieran a la sociedad ecuatoriana. Y finalmente, porque el burgomaestre porteño y sus coidearios fueron protagonistas de primera línea en la muerte-asesinato del sucre, al impulsar la aprobación por el Congreso de 1998 del Impuesto a la Circulación de Capitales (ICC o “Ley Nebot), que desató un éxodo de capitales estimado en 3 mil millones de dólares en 1999 que culminó con la pérdida de la soberanía monetaria nacional.
Postular que el dólar estadounidense reine en estas latitudes a perpetuidad presiona porque se adopte al colonialismo monetario “por libre determinación”, y, entre otros aviesos propósitos, busca diferir para las calendas griegas la construcción de un Estado social y boicotear la incorporación del país a proyectos de integración-integradora, como el que promueve la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA).
-¿Quiere que se genere más empleo y bienestar a través de la aplicación real de una economía social de mercado?
La expresión “economía social de mercado” es el nuevo nombre con que la derecha continental –siguiendo a los “socialistas” europeos- ha bautizado al neoliberalismo. Pensar que el neoliberalismo –el liberalismo esquizofrénico, la economía social de mercado, el monetarismo o como quiere llamársela a la dictadura del capital monopolista- pueda, al menos, enjugar los problemas de desempleo y miseria extendidos en países como el nuestro es, simple y llanamente, una contradicción en los términos. ¿O será que la oligarquía patricial se ha vuelto amnésica respecto de los tres millones de compatriotas que, solo en la última década, fugaron a “paraísos” primermundistas y a otras latitudes como último recurso de supervivencia?
-¿Se opone usted a la creación de más impuestos y al aumento de los ya existentes?
Una pregunta populista que busca el “sí” de las galerías. Entre otras cosas, desconoce el desmantelamiento de la tributación directa en los últimos lustros –como la eliminación del Impuesta a la Renta por acción del propio Nebot en el aludido Congreso de 1998-, al tiempo que oculta el secuestro del presupuesto del Estado por el capitalismo “buitre” y por caciquiles entidades seccionales y autónomas.
- ¿Quiere usted que se establezca una política permanente para el sector agropecuario que garantice, entre otras cosas, costo del dinero, insumos, almacenamiento y venta de sus productos a precios justos?
Subjetiva. Ignora los efectos que de modo ineluctable provoca la desregulación económica en los sectores productivos. Llama la atención que un fervoroso creyente del mercado apele a categorías teóricas de la economía solidaria como “precio justo”.
- ¿Quiere usted respeto al derecho a la vida desde su concepción y, por lo tanto, mantener severas sanciones al aborto?
Aspira a inducir a los votantes a pronunciarse por un enfoque biologicista de la concepción. De hecho, tal visión excluye la incidencia en el problema del aborto de factores económicos y sociológicos, así como los impactos de la denominada “colonización de la fisiología y cuerpo femeninos” por parte del Poder mundial. Todo lo cual ha provocado polémica incluso en el seno de distintas creencias religiosas.
-¿Quiere usted cárcel de por vida a los que matan a las víctimas en delitos atroces?
Pretende privilegiar la función represiva del Estado (la securitización, conforme a la jerga del nuevo fascismo), antes que la justiciera y vindicativa. Por lo demás, ¿quién establece el grado de atrocidad de un delito? Confucio no sabía si más gravedad conllevaba matar a un hombre con una espada o hacerlo a través de un acto de gobierno. De otro lado, incluso la gente de la calle discute actualmente si mayor delito supone asaltar un banco que fundar un banco.
-¿Quiere usted una efectiva vigencia de las libertades de expresión, información y prensa?
Pregunta unilateral y diversionista. Unilateral porque busca defender las discrecionalidades de los propietarios de la denominada “prensa seria”, omitiendo el derecho de la sociedad a una información sin manipulaciones ni mentiras. Según una irrefutable ley sociológica, quien domina en la esfera de la economía domina en la esfera de la ideología. Este predominio se traduce en una sistemática construcción de realidades deformadas y alienantes, tarea que cumple de manera “especializada” la Gran Prensa con el propósito –según analiza Chomsky- de construir consensos favorables al establecimiento, y admitiendo a lo sumo discrepancias menores con el discurso único. Esperar que los periódicos, radios o canales de TV controlados por el capital monopolista se alineen con los genuinos intereses nacionales y populares sería como pedir peras al olmo; equivaldría a conminarles a que abdiquen de su rol de cantores y guardianes del orden-desorden vigente.
Coletilla.- Desglosar el cuestionario de Nebot Saadi no ha sido precisamente una tarea agradable; acaso necesaria, sin embargo, para fines de deconstrucción de un discurso que podría desembocar en la conversión del Ecuador en lo que los estrategas de Washington tipifican como “Estado fallido”, como expediente ideológico para abrir paso al intervencionismo militar. (3)
Por cierto, los parámetros para la nueva Constitución entregados a la comisión del CONESUP por parte de Correa y su Revolución Ciudadana ameritan otra epístola analítica y crítica.
(1) En el contexto de vigencia del Poder unipolar estadounidense, aparece apropiado referirse a lo que ahora mismo acontece en Iraq. “Para dividir a Iraq... en tres o más protectorados débiles y en conflicto, EEUU tiene que destruir todo lo que une a los iraquíes; en otras palabras, llevar a cabo una política que parta de una tabla rasa. Este intento de destrucción implica necesariamente la destrucción del Estado, la cultura, la historia, la herencia material, la sociedad, la sostenibilidad económica, las instituciones, el ejército, el sistema educativo, sanitario y judicial, la infraestructura, las comunicaciones, la identidad nacional, es decir, la verdadera esencia de Iraq”. Abdul Ilah a-Bayati y Hana al-Bayati, “¿Por qué EEUU ha perdido en Iraq?” (www.rebelion.org/noticia.php?id=53420). ¿Cuándo comprenderán nuestros dirigentes políticos y politiqueros -entusiasmados con la peregrina tesis de las autonomías regionales, provinciales, cantonales, parroquiales o barriales- que están jugando con fuego? ¿Será muy difícil entender que la “guayaquileñidad” o la “quiteñidad” no pueden ni deben ser medidas por el grado de adhesión a un capitalismo crapulesco? O que, parodiando a los autores citados, ser ecuatoriano no se fundamenta en la religión, las costumbres, las creencias políticas o la ciudad o aldea que constan en la partida de nacimiento, sino, simple y profundamente, en ser ecuatoriano.
(2) Ver nuestros estudios “La ‘Ley Nebot-Moncayo’ o la ruta al pandemonio” (www.alainet.org/active/12343) y “El Cortijo presiona por la demolición del Estado” (www.alainet.org/active/13521&lang=pt).
(3) De acuerdo al politólogo Carlos Taibo (Guerra entre barbaries, Punto de Lectura, Madrid, 2002), un Estado fracasado “supone un condensado de caos político, corrupción generalizada, pobreza extrema y catástrofes sanitarias y bélicas convertidas en auténticas formas de vida... Rasgos que se complementan con el auge de fanatismos religiosos, étnicos o tribales, un desarrollo formidable de la delincuencia que adopta formas tan dispares como el negocio de la droga, la venta de seres humanos, la proliferación de aparentes misiones de paz acometidas por las fuerzas armadas de los países desarrollados (como actualmente sucede en la hermana Haití con el vergonzoso colaboracionismo del Ecuador, R.B.)”.
René Báez
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