Hacia el socialismo

11/01/2007
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  • Opinión
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El proceso revolucionario venezolano ha llegado a un punto de inflexión que exige su radicalización. Ello es fruto de la dinámica interacción entre la creciente marea popular que lo ha sostenido, impulsado y defendido hasta hoy y el brillante liderazgo de Hugo Chávez, confirmado en las pasadas elecciones presidenciales con la multitudinaria adhesión a su obra en pro de la soberanía, la justicia social, la integración regional, la solidaridad y el multilateralismo en el escenario mundial. Pero no sólo. Los votantes refrendaron también la profundización de las transformaciones sociales sintetizadas por Chávez en el “socialismo del siglo XXI”.

Resumiendo apretadamente lo expresado por el líder bolivariano, se trata de rescatar la universalidad del pensamiento socialista, incluyendo la ética cristiana, volcándolo creativamente en el crisol de las tradiciones culturales y revolucionarias venezolanas y latinoamericanas, aprendiendo de las prácticas comunitarias de los pueblos originarios y eludiendo incurrir en las deformaciones de las experiencias socialistas fallidas del siglo XX.

Las medidas proclamadas por el presidente venezolano en la juramentación del gabinete que lo acompañará en su nuevo mandato, son de honda trascendencia política y social, que se extiende mucho más allá de las fronteras venezolanas. Al aplicar el Gran Proyecto Simón Bolívar 2007-2021, que así se llama, Venezuela será el primer país en el mundo en concluir el desmantelamiento de los fundamentos económicos de las políticas neoliberales, iniciado por la revolución bolivariana hace ocho años. También será la primera nación del planeta en emprender, después de la ofensiva neoliberal, un proyecto histórico socialista. En él tienen cabida los empresarios pequeños y, en general, los que acepten las nuevas reglas de juego.

La nacionalización de los medios de producción antes privatizados, incluyendo los sectores de telecomunicaciones, electricidad y el procesamiento de los crudos pesados de la faja del Orinoco hoy controlado por pulpos transnacionales, expandirá considerablemente la ya potente área de propiedad social y arrebatará a la burguesía y al imperialismo una cuota importante de poder económico y político. Estas acciones, unidas a la supresión de la “independencia” del Banco Central, calificada de neoliberal por el presidente, dotarán al Estado de mayor capacidad de maniobra en la dirección de la economía y proporcionarán recursos adicionales para continuar redistribuyendo equitativamente la riqueza nacional.

Pero lo que les otorga un carácter genuinamente revolucionario es el ir acompañadas del fortalecimiento y confederación de los consejos populares, órganos llamados al ejercicio territorial del poder por las comunidades y a controlar la labor estatal en esas instancias, una herramienta fundamental en el objetivo de ir “transformando progresivamente el Estado burgués en otro socialista y bolivariano”, combatir la corrupción y arraigar el gobierno del pueblo. Igualmente significativa es la jornada de educación popular encaminada a fomentar valores éticos socialistas en la población.

La adopción de estas medidas requiere de una Ley Habilitante confiriendo poderes especiales al Ejecutivo y una reforma constitucional, de segura y rápida aprobación en un Legislativo totalmente bolivariano, una vez que la oposición contrarrevolucionaria no se presentó en su momento a las elecciones para esa instancia.

Lo que Chávez está proponiendo rompe con el concepto vulgar de socialismo que atribuye facultades mágicas a la socialización de los medios de producción y olvida que esta tiene como propósito principal la desenajenación del ser humano, convirtiéndolo en sujeto y objeto primordial de la transformación revolucionaria de la sociedad. Idea que en fin de cuentas es la sistematización e institucionalización de las experiencias de poder, educación y solidaridad popular surgidas en las misiones sociales bolivarianas.

Sin la estrecha unidad de los revolucionarios en su diversidad, enseña la historia, no es posible derrotar a los enemigos de la revolución y hacerla avanzar. La división condujo a la derrota de muchos movimientos populares. Por ello Chávez llama a la creación urgente del Partido Socialista Unido de Venezuela con el concurso decisivo del pueblo, vencedor de todas las batallas contra el imperialismo y la oligarquía, que como nadie podrá garantizar la integridad en sus filas y la certeza de su rumbo.
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