Se celebraron las consultas internas de los partidos políticos con un porcentaje de abstención bastante alto en todo el país y esto en principio generó una oleada de críticas, aduciendo como razón, especialmente, el costo de las mismas. Pero adicionalmente, algunos medios de comunicación hablaron del fracaso de los partidos en la realización de las consultas, pues equivocadamente compararon resultados de elecciones generales con las de la consulta. Como diríamos coloquialmente, están mezclando peras con tomates.

Primero debemos decir que las consultas internas de los partidos es un mecanismo de democracia participativa que hay necesidad de estimular y apoyar, porque apunta a la democratización de los mismos. Por supuesto que es mejor desde todo punto de vista que sean los militantes de un partido quienes escojan a sus candidatos a las diversas corporaciones e instancias de representación popular y no el ‘dedazo’ –como decían los mexicanos de la tradición del PRI- de un jefe único o un grupito de dirigentes, por muy encopetados que sean. Claro, en esta ocasión por primera vez se posibilitó que la participación se diera para cargos como gobernadores, alcaldes, juntas administradoras locales, y por supuesto la consulta evidenció algo que podía seguramente preverse, que los ciudadanos no estaban preparados para ser protagonistas en este nuevo espacio de participación, por varias razones, entre las cuales podemos mencionar: poca información acerca del significado de la consulta, precaria cultura de participación que caracteriza nuestra democracia, mala imagen de los partidos, carencia de interés de todos los partidos en todas las circunscripciones electorales.

Si bien estamos del lado de la democracia participativa, se debe hacer una reflexión tranquila –al margen de los debates electorales-, acerca de los problemas, las dificultades y las modificaciones que deberían incorporarse a este mecanismo participativo. Y esa es una tarea pendiente que deben abocar las autoridades electorales, partidos políticos, medios de comunicación, gremios, academia. Hay que definir, sin los apremios de un debate en curso, si lo más conveniente son las consultas abiertas o las cerradas –en esta ocasión nadie podría garantizar que si la consulta de un partido determinado hubiera sido abierta eso modificaría el resultado a favor de uno u otro aspirante-; dependiendo de la forma que se adopte es posible que se puedan diseñar mecanismos de realización que la hagan más eficaz y eficiente y racionalice los costos –sin olvidar que los certámenes democráticos en todas las sociedades tienen costos que hay que asumir-. Igualmente, precisar qué responsabilidades le cabe a cada uno de los actores mencionados en la indispensable tarea pedagógica que se debe adelantar a mediano plazo para que en las próximas elecciones en que se recurra a este mecanismo sea más nutrida la participación.

Ahora bien, los ejercicios electorales comparativos se deben realizar entre debates similares. Por ello es equivocado pretender colocar en la picota a uno u otro partido porque sólo participaron sus afiliados y lo que es aún peor, comparar la participación de los miembros del partido en la consulta con una elección en la cual además de los afiliados apoyan con su voto los simpatizantes de una opción política determinada, o electores de ocasión. Se trata de certámenes de participación de naturaleza distinta.

No hay duda que en esta ocasión partidos como el Polo Democrático Alternativo y el Conservador utilizaron adecuadamente este mecanismo de consulta interna, en algunas regiones; esto les permitió dirimir controversias internas y escoger candidatos únicos a cargos de representación popular. Ojala en el futuro cercano se generalice a todas las circunscripciones electorales y a los demás partidos políticos para que de esta manera no sólo se incremente sensiblemente la participación, sino para que los proceso de democratización de las fuerzas políticas se profundicen.

- Alejo Vargas Velásquez es Profesor Universidad Nacional