1998: Candidatos calientan motores

05/03/1998
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El próximo 8 de marzo, los colombianos concurrirán a las urnas para elegir congresistas, y en mayo se realizarán las primarias para designar al presidente de la República que regirá los destinos del país para el período 1988-2002. Intelectuales, indígenas, mujeres, representantes de grupos religiosos y por supuesto los políticos tradicionales forman parte del amplio abanico de 950 candidatos que se disputan 204 curules del Senado y la Cámara de Representantes.

 

La campaña electoral por la Presidencia no deja de deparar algunas sorpresas, tanto en el lado oficial como en de la oposición. Quizá un primer dato que podría resultar inexplicable es que el candidato del régimen, Horacio Serpa Uribe, supuesto heredero del enorme desprestigio del régimen de Ernesto Samper, se mantiene como el favorito de los electores, gracias a su estilo populista y al apoyo de la maquinaria gubernamental. Serpa Uribe supera al candidato del Partido Conservador, Andrés Pastrana quien interviene por tercera vez en las elecciones presidenciales.

 

Por otro lado, en el escenario político ha irrumpido un militar autoritario, el general Harold Bedoya, que promete "poner la casa en orden" al estilo Fujimori: profundizando la guerra, apoyando a los paramilitares y sometiendo a los jefes guerrilleros a la justicia militar.

 

Y una última sorpresa es que cuatro candidatos presidenciales (la ex-canciller del gobierno de César Gaviria, Noemí Sanín; el ex-alcalde de Bogotá, Antanas Mokus, el ex-fiscal Alfonso Valdivieso y Carlos Lleras) que mantenían cifras modestas en cuanto a las preferencias del electorado llegaron a un acuerdo inicial para seleccionar, mediante una encuesta, a uno de ellos para que enfrente, con algún éxito, a Serpa, Pastrana y Bedoya y eventualmente poder entrar a la segunda ronda presidencial.

 

La educadora en derechos humanos, Amanda Romero (AR), del Instituto Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos, ILSA, de Bogotá, analiza la situación del gobierno de Samper y el panorama pre-electoral.

 

ALAI: ¿A pocos meses de finalizar el gobierno de Ernesto Samper, cómo evalúa la situación de los derechos humanos?

 

AR: El gobierno de Samper se caracteriza por ser un gobierno ambivalente, que no solamente en derechos humanos sino en política social y económica nunca definió nada. Fueron cuatro años en que estuvo más preocupado de defenderse de los Estados Unidos por las acusaciones de los dineros que entraron a su campaña presidencial en 1994, que realmente responder a todas las propuestas políticas que lo habían llevado a la Presidencia. Es un gobierno que sale desprestigiado, porque las violaciones a los derechos humanos condujeron a la presencia de las Naciones Unidas, aunque el gobierno de Samper ha dicho que más bien es una muestra de buena voluntad y de reconocimiento de que la situación es grave, sin embargo, la situación no cambió.

 

Es un gobierno en el que han habido varios cambios de ministros, especialmente en el Ministerio de Defensa que se producen a partir del proceso judicial por dineros del narcotráfico. Creo que esta situación los deslegitimó frente a la clase política tradicional, que ahora rechaza como ilegítimo e impuro al candidato apoyado por Samper, Horacio Serpa, que era su ministro del interior. Frente a los Estados Unidos tiene una posición también bastante deslegitimada, es un presidente que no tiene visa para ingresar a los Estados Unidos, es un presidente que es considerado como corrupto por ese mismo país; con unas relaciones con la Unión Europea muy ambiguas.

 

ALAI: ¿Por qué un presidente tan cuestionado ha podido mantenerse en el poder?

 

AR: Se mantuvo por una política anti-popular, una política militarista, una política que favoreció convenios de inversión extranjera. Durante su período se terminaron de consolidar las privatizaciones de las empresas más rentables del país. Digamos que logra mantenerse, con una actitud de dominación bastante represiva y opresiva con los sectores populares, no ha habido consulta con la población, sino simplemente decisiones que venían de arriba.

 

ALAI: ¿Cómo mira el panorama electoral, en momentos en que se han lanzado varios candidatos en Colombia?

 

AR: Los candidatos representan ese país político tan fraccionado que tenemos. El más opcionado, Horacio Samper Uribe, del Partido Liberal samperista, tiene toda la maquinaria de las clientelas políticas a su favor, además del aparato de gobierno. Es muy probable que sea el triunfador, sin embargo, los Estados Unidos apoyan a un candidato que fue el fiscal general, Alfonso Valdivieso.

 

El representaría el restablecimiento del imperio de la ley, porque fue el que inició los juicios penales contra el Presidente y sus colaboradores, además de los miembros del Congreso que estaban implicados con el narcotráfico, tendría esa faceta pero no tiene mucha simpatía popular. Otro candidato importante es Andrés Pastrana, quien tiene poco prestigio, porque representa al Partido Social Conservador, que es una facción y una nueva fase del Partido Conservador, con unas propuestas ambiguas que la población no las identifica, simplemente su bandera es contestaria al Partido Liberal.

 

Otra candidata de ala más radical del Partido Conservador es Noemí Sanín, ex-canciller del gobierno de Gaviria, que tenía en ese momento mucho perfil pero que ahora no representa ninguna propuesta política concreta, y más bien es vista con mucho oportunismo dentro del conjunto de las candidaturas. Finalmente, está el general Harold Bedoya que fue el comandante del ejército hasta hace 5 meses, y quien ha asumido un discurso radical, de ultraderecha, y plantea una propuesta de corte nacionalista y fascista, con bastante respaldo popular. Ha subido en popularidad, y en las encuestas está casi cerca de Serpa Uribe.

 

En algunas regiones, la gente está tan cansada de la guerra, del conflicto y de la violencia generalizada, que piensa que lo que salvaría al país es un Fujimori, que en este caso sería el general Harold Bedoya. Cualquiera de estas perspectivas nos plantea muchos interrogantes desde los derechos humanos para el próximo gobierno. Por ejemplo, qué proponen para transformar de lleno al país, cómo manejarán las relaciones con Estados Unidos. La situación económica de la población, la pobreza, el desempleo son una especie de volcán social. En ciudades donde el narcotráfico soportó la economía, hoy en día éste está totalmente desarticulado y la pobreza y la delincuencia crecen.

 

El programa de erradicación de la coca ha producido éxodos campesinos y destrucción del medio ambiente en zonas de selvas, no hay programas de sustitución de cultivos; no hay respuesta a la situación de un millón de personas que en los últimos años se tuvieron que desplazar internamente, hay campamentos de desplazados internos que siguen siendo hostigados por paramilitares, guerrilleros y ejército. No hay una situación de respuesta a la seguridad social, los índices de deserción escolar para la secundaria siguen siendo del 70%.

 

ALAI: ¿Por qué Horacio Serpa, candidato de un gobierno tan cuestionado, se presenta como el favorito?

 

AR: Porque es una persona muy hábil en política, bastante populista, las acusaciones que le hacen sus opositores es de ser muy izquierdista dentro del Partido Liberal, proviene de la región petrolera de Barrancabermeja, que es una región de mucha lucha popular, en donde se le ve como un posible aliado de las luchas nacionalistas por la defensa del petróleo y ahora, con las inversiones de British Petroleum y Occidental, se le ve como un baluarte para ese sector de la población.

 

Cuando fue ministro del interior y procurador general de la Nación tuvo ciertas actitudes progresistas en favor de ciertos sectores de población, mas coyunturales pero que son significativas quizá a la hora de votar. Ahora hay mucha incertidumbre, porque es posible que los electores se arrepientan y voten por otro, pero las encuestas le dan a él el primer lugar. Es una persona que frente a los Estados Unidos plantea un discurso nacionalista de dignidad, es tan hábil en política que podría buscar asesores y miembros de su gabinete muy capaces que superen la tecnocracia. Lo importante aquí es que los poderes locales, los gamonales, los caciques locales quizás no tendrían la posibilidad de seguir robando el presupuesto nacional con otro de los candidatos, porque la probalidad de estar en todo el país es del Partido Liberal no del Conservador, entonces si se perpetúa Serpa tienen la posibilidad de perpetuar el robo y la expoliación en sus regiones.

 

ALAI: ¿Qué perspectiva tendría en Colombia la posición autoritaria del Harold Bedoya?

 

AR: Algunas personas creen que sería bueno que él ganara porque podría exhibir, desde la vía democrática o de la democracia formal, una posición de ultraderecha. El institucionalizaría el paramilitarismo y las posiciones radicales a ultranza estaría más visibles y sería más fácil decirle: ahora ustedes son gobierno y tienen que respetar esto y esto, que no estando de manera sutil, metidos entre la población haciendo guerra sicológica y destruyendo todo el tejido social.

 

Pero otros creen que es peligroso que Bedoya participe en la contienda electoral porque ser verían terminadas todas las posibilidades de civilidad y de respaldo popular a las iniciativas de la gente. Pero también hay gente que está indecisa, gente que se cansó del discurso de las izquierdas, y también nuevas generaciones de tecnócratas que ponen muchos votos, gente que tiene cansancio y que piensa que la solución es una persona autoritaria.

 

ALAI: Hay un actor armado que no deja de contar en Colombia, ¿qué papel juega en este período?

 

AR: El actor armado juega un papel definitivo, ya empezó a amenazar a algunos candidatos al Congreso, pero más allá de la amenaza para que la gente no vote, su propuesta política no es muy tangible para la mayoría de la población, creo que ha pesado bastante el énfasis de las Fuerzas Armadas y del gobierno en señalar que las guerrillas perdieron su ideario político y que son simplemente bandidos, bandoleros. Esta caracterización que reproducen los medios de comunicación no contribuye para nada a un posible proceso de paz.

 

Entonces pensamos, desde los derechos humanos, que el primer paso debería ser la reconsideración de ese actor como actor político, es decir la recuperación de su carácter de grupos que tienen un ideario, así nosotros no lo compartamos, y la lucha armada como una forma de lucha. Ese actor está muy fortalecido en zonas en donde tradicionalmente se asentó, pero al mismo tiempo está muy hostigado y estrechado por las fuerzas paramilitares. Muchas sectores de la población están decepcionados porque las guerrillas no logran defenderlos de las matanzas de los paramilitares, no ha habido acciones contundentes y capacidad militar, como lo ha demostrado en Las Delicias contra el ejército, contra los paramilitares.

 

Eso pesa, pesa muchísimo también dentro del apoyo popular. Indiscutiblemente, el proceso de paz tendría muchos componentes. Una posibilidad de negociación de paz, como la que ha propuesto la Comisión Nacional de Conciliación, plantea en primer lugar una agenda del país nacional que es, por ejemplo, la situación socio-económica y la situación de derechos humanos como premisas fundamentales para iniciar un diálogo. El problema no es que cese el fuego entre las guerrillas, el ejército y los paramilitares, es también cómo se va a resolver esos problemas que dieron origen a esas guerrillas y, básicamente, las causas del conflicto.

 

Publicado en el Servicio Informativo # 268, ALAI, 05-03-1998, Quito

 

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