La política petrolera del Gobierno de Correa: El reto de la coherencia

29/07/2007
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Al flamante Ministro de Minas y Petróleos, Galo Chiriboga, le espera una serie de complejos retos. El primero es que siendo el segundo Ministro del sector en siete meses de gobierno, le toca en suerte reemplazar a un personaje de enorme estatura ética, política y técnica como Alberto Acosta. Sin duda la experiencia ganada y el tino demostrado en el ejercicio de funciones clave en el anterior gobierno, inclusive las de Presidente de Petroecuador, y más aún su trayectoria en el trabajo por los Derechos Humanos, permiten abrigar esperanzas de que Galo Chiriboga dará la talla, pero la coyuntura en la que le corresponde intervenir reviste especial complejidad.

Acosta dejó a su paso por el Ministerio una herencia complicada: la única propuesta gubernamental que por su coherencia, audacia y oportunidad, puede ser legítimamente calificada de revolucionaria. Haber propuesto desde el Ministerio del Petróleo, con el aval del Presidente y en pleno auge de la preocupación global por el cambio climático, que a cambio de una justa compensación de parte de la cooperación internacional, Ecuador está dispuesto a mantener en el subsuelo amazónico la importante reserva de crudo pesado del bloque ITT, implica haber lanzado un serio reto a las opulentas sociedades industrializadas. Y todos sabemos que quien lanza el guante no debe dar pie atrás.

Una propuesta de esa envergadura contiene en si misma el germen de un nuevo modelo de desarrollo. Cuando el Gobierno ecuatoriano promociona su idea en espacios tan mediáticos como el concierto global promovido por Al Gore, le dice al país y al mundo que está pensando seriamente en un futuro en el que tener un recurso natural no constituya un sino trágico sino una oportunidad para aprovecharlo o reservarlo de acuerdo a los intereses y a los valores que mueven al Ecuador profundo y no a los insaciables apetitos transnacionales.

Dice también, que Ecuador empieza a aprender de su pasado inmediato. La triste historia del “boom petrolero” por el que apostó la generación de nuestros padres para llevar al país al desarrollo no fue sino la trampa que permitió que nuestra riqueza haya servido para llenar los bolsillos de las transnacionales, TEXACO a la cabeza, mientras que para el país quedaron migajas, una enorme deuda externa y un desastre ambiental y de salud pública que asombra al mundo en el norte de la amazonía.

Con la propuesta nos dice el Gobierno, que el Socialismo del Siglo XXI que proclama, significa revelarse ante un orden económico mundial en el que el capital financiero transnacional, nos asigna un rol subalterno de proveedores de materias primas. Poco menos que un sucio surtidor del combustible con el que se mueve los relucientes vehículos en los que corren las economías del norte. Nos dice que el socialismo del nuevo milenio se fundamenta en la equidad social, el respeto a nuestro planeta hogar y la garantía de todos los derechos para todos.

Ese es un mensaje de cambio verdadero a las puertas de una nueva Constituyente, que llena de optimismo.

Con semejante propuesta de por medio, es de entenderse que una política hidrocarburífera sensata pasa por optimizar la actividad petrolera en las zonas de actual explotación y planificar una ampliación de las fronteras extractivas hacia las zonas que ofrezcan las condiciones de menor fragilidad ecológica posibles y donde la población afectada haya sido informada, consultada y consienta la actividad, participando en sus beneficios y siendo compensada por los perjuicios.

Optimizar la actividad implica mejorar las condiciones operativas de Petroecuador, modernizándola y haciendo las inversiones necesarias para que recupere su competitividad y credibilidad; adecuar la capacidad de control del Ministerio; mejorar las condiciones jurídicas en las que se relaciona el Estado con sus concesionarios privados, revisando los contratos. Algunos abiertamente lesivos a los intereses nacionales, como los de los Bloques 23 y 24, deben darse por terminados y otros, ser renegociados en pie de equidad.

En esa política renovada, la actividad petrolera debe tener el impulso y el apoyo estatal que requiere una actividad económica importante. Pero las prioridades nacionales deben estar claras. Nunca la actividad petrolera puede volver a ser prioridad frente a los derechos de las personas y las colectividades o frente al respeto a la naturaleza.

Las primeras declaraciones del Ministro Chiriboga hacen pensar que su agenda va por ese camino: revisión de los contratos petroleros, reinstitucionalizar la Dirección Nacional de Hidrocarburos, fortalecer a Petroecuador, concluir las licitaciones para los campos marginales… (www.lahora.com / 28 de julio de 2007). Siendo así auguramos el mayor de los éxitos al Ministro.

Sin embargo en el panorama hay síntomas que provocan preocupación. Hace solo una semana el Gobierno hacía el anuncio de dos megaproyectos: el corredor multimodal Manta-Manaos y una nueva refinería en Manabí. (www.presidencia.gov.ec / 21 de julio de 2007). Ambos proyectos se ensartan con el desarrollo del ITT como las piezas de un rompecabezas. El primero implica la apertura de la selva amazónica al tráfico de mercancías a gran escala. Nuevas carreteras, reencauzamiento de ríos, grandes impactos ambientales en la misma zona donde se desarrollaría el ITT, que pasaría de ser el santuario de megadiversidad que es ahora, a una zona de “desarrollo” industrial y comercial.

Para que se justifique construir una nueva refinería de grandes dimensiones, se quiere disponer de grandes cantidades de petróleo. No vaya a suceder como con el OCP, que a cinco años de su construcción transporta un tercio de su capacidad y no serviría, por cierto, salvo importantes inversiones adicionales, para llevar petróleo a una refinería en Manabí.

Ecuador aspira a 900 millones de dólares de la cooperación para salvar el Yasuní pero solo para la refinería se habla de inversiones que bordean los 5.000 millones.

¿Cómo leer esos anuncios? Con una mano el Gobierno de Correa lanza una propuesta de avanzada que parece querer superar la dependencia al petróleo como única alternativa de desarrollo. Con la otra mano se lanza de cabeza en el mismo modelo extractivista que alimentó “la larga noche neoliberal”. ¿Un típico caso de doble personalidad? o es que el Gobierno lanza mensajes como el mal jugador de naipes que bloffea con un supuesto buen juego, cuando en el fondo sabe que hará la misma jugada de siempre. Ojalá que ni lo uno ni lo otro, sino solamente la necesidad de fortalecer la capacidad de soñar en que un nuevo Ecuador sí es posible.

Entonces, el verdadero reto del nuevo Ministro de Minas y Petróleo es aportar en dar coherencia a la política hidrocarburífera del Gobierno de Correa.
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