La dictadura militar y el juicio de la historia
- Opinión
I ¿Qué es el Juicio de
Ante la muerte de Augusto Pinochet, numerosas personalidades públicas y medios de comunicación han declarado que la evaluación definitiva de su persona y su dictadura la hará el Juicio de
Lo que resulta evidente, es que su dictadura dividió una vez más a la sociedad chilena en ganadores (beneficiados por ella) y perdedores (las víctimas y los perjudicados por el mercado). También es evidente que el Juicio Histórico posterior a eso no puede sino estar dividido.
¿Puede el Juicio de
Es lógico pensar que, si la historia la hacen los hombres y las mujeres, la rectificación de los procesos históricos que se tornan anómalos y conflictivos la tienen que realizar los mismos hombres y mujeres. Pero ¿de qué modo? Desde luego: todos ellos, pero no divididos en ganadores (endémicos) y en perdedores (de siempre), sino en comunidad. Es decir: como ciudadanía en actitud de ejercer colectivamente su Poder Constituyente. De ser así, se deriva de eso que, si la mayoría de los chilenos está invocando el Juicio de
a) resistencia civil activa contra la dictadura militar, la que se expresó en las 22 jornadas nacionales de protesta que estallaron entre 1983 y 1987, las cuales aumentaron su radicalidad a contrapelo de la agudización correlativa de la violencia represora;
b) resistencia civil pasiva contra la democracia neoliberal heredada de la dictadura, la que se ha expresado y se expresa, por ejemplo, en la amplia reticencia juvenil a participar en “la” política formal (2.000.000 de jóvenes no inscritos en los registros electorales) y en la falta de credibilidad en las instituciones del Estado y en las clases políticas que confiesa el 90 % de los chilenos, según encuestas (2);
c) presión civil permanente para que se establezca la verdad y se haga justicia sobre las violaciones perpetradas por la dictadura contra los derechos humanos, la que se ha mantenido por décadas, hasta forzar a los Tribunales del país a hacerse cargo de más de 400 acusaciones formales contra Augusto Pinochet, sobre todo después de las acciones emprendidas por la justicia internacional (en España, Inglaterra y Estados Unidos);
d) motivación continua hacia los trabajadores sociales, sociólogos, psicólogos comunitarios, antropólogos e historiadores, a objeto de que éstos lleven a cabo un “balance crítico” de
e) promoción de movimientos ciudadanos, tanto de protesta como de propuesta, tendientes los primeros a invalidar el orden institucional impuesto por
Los pasos que ha estado dando espontáneamente la mayoría de la sociedad civil chilena configuran una transición ciudadana (“Juicio Histórico”) de transparente contenido socio-cultural, pero con proyección histórica y política. Si se pretende ahora formalizar un real Juicio Histórico y se asume en serio el principio supremo de la soberanía ciudadana, entonces esta transición –real, pero ignorada por muchos– expresa ya gran parte de lo que deberá ser ese Juicio y la orientación que deberá asumir su Poder Constituyente.
Una mínima conciencia cívica obliga a reflexionar sobre lo que implica esa transición y a desarrollar un compromiso ético y político con la gran tarea colectiva de llevar a cabo un verdadero y legítimo Juicio Histórico. Los historiadores, intelectuales y gestores sociales que suscriben, que han sido motivados desde hace décadas a colaborar con la transición ciudadana, queremos manifestar hoy –cuando todos los sectores invocan el Juicio de
II De la mitificación de Augusto Pinochet y de “su” obra
Desde el siglo XIX, el Ejército y las Fuerzas Armadas nacionales han intervenido con violencia en los procesos y conflictos ciudadanos, pero no para construir una síntesis superior del conjunto de la comunidad nacional, sino para poner todo su poder de fuego en apoyo de uno de los bandos en pugna, y poner en aplastante derrota al bando opositor.
Es lo que hizo en 1830 el Ejército comandado por Joaquín Prieto y financiado por los mercaderes de Diego Portales: desterró, encarceló, exoneró, fusiló y descuartizó a los pipiolos, demócratas y federalistas (que habían obtenido en todas las elecciones, según Diego Barros Arana, sobre 60 % de los votos computados), y protegió la construcción de un Estado oligárquico, autoritario, librecambista y socialmente excluyente, el que, favorecido por nuevas intervenciones de la fuerza militar (contra ciertas facciones políticas o contra el movimiento obrero) logró ser mantenido, con leves cambios, hasta 1925. Así se cubrió de soluciones militares la historia de Chile: en 1837 contra los sublevados que intentaron poner fin al régimen autoritario de Portales; en 1851 y 1859 contra los liberales que se levantaron en armas contra los herederos de ese mismo poder conservador; en 1891 mediante el alzamiento de
Volvieron a intervenir en el proceso ciudadano, aunque de modo no sangriento, entre 1924 y 1931, cuando deshicieron, reprimieron y marginaron bajo el mando del general Altamirano y del coronel Ibáñez todos los movimientos sociales (que configuraban la mayoría absoluta de la población) que exigían un Estado con preocupaciones sociales e industrialista, para imponer, en contraposición a eso, un 4 Estado presidencialista, copia en muchos aspectos del establecido en 1833. En defensa de ese mismo Estado, las Fuerzas Armadas y policiales intervinieron violentamente en 1931 (“Pascua trágica” de Copiapó y Vallenar), 1934 (matanza de campesinos en Ranquil y Lonquimay, Alto Bío-Bío), 1938 (matanza del Seguro Obrero), 1939 (el “ariostazo” contra el gobierno del Frente Popular), 1946 (masacre de
Y no es necesario recordar su intervención en 1973, que aplastó brutalmente a
Los juicios de mitificación de los ganadores han esculpido siempre (con proverbial rudeza, pero infaltable éxito) el perfil de los “héroes de la patria” (cuyo rasgo común es haber sido dictatoriales y anti-demócratas, como fueron O”Higgins, Portales, Montt, Alessandri y Pinochet) y difundido por doquier la ideología suprema del “orden legal” (que no conlleva necesariamente la legitimidad) dictatorialmente establecido en su origen. Al revés de ellos, los juicios críticos y revolucionarios de los perdedores no han logrado esculpir héroes nacionales (excepto los Presidentes empujados al suicidio) ni “estados de derecho”, pero sí han dado vida a una persistente cultura libertaria, como también a una tradición de heroísmo (e incluso martirio) social, que llena de sinergia las profundidades populares de la historia de Chile desde 1830 hasta el día de hoy. Para los perdedores, el Juicio de
La tendencia de los ganadores a imponer –a golpe de arma, a como dé lugar– los juicios de mitificación que tienen por objetivo legalizar la obra de una dictadura militar ha quedado en especial evidencia en los últimos años. Ha sido el mismo Ejército el que ha iniciado, una vez más, respecto de Pinochet, la imposición de esos juicios. Así, por ejemplo, el 5 de enero de 1996, el Alto Mando Institucional dejó constancia del siguiente Acuerdo Solemne:
“ACUERDO SOLEMNE
En Santiago, a cinco días del mes de enero del año 1996, y por decisión unánime de sus miembros, convocados a reunión por el Sr. Comandante en Jefe del Ejército Subrogante, Mayor General Guillermo Garín Aguirre, el Alto Mando Institucional ha concordado en dejar constancia escrita de los sentimientos de invariable respeto, irrestricta lealtad, afecto y especial deferencia hacia
Firman el General Guillermo Garín y 43 otros generales (3).
El “Acuerdo Solemne” adoptado por el Alto Mando del Ejército de Chile en enero de 1996 es un ejemplo perfecto de cómo se construyen en Chile los “juicios de mitificación” y, también, de cómo el poder de fuego de
Del mismo modo que el golpe militar de 1973 conglomeró en torno suyo a una excitada masa de civiles “seguidores” y “pinochetistas”, el reservado pero ostensible “Acuerdo Solemne” de 1996 los ha ido reuniendo de nuevo, esta vez para cantar a coro la mitificación del dictador y la perdurabilidad de “su” obra. Lo cual ha sido especialmente evidente tras la muerte de Augusto Pinochet, el 10 de diciembre de 2006 (Día Internacional de los Derechos Humanos). Detéctese esa armonía coral en las declaraciones que siguen:
- Sergio de Castro (Ministro de Economía 1975-1976 y de Hacienda 1976-
- Hermógenes Pérez de Arce al mismo diario y el mismo día: La imagen de Pinochet “desborda la capacidad de perspectiva de sus contemporáneos… La economía abierta, las privatizaciones, la reforma provisional, la laboral y la minera fueron políticas suyas admiradas e imitadas… Su Constitución de 1980, aprobada por el pueblo, le dio un mandato adicional de ocho años, por lo cual mal puede ser llamado “dictador”… Fue el estadista chileno más importante y exitoso del siglo XX”.
- Hernán Büchi (Ministro de Hacienda 1985-
- General ® Toro Dávila (El Mercurio, Santiago, 13 de diciembre de 2006, C9): “Como Presidente de
La lista de estos juicios podría alargarse, pero su lógica general está clara: Augusto Pinochet concentró en sí mismo y encarnó por completo el protagonismo y la autoría de todo lo positivo del “orden neoliberal” que el conjunto de las Fuerzas Armadas impuso al país con la ayuda y colaboración de centenares de técnicos, economistas, políticos y empresarios (chilenos y extranjeros), quienes, desde antes del golpe militar, habían prediseñado y clamado por el advenimiento de “ese” orden. Es evidente que estos juicios “sobrecargan” a Pinochet todos los “ajustes estructurales” aplicados en Chile entre 1973 y 1990 y toda la bonanza económica posterior a 1990, pero ninguno de los innumerables crímenes perpetrados durante los 17 años de dictadura. La mitificación de un dictador necesita que éste fagocite en su imagen histórica todas las “obras buenas” ocurridas en su tiempo, pero que expela a la vez toda la excreta humana de sus abusos: el héroe debe ser purificado, incluso de sí mismo. La fuerza de esta fagocitación (personalización) es tan extrema, que llevó y lleva a ignorar las Fuerzas Armadas como institución dictatorial, y a subsumir en el anonimato histórico a todos sus colaboradores civiles. Nótese que Sergio de Castro, Hernán Büchi, Carlos Cáceres –lo mismo que otros– prefieren deslavar su propia contribución histórica y hacer tabla rasa de sus propias obras para atribuir a Pinochet lo que éste no hizo: la construcción “técnica” del orden neoliberal. Es que la tarea de mitificar para la posteridad la figura de un dictador requiere del eclipse colectivo de todos sus colaboradores, de cara a esa misma posteridad. Exige vaciarse de la conciencia propia para hacer de “él” (el Tata, o el Führer) el único gran protagonista de la historia. También exige ofrendar al héroe la identidad y las capacidades propias a través de un ritual fascista que necesita repetir frases de liturgia y ejecutar gesticulaciones que están más cerca de la histeria colectiva que del espíritu cívico de la verdadera ciudadanía. Algo que en los días posteriores a su deceso los seguidores de Pinochet exhibieron hasta la saciedad en los noticiarios de
“Los hombres hacen la historia”, afirmaba Treitschke. “Depende de qué hombres estamos hablando –rectificarían algunos historiadores de oligárquica perspectiva– pues las elites vencedoras son las que, en realidad, la hacen”. Ni los unos ni las otras – terciaría en este punto Georg Friedrich Hegel– pues todos ellos no son más que “instrumentos de los ardides de la razón histórica”. “O de la tiranía de los procesos estructurales de larga duración” responderían a coro Friedrich Engels y Fernand Braudel. A decir verdad, los sujetos históricos actuamos condicionados por los procesos, las coyunturas, las oportunidades, las situaciones y los contextos.
a) El contexto global: Chile, campo de experimentación
Hoy es ya un hecho sabido que la crisis de la democracia chilena del período 1938-73 y la dictadura militar del período 1973-1990 tuvieron lugar dentro de un proceso mundial específico: el colapso del modo de acumulación “industrial-fordista” (base económica común de los regímenes liberal-keynesiano de Estados Unidos, socialdemócrata de Europa Occidental, “socialista”-estatal de
Ante esa creciente perspectiva, varios centros académicos iniciaron el estudio de tales tendencias, preocupados por la forma que pudiese adoptar su desenlace final. Fue el caso –entre varios otros– del grupo de intelectuales que se reunía en Mont Pelerin, encabezados por F. Hayek, y de los economistas de
Es sintomático que
En Chile la crisis del modo de acumulación “industrial-fordista” se aceleró durante los gobiernos de Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende Gossens, que realizaron radicales reformas estructurales en la línea recomendada por CEPAL (dentro de la ley y bajo un sistema democrático de masas), con la inevitable agudización de la inflación, el estancamiento de la productividad (en ausencia de importaciones de bienes de capital), la agitación callejera, y la nula cooperación norteamericana para evitar todo eso. De este modo, en Chile la crisis estalló en 1973, diez años antes que en el resto del mundo (lo que ocurrió en 1982). Hay abrumadoras evidencias de que Estados Unidos colaboró de modo activo para que la crisis, en su dimensión golpista, se precipitara. No bien la dictadura militar logró estabilizarse (hacia 1976), los Chicago Boys entraron en escena, lo mismo que su jefe: Milton Friedman. Por cierto, con el beneplácito del Fondo Monetario Internacional. No fue difícil convencer a
Mal puede atribuirse a la “inteligencia superior” de Augusto Pinochet el diseño, la confección, la aplicación (podría pensarse, incluso, la “comprensión”) de ese programa. Chile fue, desde antes de 1973, un laboratorio de experimentación para los “ajustes estructurales” de tipo neoliberal. Por eso mismo, sólo después que la economía nacional comenzó a dar indicios de reactivación (tres o cuatro años después de la crisis de 1982, la cual había forzado a la dictadura a utilizar el Estado para salvar el sistema bancario), el capitalismo transnacional comenzó a interesarse en él y a “pensar” en invertir allí. Pero no lo hizo todavía: hacia 1985-86 las jornadas nacionales de protesta tenían arrinconada la dictadura (hubo incluso un atentado contra Pinochet) y el riesgo de que se produjera un retorno al populismo o al socialismo, con naufragio del “experimento neoliberal”, era inminente. El único modo de salvarlo –tanto para Ronald Reagan como para Margaret Thatcher era de una importancia capital que ese experimento tuviese éxito en Chile– consistía en que la dictadura neoliberal diese paso a la democracia neoliberal. De ahí que todo el mundo capitalista ejerció una fuerte presión sobre Pinochet, no sólo por la violación de los derechos humanos, sino también –lo que era de mayor importancia estratégica– para que se negociara una transición a la democracia sin modificar un ápice el modelo neoliberal. Numerosos líderes socialdemócratas (que habían decidido ya que era urgente abandonar o reformar el modelo “industrial-fordista”, lo mismo que el “socialismo real”) apoyaron entonces a los políticos civiles chilenos para que se comprometieran en una “transición pactada”. Y éstos, comprendiendo al punto que serían ellos los que administrarían un modelo que tendría un respaldo mundial, no dudaron un segundo en aceptar lo que se les propuso. Así, consumado el experimento a un punto en que se vislumbraban probabilidades de éxito, se efectuó la negociación, se cantó “la alegría ya viene” y, por fin, retornó la democracia al país. No es extraño entonces que, desde 1993, aproximadamente, comenzara a llegar a raudales el capital extranjero –en una magnitud que no había ocurrido durante la dictadura– asegurando por tanto el éxito triunfal del modelo neoliberal instalado en Chile. Era la guinda de una torta construida a gran costo. Encandilados, los políticos de
No fue Augusto Pinochet, por tanto, quien diseñó el modelo neoliberal para Chile (sino
En una perspectiva histórica mundial, Pinochet no fue más que un instrumento en la ejecución de la tarea sucia que Tom Davis había previsto como indispensable en el experimento neoliberal: eliminar en Chile, por la violencia, el sistema previsional pro-trabajador y a todos sus defensores, para levantar sobre sus ruinas el indispensable mercado liberal de capitales. Pinochet, efectivamente, hizo eso, pero con una saña que superó en brutalidad todo lo previsto por los promotores superiores del modelo, y no sólo por un afán de eficiencia, sino –no cabe duda– por el placer dictatorial de hacerlo y para asegurar su propio poder personal. En otras palabras: se creyó el papel que le asignaban hasta en lo más íntimo de sí mismo. Su frialdad, soberbia y la nula conciencia moral con que lo asumió, así lo demuestran. Y que superó en brutalidad metodológica lo previsto por los reales dueños del experimento, lo revela el hecho de que todos los líderes democráticos (y hasta algunos tiranuelos) lo repelieron (como sucedió con sus bochornosos viajes a España, a Filipinas y su encarcelamiento posterior en Londres). Vivió, sin percibirlo, en el centro de un enorme vacío internacional; el cual se abrió de nuevo, condenatorio y unánime, después de su muerte. Fue un dictador genocida “por encargo”, pero él se tomó en serio la tarea, envaneciéndose de ella, tanto, que nunca comprendió que no era más que un mero instrumento en “los ardides de la historia universal”.
Lo grave sería que las Fuerzas Armadas de Chile siguieran siendo dóciles instrumentos en manos de tales ardides.
b) Dictadura + Ley = ¿Democracia?
Los procesos históricos son dialécticos y a menudo entrelazan en un tenso nudo político a fuerzas y movimientos opuestos, lo que ocurre, principalmente, en el plano estructural en que circulan las elites. Esto ha acontecido en Chile, sobre todo, entre las elites civiles y militares que han representado habitualmente los intereses del sector oligárquico de la población y las elites civiles que han representado normalmente las necesidades e intereses de los dos tercios populares de la misma (entre 48 % como mínimo y 68 % como máximo). Pues ha ocurrido que, por la intervención unilateral y fraccionalista de los militares, la minoría ha logrado imponer siempre el tipo de Estado y el tipo de Constitución que mejor interpreta sus intereses, sistema que, al concluir el período dictatorial o de “excepción”, de modo inevitable (legal) pasa a ser administrado por el bloque de mayoría, que triunfa invariablemente en las elecciones normales. Ocurrió eso al constituirse el Estado independiente durante la dictadura de O’Higgins (que repelió los procesos electorales), quien fue depuesto en 1823 por la mayoría liberal, que gobernó el país hasta 1829 sin que hubiera podido establecer un régimen político democrático, por oposición de los pelucones. Sucedió de nuevo con la imposición del Estado Autoritario (oligárquico-pelucón) tras el golpe militar de 1830 (encabezado por Diego Portales y Joaquín Prieto), sistema que, después de las rebeliones armadas de 1851 y 1859, pasó a ser gobernado por la “fusión liberalconservadora”, la que, sin cambiar
Es imposible no concluir que las elites políticas y militares en Chile, pese a sus visiones aparentemente contrapuestas sobre el proyecto-país, han actuado siempre dentro de una “alianza dialéctica”, de facto, y del siguiente modo: por un lado, esa alianza se mueve en el sentido de, primero, excluir a la ciudadanía de la toma de decisiones cuando hay que construir dictatorialmente el Estado y, después, integrarla cuando hay que administrarlo tal cual quedó establecido por
Claramente, todos los actores (de elite) involucrados en esta historia juegan a las escondidas: aparecen en el espacio público, hacen valer con gran aparato su presencia, pero luego se eclipsan, para que “el otro” ocupe libremente el escenario y desempeñe lo que sabe hacer. Uno (la camarilla militar golpista) quiere convencernos de que es lo que realmente “es” cuando no está arriba del escenario constitucional del poder; el otro (los administradores de la política “democrática”), que “es” lo que es, tanto cuando habla contra el golpismo, como cuando está legalmente administrando la herencia golpista arriba del escenario. Pero ninguno quiere ser, públicamente, lo que realmente “son” cuando construyen ese escenario (uno con violencia, el otro con oportunismo administrativo). Se trata de un juego de máscaras destinado a confundir al “espectador” (en este caso, la ciudadanía). La astuta sabiduría histórica de las “dirigencias” que sólo se representan a sí mismas.
Es “otro” de los ardides de la historia. Se trata, en este caso, de la lógica interna del proceso socio-político específicamente chileno. De la sombra política producida por una economía nacional que no ha sabido ser otra cosa que un apéndice del gran capital extranjero, imperialista o globalizado. La dictadura de Pinochet quedó cogida en esa lógica. El proceso histórico de larga duración (en el que campean ardides de todo tipo) pasó por encima de todos los que creyeron alcanzar el “fin de la historia”. O la cima suprema de la “segunda independencia”.
A su pesar, Pinochet debió dejar el escenario a los “demócratas” y
¿Qué es lo que, dentro de todo lo anterior, efectivamente hizo Pinochet en tanto que Pinochet? Fundamentalmente, dar voces de mando: “¡ejecútese bien lo que se me ha propuesto! ¡Y elimínese al que se oponga!”. Sin duda, sus consejeros deben haberle dicho que lo que él debía hacer no sólo era ganar
Los “demócratas” (los liberales, radicales y democráticos entre 1860 y 1925; los radicales, socialistas, social cristianos y comunistas entre 1938 y 1973, y
Si la dictadura militar reciente no pudo escapar del ardid histórico centenario de la política chilena ¿podrá hacerlo
Por eso, el estado actual del ardid histórico es (variables más, variables menos), éste: ¿podrá
En lo económico, el modelo neoliberal en Chile tocó techo superior. No ocurre lo mismo con los indicadores sociales que, año a año, empeoran, aproximándose a ese punto mínimo donde se producen la ignición y la explosión. Una rápida revisión de esos indicadores puede ilustrar esta afirmación. En lo laboral: el 80 % de los chilenos trabaja para las pequeñas o medianas empresas (PYMES), no para las grandes empresas con alto estándar competitivo; el 93 % de los nuevos contratos de trabajo dura menos de 4 meses; el 75 % de los nuevos empleos corresponde a opciones de auto-empleo; el 45 % de los empleos corresponde a alguna forma de empleo precario (temporal, sin contrato y sin previsión); la distribución del ingreso aumenta año a año su desigualdad, llegando a ser la más injusta en siglo y medio y una de las peores del mundo, etc. Como resultado de esta situación laboral (algunos senadores “demócratas” proponen, además, eliminar la indemnización por despido, y compensarla con una previsión “solidaria”), cada vez menos chilenos quieren ser proveedores de familia y hogar. Tampoco puede extrañar que más del 45 % de los chilenos presente complicados síntomas neuróticos y que sobre el 40 % de ellos no entienden lo que leen (60 % de ellos no leyó ningún libro en el año 2005). ¿Cabe sorprenderse porque los niños callejeen y no aumenten sus puntajes en las pruebas SIMCE, ni bajo estándares chilenos, ni bajo los internacionales? ¿No es sorprendente que las autoridades no difundan por todas partes el informe de la comisión OCDE sobre la educación chilena, que concluyó que ésta es competitiva (no solidaria), mercantilista (no humanista) y clasista (no comunitaria)? Y no cabe sino extrañarse de que Paz Ciudadana se sorprenda porque, a pesar de que el modelo neoliberal culminó su desarrollo, la violencia y la tasa de delitos contra las personas y las cosas siga aumentando, afuera en la calle, y dentro del hogar. Es explicable, a final de cuentas, que, por todo esto, las encuestas de
III Del Juicio Histórico de los “perdedores”
Tanto para los derrotados de 1973, como para los reprimidos de los “80 y los marginados por el mercado globalizado del siglo XXI, la muerte de Pinochet ha sido y es históricamente “positiva”, en el sentido de que ahora podrán y deberán concentrar por fin sus energías y creatividad en su propio “empoderamiento” como actores sociales, culturales y políticos, de cara al sistema neoliberal. A cuyo efecto deberán recordar y tener presente varias lecciones históricas de gran importancia práctica:
a) que la ruptura histórica producida por la crisis de 1982 cambió radicalmente en todo el mundo el contexto de la lucha social;
b) que las ideologías de la otra democracia, por muy respetables que hayan sido, es necesario revisarlas y adaptarlas en función de que hoy existe un pueblo más autónomo.
c) que nadie debe dejarse hipnotizar por los cantos de sirena del “integracionismo” en su forma actual, expresada en la definición de políticas públicas sin auténtica participación popular a que convoca el “socio demócrata neoliberal” (es la trampa tendida por el viejo ardid político de la historia chilena);
d) que lo que cabe hacer, por sobre todo, es hacer historia nueva e historia de victoriosa soberanía. Todo lo cual implica, ser colectiva y socialmente creativo, no ritualista ni tradicionalista. Pues el ardid que la historia política de Chile teje para los derrotados es muy simple, pero extremadamente complejo: deben crear y probar, cada vez, una fórmula distinta (un contra-ardid) de resistencia, oposición y proyección. O, si se quiere, usar en cada período un “atajo” no recorrido antes para construir poder ciudadano (popular) y desarrollar una política popular capaz de re-construir el Estado, el Mercado y
Hoy, casi 34 años después de la derrota de 1973, tras 17 años de administración “democrática” del modelo dictatorial-neoliberal, y a pocos meses de la muerte del dictador ¿cuál es la fórmula de lucha que pueden y deben utilizar los rebeldes de siempre, los demócratas de verdad y el movimiento popular? En todo caso, hay varias certidumbres históricas, que la construcción de esa nueva fórmula no puede dejar de lado:
a) No se debe confundir el Frente Popular y
b) La ciencia social que puede coadyuvar en la innovación táctica y estratégica que necesitan realizar hoy los rebeldes no puede ya asumirse como una teoría dogmática o conjunto de verdades definitivas, válidas de una vez y para siempre. Tampoco alguna revolución social que haya triunfado puede tomarse como un caso paradigmático que deba ser imitado. Debe recordarse que el materialismo histórico de Marx corresponde a una elaboración realizada durante la fase inicial del industrialismo, y sólo ciertos aspectos de su teoría tienen vigencia actual. Debe tenerse presente además que revoluciones como la rusa, la china, la vietnamita, la nicaragüense o la cubana, exitosas en su contexto y en un comienzo, han evolucionado después de un modo no consecuente con sus orígenes. La crisis práctica de los grandes sistemas teóricos (infalibles) y los grandes relatos de liberación tuvo lugar hace dos décadas, y es un hecho con el cual todo rebelde debe contar. Por tanto, la necesidad de crear ciencia revolucionaria e innovar en estrategia no sólo es el deber de siempre, sino que, esta vez, requiere además de una creatividad, una audacia y un imperativo de eficiencia que es mayor que nunca.
c) Las clases sociales que el industrialismo modeló tan nítidamente a lo largo de casi 200 años, han sido fragmentadas y re-modeladas por la crisis de 1982, la instalación más o menos autoritaria del neo-liberalismo en todas partes, y la circulación permanente del gran capital financiero. No es que haya desaparecido la explotación, la plusvalía, la acumulación, la desigualdad y el conflicto: lo que ocurre es que todo eso ha sido objeto de una re-ingeniería, que ha reemplazado las antiguas estructuras omnipresentes por fragmentaciones semi-invisibles, el enriquecimiento personal de la burguesía por la acumulación impersonal del capital en movimiento perpetuo, los bajos salarios por tentadoras tarjetas de crédito, la dramática desigualdad material por el consumismo adaptado a los niveles del poder adquisitivo, y el conflicto de las estructuras por el conflicto subjetivado. Así, la gran empresa se eclipsa detrás de una montaña de microempresas; los grandes sindicatos detrás de millones de trabajadores precaristas; los grandes partidos de masa detrás de astutos partidos pragmáticos (caza-votos) etc. El enemigo, tan ostentoso y visible en la época del industrialismo, se torna fluido y fugaz detrás de un bosque de micro-estructuras y rasantes vuelos de capital “golondrina”. Aunque, como siempre, el Estado capitalista sigue siendo el último bastión, el guardián más celoso, vigilante y articulado para acudir en defensa del orden social cada vez que este se ve amenazado por el descontento y la protesta popular.
d) Ya es un hecho indiscutible que un gran escollo para el movimiento popular chileno son las Fuerzas Armadas. No por su identidad funcional, sino por su identificación con la oligarquía que han exhibido a lo largo de la historia, sobre todo, respecto a cómo entender la comunidad ciudadana nacional. Como se dijo, los militares han intervenido siempre para apoyar a un sector de esa comunidad y derrotar aplastantemente al otro. Razón por la cual no sólo han profundizado las desigualdades “naturales” de la sociedad chilena llevándolas a una “división crónica”, sino también porque han forzado a los derrotados (la mayoría de la población) a operar en la historia, sobre todo, como rebeldes y revolucionarios.
Su última intervención y la figura particular de Augusto Pinochet lo confirman casi al nivel de hartazgo. Por esta razón, el movimiento popular va a tener que incluir, dentro de sus ejercicios innovadores, una política de re-educación y reestructuración profundas de las Fuerzas Armadas, en el sentido de instalar en ellas, de una vez por todas, una verdadera identidad ciudadana, extirpando su vieja identidad oligárquica y sus privilegios especiales (sistema sectorial de previsión, asignación del 10 % de las exportaciones brutas del cobre, exención del pago de indemnización a sus víctimas, fuero judicial, programas educativos sin control ciudadano, etc.). Esta tarea es ineludible.
e) No puede ignorarse el hecho, probado ya varias veces en la historia de Chile, de que los partidos parlamentarios de “Izquierda” no tienen legitimidad ni garantizan eficiencia por sí mismos, ni por el hecho de ser organizaciones parlamentarias que se auto-proclaman “representantes del pueblo”. Pues los partidos parlamentarios no son los mismos cuando “reclaman” el apoyo popular que ellos necesitan para trabajar y crecer dentro del Estado oligárquico, liberal y de origen dictatorial, que cuando son la organización intermedia o final que el movimiento popular adopta cuando logra construir por sí mismo el Estado y el Mercado. Los partidos pueden ser necesarios en ciertas etapas de un proceso político revolucionario, pero lo que es realmente necesario e imprescindible en esos procesos es la existencia y desarrollo de un genuino movimiento social. Sin un movimiento social protagónico y autónomo, no hay soberanía popular, y sin ésta, no hay verdadera revolución, ni partido político que de verdad represente al pueblo, ni posibilidad de que el movimiento no se “oligarquice” o “caudillice”. f) La re-ingeniería post-industrial de las relaciones sociales de producción y la globalización neoliberal de las políticas de Estado ha generado un cambio significativo en los parámetros de “lo” político y de “la” política, pues con lo primero se debilita el populismo y con lo segundo el nacionalismo. No es porque sí que en las encuestas nacionales sobre “credibilidad pública” los partidos políticos y los políticos están obteniendo invariablemente puntajes inferiores a 10 en una escala que va hasta 100. Esta situación obliga a los sujetos populares a repensar “su” política, ya no sólo hacia el centro del sistema de dominación (como en el pasado industrialista), sino desde donde se puede construir poder ciudadano en una sociedad que sólo asegura “riesgos”.
g) El desarrollo socio-cultural de los movimientos sociales ha demostrado ser sólo una primera fase de su pleno desenvolvimiento histórico y político. La construcción de poder puede y debe partir de la organización, la identidad y la cultura que de ésta se deriva, pero no puede quedar dando círculos en torno a sí misma. El poder requiere acumular y movilizar recursos de todo tipo (culturales, sociales, comerciales, de gestión, materiales, financieros, tecnológicos, políticos, militares, etc.). Pues el poder real no es exclusivamente político. Ni militar. El verdadero poder social implica manejar todas las variables que dicen relación con el desarrollo de la vida social. La soberanía ciudadana no es nada si es puro derecho, y sigue siendo nada si no moviliza recursos culturales y materiales. Por eso, para madurar como tal, la soberanía debe integrarse también como una soberanía productiva, tecnológica, comercial e institucional. El movimiento popular debe aprender a “administrar recursos” (a la manera propuesta por Fermín Vivaceta y Luis Emilio Recabarren), controlar los procesos productivos y comerciales en lo local y lo regional. En lo nacional, podría y debería (por ejemplo) controlar el capital financiero que hoy administran las AFPs y los capitalistas extranjeros. Por eso, el poder socio-cultural no basta, pero permite iniciar la construcción de los “otros” poderes. Administrando recursos propios se aprende a gobernar, primero en lo propio, luego en lo local. Y así sucesivamente.
h) No se trata de sumarse al espontaneísmo (que sólo conduce a la impotencia política). Una acción realmente transformadora de la sociedad no puede prescindir de organizaciones políticas. Pero su gestación y funciones deben ser replanteados en armonía con una concepción renovada de los movimientos sociales y de los proyectos de cambio social radical. Partiendo del principio de independencia y autonomía de las organizaciones sociales populares, deben formularse propuestas de articulación a fin de levantar un proyecto global de reorganización de la sociedad y del Estado cimentado en la construcción de una democracia social. Más temprano que tarde los movimientos populares deberán asumir esta tarea ineludible en la vía de la liberación y emancipación social. El ejercicio de un auténtico poder democrático sólo puede ser el fruto de un proceso social de construcción participativo que conduzca al establecimiento de nuevas relaciones sociales e instituciones (incluso del propio Estado). De manera tal que se garanticen la soberanía y los derechos sociales y ciudadanos, así como la posibilidad de transformar las instituciones cuando éstas inhiban o coarten la soberanía popular.
En suma, para los detractores, el Juicio de
Santiago, abril de 2007.
COMITÉ DE INICIATIVA
- Pablo Artaza Barrios, Magíster en Historia, profesor de
- Mario Garcés Durán, Doctor en Historia, Director de ECO Comunicaciones, profesor de
- Sergio Grez Toso, Doctor en Historia, profesor de
- María Angélica Illanes Oliva, Doctora en Historia, profesora de
- Julio Pinto Vallejos, Doctor en Historia, profesor de
- Gabriel Salazar Vergara, Doctor en Historia, Premio Nacional de Historia 2006, profesor de
- Carlos Sandoval Ambiado, Profesor de Historia, Magíster en Educación, profesor de
ADHERENT
- Carolina Aguayo Cornejo, socióloga, cientista político, Coordinadora Académica Universidad ARCIS Sede Portezuelo.
- Claudio Aguirre Munizaga, profesor de Historia, profesor de
- Manuel Ahumada, Presidente de
- Guillermo Albarrán Martínez, Licenciado en Historia.
- Karen Alfaro Monsalve, profesora de Historia y Geografía, Magíster en Historia Social y Política Contemporánea, Doctora © en Movimientos Sociales y Construcción de Ciudadanía, UNIA, España, Coordinadora Área Educación Universidad ARCIS, VIII Región.
- J. Francisco Allendes Villalón, profesor de Historia y Geografía, Licenciado en Historia, encargado del Museo Histórico y Arqueológico de Concón.
- Sergio Arias López., profesor de Historia y Geografía, encargado del Departamento de Historia, Geografía y Ciencias Sociales de
- Miguel Alvarado Borgoña, antropólogo, sociólogo, Doctor en Ciencias Humanas, Director General de Investigación, Desarrollo, Innovación y Creación, Universidad de Playa Ancha, Valparaíso.
- Rolando Álvarez Vallejos, Magíster en Historia, profesor de las Universidades ARCIS y de Santiago (USACH).
- Pablo Aravena Núñez, Licenciado en Historia, Magíster © en Filosofía, profesor de
- Beatriz Areyuna Ibarra, profesora de Historia, Licenciada en Educación, Magíster © en Historia y Ciencias Sociales, Coordinadora Académica de Pedagogía Básica Universidad ARCIS.
- Estela Ayala Villegas, Magíster © en Historia, profesora de las Universidades Academia de Humanismo Cristiano y de Chile.
- Manuel Bastías Saavedra, Licenciado en Historia, Magíster en Filosofía, Universidad de Chile.
- Alejandra Brito Peña, Magíster en Historia, profesora Universidad de Concepción.
- Luis Bustos Titus, Doctor © en Educación, profesor de la Universidad Bolivariana.
- Juan Carlos Cárdenas Núñez, Médico veterinario, Director Ejecutivo del Centro Ecocéanos.
- Nelson Castro, Licenciado en Historia, doctorando en Historia Universidad de Chile, profesor de
- Daniel Cerpa Gaete, Licenciado en Historia, miembro del Comité Editorial de Nuestra Historia. Revista de Estudiantes de Historia de
- José Luis Cifuentes Toledo, profesor de Historia y Geografía, miembro del Taller de Ciencias Sociales “Luis Vitale”, Magíster © en Historia y Ciencias Sociales Universidad ARCIS.
- Luis Corvalán Márquez, profesor de Historia y Geografía Económicas, Magíster en Historia y Doctor en Estudios Americanos, profesor de
- Guillermo Cratchley Klenner, economista, sector turismo.
- Eduardo Cruzat C., profesor de Historia y Geografía, Magíster en Administración y Gestión Educacional, profesor del CEIA “Fermín Fierro Luengo” de Curanilahue y de
- Domingo Curin Tapia, sociólogo, profesional del equipo del Centro Comunitario de Salud Mental (COSAM) “Dr. Enrique París”, Alto Hospicio.
- Alberto Díaz Araya, profesor de Historia, Magíster en Antropología Social, Doctor © en Antropología, profesor de
- Paulina Díaz, diseñadora gráfica, ilustradora infantil.
- Patricio Díaz Rodríguez, profesor de Historia, Geografía y Ciencias Sociales, investigador ONG Ekosol, Achupallas, Viña del Mar.
- María Eugenia Domínguez Saul, periodista, Phd © en Comunicación, profesora de la Universidad ARCIS.
- Gretel Dussuel Muhlhauser, ingeniero comercial-economista.
- Felipe Escalona Albornoz. estudiante de Licenciatura en Historia y Ciencias Sociales, ARCIS.
- Areli Escobar, antropóloga, profesora de la Universidad ARCIS.
- Daniel Fauré Polloni, Licenciado en Historia, educador popular. Movimiento Nacional de Educadores y Educadoras populares (MOVER).
- Carlos Fernández Gallegos, ingeniero en Medio Ambiente, Licenciado en Educación, Master en Gestión del Medio Ambiente, consultor.
- Enrique Fernández Darraz, profesor de Historia y Geografía, Doctor en Sociología, profesor del Instituto de Estudios Humanísticos Juan Abate Molina de
- Marcos Fernández Labbé, Doctor en Historia, profesor de las Universidad Alberto Hurtado y de
- Francisco Figueroa Briones, profesor de Historia y Geografía, alumno del Magíster en Historia de
- José Luis Figueroa, Magíster en Gerencia Pública, Sub-Director de Administración y Finanzas de
- Francisca Giner Mellado, Licenciada en Historia, profesora de Historia y Ciencias Sociales.
- Milton Godoy Orellana, Licenciado en Historia, Magíster en Ciencias Sociales, alumno del Doctorado en Historia de
- Eduardo Godoy Sepúlveda, Licenciado en Educación con Mención en Historia y Ciencias Sociales, profesor de Estado en Historia y Ciencias Sociales, profesor del Preuniversitario Popular y Solidario Luis Emilio Recabarren González, Pedro Aguirre Cerda, Santiago.
- Francis Goicovic Videla, Licenciado en Historia, Licenciado en Antropología, profesor de las Universidades de Chile y Alberto Hurtado.
- Patricia González San Martín, profesora Universidad de Playa Ancha, Valparaíso.
- Hugo Gutiérrez, abogado de Derechos Humanos, profesor de la Universidad ARCIS.
- Carlos Gutiérrez Palacios, Licenciado en Historia, Magíster en Ciencias Políticas, Director del Centro de Estudios Estratégicos, Santiago.
- Patricio Herrera González, profesor de Historia y Geografía, profesor de
- Nicolás Holloway Guzmán, Director Responsable de Nuestra Historia. Revista de Estudiantes de Historia de
- Patricia Hurtado Bórquez, profesora de Historia y Geografía, Magíster © en Ciencias Sociales.
- Margarita Iglesias Saldaña, Doctora © en Historia, profesora de
- Jaime Insunza Becker, profesor de Historia y Geografía, Vicerrector Académico de la Universidad ARCIS.
- Luis Jara Urrea, profesor de Historia y Geografía, Secretario de
- Juan Francisco Lagos L., economista, profesor de la Universidad ARCIS.
- Víctor Hugo Limardo, Magíster © en Educación, Director Universidad ARCIS VIII Región.
- Ricardo Alexis Luna Pozo, Licenciado en Educación y Profesor de Estado en Inglés, profesor del Colegio Santa Isabel de Hungría, Santiago.
- Javier Mercado Guerra, Licenciado en Historia, miembro del comité editorial de Nuestra Historia. Revista de Estudiantes de Historia de
- Alexis Meza Sánchez, Magíster © en Historia y Ciencias Sociales, miembro del Taller de Ciencias Sociales “Luis Vitale”, profesor de la Universidad ARCIS.
- Carlos Molina Bustos, médico cirujano, Magíster © en Historia Universidad de Chile, Responsable del Área de Investigación Histórica de
- Carlos Mondaca Rojas, profesor de Historia, profesor Universidad Bolivariana sede Iquique.
- Leopoldo Enrique Montenegro Montenegro, egresado de Licenciatura en Historia de
- Claudia Montero, Magíster en Estudios Latinoamericanos, Docente Universidad Arturo Prat sede Santiago.
- Tomás Moulian Emparanza, sociólogo, Director de
- Mariano Muñoz-Hidalgo, psicólogo, escritor, Doctor en Estudios Americanos, profesor de
- Oscar Muñoz Palm, psicólogo, profesional de
- Víctor
- Jorge Olea Peñaloza, Licenciado en Historia, Universidad de Chile.
- Ramiro Orellana Riffo, profesor de Filosofía, profesional encargado de casos Corporación Opción.
- Mauricio Ostria González, Doctor en Letras Modernas Universidad de Córdoba, Argentina, profesor emérito Universidad de Concepción.
- Víctor Cristóbal Paillafil Gamboa, Licenciado en Historia, Licenciado en Educación, profesor de
- Daniel Palma Alvarado, Doctor © en Historia, profesor de la Universidad ARCIS.
- Jorge Pinto Rodríguez, Doctor en Historia, Vicedecano de
- María Inés Ramírez Navarro, artista plástica, vitralista.
- Julio Reyes Ávila, profesor de Historia y Geografía, Grupo Identidad Población
- Michael Reynolds Neira, profesor de Historia, Licenciado en Historia y Ciencias Sociales, profesor ayudante de
- Nelly Richard, crítica y ensayista, Directora de
- Jorge Rivas Medina, Licenciado en Educación en Historia y Geografía, Magíster © en Historia, profesor del Colegio Educadora Elena Rojas, Santiago.
- Catalina Roa Contreras, Licenciada en Educación con mención en Historia y Ciencias Sociales, profesora de Estado en Historia y Ciencias Sociales.
- Teresita Rodríguez Morales, Licenciada en Historia, miembro del comité editorial de Nuestra Historia. Revista de Estudiantes de Historia de
- Carolina Rodríguez Oyarzo, profesora de Historia y Geografía.
- Pedro Rosas Aravena, profesor de Historia y Geografía, Magíster © en Historia y Ciencias Sociales, Director de
- Rodrigo Ruz Zagal, profesor de Historia y Geografía, Magíster © en Antropología, investigador adjunto del Instituto de Estudios Internacionales (INTE) de
- Isidora Sáez Rosenkranz, Licenciada en Historia, profesora Colegio Alto del Valle, Santiago.
- René Salazar Ritter, Licenciado en Educación, Ingeniero en Medio Ambiente, Magíster en Medio Ambiente y Recursos Naturales , asesor externo.
- Luis Sierra Bosch, economista, profesor de
- Jorge Sir, profesor de Historia y Geografía, Magíster © en Historia, Maestría © en Ciencias Sociales, Doctorando en Cultura y Educación Universidad ARCIS, profesor de
- Paulina Soto Labbé, Licenciada en Educación con mención en Historia y Geografía, profesional del Área del Patrimonio, Consejo Nacional de
- Roberto Squella Carriel, profesor de Historia y Geografía, sociólogo.
- Mauricio Suil Cerda, profesor de Religión Católica.
- Yerko Toledo Valenzuela, asistente social, profesional de la ONG PAICABI.
- Ricardo Vargas Morales, Magíster en Historia.
- Rodrigo Véliz Lobos, Licenciado en Educación, profesor de Enseñanza Media.
- Mario Valdés Vera, Magíster en Historia, miembro del Taller de Ciencias Sociales Luis Vitale, Coordinador Académico Regional Universidad ARCIS Concepción.
- Claudia Videla Sotomayor, Magíster © en Historia, historiadora del Colectivo José Domingo Cañas.
- Virginia Vidal, escritora, Directora de
- Luis Vildósola Basualto, trabajador social, Magíster © en Historia y Ciencias Sociales, educador social y planificador social en ONG EKOSOL, Viña del Mar.
- Luis Vitale Cometa, Doctor © en Historia, profesor de
- Alex Zapata Romero, Licenciado en Historia, Magíster © en Historia y Ciencias Sociales Universidad ARCIS.
ADHERENTES EN OTROS PAÍSES
- Enrique Aliste Almuna, geógrafo, Magíster en Medio Ambiente, Doctorando en Estudios sobre el Desarrollo de
- María Luna Argudin, Doctora en Historia, Profesora-Investigadora de
- Hermes Benítez, Doctor en Filosofía, escritor, Edmonton, Canadá.
- Ernesto Boholoslavsky, Doctor en Historia, profesor de
- Marta Bonaudo, Doctora en Historia, Investigadora CONICET/Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
- Néstor Bravo Goldsmith, Magíster en Dirección Teatral, Master en Teatro y Films, Doctor © en Theatre and Perfomance of the Americas, Arizona State University, Estados Unidos.
- Lucía Brienza, profesora de Historia, doctoranda en Historia, CONICET/Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
- Hugo Cancino Troncoso, Doctor en Historia, profesor de
- Sebastián Carassai, profesor de Filosofía, Doctor © en Historia, profesor de
- Noam Chomsky, lingüista, profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Estados Unidos.
- María Agustino Diez, socióloga, becaria de CONICET, Argentina.
- Patricia Dogliani, Doctora en Historia, profesora Universidad de Bolonia, Italia.
- Francisco Domínguez, Doctor en Sociología, Programme Leader for Latin American Studies and Spanish Head of Centre for Brazilian and Latin American Studies, Midlesex University, Reino Unido.
- Torcuato Di Tella, sociólogo, profesor emérito de
- Patricia Flier, profesora de Historia, profesora adjunta de Historia Social argentina y Coordinadora Académica del Doctorado en Historia de
- Magdalena Garretón Soler, profesora de Historia, Magíster en Educación, Consultora en BAa Consultors, Barcelona, España.
- Franck Gaudichaud, Doctor en Ciencias Políticas, profesor de
- Horacio Gutiérrez, Doctor en Historia, profesor de
- Rodrigo Henríquez Vásquez, Master en didáctica de
- Máximo Kinast Avilés, educador, Instituto Cono Sur, Sede Lima, Perú.
- Clara E. Lida, Doctora en Historia, Profesora-Investigadora, El Colegio de México, México.
- Guillermo Lizama Carrasco, Licenciado en Historia, Maestrante en Sociología Política, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México D.F., México.
- Mario Maestri, Doctor en Historia, profesor de
- Elvis Mori Macedo, Red de Comunicadotes Latinoamericanos Werken, Lima, Perú.
- Juliette Pacheco y Ré, Master en Gerencia Pública, Directora Administrativa del Congreso del Estado de Campeche, México.
- Francisco Peña Torres, Doctor en Historia y Ciencias Políticas, profesor Universidad Paris 1 Panthéon Sorbonne, Francia.
- Miguel Rojas Mix, Doctor en Historia, Director del Centro Extremeño de Estudios y Cooperación con Iberoamérica (CEXEC), Cáceres, España.
- Sara Rojo, profesora de Español, Ph.D State University of New York, profesora asociada de
- Marcos Roitman Rosenmann, Doctor en Ciencias Políticas y Sociología, Profesor Titular de Sociología, Universidad Complutense, Madrid, Coordinador del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en España.
- María Soledad Tapia Venegas, Licenciada en Educación, profesora de Historia y Geografía, alumna Master Investigación en Psicología Social Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona, España.
- José Venturelli Barón, médico pediatra, profesor emérito de
- Héctor Vega, Doctor de Estado en Ciencias Económicas, Doctor de Tercer Ciclo en Ciencias Sociales del Desarrollo, abogado, consultor internacional, experto Jefe de Naciones Unidas (OIT, FAO, DTCD- New York).
- Germán F. Westphal, Doctor en Lingüística Teórica, profesor de
- Raúl Zamorano Farías, Doctor en Filosofía Jurídica, Profesor-Investigador de
- Francisco Zapata Schaffeld, Doctor en Sociología, Profesor-Investigador, El Colegio de México, México.
APÉNDICE
AUGUSTO PINOCHET UGARTE, PROCESADO POR LOS DELITOS DE “SECUESTRO CALIFICADO” Y “HOMICIDIO CALIFICADO”
“Que, de estos mismos antecedentes, a los que cabe agregar los propios dichos de Augusto José Ramón Pinochet Ugarte de fojas 23783, 24930 y 24953 y careos de fojas 24942 y 24946, fluyen presunciones fundadas para estimar que a éste le ha correspondido participación en calidad de autor del delito descrito precedentemente y de conformidad, además, con lo dispuesto en los artículos 274, 275 y 276 del Código de Procedimiento Penal, se declara que se SOMETE A PROCESO A AUGUSTO JOSÉ RAMÓN PINOCHET UGARTE, en calidad de autor de delito reiterado de SECUESTRO CALIFICADO previsto y sancionado en artículo 141 incisos 1° y 3° del Código Penal cometido en las personas de:
1) Claudio Guillermo Silva Peralta,
2) Guillermo Roberto Beausire Alonso,
3) Alan Roberto Bruce Catalán,
4) Jaime Enrique Vásquez Sáenz,
5) Manuel Antonio Carreño Navarro,
6) Martía Teresa Eltit Contreras,
7) María Isabel Joui Petersen,
8) Claudio Francisco Thauby Pacheco,
9) Jacqueline Paulette Drouilly Yurich,
10) Alfredo Rojas Castañeda,
11) Juan René Molina Mogollones,
12) Sonia del Tránsito Ríos Pacheco,
13) Elías Ricardo Villar Quijón,
14) María Isabel Gutiérrez Martínez,
15) Horacio Neptalí Carabaotes Olivares,
16) Fabián Enrique Ibarra Córdova,
17) Carlos Ramón Rioseco Espinoza,
18) Alfredo Gabriel García Vega,
19) Abel Alfredo Vilches Figueroa,
20) René Roberto Acuña Reyes,
21) Carlos Alberto Carrasco Matus,
22) Hugo Daniel Ríos Videla,
23) Agustín Alamiro Martínez Meza,
24) Juan Rodrigo Mac Leod Treuer,
25) María Julieta Ramírez Gallegos,
26) Luis Jaime Palominos Rojas.
Y en calidad de autor del delito de HOMICIDIO CALIFICADO previsto y sancionado en el artículo 391 inciso 1° y del Código Penal cometido en la persona de Alejandro Juan Avalos Davidson.
Por no reunirse los requisitos que exige el artículo 380 del Código de Procedimiento Penal, no se decreta el embargo a que se refiere dicha disposición legal.
Practíquense las notificaciones y designaciones legales y prontuaríese al encausado en su oportunidad.
Dése orden de ingreso en calidad de procesado para Augusto José Ramón Pinochet Ugarte, por constituir su libertad un peligro para la seguridad de la sociedad, atendido el número de delitos que se le atribuye, acorde con lo que dispone el artículo 363 del Código de Procedimiento Penal. No obstante, atendido lo dispuesto en artículo 19 N° 7 letra “d” de
RESOLVIÓ DON ALEJANDRO SOLÍS MUÑOZ, MINISTRO DE FUERO.
En Santiago a veintisiete de octubre de dos mil seis, notifiqué por el estado diario la resolución que antecede”.
Notas
(1) Los alcances del interrumpido juicio de
(2) Las encuestas mencionadas en este Manifiesto son las siguientes: C. .Salinas: \"Encuesta de
(3) \"Acuerdo Solemne\". Documento adjuntado por los abogados que presentaron la solicitud de desafuero de Augusto Pinochet por el caso del agente de