La mejor defensa es el ataque
09/02/2007
- Opinión
Parece ser que el presidente Uribe ha optado por esta vía, no para romper el silencio frente a las investigaciones sobre la llamada parapolítica que involucra a dirigentes destacados de sus campañas electorales, sino para atacar a sus contradictores políticos. Muchos podrán admirar el espíritu de guerrero que lo anima. Muchos podrán admirar la supuesta mano dura y el ánimo camorrero para dirimir conflictos. Muchos podrán creer (de buena fe) que esa hiperactividad y locuacidad impertinente es gobernar.
Pero a muchos se les olvida que el presidente Uribe ya culminó un primer período de 4 años y fue reelegido para otros 4 años, por tanto, él no puede escurrir su responsabilidad sobre los sucesos que sacuden al país por una sola y poderosa razón: ¡Es el jefe de Estado! Es decir, es el comandante supremo de las fuerzas armadas, jefe de los aparatos de inteligencia; jefe de la administración pública; ordenador del gasto público; responsable de las relaciones internacionales; e interlocutor de primer orden con los demás poderes públicos, en particular con la rama legislativa.
Por ser el jefe del Estado, el Presidente no debería señalar olímpicamente a quienes son sus críticos y opositores de terroristas disfrazados o de civil, porque de un lado estaría deslegitimando la acción política de la oposición, amparada por la ley y de otro estaría ante el incumplimiento del mandato legal que señala que todo servidor público debe denunciar los delitos de que tenga conocimiento, o en su defecto, estaría ante una imperdonable omisión por no haberlo hecho. Los dos son delitos contra la administración pública. ¿Con esta ligera sindicación, el Presidente qué pretende ocultar?
El presidente Uribe, como jefe de Estado, no puede, (con la misma ventaja con la que adelantó su campaña de reelección) utilizar los medios de comunicación para proferir todo tipo de improperios contra sus contradictores y guardar silencio, por demás sospechoso, sobre las graves denuncias que sobre sus colaboradores y aliados políticos pesan, además, con las funestas consecuencias que tales señalamientos producen en la seguridad de los dirigentes y activistas del Polo Democrático Alternativo, su mayor contradictor. ¿Qué callos se han pisado que le duelen al Presidente?
Por otro lado, su silencio tiene enorme repercusión negativa lo mismo que su locuacidad, poco digna del primer mandatario de la nación, en quien debe concentrarse la prudencia, la ponderación y la sensatez, en especial en temas que despiertan todo tipo de pasiones negativas. El Presidente más que un moderador de los debates públicos, actúa como un verdadero animador de los odios regionales y de las bajas pasiones que han ensombrecido la vida nacional. ¿Por qué el ataque?
Así las cosas, no basta los llamados a la sensatez y a la cordura que desde distintas voces de la opinión pública se hacen, sino que es necesario que los ciudadanos (muchos aún expectantes) se involucren de manera activa en la exigencia de la verdad sobre tan graves hechos, algunos confesados por sus propios protagonistas en las audiencias en aplicación de la ley de Justicia y Paz. Hay que ver lo que hay ver y oír lo que hay que oír.
Lo peor que puede pasarle a esta sociedad es que se mantenga el clima de intimidación que las desaforadas intervenciones del Presidente pretende producir en el alma de los colombianos, que no permita que la mayoría de las víctimas directamente agredidas como lo son los tres millones de desplazados así como el conjunto de los ciudadanos, superen esta suerte de indiferencia colectiva, porque no puede olvidarse que el discurso contra el terrorismo y la inseguridad ha sido utilizado en especial en este gobierno para impulsar todas las reformas políticas, sociales y económicas para el beneficio del gran capital y las transnacionales para beneficio de aquellos que están desde ya pidiendo la segunda reelección. No hay que permitir que los árboles no dejen ver el bosque.
Wilson Alfonso Borja Díaz
Representante a la Cámara
Polo Democrático Alternativo
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 48
Corporación Viva la Ciudadanía.
www.vivalaciudadania.org
Pero a muchos se les olvida que el presidente Uribe ya culminó un primer período de 4 años y fue reelegido para otros 4 años, por tanto, él no puede escurrir su responsabilidad sobre los sucesos que sacuden al país por una sola y poderosa razón: ¡Es el jefe de Estado! Es decir, es el comandante supremo de las fuerzas armadas, jefe de los aparatos de inteligencia; jefe de la administración pública; ordenador del gasto público; responsable de las relaciones internacionales; e interlocutor de primer orden con los demás poderes públicos, en particular con la rama legislativa.
Por ser el jefe del Estado, el Presidente no debería señalar olímpicamente a quienes son sus críticos y opositores de terroristas disfrazados o de civil, porque de un lado estaría deslegitimando la acción política de la oposición, amparada por la ley y de otro estaría ante el incumplimiento del mandato legal que señala que todo servidor público debe denunciar los delitos de que tenga conocimiento, o en su defecto, estaría ante una imperdonable omisión por no haberlo hecho. Los dos son delitos contra la administración pública. ¿Con esta ligera sindicación, el Presidente qué pretende ocultar?
El presidente Uribe, como jefe de Estado, no puede, (con la misma ventaja con la que adelantó su campaña de reelección) utilizar los medios de comunicación para proferir todo tipo de improperios contra sus contradictores y guardar silencio, por demás sospechoso, sobre las graves denuncias que sobre sus colaboradores y aliados políticos pesan, además, con las funestas consecuencias que tales señalamientos producen en la seguridad de los dirigentes y activistas del Polo Democrático Alternativo, su mayor contradictor. ¿Qué callos se han pisado que le duelen al Presidente?
Por otro lado, su silencio tiene enorme repercusión negativa lo mismo que su locuacidad, poco digna del primer mandatario de la nación, en quien debe concentrarse la prudencia, la ponderación y la sensatez, en especial en temas que despiertan todo tipo de pasiones negativas. El Presidente más que un moderador de los debates públicos, actúa como un verdadero animador de los odios regionales y de las bajas pasiones que han ensombrecido la vida nacional. ¿Por qué el ataque?
Así las cosas, no basta los llamados a la sensatez y a la cordura que desde distintas voces de la opinión pública se hacen, sino que es necesario que los ciudadanos (muchos aún expectantes) se involucren de manera activa en la exigencia de la verdad sobre tan graves hechos, algunos confesados por sus propios protagonistas en las audiencias en aplicación de la ley de Justicia y Paz. Hay que ver lo que hay ver y oír lo que hay que oír.
Lo peor que puede pasarle a esta sociedad es que se mantenga el clima de intimidación que las desaforadas intervenciones del Presidente pretende producir en el alma de los colombianos, que no permita que la mayoría de las víctimas directamente agredidas como lo son los tres millones de desplazados así como el conjunto de los ciudadanos, superen esta suerte de indiferencia colectiva, porque no puede olvidarse que el discurso contra el terrorismo y la inseguridad ha sido utilizado en especial en este gobierno para impulsar todas las reformas políticas, sociales y económicas para el beneficio del gran capital y las transnacionales para beneficio de aquellos que están desde ya pidiendo la segunda reelección. No hay que permitir que los árboles no dejen ver el bosque.
Wilson Alfonso Borja Díaz
Representante a la Cámara
Polo Democrático Alternativo
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 48
Corporación Viva la Ciudadanía.
www.vivalaciudadania.org
https://www.alainet.org/es/active/15579
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