Algo ocurre
26/01/2002
- Opinión
Y de pronto, pareció como que los argentinos nos despertamos, nos fuimos
levantando, como quien sale de una larga convalecencia, pero con toda la
energía de querer afirmar, que aquí estamos.
Los días 19 y 20 de diciembre pasado, ya casi se han constituido en
epopeya, se habló y se habla, se escribió y se escribe sobre la "pueblada"
comenzada a expresarse en forma contundente en esos días.
Con formas inéditas y creativas, ingeniosas y combativas, se manifestó el
pueblo, enfrentando estado de sitio y represión, ambas, formas de expresión
de la afirmación omnipotente del poder (aunque esté jaqueado en su
legitimidad) de la clase dominante, que muchos ni siquiera conocían o
habían experimentado antes.
Cacerolazo mediante, parte del pueblo, después de apropiarse de la ciudad,
se apropió de "la Plaza", símbolo de muchas luchas y metáfora del
movimiento popular frente a "lo institucional". "El pueblo quiere saber de
qué se trata", pero también quiere tener participación en lo que se trate y
lo involucre.
Otra parte del pueblo, se expresaba también en forma contundente tratando
de que se visualice, que el hambre de mujeres, hombres y niños, desocupados
los primeros, desamparados los últimos, no es sólo una cuestión sociológica
que sirva para ser desmenuzada en la "academia", sino que constituye una
realidad concreta y que si no se permite o se impide (con la práctica de
los modelos económicos implementados), ganarse el pan con el "sudor de la
frente", resulta legítimo expropiarlo porque a diferencia de las doctrinas
liberales, es justo sostener que primero está el derecho a la vida
(incluyendo la alimentación que permite esa vida) y mucho después está el
derecho a la propiedad.
Durante y después se oyeron voces, comentarios, dudas: ¿será todo lo
espontáneo que dicen ser?, ¿hay "infiltrados"?, ¿de donde?, ¿es el aparato
del Partido Justicialista el que impulsa los saqueos?, serán provocadores
de "los servicios"?
Seguramente había parte de verdad en muchos de esos interrogantes, pero
resultan secundarios a la hora de ponderar la multitud, el coraje, el
hartazgo, la bronca. Los análisis "conspirativos", minimizan lo
sustancial, se ponen de espaldas frente a lo importante que fue y sigue
siendo, la movilización popular que logró modificar el escenario político,
provocando en primer lugar, el golpe final que llevó a la renuncia de un
presidente depreciado, sobre el cual buena parte de los que manifestaron en
las calles, había cifrado esperanzas.
Es claro que lo "espontáneo", siempre en realidad, es relativamente
espontáneo, siempre hay un terreno abonado, no está vaciado de
antecedentes, de prolegómenos, de hechos y luchas previas que contribuyen a
la expresión que finalmente brota. Es como aquel personaje clásico que
hablaba prosa sin saberlo.
Las marchas, los cortes de ruta, los desocupados devenidos en movimiento de
piqueteros, creciendo y organizándose; la prédica constante de los
movimientos de derechos humanos, que se fueron sucediendo en los últimos
años, el paulatino crecimiento de los votos por izquierda en la Ciudad de
Buenos Aires, que se tradujo en cinco diputados a la Legislatura porteña en
mayo de 2000, la más reciente expresión multitudinaria de la consulta
popular para que se instrumente un seguro de empleo y formación, son
algunos de los hitos relevantes en el devenir de la conciencia popular.
Y junto con ello, la más extensa y cada vez más asumida conciencia, de la
profunda crisis de representación política en la que estamos sumergidos,
que se expresó en las últimas elecciones del 14 de octubre de 2001, con la
abstención, el voto en blanco, el voto voluntariamente impugnable
(introduciendo algún objeto, citas o fotos pornográficas, personajes de
historieta, líderes históricos, etc.), pero también con el voto positivo y
en aumento, -particularmente en la Ciudad de Buenos Aires-, por distintas
expresiones políticas de la izquierda, lo que permitió después de años de
ostracismo a nivel nacional, llevar tres diputados al Parlamento (a pesar
de no haber superado su fragmentación, cuestión también lamentada y
señalada, por los propios votantes).
Un poco de historia
Largos años de persecuciones y muertes de la mano de la dictadura genocida,
largos años de aletargamiento presididos por el discurso radical-
alfonsinista, de que con la democracia se come, se cura, se educa, aunque
esas consignas sólo fueran eso, discurso enmarcado en "posibilismos
articulados como imposibles", que nos hicieron más que dudar acerca de si
lo que se estaba construyendo era una democracia de verdad, o una
democracia formal y anémica, largos años de maceración ilusionista de que
con la convertibilidad, el 1 a 1, los viajes, lo importado, se iba a
alcanzar la panacea del soñado "primer mundo", que contribuyó a anestesiar
a una clase media cada vez mas reducida, cada vez mas pauperizada mientras
aumentaban en forma geométrica las cifras de los desocupados, de los
pobres, de los indigentes, mientras se profundizaban en forma grosera, las
desigualdades en la sociedad argentina y apenas dos años para que quienes
pensaron que la opción nuevamente radical (esta vez delarruista) habría de
acabar con tanta corrupción, latrocinio, robo al pueblo, se dieran cuenta
que en la práctica resultaba más de lo mismo, profundización del modelo
neoliberal. Esta es la sintética historia de los últimos 26 años en
nuestro país. Años en los que fueron quitándonos paulatinamente la
ciudadanía social, aunque hayamos recuperado la ciudadanía política.
¿Donde estamos? ¿Qué nos está pasando?
Sin que nos propongamos hacer futurología, ni autocrearnos falsas
expectativas, no podemos dejar de sostener que algo ha comenzado a cambiar
a partir del 19 de diciembre. Es lo que podríamos llamar un punto de
inflexión, pero esto resulta muy general. Preferimos considerar que se ha
producido un salto cualitativo en lo que hace al quehacer popular.
Esto se traduce en que se están dando pasos hacia la constitución de un
sujeto colectivo, histórico, que se identifica con el concepto de pueblo,
reapropiado socialmente y superador del anodino y de moda vocablo "gente",
que refiere particularmente a entronizar sujetos sin atributos, una
pluralidad de individuos, no articulados como sujetos de acciones comunes o
coincidentes.
Desde el 19 de diciembre, entonces, la sociedad civil se encuentra envuelta
en un acelerado proceso de cambios inorgánicos o no, anárquicos o no, más o
menos organizados, más o menos programados, siempre nuevos.
La propia composición y reivindicaciones esgrimidas no son las mismas, día
a día se profundizan o se amplían. El 19 de diciembre parecía concentrarse
todo en la lucha contra el "corralito", decretado por Cavallo, que
encerraba literalmente los ahorros, no permitiendo su extracción más allá
de una suma mínima, mientras que los titulares de las fortunas apreciables
ya habían retirado su patrimonio del país.
Era la expresión del comienzo del repudio a un sistema financiero creado
por la dictadura militar en 1977, rediseñado por el modelo de
convertibilidad, concentrado en pocas manos, extranjerizado y puramente
especulativo que proporciona elevadísima renta financiera a favor de un
pequeño núcleo de bancos. Un sistema financiero que se presentaba como
canto de sirena para atraer a la clase media y "convencerla", de que con él
estaba más cerca de los poderosos financistas, cuando la realidad era la de
la creciente pauperización, quiebra empresaria, despojamiento. La
pasividad estaba garantizada mientras no se viera comprometida la
vulneración de sus derechos fundamentales de clase: los de propiedad y esa
pasividad también era garantía de tranquilidad para la dirigencia política
del sistema hegemónico.
Pero se tocaron burdamente sus patrimonios y la acumulación de problemas,
de subsistencia empresaria o de clase, se convirtió en el detonante de una
bronca ya instalada pero todavía guardada en la intimidad, y de la
intimidad de la casa salieron las cacerolas, adminículo simbólico del
"hogar". Se esgrimieron con curiosidad, con interrogantes, en muchos casos
tratando de no "parecerse" a los otros, a los que nada tienen y venían
ocupando las calles, cortando las rutas por las que muchos de los titulares
de cacerolas llenas transitaban cuando venían de sus propiedades criticando
esa "molestia".
Se salió de las casas como "afectados" financieros, solos o en familia, se
encontraron con los demás, tan iguales a uno, tan sujetos expoliados como
uno y se encontraron también con muchos de los "otros", a los que nada
habían acorralado, porque nada tenían, ni siquiera para acorralar, pero que
ya estaban hartos y querían expresar también sus broncas y todos se fueron
transformando de individuos en ciudadanos, en sujeto colectivo. Y los
jóvenes se sumaron porque tenían todo para reclamar.
Y cuando se vivía la alegría de reconocerse unos en los otros, fueron
atacados, porque el poder necesita mantenernos como individuos y no nos
soporta como ciudadanos. Por qué nuestros ojos lloran?, se preguntaban
aquellos que nunca habían sabido de la existencia práctica de los gases
lacrimógenos. Y se sumaron los palos, la represión policial, ordenada por
el poder político y que como ya se sabe no necesita muchos estímulos para
convertirse en brutalidad.
Y muchos se fueron a sus casas excitados por las nuevas experiencias
vividas, ya nada sería igual. Se había perdido la virginidad, se habían
iniciado en la lucha.
También estuvo la presencia de los que sí ya tenían experiencia en estas
lides y que supieron entender, en esa instancia, la exigencia de los
"primerizos", de no alzar banderas particulares ni pancartas
identificatorias. Todos éramos el pueblo.
El 20 de diciembre, se continuó, se amplió en reclamos y en composición
social y política, del corralito a los bancos, a la banca extranjera
(mayoría) que después de llevarse del país enormes ganancias, escurre el
bulto de la responsabilidad de sus casas matrices, a la política económica,
el quiebre de las pymes, la falta de mercado interno de la mano de la cada
vez más creciente pauperización, las cifras crecientes de desempleo y
subempleo.... Y fueron la "clase media", y los desocupados, y los
militantes sociales y políticos de izquierda. El "estado de sitio", no
arredró al pueblo, tampoco los provocadores que el poder "supo" infiltrar
para asustar con la "violencia". Ni la represión brutal de parte de
uniformados y no uniformados, de pie o de a caballo. Cada vez se avanzaba,
se retrocedía y se volvía a avanzar. Así por varias horas.
Hasta que se conoció la noticia: había renunciado el Presidente De la Rua.
Antes lo había hecho el funcionario de todos, dictaduras y gobiernos
civiles: el ministro Cavallo, el mismo que había sido rechazado en las
elecciones presidenciales de 1999, las que habían entronizado a De la Rua,
por el 92% de la población y que sin embargo había sido llamado a jugar el
papel de "salvador" (de qué?, sin duda del modelo neoliberal hambreador).
La movilización popular, la del hartazgo, la de la bronca había triunfado,
recuperando la confianza en sus propias fuerzas.
A cargo del gobierno de la Alianza, la masacre: 32 asesinados (algunos
medios sostienen que 30) por las fuerzas represivas, regulares o no,
ordenado el operativo por el Presidente de la Nación, por intermedio de su
Ministro del Interior y ejecutado por el Jefe de Seguridad y el de la
Polícia Federal y sus efectivos.
Imposible no rememorar otras masacres en la cuenta del radicalismo: la de
la Semana Trágica en 1919, la de la Patagonia rebelde en 1921. Imposible
no exigir el castigo de los responsables directos.
Un poco sobre la política y los políticos. ¿A quien conviene el
apoliticismo?
El crecimiento del movimiento popular en número y conciencia, fue
impresionante. Este es el saldo a nuestro juicio más importante.
Claro que podríamos expresar legítima preocupación, por la persistente
insistencia de muchos, en repudiar a todos los políticos o más aún a la
política misma, tirando como se dice comunmente junto con el agua sucia del
baño al propio niño bañado. Se puede comprender esta postura, a partir de
la traición, la perversidad y la agresión consecuente de los políticos del
sistema a los intereses y deseos del pueblo, generalmente expresados
electoralmente, pero un tiempo de reflexión seguramente señalará, que hay
dirigentes políticos y representantes, especialmente los pertenecientes a
las opciones de la izquierda que no están comprendidos en las conductas
habituales y absolutamente reprobables de los políticos señalados como
responsables de buena parte de la situación actual en la Argentina.
Y algo más, el supuesto "apoliticismo", también es producto de la
pretensión de existencia de un "pensamiento único", por parte del modelo
neoliberal, que viene trabajando por años en "meternos" esas ideas, en que
las consensuemos. Rechazar este modelo implica rechazar su ideología. No
nos confundamos, todos hacemos política permanentemente, los cacerolazos,
los piquetes, los reclamos, las huelgas son también una forma de política,
con ella estamos expresando lo que queremos no a nivel individual
solamente, sino para el conjunto social. Estamos eligiendo una medida y no
otra.
Lo que se rechaza entonces en la práctica es una política, la del poder
dominante de los organismos financieros internacionales, las
multinacionales, el capital. Y se elige que haya otra, o por lo menos, se
sabe lo que no se quiere.
Naturalmente, las opciones que permanentemente está formulando el
movimiento social, deberían articularse en expresión política concreta para
que ellas sean las que se lleven a cabo. Y que sean esas expresiones las
que en definitiva triunfen no sólo socialmente sino también a la hora de
elegir los representantes políticos, justamente para que las políticas
populares sean las que se cumplan, controladas por las organizaciones que
las sustentan.
Sino el panorama es el de que la protesta social queda sólo en expresión y
repudio, que puede o no ser oído por un gobierno que le es ajeno pero que
seguirá no obstante, ejerciendo la decisión política fiel a los intereses
que defiende (que ha quedado suficientemente demostrado, no son los del
pueblo).
Prácticas democráticas populares
La práctica en este mes escaso desde que se desatara la ira popular, ha
mostrado que se está desarrollando un proceso de organización de Asambleas
Populares, barriales e interbarrial, inédito en la experiencia argentina,
lugares públicos por su composición y radicación en los que se llega a las
decisiones sobre la base de las prácticas más auténticamente democráticas,
la del voto directo de todos los concurrentes. De esa forma han ido
incorporando cada vez más puntos a sus reivindicaciones, hasta constituir
verdaderas propuestas programáticas que expresan los intereses de distintos
sectores componentes de la categoría histórica de pueblo: llamar a
elecciones ya, apoyar a los piqueteros, remoción de la Corte Suprema, no a
la deuda externa, nacionalizar la banca, organizar la propia seguridad,
terminar con el corralito, impedir el aumento de las tarifas de los
servicios públicos, exigir la entrega de medicamentos, y muchos más.
Con todo esto, se rechazó en los hechos el intento del gobierno por
focalizar los problemas tratando de aislar a los desocupados de la clase
media, a través por ejemplo, de prometerles un plan social o desplazando
los problemas de los sectores más desprotegidos, desplazando el tema de la
pobreza por el corralito.
La expresión popular supo sabiamente aunar los problemas y no
dicotomizarlos.
Unas palabras sobre la política de los políticos del sistema
Aupados sobre el rechazo popular al gobierno de De la Rua, no dudaron en
resolver la crisis institucional, a su manera, es decir, pactando por sobre
los intereses del pueblo. No nos estamos refiriendo al punto de vista de
lo constitucional, sino de lo político dentro de la "salida"
constitucional.
En la más pura ejecución del bipartidismo existente la decisión tomada
implicó que si la Alianza tuvo que salir corrida por el pueblo, le tocaba
el turno entonces al Justicialismo. ¿Acuerdo de "caballeros"?, ¿remedo de
lo que se pensó alguna vez como nuevo movimiento histórico? ¿Pacto de
Olivos II? ¿Olvido de que Duhalde (salteamos la "opción" Rodriguez Saa)
había perdido las últimas elecciones de 1999?. No, omnipotencia conjurada
de justicialistas, radicales y buena parte de los jirones del Frepaso, con
la oposición decidida de la expresión de la izquierda en el Parlamento y la
desteñida del ARI, que cambió a último momento su voto de abstención, por
un voto en contra, aparentemente a raíz de la torpe agresión de un
encumbrado diputado justicialista.
A pesar de grandes promesas en su discurso de asunción, el presidente
Duhalde, diríamos que para no salir del común que conocemos desde 1984,
hasta ahora no ha hecho sino más de lo mismo. Persecusión sumisa del FMI y
recibo de las indicaciones del gobierno de los EE.UU. Asunción de las
"presiones" de la gran banca internacional. Cero medidas que tengan que
ver con el famoso "polo productivo". Resultado inmediato: mayor número de
quiebras de pymes, suspensiones y despidos por parte de las grandes
empresas. Aumento del número de pobres. La crisis política continúa.
Y en cambio de escuchar a esos desarrollos fabulosos producto de la
creación del pueblo que son las asambleas barriales, se dedica a intentar
"asustarlas" anunciando peligros de infiltración, de violencia, para que no
se reúnan, para que no vayan a "la Plaza de Mayo", la "plaza de todos".
Pero se va no obstante, de todos los barrios, solos o en familia, pero ya
organizados dentro de la estructura barrial o de movimiento, como el 25 de
enero. Y cual profecía autocumplida, la verdadera fiesta de juntarse y
exigir, de reconocerse otra vez el uno en el otro, asegurando entre todos
la propia seguridad, indicando a los más audaces que no había que dar pie a
la represión, se termina abruptamente, cuando ya todos se iban, contentos y
pacíficos en sus exigencias, por una represión policial que movilizó más
efectivos que nunca y que se dio a la tarea infame de perseguir, gasear,
detener, golpear, tirar balas de goma, lastimar, herir, sorprendiendo
incluso a los medios informativos que cubrían la convocatoria, tanto por su
irrupción inexplicable como por su brutalidad.
Hace unos días el vocero Amadeo, había dicho, que sólo se reprimiría para
defender las instituciones (en realidad los inmuebles donde se alojaron-
Cabildo- o se alojan) en su carácter de propiedad pública y la propiedad
privada. Ayer dijeron que las fuerzas de seguridad sólo actuarían para
cuidar o defender a los manifestantes pacíficos. Si esto es así, nos
preguntamos entonces varias cosas:
- ¿Si se defiende la propiedad pública, porque se ataca a los
manifestantes, afectados en cuanto a la traición de la representación
política otorgada.
- ¿Si se defiende la propiedad privada, porque se ataca a los
manifestantes, afectados en su propiedad privada, tales como sus
ahorros, sus sueldos, su alimentación, su trabajo, su futuro?
- ¿Por qué no se toman medidas concretas con los que le roban al pueblo,
lo engañan, lo expolian?
- ¿Si la consigna es defender y cuidar a los manifestantes pacíficos,
porque entonces se los corre, se les tira gases, balas de goma, se los
detiene?
Entendemos que las incongruencias hay que señalarlas, para que no siga
operando la manipulación. No olvidemos que en el debate sobre la impunidad
respecto a los crímenes de la dictadura genocida se consideraron
prescriptos delitos contra la vida y no contra la propiedad. Bienvenido si
esto ha significado que estén presos los responsables, pero no podemos
obviar la jerarquía de los valores.
Volviendo a las Asambleas
Reflexionando sobre este tema, pensamos que se están constituyendo como una
afirmación del concepto de lo público, es decir, de aquello que corresponde
al interés del pueblo, que tiene que ver con el funcionamiento de la
comunidad, con su participación.
Desarrollarlas y fortalecerlas pareciera ser la justa consigna. Antes
decíamos de su actuar democrático. Se están convirtiendo en el lugar de
exigencia, programación y control de los poderes institucionales hoy
hegemónicos.
En ese sentido, pueden ser articulantes de la esfera pública del Estado y
la esfera pública de la sociedad civil o no estatal, en el sentido de
desarrollo de construcción social y política necesaria para el
establecimiento de redes solidarias, de organización defensiva de la
situación dominante.
Hoy, no sabemos cómo va a seguir el proceso popular inédito que está
sucediéndose, son experiencias cambiantes, desarrollos diferentes a los
acostumbrados tradicionalmente, sobre todo, para aquellos que formamos
parte de organizaciones sociales y políticas ya existentes y que intentamos
permanentemente articular lo social y lo político, combatir la
fragmentación que sólo es funcional al sistema.
Pero estas formas organizativas que está adoptando el movimiento popular u
otras nuevas, y que deben verse desde adentro mismo de esta movilización,
sin duda, también podrían llegar a contribuir (pensadas a futuro), al
proceso de construcción del sujeto popular, necesario para llevar a cabo
los cambios profundos que esta sociedad precisa, que yo visualizo en
definitiva en el socialismo, como la alternativa globalizadora a la
globalización capitalista actual.
Lo que parece imprescindible y fundamental es la necesidad de construir
alternativas sociales y políticas que impliquen un cambio sustancial y
estructural, que tengan en cuenta las formas de la propiedad social, que
reinvente formas verdaderamente democráticas, formas de hacer política,
formas de participación y control de las reales mayorías, los hoy excluidos
de sus derechos y conquistas, expulsados de la producción, o en la
producción pero precarizados, flexibilizados, desamparados de seguridad
social y jurídica, desprotegidos de políticas sociales.
Se trata de que los pueblos recuperen o reapropien lo que les fue
expropiado: el poder social. Y para ello es imprescindible que se esté
seguro de la titularidad de los propios derechos.
Hay que deconstruir y construir en el espacio de la política las bases y
condiciones del poder popular, desde el movimiento social (con más o con
menos grado de organicidad) y desde los partidos políticos antisistémicos,
sin falsas dicotomías que fragmentan intereses comunes, dispuestos a dejar
de lado sectarismos y personalismos.
* Beatriz Rajland, Vice-presidenta de la FISYP. Profesora de Teoría del Estado, UBA.
* Texto publicado en "Rebeliones y Puebladas: diciembre 2001 y enero
2002. Viejos y nuevos desposeídos en Argentina". Cuadernos de la FISyP,
cuaderno 7 (2° serie), enero de 2002
https://www.alainet.org/es/active/1787
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