El inició del segundo mandato renovó las expectativas

Los verdaderos desafíos que Lula tiene por delante

05/01/2007
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Más allá de los logros de su primer mandato, será juzgado dentro de cuatro años, cuando se despida del poder. Integración regional, desempleo, medio ambiente. Aún hay muchos problemas a resolver, pero sólo algunos dirán si fracasó o fue exitoso.

Luiz Inácio Lula Da Silva comenzó el lunes a descontar los días de su segundo mandato. Los cuatro años que tiene por delante han generado mucha expectativa, que en cierta medida es justificada y fundamentada y, en otro tanto, es excesiva y casi disparatada. Para no ir de un extremo a otro, es necesario encontrar parámetros de medición adecuados, que pueden encontrarse en la historia y en el contexto del fenómeno abordado.

Desde que triunfó por amplio margen en la segunda vuelta electoral del 29 de octubre, en lo que siempre es considerado como un período de transición, Da Silva se ha mostrado hiperactivo y dio algunas pistas de lo que podrá ser esta nueva etapa como timonel de Brasil, tanto en el frente interno como en el externo. También han sucedido hechos que, a modo de alerta, mostraron cuál serán las dificultades a sortear.

Fronteras adentro, se podría hablar de un fracaso si, durante su segundo gobierno, Da Silva no logra, en alguna medida, marcar una ruptura con el modelo económico y productivo que instauró la dictadura militar en la década del sesenta y que continuaron los presidentes democráticos (Collor de Mello, Itamar Franco y Fernando Henrique Cardoso) hasta 2002: crecimiento de la industria y el agro con precariedad laboral y distribución desigual de la riqueza.

Muy lejos estará Da Silva de socializar los medios de producción. No es una de sus promesas y nunca se mostró a favor de tamaña acción. Tampoco ocupará militarmente, como hizo Evo Morales con las refinerías, las grandes madereras que poco a poco se comen el Amazonas. Y será muy difícil que mencione la idea del partido único a la bolivariana. Ninguno de los puntos anteriores han sido adelantados por el Ejecutivo. Sí puede preverse que se legisle a favor de los trabajadores y para proteger el medio ambiente de la depredación empresarial.

Por ejemplo, después de 14 años de peticiones de movimientos sociales y entidades ambientalistas, Da Silva aprobó el mes pasado una ley para conservar la Mata Atlántica. A partir de ese texto, su uso tendrá que ser racional y sometido a varias reglas que respetan la preservación de la fauna y flora del bioma.

Esto es un buen comienzo, pero queda hacer una revisión general de la utilización de la naturaleza con fines lucrativos: las plantaciones de soja siguen ganando lugar a fuerza de desmonte y poblaciones indígenas siguen denunciando a la pastera Aracruz Celulosa (AC) de ocupar territorios para plantar eucaliptos a fuerza de asesinatos y desalojos forzosos de nativos y campesino. AC sigue recibiendo ayuda estatal para construir instalaciones.

Y no sólo eso, en los dos períodos de Cardoso (1995-2001), al igual que en Argentina y en casi todos los países de la región, en Brasil desembarcó el neoliberalismo, una profundización del capitalismo ligada a la apertura indiscriminada de los mercados nacionales, flexibilización laboral, privatización de las áreas más sensibles, como los recursos naturales y los servicios públicos, incluidos los medios de comunicación; todo esto en simultáneo con la formación de monopolios, con un gran poder de presión sobre el Estado para conseguir prebendas.

Si bien en Brasil no se dilapidó la industria nacional y el Estado retuvo, por ejemplo, la explotación del petróleo, la economía sufrió un fuerte proceso de internacionalización y se agudizó el modelo de exportación de materias primas, la riqueza se concentró y la exclusión creció. Hasta el momento, el Gobierno ha hecho mucho para paliar las consecuencias sociales de tan agresiva transformación, pero están en el debe las medidas para desandar, aunque sea los primeros metros, ese camino.

En lo que tiene que ver con el empleo, la meta que se auto-impuso Da Silva es llegar la creación total de once millones de puestos de trabajo. En su primer mandato llegó a casi la mitad de esa cifra. Después, el desempleo a caído y, en las últimas semanas, alcanzó un acuerdo con los sindicaos para que, desde el primero de abril, aumente el salario mínimo.

La reforma política es otro de los puntos en el que Da Silva y los legisladores del Partido de los Trabajadores (PT) - que no son mayoría ni en Diputados ni en Senadores- prometieron avanzar hacia cambios profundos. Hay consenso entre la dirigencia política sobre que Brasil está en una crisis de representación. Por eso el Jefe de Gobierno jugará gran parte de su éxito en la suerte que corra su proyecto de lograr una democracia más participativa y transparente.

Tendrá que ser mucha la vocación de cambio, porque las últimas reformas, con apoyo del oficialismo, que se hicieron en la materia fueron en dirección contraria: en las últimas elecciones, muchos partidos que no lograron el porcentaje mínimo estipulado por la ley correspondiente tuvieron que dejar de existir porque perdieron la condición de tales.

Esto generó el fenómeno de los “parlamentarios zombis”, diputados y senadores, nacionales como provinciales, que lograron un banca pero se quedaron sin bandería para representar. Tal purga provocó la permanencia sólo de las grandes fuerzas.

Por otro lado, Minutos antes de año nuevo, en Río de Janeiro, a pocos metros del lujoso y paradisíaco balneario Copacabana, grupos que manejan el narcotráfico y la venta ilegal de armas bajaron de los morros, donde se ubican las favelas, e incendiaron un ómnibus con personas dentro; supuestamente en represalia al accionar de grupos para-policiales.

Da Silva clasificó esos actos de “terrorismo”, pidió condenas especiales para los culpables y aprobó la actuación de las Fuerzas Armadas. Quizá se esperaba otro tipo de solución para quien se muestra del lado de los más pobres. Buscar soluciones de fondo sí pueden demandársele a alguien que viene de la izquierda.

En lo referido a integración regional, históricamente, Da Silva se mostró partidario de la unión de los países sudamericanos y de éstos con el sur del resto del mundo; por ejemplo, África. Además, en sucesivos atriles, dejó bien en claro que, a su entender, la única manera que el tercer mundo puede negociar de igual a igual con las grandes potencias es haciéndolo en bloque.

Desde que asumió la presidencia, actuó en consecuencia. Nombró de vicecanciller a Samuel Pinheiro Guimarães, uno de los intelectuales brasileños más lúcidos en la cuestión latinoamericana, que había sido expulsado del gobierno anterior por decir que Brasil tenía que alejarse de Estados Unidos y acercarse al Mercosur.

En tanto, en la Cumbre de Presidentes de Mar del Plata –noviembre de 2005-, junto a Hugo Chávez y Néstor Kirchner, terminaron de enterrar el ALCA y en la Cumbre de Córdoba – julio de 2006-, Da Silva asumió la conducción pro tempore del bloque y se comprometió a fortalecer las relaciones, a reducir las asimetrías entre los países miembros.

Por último, poco tiempo después de conseguir la reelección en segunda vuelta, se reunió dos veces con el presidente venezolano para demostrar que entre ambos no hay resquemores ni problemas de cartel, primero; y para relanzar el gasoducto del sur, un proyecto que busca generar un salto cualitativo sin precedentes en el proceso de integración sudamericano, después.

En definitiva, Da Silva causará una desilusión a nivel continental, que sin dudas compartirá con los otros presidentes involucrados, si al retirarse del poder de la república federativa, el Mercosur sigue siendo un aglomerado comercial, que beneficia a Brasil por sobre todas las cosas.

Si en 2010, el denominador común ideológico actual que se da entre los mandatarios no avanzó en logros materiales –un Parlamento con ingerencia, una fuerza militar que defienda los recursos naturales, el Gasoducto, puentes, rutas, ferrocarriles y todas las obras necesarias para acercar a las naciones, leyes de adaptación económica, etc.- el Jefe de Gobierno de Brasil tendrá mucha responsabilidad, aquella que le cabe a los hermanos mayores.

Eso sí, el que espera un giro de 180 grados en la diplomacia carioca, corre el riesgo de quedarse con las manos vacías. Itamaraty (Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil) no romperá relaciones con los yanquis ni con la Unión Europea ni tendrá exabruptos verbales contra sus pares, siempre buscará el camino del diálogo y estará dispuesto sentarse en cualquier mesa a negociar. Su tradición habla de un respeto casi sagrado por las demás soberanías y de preferir la continuidad a los cortes.


Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Mar del Plata / Argentina

http://www.prensamercosur.com.ar

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