UNASUR: La coordenada bolivariana

06/05/2007
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UNASUR

El 16 de abril, en el marco de la I Cumbre Energética Suramericana celebrada  en la Isla Margarita – Venezuela, los Mandatarios  de 12 países de la Región decidieron conformar la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).

El propósito es construir  una “
verdadera integración en las áreas energética, económica, política”, como lo manifestó el Presidente venezolano Hugo Chávez, superando las visiones y las prácticas parciales de los dos proyectos de integración vigentes en la Región, la Comunidad Andina de Naciones – CAN – y el MERCOSUR.

La Coordenada Norte-Sur

Los viejos sueños de Bolívar para la integración de América del Sur han chocado sistemáticamente con el dominio del poder norteamericano.

La coordenada Norte-Sur, la visión imperial actual se condensa en la propuesta del Área de Libre Comercio para las Américas – ALCA –. El hilo conductor es una doble subordinación de las repúblicas latinoamericanas al poder del Estado y de las transnacionales norteamericanas: la integración por el imperio del mercado dominado por el capital rentista y financiero.


Esta propuesta fue derrotada en la Cumbre de las Américas de noviembre del 2003, por la oposición frontal de Venezuela, que propuso la alternativa del ALBA, y que contó con el apoyo directo de Argentina y un apoyo condicionado de Brasil.

El Gobierno de Bush, en septiembre del 2004, buscó una salida a través de la negociación de Tratados de Libre Comercio (TLC) bilaterales con Colombia, Ecuador y Perú, y la posterior incorporación de Bolivia. También este intento ha sido derrotado: no concluyen los procesos en Colombia y Perú, a pesar del alineamiento de los Gobiernos de Uribe y Alan García; mientras en Ecuador y Bolivia, una larga lucha de resistencia de los pueblos y de los movimientos sociales y el triunfo de los Gobiernos nacionalistas de Rafael Correa y Evo Morales, han enterrado el proyecto imperial.

Un nuevo período

Esta derrota es el signo de que se cierra un largo ciclo. La expansión financiera  de los países centrales, liderada por el capital norteamericano, iniciada en la década de lo 70, empieza a agotarse. Y se abren nuevas coordenadas para la integración.


Después de la Segunda Guerra Mundial empieza un período de expansión del capital bajo su forma productiva: el modelo fordista. La expansión se asienta en la confluencia del Estado de bienestar en los países centrales y la implementación de un modelo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), acompañado con procesos de reforma agraria, aunque parciales, en los países en desarrollo.

Este proceso “permitió crear una base industrial en las antiguas zonas agrarias del mundo… estas industrias estaban orientadas hacia los mercados internos que se expandían con las reformas sociales ya citadas. Pero en 30 años de expansión fueron alcanzando áreas del mundo donde las reformas sociales ya no eran bienvenidas para el sistema mundial. Los cambios sociales ganaban dimensiones mucho más profundas que las aceptables por el sistema socioeconómico dominante –el capitalismo se sentía conminado por el contenido antiimperialista y socializante del movimiento reformista mundial-. Con esto, la expansión de los mercados mundiales se hacía muy cara y peligrosa.”[1] El peligro estaba en la articulación de los procesos de industrialización con  el ascenso de las revoluciones de liberación nacional que tenían sus signos en la derrota del EE.UU. en Vietnam y en el triunfo de la Unidad Popular en Chile.

En este marco surgen en América del Sur iniciativas de integración como la CAN y MERCOSUR, todavía dominadas por una visión comercial parcial de integración aduanera, aunque enuncian una proyección hacia otros campos de la economía.


Este ciclo se cerró a inicios de los setenta y dio paso a un nuevo proceso: de un lado, los impactos de la revolución científico-técnica y la presencia de nuevos actores sociales, que colocaron a la humanidad ante la posibilidad de un orden planetario más justo. Y de otro, el salto del capital hacia un nuevo ciclo bajo la forma financiera, lo que implica la acumulación del trabajo y del tiempo futuro, y la absorción especulativa de las diversas formas de producción de riqueza por el capital financiero transnacional, en una espiral creciente hasta alcanzar una dimensión planetaria.

El primer impulso de este salto estuvo en la absorción de los excedentes petroleros de los 70, en un doble movimiento: la declaración unilateral del Gobierno estadounidense de Nixon sobre la no-convertibilidad del dólar; lo que alteró el sistema monetario acordado en Bretton Woods y generó la base para la separación entre capital productivo y su representación monetaria, en un movimiento regresivo al de la constitución de los capitales financieros en el ciclo anterior.[2]

Este paso configuró un campo económico nuevo para el manejo del boom petrolero: el alza del precio internacional del petróleo generó una alta masa monetaria que fue cubierta con petrodólares inflados por la no-convertibilidad. Esos petrodólares fluctuantes, tanto por razones económicas – la contracción y crisis del capital productivo – como políticas – el debilitamiento de las políticas nacionalistas sobre todo en los países árabes – no podían encontrar espacios de inversión; por lo cual revierten nuevamente al flujo financiero de los países centrales: los petrodólares alimentan la expansión de la banca norteamericana y europea.

El paso siguiente fue el endeudamiento agresivo y fácil de los países periféricos con los fondos de esos mismos petrodólares. En una nueva decisión unilateral de los gobiernos centrales y de las transnacionales – el eje Reagan-Tatcher –, se modificaron los términos iniciales de endeudamiento, con el acortamiento de los plazos y el aumento de las tasas de interés: se generó el campo para el largo calvario de la deuda externa, como dispositivo para un segundo período de absorción del capital productivo, a través de las políticas neoliberales de la privatización de la riqueza acumulada como propiedad estatal y de la flexibilización laboral para la sobreexplotación del trabajo.

La deuda externa fue el eslabón para la articulación de nuestro Continente a la expansión del capital financiero transnacional y para la aceptación de las políticas neoliberales escanciadas por los organismos económicos multilaterales: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la OMC.

La voracidad y el poder del capital financiero transnacional encontraron un tercer campo de absorción de la riqueza después de la caída del Muro: la riqueza acumulada por el “capitalismo sin capitalistas” en los países del “socialismo real”, pasó a engrosar los flujos del capital financiero ahora globalizado. Occidente podía proclamar el “fin de la historia”, el tiempo de la plenitud”.

Entramos en un nuevo ciclo de expansión del capital, bajo su forma de globalización financiera: este período se ordena en torno a cinco líneas de monopolios transnacionales: de los recursos naturales – sobre todo energéticos, agua y biodiversidad – de los recursos financieros, de los  recursos bélicos – especialmente de las armas de destrucción masiva –, de los recursos de la información y el conocimiento – sobre todo ligados a la revolución científico-técnica –, de los recursos de la comunicación.[3]

Sin embargo este ciclo de globalización resultó más corto de lo que previó la euforia de los países centrales y las transnacionales. La naturaleza del capitalismo, agudizada por el carácter especulativo de su forma financiera,[4] se bifurca en un nuevo curso de contradicciones entre la capacidad productiva de la humanidad y la apropiación monopólica de la riqueza en manos de las transnacionales. La expansión del poder usamericano por el predominio militar ha desembocado en una doble derrota: militar en Irak y política en América Latina; con impactos decisivos sobre el nuevo ordenamiento mundial.
Los hilos económicos de la dominación Norte-Sur se debilitan y abren un espacio propicio para una integración diferente.  El signo es el ocaso de los organismos económicos multilaterales: “El Banco Mundial atraviesa el peor período de su historia. Más débil que nunca, rechazado por un número creciente de movimientos sociales, desacreditado por el nepotismo descarado de su presidente Paul Wolfowitz, sufre, al mismo tiempo, los ataques de varios gobiernos de Latinoamérica que actualmente están organizando la construcción de un Banco del Sur, con una ideología radicalmente diferente. ¿Y si el golpe de gracia estuviera cerca?”[5]
La coordenada Este-Oeste

El tiempo se mueve en espiral: retorna un ciclo de excedentes monetarios en manos de los países periféricos, como el que se presentó en los 70 bajo la forma de los petrodólares.

El desplazamiento de los capitales centrales hacia los monopolios financieros y rentistas produce un segundo desplazamiento en la división internacional del trabajo: se crean nuevos polos de producción industrial en la periferia, que alteran el resultado de la reproducción ampliada de capital. Los impactos de la revolución científico-técnica, sobre todo en informática, robotización y nuevos materiales, abaratan los costos de las copias de los productos industriales, permitiendo la entrada de “nuevas potencias (que) empiezan a amenazar los monopolios centrales de la economía mundial y los excedentes financieros conseguidos con los superávits comerciales substituyen a los poderes económicos que se pensaban totalmente estables.”[6]

Surge un nuevo eje que cobra relativa autonomía ante los ciclos del capital central controlado por el G7 y la tríada USA-Europa-Japón: la expansión de la economía  de China, India, Brasil y Sudáfrica no entra totalmente en la lógica de las presiones del FMI, sobre todo en el manejo de la política monetaria y se convierten en polos que compiten con el centro y que pueden empezar a actuar como ejes subimperialistas en sus respectivas zonas de influencia.

“El aspecto más crucial de la presente coyuntura económica mundial es el enorme excedente de recursos monetarios en manos de los países en desarrollo.” Esto se debe a tres fenómenos: los enormes excedentes de comercio exterior que disponen estos países debido al espectacular aumento de sus exportaciones y un modesto crecimiento de sus importaciones, por la política irresponsable de valorización del dólar que sigue el actual gobierno de Estados Unidos y por la entrada de China como compradora en expansión colosal. El aumento espectacular de la emigración de las poblaciones de los países periféricos hacia los centrales, lo que genera una remesa de moneda muy grande hacia los países de origen. Los movimientos de capital dentro de la tríada de los desarrollados (EE.UU., Europa y Japón) han disminuido a favor de los principales polos de crecimiento mundial, sobre todo China.[7]

A esto hay que sumar los procesos de renegociación de la deuda que ha reducido al menos en parte el flujo de excedentes y sobre todo, con la cancelación de la deuda con los organismos económicos multilaterales, ha reducido su espacio de presión; los nuevos esfuerzos de gobiernos progresistas por crear sistemas bancarios propios en el Sur; así como la creciente oposición entre los intereses del capital bancario y financiero y los del sector productivo que se encuentra ahogado por los altos intereses.

Estos procesos abren una nueva coordenada para la integración en el eje Este-Oeste. En nuestro país, el signo está en el eje Manaos-Manta, en el paso de la Base de Manta al Puerto de Manta: el enlace de China y Brasil.

La fuerza dirigente de esta perspectiva en la América del Sur está en el poder del capital y el Estado brasileños. La dinámica de esta integración se mueve en una doble línea: un relativo distanciamiento y negociación con el imperialismo norteamericano, y el surgimiento de nuevas formas de subimperialismo en la Región. El signo está en el modelo PETROBRAS: una empresa transnacional con cobertura estatal.

La coordenada bolivariana

No sólo en el Ecuador, sino en América Latina vivimos un período de transición desde el viejo Estado liberal y desde las herencias coloniales y neocoloniales a un nuevo poder constituyente. Elemento decisivo de este paso es la búsqueda de una nueva integración regional. La característica de la transición es el entrecruzamiento del viejo proceso político y económico que busca un reacomodo y la prolongación, y de las nuevas fuerzas que buscan un cambio, aunque todavía no logran imponer su orientación. Toda transición está marcada por la angustia y la esperanza.

El eslabón perdido-encontrado de esta perspectiva es la soberanía, ya no sólo nacional, sino también popular y regional. Ya no se trata de una visión estatalista de la soberanía, como la impulsada en los años sesenta en nuestro Continente, en articulación tanto con el modelo ISI como con la Doctrinas de Seguridad Nacional. Ahora la recuperación de la soberanía nacional se fundamenta en la soberanía popular, en el poder constituyente del soberano originario, para sentar las bases de nuevas normas y de una nueva institucionalidad del Estado; y se proyecta a una soberanía regional compartida, como el escalón necesario para participar en un nuevo orden mundial justo y en paz.

El dominio del pensamiento único bajo la forma del Consenso de Washington, impuso la visión y la práctica del Estado mínimo en los países periféricos, en nombre de la autorregulación del mercado libre. El resultado fue la renuncia a la soberanía nacional y su transformación de derecho a capacidad. Bajo la visión imperial de Bush,[8] el nuevo orden mundial estaba distribuido en países fuertes, países débiles y países basura, a partir de la capacidad de ejercer su soberanía, entendida ante todo como la capacidad de enfrentar las amenazas del terrorismo y del narcotráfico.

Los cálculos imperiales no se han realizado. Y más bien asistimos a un cambio del mapa político de América Latina, con el surgimiento de gobiernos más autónomos respecto al poder norteamericano, en diversas variantes.

La combinación de la base material-económica, expresada en el control de enormes excedentes monetarios en manos de los países en desarrollo, con la base política, expresada en el debilitamiento del eje Norte-Sur y el surgimiento de gobiernos más autónomos, abre condiciones para otra integración posible.

El debate se centra en la otra integración: la disyuntiva está en la articulación a la coordenada Este-Oeste / China-Brasil; o la construcción de una coordenada autocentrada bolivariana, que se expresaría en iniciativas como la creación del Banco del Sur, para manejar los excedentes monetarios, el Tratado Energético Suramericano, para manejar soberanamente los recursos energéticos, y TVSUR, para construir una soberanía comunicativa.

UNASUR se mueve en esta disyuntiva, aunque marca el alejamiento del primer eje dominado por el mercado financiero y rentista; y el paso a una visión de desarrollo articulada a la dimensión de la vida y de la humanidad.

El eslabón ecuatoriano

Ecuador pasa a jugar un papel clave en esta disyuntiva. La larga resistencia social y el triunfo de Correa detuvieron el cierre del círculo andino alineado con Bush. El símbolo fue la derrota del TLC y la declaratoria de caducidad del contrato con la OXY.

Aho
ra el Gobierno de Correa está atravesado por dos rutas. El signo está en la definición sobre el eje hidrocarburífero Ishpingo-Tambococha-Tiputini, que alberga la más importante reserva de crudo pesado del país – alrededor de mil millones de barriles –, y está ubicado dentro del Parque Yasuní, una de las más importantes reservas de biosfera en el mundo. Inicialmente el Presidente respaldó la tesis del Presidente Ejecutivo de PETROECUADOR, para un acuerdo con PETROBRAS-SINOPEC-ENAP para la explotación del ITT. Pero luego, ante la resistencia de los movimientos sociales y la oposición del Ministro de Energía, Alberto Acosta, se ve obligado a abrir otras posibilidades: (i) la no explotación del crudo a cambio del pago del 50% de los posibles ingresos, como parte de una política ambiental global; (ii) la explotación directa por PETROECUADOR; (iii) la apertura a la participación de otras empresas estatales, como PDVSA.

En la Cumbre Energética de Margarita, los Gobiernos de Ecuador y Venezuela dan paso a un acuerdo para un Tratado Energético que podría incluir una variante audaz y soberana: la creación de un empresa mixta entre PETROECUADOR Y PDVSA para explotación conjunta del ITT y de un campo similar en el Orinoco, a más de la proyección a otros aspectos de la economía petrolera, como comercialización y refinación. El adelanto de esta propuesta contrasta con el retraso del marco jurídico para poder realizarla; lo que exigiría una alta voluntad política de cambio tanto en el Ejecutivo como en los otros poderes, en el Congreso, y también en la sociedad.

La disyuntiva entre la coordenada Este-Oeste / Manta-Manaos / China-Brasil; y la coordenada bolivariana marcará el carácter del proyecto económico para nuestro país en la próxima Constituyente.

Quito, 7 de mayo de 2007


[1] DOS SANTOS Theotonio, Razones del auge económico mundial, Fuente: El Economista, Cuba, versión electrónica, publicada 16/2/2007, www.ide.org.ar

[2] La definición clásica de capital financiero, a partir de Hobson, Lenin y Rosa Luxemburgo, es la de la unidad del capital industrial con el capital bancario. La discusión se centró en que también podía darse bajo la forma de la unidad del capital comercial con el capital bancario. Empero en este nuevo ciclo al interior de esta “unidad” hay una disyunción originaria: la representación monetaria se separa de su base material y puede seguir su propio camino que adopta formas especulativas.

[3] AMIN Samir, Los desafíos de la globalización, Siglo XXI, México, 1997

[4] Un ciclo anual del capital productivo y comercial equivale a un ciclo diario del capital financiero.

[5] MILLET Damien - TOUSSAINT Eric, Banco Mundial. Llegó la hora de bajar la cortina…, versión electrónica, www.rebelión.org, mayo 2007

[6] DOS SANTOS T., Razones, Op. Cit.

[7] DOS SANTOS Theotonio, ¿Qué hacer con tanto dinero?, ALAI AMLATINA, versión electrónica www.rebelión.org, mayo 2007. “Las reservas internacionales más importantes las tiene en este momento China con 1 billón 066 mil millones de dólares. En seguida tenemos a Rusia, con 311 mil millones de dólares; en tercer lugar, India, con 193 mil millones de dólares; en cuarto lugar, Brasil con 106 mil millones de dólares, hasta aquí están los BRICs; en quinto lugar, México, con 68 mil millones de dólares; en sexto lugar, Turquía con 59 mil millones de dólares; en séptimo lugar, Argentina con 35 mil millones de dólares; en octavo lugar, Venezuela, con 34 mil millones de dólares; en noveno lugar, Chile con 19 mil millones de dólares; en décimo lugar Colombia con 16 mil millones de dólares.”

[8] BUSH George W., Doctrina de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de Norteamérica, Washington, septiembre de 2002.

https://www.alainet.org/es/active/17340
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