La política y los intereses que la mueven
19/06/2007
- Opinión
Los guatemaltecos estamos observando, más de lejos que de cerca, un pálido proceso electoral que hasta el momento sólo expresa la escasa cultura política que tenemos en el país. La atención más simple se enfoca en los antagónicos discursos de los candidatos presidenciales. Los candidatos a diputados tienen una batalla menos relevante, en tanto que aquellos que se disputan la alcaldía de la ciudad de Guatemala, la más grande de Centroamérica, se empecinan en criticar al egocéntrico alcalde actual, quien con más astucia que capacidad retrasa hasta el último momento el lanzamiento de su candidatura de reelección.
La mayoría de ciudadanos en edad de votar tienen entre sus preocupaciones, la violencia, el desempleo, el duro incremento en los precios de productos de la canasta básica, la imparable subida en el costo de los combustibles y en la cola de los temas de interés, aparece el elemento electoral. Esto ocurre, en parte, por la trillada forma en que se suele hacer la política proselitista. Pero fundamentalmente porque ninguno de los partidos participantes, ni sus candidatos, resultan atractivos para un electorado que se muestra desencantado de lo que hasta ahora conoce del sistema democrático.
La apatía de los electores se expresa con claridad en dos hechos, que para nada son casuales. El primero es el elevado porcentaje de indecisas entre las personas aptas para votar, que en las mediciones de opinión superan el 40% de la muestra estadística, o no saben por quién votar. Este dato es importante porque nos conduce al segundo hecho evidente y concluyente: la gente no participa en los partidos políticos, no se siente identificada en ellos ni representada en éstos. La más clara proyección que puede hacerse, si las elecciones fueran hoy, es que el nuevo Gobierno sería, digámoslo así, débilmente legítimo, con amplísimas posibilidades de provocar frustración en el corto plazo.
Aquel desinterés y apatía que respiramos en el ambiente del ciudadano ‘común’, es muy contrario a la aplicada y aprovechada atención que los grupos económicos del país prestan a la contienda electoral. Son estos grupos y, en más de un caso, familias las que tienen amplios intereses en los resultados electorales del próximo 9 de septiembre. Así como la apatía en la mayoría de los ciudadanos tiene su explicación, también el esmero que tiene la oligarquía por los resultados, la tiene sobrada.
Contar a los muy ricos de este país es fácil. Puede tardar diez segundos o diez apellidos, unos más recientes que otros pero finalmente pocos. Pese a ello, históricamente han demostrado abierta incapacidad para ponerse de acuerdo y conciliar una estrategia política y económica común que sea capaz de llevar al país al desarrollo. Lo que observamos al recuperar la historia es una constante y frecuente pugna por las riquezas del país y por controlar el poder político. En muy raras excepciones han conciliado intereses para establecer alianzas coyunturales, de muy corto plazo.
Sus disputas por el poder no es asunto de ligereza. Hoy la pelea se extiende hasta los partidos políticos. Prestar atención más dedicada a los partidos y sus candidatos puede ser muy revelador e interesante para aquella ciudadanía desinteresada hasta el momento de la batalla electoral. En todos los partidos políticos de derecha hay representantes de los distintos grupos económicos o familias pudientes. En algunos casos, las familias de poder económico tienen celadores en dos, tres o más partidos. Les hacen generosas ‘donaciones’ y les abren las puertas de los mass media. Para comprender esto es necesario hacer ver que los periódicos de mayor tiraje en el país tienen capital de estas familias o grupos.
Basta correr levemente el telón que hay detrás de los candidatos para identificar el andamiaje económico que los mueve.
Los ejemplos de la intervención de estas familias en los partidos son muchos, pero sólo haremos referencia a los casos más destacados en los partidos de mayor presencia. En la UNE, el candidato Álvaro Colom encabeza la intención de voto en estas elecciones pero en las dos anteriores que ha competido había figurado como el malo de la película, especialmente en la última, se le presentó insistentemente como el candidato de la corrupción, el narcotráfico y otros elementos del crimen organizado. Curiosamente, los medios han dejado de atacarlo y la oligarquía ha cesado su insistente crítica hacia él.
En ese partido, el candidato vicepresidencial Rafael Espada, entre otros, es identificado como puente entre el partido y uno de los segmentos de la oligarquía; Otto Pérez Molina, el candidato del Partido Patriota tiene como vicepresidenciable a una expresión, más orgánica, de la cúpula empresarial, Ricardo Castillo Sinibaldi, quien ha sido presidente del CACIF cuatro veces, vicepresidente otras cuatro y director en varias ocasiones, también presidente de la Cámara de Industria, gerente de la Pepsicola y ministro de Desarrollo Urbano y Rural en el Gobierno del ex golpista Jorge Serrano Elías.
Rigoberta Menchú, la candidata que proviene de los sectores pobres y rurales del país, y de quien se cree no superará el diez por ciento en el conteo final de votos, también tiene como compañero de fórmula a un representante de la clase económica: Luis Fernando Montenegro, de trayectoria cafetalero, ex presidente del CACIF y de la todopoderosa ANACAFÉ. Sobra recordar que destacados miembros de esta organización son los principales promotores de los desalojos que con violencia se realizan contra campesinos.
En el caso del partido oficial la situación no varía, es más, en su plataforma muestra una continuidad de lo que queda del gobierno de Óscar Berger, etiquetado desde su campaña como una agrupación partidaria de empresarios para empresarios. Allí el candidato a la vicepresidencia es otro representante de la oligarquía, del sector azucarero para más señas, hijo de Fraterno Vila el responsable de las finanzas del deteriorado PAN, cuando éste era dominado por Álvaro Arzú y Berger sólo era parte del grupo más cercano.
La situación actual del PAN es muy distinta ahora, el partido ha caído en desgracia y en estas elecciones podría ser la plataforma desde donde se libren las batallas y conflictos de una de las familias más acomodadas y poderosas del país, pero no por ello las más transparentes. Ni mucho menos alejadas de la rivalidad que comentamos párrafos atrás. Pero este tema será motivo de otro artículo.
Fuente: Incidencia Democrática (Guatemala)
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