Paradojas y retos de una negociación
10/04/2007
- Opinión
Los acercamientos entre el Gobierno Nacional y el ELN han producido hasta el momento avances importantes –hay una mesa de diálogo sólida, un acompañamiento de la comunidad internacional, apoyo de los gobiernos locales de Bogotá, Medellín y Valle, sectores de la sociedad colombiana acompañándolo, las partes han puesto sus cartas sobre la mesa-, por ello, se está frente a un momento decisorio para la continuidad y avance del mismo.
Como las conversaciones se encuentran ad portas de las definiciones, las partes tienden a tensionarsen y es normal que surjan prevenciones, preocupaciones y susceptibilidades. Adicionalmente se percibe en las últimas semanas un resquebrajamiento de la confianza entre las delegaciones.
Ahora bien, la paradoja sería que estuviera sucediendo algo no deseable, que las partes estén conversando sin oírse y comprenderse, me explico, que el Gobierno Nacional esté pensando exclusivamente en un proceso de desarme, desmovilización y reinserción –con algunos aditamentos de participación de la sociedad- y el ELN lo esté haciendo en función de un proceso que conlleva la discusión y el desarrollo de reformas políticas y sociales asociadas a la terminación de su confrontación con el Estado.
En la hipótesis, que las conversaciones se rompieran, o entrarán en un estado de ‘congelamiento’, que para el caso es similar, ninguna de las partes puede salir a decir que no tiene responsabilidad; y entraríamos en un escenario de perdedores. Pierde el ELN porque va a desaparecer cualquier tipo de credibilidad acerca de su decisión de buscar una salida política negociada y va a ser percibida como una organización en la cual no se puede ni debe confiar. Pierde el Gobierno Nacional porque mostraría que solamente es capaz de llegar a acuerdos con los grupos paramilitares, con lo cual se acentuaría en sectores de la comunidad nacional y sobretodo internacional, la idea de no tener voluntad para lograr acuerdos con organizaciones guerrilleras. Los países que se la han jugado para apoyar este proceso pierden, por cuanto quedan como ingenuos e incapaces de valorar cuándo unas conversaciones tienen algún futuro; especialmente Cuba que quedaría como un país-huésped que fue incapaz de impedir que fracasara un proceso de conversaciones adelantado en su territorio. Igualmente pierden los ‘gobiernos alternativos’ de Bogotá, Medellín y el Valle que le apostaron a esta posibilidad. Y ni qué decir de los grupos de ciudadanos que hemos tratado de acompañar y facilitar el inicio de estas conversaciones que quedaremos como una especie de ‘idiotas útiles’. En fin, pierde el conjunto de la sociedad colombiana que va a seguir siendo afectada por una organización ilegal que ha sido productora de hechos de violencia.
Pero si no se quiere este resultado perdedor, el Gobierno y el ELN tienen los siguientes desafíos: a) reconstruir la confianza mutua, para esto pueden ayudar la Comisión de Obispos, los países acompañantes o algunas de las comisiones de facilitación y acompañamiento; b) llegar a una fórmula de simultaneidad que combine las expectativas del Gobierno que apuntan a la definición del cese del fuego y de las hostilidades junto con la liberación de secuestrados, con las del ELN de acordar una agenda de temas -reformas políticas y sociales- a analizar y definir con participación de la sociedad y la situación de sus miembros detenidos por el Estado; c) fortalecer instrumentos importantes del proceso como lo han sido Casa de Paz, el acompañamiento internacional y de la sociedad civil colombiana.
No hay duda que debemos apostarle es a la fórmula ganadora y para ello es fundamental que las delegaciones asuman con todo su significado la responsabilidad histórica que tiene entre manos y los sectores ciudadanos amigos de la paz negociada y la reconciliación, acompañar estos esfuerzos desde la distancia y rodearlos de un ambiente positivo.
- Alejo Vargas Velásquez es profesor Universidad Nacional.
Como las conversaciones se encuentran ad portas de las definiciones, las partes tienden a tensionarsen y es normal que surjan prevenciones, preocupaciones y susceptibilidades. Adicionalmente se percibe en las últimas semanas un resquebrajamiento de la confianza entre las delegaciones.
Ahora bien, la paradoja sería que estuviera sucediendo algo no deseable, que las partes estén conversando sin oírse y comprenderse, me explico, que el Gobierno Nacional esté pensando exclusivamente en un proceso de desarme, desmovilización y reinserción –con algunos aditamentos de participación de la sociedad- y el ELN lo esté haciendo en función de un proceso que conlleva la discusión y el desarrollo de reformas políticas y sociales asociadas a la terminación de su confrontación con el Estado.
En la hipótesis, que las conversaciones se rompieran, o entrarán en un estado de ‘congelamiento’, que para el caso es similar, ninguna de las partes puede salir a decir que no tiene responsabilidad; y entraríamos en un escenario de perdedores. Pierde el ELN porque va a desaparecer cualquier tipo de credibilidad acerca de su decisión de buscar una salida política negociada y va a ser percibida como una organización en la cual no se puede ni debe confiar. Pierde el Gobierno Nacional porque mostraría que solamente es capaz de llegar a acuerdos con los grupos paramilitares, con lo cual se acentuaría en sectores de la comunidad nacional y sobretodo internacional, la idea de no tener voluntad para lograr acuerdos con organizaciones guerrilleras. Los países que se la han jugado para apoyar este proceso pierden, por cuanto quedan como ingenuos e incapaces de valorar cuándo unas conversaciones tienen algún futuro; especialmente Cuba que quedaría como un país-huésped que fue incapaz de impedir que fracasara un proceso de conversaciones adelantado en su territorio. Igualmente pierden los ‘gobiernos alternativos’ de Bogotá, Medellín y el Valle que le apostaron a esta posibilidad. Y ni qué decir de los grupos de ciudadanos que hemos tratado de acompañar y facilitar el inicio de estas conversaciones que quedaremos como una especie de ‘idiotas útiles’. En fin, pierde el conjunto de la sociedad colombiana que va a seguir siendo afectada por una organización ilegal que ha sido productora de hechos de violencia.
Pero si no se quiere este resultado perdedor, el Gobierno y el ELN tienen los siguientes desafíos: a) reconstruir la confianza mutua, para esto pueden ayudar la Comisión de Obispos, los países acompañantes o algunas de las comisiones de facilitación y acompañamiento; b) llegar a una fórmula de simultaneidad que combine las expectativas del Gobierno que apuntan a la definición del cese del fuego y de las hostilidades junto con la liberación de secuestrados, con las del ELN de acordar una agenda de temas -reformas políticas y sociales- a analizar y definir con participación de la sociedad y la situación de sus miembros detenidos por el Estado; c) fortalecer instrumentos importantes del proceso como lo han sido Casa de Paz, el acompañamiento internacional y de la sociedad civil colombiana.
No hay duda que debemos apostarle es a la fórmula ganadora y para ello es fundamental que las delegaciones asuman con todo su significado la responsabilidad histórica que tiene entre manos y los sectores ciudadanos amigos de la paz negociada y la reconciliación, acompañar estos esfuerzos desde la distancia y rodearlos de un ambiente positivo.
- Alejo Vargas Velásquez es profesor Universidad Nacional.
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