Daniel Ortega, de la rebeldía al pragmatismo total
03/11/2006
- Opinión
Para quienes vivimos de manera intensa la fuerza del pueblo Nicaragüense volcado en las calles, luchando de manera heroica para terminar con la dictadura de Anastasio Somoza durante el primer semestre de 1979, quedó para siempre grabado en nuestra memoria este hecho.
La Revolución Sandinista fue para mi generación lo que fue la Revolución Cubana para las generaciones que nos antecedieron. Por ella alimentamos nuestros sueños de rebeldía, miles de hombres y mujeres en América Latina volvieron a ver reverdecidas sus pasiones por la idea del cambio y muchos abrazaron con ardor la idea de las armas para empujar sus proyectos políticos.
Y el principal dirigente de este contingente agrupado en el Frente Sandinista de Liberación Nacional es Daniel Ortega Saavedra, el hombre que ha participado en cinco campañas presidenciales, ganando la primera, perdiendo las tres siguientes y que las encuestas muestran como muy opcionado para triunfar en la quinta, a definirse el próximo domingo 5 de Noviembre.
Daniel Ortega Saavedra nació en el año de 1945, en La Libertad, Chontales y estudió derecho en la Universidad Centroamericana de Managua. En 1963 dejó su carrera universitaria para unirse al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y hacia 1967 ya se había convertido en jefe de su movimiento a nivel urbano. Permaneció encarcelado desde 1967 hasta 1974 por tomar parte en el atraco a un banco y su libertad fue posible mediante un canje, por rehenes, tomados por un comando del FSLN en Managua. Cuando quedó el libertad partió a Cuba, pero a los pocos meses regresó clandestinamente a Nicaragua, para volver a unirse al FSLN y participar en la lucha que puso fin al régimen somocista.
Fue miembro del grupo 'tercerista' del FSLN, la facción que logra la mayor hegemonía. Las otras dos se denominaron la GPP, por las siglas de Guerra Popular Prolongada e Insurreccionalistas, que eran las estrategias de acción política que propugnaban durante la lucha de guerrillas contra Somoza. Su hermano menor, Camilo, muere durante los combates de Masaya, en el año 78 y su hermano mayor, Humberto, es un destacado dirigente del sector tercerista, conocido como tal porque integró los planteamientos de la GPP e insurreccionalistas.
Cuando el presidente Anastasio Somoza Debayle fue expulsado por el levantamiento popular conducido por el FSLN, en julio de 1979, la tarea de gobernar el país recayó sobre un Gobierno de Reconstrucción Nacional en cuyo seno Ortega desempeñó el cargo de coordinador. De la Junta, igualmente, hicieron parte la Señora Violeta de Chamorro, viuda de un reconocido periodista; Pedro Joaquín Chamorro, fundador y director del Diario La Prensa, asesinado por fuerzas Somocistas.
El gobierno sandinista se enfrentó a la tarea de reconstruir un país devastado por la dinastía Somoza y por la guerra que provocó su fin. Daniel Ortega lideró una acción de gobierno que levantó las banderas de economía mixta y pluralismo económico, lo que le permitió ganar respaldo en la socialdemocracia europea y latinoamericana y cierto margen de acción con el Partido Demócrata de los Estados Unidos.
Cuando Ronald Reagan sucedió a Jimmy Carter en la presidencia de Estados Unidos en 1981, la política de este país cambió. Del apoyo económico se pasó a las maniobras financieras y a las presiones militares y diplomáticas, entre las que destacaron el respaldo prestado a la guerrilla de la Resistencia Nicaragüense –-que agrupaba fuerzas Somocistas y de oposición al proyecto Sandinista-- que atacó a las fuerzas sandinistas por el norte y por el sur, ejecutó el minado de los puertos nicaragüenses y desarrolló un intenso bloqueo económico.
Siendo consecuente con su postulado de pluralismo político, el FSLN convocó elecciones legislativas y presidenciales en 1984, para las cuales postuló a Daniel Ortega en fórmula con Sergio Ramírez, uno de los intelectuales más prestantes no sólo de Centroamérica, sino de América Latina, para Presidencia y Vicepresidencia respectivamente. Estas elecciones fueron ganadas por el FSLN, con un respaldo del 60% de los votos.
Pero la administración Bush mantuvo el apoyo a la “contra”, la guerra arreció y sumió al país en un desangre continuo que, junto con el empobrecimiento aunado a una incapacidad para proyectar una gestión económica y social hizo que el proyecto Sandinista entrara en crisis para las elecciones de febrero de 1990. El FSLN y las fuerzas sociales que le acompañaban, volvieron a postular a la fórmula Daniel Ortega-Sergio Ramírez. La oposición agrupada en la Unión Nacional de Oposición (UNO) y su candidata Violeta Barrios de Chamorro, contra un ambiente de triunfalismo, derrotó electoralmente a quienes habían llegado por las armas en el año 79, pero que se habían jugado en las reglas democráticas, en medio de una agresión armada auspiciada desde Washington.
Daniel Ortega, quizás en el acto más íntegro de su existencia, reconoció el triunfo electoral de la Sra. Violeta de Chamorro y asumió la transferencia del poder, a pesar de contar con el absoluto control del Ejército Popular Sandinista, al que algunas voces le aconsejaron recurrir para birlar el triunfo electoral de la UNO. Pero Daniel Ortega honró su compromiso con la construcción de democracia y aceptó la derrota electoral, que sellaba la pérdida de este pulso político “echado” con la fuerte y decidida presencia de la administración de Bush Padre.
La transición política no fue nada fácil. En la agenda estaban los temas de propiedad, para solo colocar el caso de la Casa de vivienda de Daniel Ortega, “confiscada” a un colaborador “Somocista” y así miles de casos por toda Nicaragua… en el fondo de este asunto estaba la reforma agraria adelantada durante la década de gobierno Sandinista. Este proceso de defensa de los logros importantes de una agenda de redistribución de la propiedad contó con la activa participación de Daniel Ortega, pero este proceso igualmente tiene otra cara, reseñada así por Sergio Ramírez, quien desde mediados de los noventa se apartó irremediablemente del FSLN y del liderazgo de Ortega: “Y la ética revolucionaria, ¿A dónde fue a parar entonces? Junto con el caos en la distribución de tierras a los beneficiarios de la reforma agraria, se dio durante el período de transición un masivo reparto de bienes del Estado, que favoreció a dirigentes y partidarios del Frente Sandinista en todos los niveles. La rapiña que llegó a ser conocida como "la piñata" y venía a contradecir los principios éticos proclamados por la revolución. En todas partes de América Latina existen los corruptos, pero sólo en Nicaragua había habido una revolución”.
Daniel Ortega, mantuvo una férrea conducción del FSLN y de manera “terca”, se atrincheró en el poder. Las concepciones de democracia y pluralismo que enarbolaron en los ochenta, no fueron asumidas desde el interior de lo que representaba la principal fuerza de renovación política de Nicaragua, como lo fue el FSLN. Daniel poco a poco fue anquilosando la acción política, alejó a sus contradictores e impuso la migración política y la incredulidad entre cientos de militantes Sandinistas, entre ellos los estandartes morales como los Sacerdotes Ernesto y Fernando Cardenal y su coequipero de gobierno y de campañas Sergio Ramírez.
En 1996 es derrotado por el Conservador Arnoldo Alemán y en el 2001 por Enrique Bolaños. Ha jugado en estos últimos quince años a repartirse el poder con Conservadores y Liberales y ahora en su quinta campaña, trata por todos los medios de mandar mensajes de tranquilidad, mostrándose como devoto cristiano, respetuoso de la propiedad privada y amigo de no casar peleas con los Estados Unidos y en el colmo del pragmatismo tiene como fórmula vicepresidencial a un antiguo dirigente de la Contrarrevolución.
Sergio Ramírez define la actuación del FSLN liderado por Daniel Ortega de la siguiente forma: “Las figuras de Daniel Ortega, caudillo sandinista, y la de Arnoldo Alemán, caudillo liberal, oscurecen las perspectivas democráticas de Nicaragua porque conformando sus pactos vedan toda participación política que no sea la de sus propios partidos; y porque esos mismos pactos alimentan los repartos de poder, facilitan la manipulación de los tribunales de justicia, e impiden el desarrollo institucional, y por ello vienen a ser también responsables de la corrupción”.
¿Herencia también de la revolución un caudillo que se reparte con otro cuotas de poder y estorba el desarrollo institucional? No sólo la cultura autoritaria de origen del sandinismo, inspirada en el marxismo ortodoxo, sino la cultura política del país toda, desde el siglo XIX, favorece la figura del caudillo que se alimenta, precisamente, del atraso democrático y sigue representando a la vieja sociedad rural que aún domina en Nicaragua pese a los amagos de modernización. ¿No fue, entonces, la revolución un factor de modernización? Sus impulsos de transformar la sociedad lo fueron, pero no el esquema político vertical al que, en términos ideológicos, algunos de sus dirigentes militares se aferraron hasta casi el final. Estos esquemas fueron derrotados por la realidad, pero no fueron derrotados en sus mentes. De allí que aquel acto trascendental de aceptación de la derrota electoral en 1990 se haya convertido luego en motivo de arrepentimiento bajo aquella proclama inmediata de Daniel Ortega de "gobernar desde abajo".
El próximo domingo 5 de noviembre sabremos si Daniel Ortega, el sexagenario, logra su segundo triunfo electoral, luego de cinco campañas y si el pragmatismo excesivo que lo acompaña, lo mostrará como un hombre con poder y gobierno, pero que ya no entusiasma, como hace ya casi treinta años cuando lideró ese gran sueño de una Nicaragua libre.
- Luis Eduardo Celis Méndez es asesor de la Corporación Nuevo Arco Iris.
Fuente: Corporación Viva la Ciudadanía.
www.vivalaciudadania.org
La Revolución Sandinista fue para mi generación lo que fue la Revolución Cubana para las generaciones que nos antecedieron. Por ella alimentamos nuestros sueños de rebeldía, miles de hombres y mujeres en América Latina volvieron a ver reverdecidas sus pasiones por la idea del cambio y muchos abrazaron con ardor la idea de las armas para empujar sus proyectos políticos.
Y el principal dirigente de este contingente agrupado en el Frente Sandinista de Liberación Nacional es Daniel Ortega Saavedra, el hombre que ha participado en cinco campañas presidenciales, ganando la primera, perdiendo las tres siguientes y que las encuestas muestran como muy opcionado para triunfar en la quinta, a definirse el próximo domingo 5 de Noviembre.
Daniel Ortega Saavedra nació en el año de 1945, en La Libertad, Chontales y estudió derecho en la Universidad Centroamericana de Managua. En 1963 dejó su carrera universitaria para unirse al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y hacia 1967 ya se había convertido en jefe de su movimiento a nivel urbano. Permaneció encarcelado desde 1967 hasta 1974 por tomar parte en el atraco a un banco y su libertad fue posible mediante un canje, por rehenes, tomados por un comando del FSLN en Managua. Cuando quedó el libertad partió a Cuba, pero a los pocos meses regresó clandestinamente a Nicaragua, para volver a unirse al FSLN y participar en la lucha que puso fin al régimen somocista.
Fue miembro del grupo 'tercerista' del FSLN, la facción que logra la mayor hegemonía. Las otras dos se denominaron la GPP, por las siglas de Guerra Popular Prolongada e Insurreccionalistas, que eran las estrategias de acción política que propugnaban durante la lucha de guerrillas contra Somoza. Su hermano menor, Camilo, muere durante los combates de Masaya, en el año 78 y su hermano mayor, Humberto, es un destacado dirigente del sector tercerista, conocido como tal porque integró los planteamientos de la GPP e insurreccionalistas.
Cuando el presidente Anastasio Somoza Debayle fue expulsado por el levantamiento popular conducido por el FSLN, en julio de 1979, la tarea de gobernar el país recayó sobre un Gobierno de Reconstrucción Nacional en cuyo seno Ortega desempeñó el cargo de coordinador. De la Junta, igualmente, hicieron parte la Señora Violeta de Chamorro, viuda de un reconocido periodista; Pedro Joaquín Chamorro, fundador y director del Diario La Prensa, asesinado por fuerzas Somocistas.
El gobierno sandinista se enfrentó a la tarea de reconstruir un país devastado por la dinastía Somoza y por la guerra que provocó su fin. Daniel Ortega lideró una acción de gobierno que levantó las banderas de economía mixta y pluralismo económico, lo que le permitió ganar respaldo en la socialdemocracia europea y latinoamericana y cierto margen de acción con el Partido Demócrata de los Estados Unidos.
Cuando Ronald Reagan sucedió a Jimmy Carter en la presidencia de Estados Unidos en 1981, la política de este país cambió. Del apoyo económico se pasó a las maniobras financieras y a las presiones militares y diplomáticas, entre las que destacaron el respaldo prestado a la guerrilla de la Resistencia Nicaragüense –-que agrupaba fuerzas Somocistas y de oposición al proyecto Sandinista-- que atacó a las fuerzas sandinistas por el norte y por el sur, ejecutó el minado de los puertos nicaragüenses y desarrolló un intenso bloqueo económico.
Siendo consecuente con su postulado de pluralismo político, el FSLN convocó elecciones legislativas y presidenciales en 1984, para las cuales postuló a Daniel Ortega en fórmula con Sergio Ramírez, uno de los intelectuales más prestantes no sólo de Centroamérica, sino de América Latina, para Presidencia y Vicepresidencia respectivamente. Estas elecciones fueron ganadas por el FSLN, con un respaldo del 60% de los votos.
Pero la administración Bush mantuvo el apoyo a la “contra”, la guerra arreció y sumió al país en un desangre continuo que, junto con el empobrecimiento aunado a una incapacidad para proyectar una gestión económica y social hizo que el proyecto Sandinista entrara en crisis para las elecciones de febrero de 1990. El FSLN y las fuerzas sociales que le acompañaban, volvieron a postular a la fórmula Daniel Ortega-Sergio Ramírez. La oposición agrupada en la Unión Nacional de Oposición (UNO) y su candidata Violeta Barrios de Chamorro, contra un ambiente de triunfalismo, derrotó electoralmente a quienes habían llegado por las armas en el año 79, pero que se habían jugado en las reglas democráticas, en medio de una agresión armada auspiciada desde Washington.
Daniel Ortega, quizás en el acto más íntegro de su existencia, reconoció el triunfo electoral de la Sra. Violeta de Chamorro y asumió la transferencia del poder, a pesar de contar con el absoluto control del Ejército Popular Sandinista, al que algunas voces le aconsejaron recurrir para birlar el triunfo electoral de la UNO. Pero Daniel Ortega honró su compromiso con la construcción de democracia y aceptó la derrota electoral, que sellaba la pérdida de este pulso político “echado” con la fuerte y decidida presencia de la administración de Bush Padre.
La transición política no fue nada fácil. En la agenda estaban los temas de propiedad, para solo colocar el caso de la Casa de vivienda de Daniel Ortega, “confiscada” a un colaborador “Somocista” y así miles de casos por toda Nicaragua… en el fondo de este asunto estaba la reforma agraria adelantada durante la década de gobierno Sandinista. Este proceso de defensa de los logros importantes de una agenda de redistribución de la propiedad contó con la activa participación de Daniel Ortega, pero este proceso igualmente tiene otra cara, reseñada así por Sergio Ramírez, quien desde mediados de los noventa se apartó irremediablemente del FSLN y del liderazgo de Ortega: “Y la ética revolucionaria, ¿A dónde fue a parar entonces? Junto con el caos en la distribución de tierras a los beneficiarios de la reforma agraria, se dio durante el período de transición un masivo reparto de bienes del Estado, que favoreció a dirigentes y partidarios del Frente Sandinista en todos los niveles. La rapiña que llegó a ser conocida como "la piñata" y venía a contradecir los principios éticos proclamados por la revolución. En todas partes de América Latina existen los corruptos, pero sólo en Nicaragua había habido una revolución”.
Daniel Ortega, mantuvo una férrea conducción del FSLN y de manera “terca”, se atrincheró en el poder. Las concepciones de democracia y pluralismo que enarbolaron en los ochenta, no fueron asumidas desde el interior de lo que representaba la principal fuerza de renovación política de Nicaragua, como lo fue el FSLN. Daniel poco a poco fue anquilosando la acción política, alejó a sus contradictores e impuso la migración política y la incredulidad entre cientos de militantes Sandinistas, entre ellos los estandartes morales como los Sacerdotes Ernesto y Fernando Cardenal y su coequipero de gobierno y de campañas Sergio Ramírez.
En 1996 es derrotado por el Conservador Arnoldo Alemán y en el 2001 por Enrique Bolaños. Ha jugado en estos últimos quince años a repartirse el poder con Conservadores y Liberales y ahora en su quinta campaña, trata por todos los medios de mandar mensajes de tranquilidad, mostrándose como devoto cristiano, respetuoso de la propiedad privada y amigo de no casar peleas con los Estados Unidos y en el colmo del pragmatismo tiene como fórmula vicepresidencial a un antiguo dirigente de la Contrarrevolución.
Sergio Ramírez define la actuación del FSLN liderado por Daniel Ortega de la siguiente forma: “Las figuras de Daniel Ortega, caudillo sandinista, y la de Arnoldo Alemán, caudillo liberal, oscurecen las perspectivas democráticas de Nicaragua porque conformando sus pactos vedan toda participación política que no sea la de sus propios partidos; y porque esos mismos pactos alimentan los repartos de poder, facilitan la manipulación de los tribunales de justicia, e impiden el desarrollo institucional, y por ello vienen a ser también responsables de la corrupción”.
¿Herencia también de la revolución un caudillo que se reparte con otro cuotas de poder y estorba el desarrollo institucional? No sólo la cultura autoritaria de origen del sandinismo, inspirada en el marxismo ortodoxo, sino la cultura política del país toda, desde el siglo XIX, favorece la figura del caudillo que se alimenta, precisamente, del atraso democrático y sigue representando a la vieja sociedad rural que aún domina en Nicaragua pese a los amagos de modernización. ¿No fue, entonces, la revolución un factor de modernización? Sus impulsos de transformar la sociedad lo fueron, pero no el esquema político vertical al que, en términos ideológicos, algunos de sus dirigentes militares se aferraron hasta casi el final. Estos esquemas fueron derrotados por la realidad, pero no fueron derrotados en sus mentes. De allí que aquel acto trascendental de aceptación de la derrota electoral en 1990 se haya convertido luego en motivo de arrepentimiento bajo aquella proclama inmediata de Daniel Ortega de "gobernar desde abajo".
El próximo domingo 5 de noviembre sabremos si Daniel Ortega, el sexagenario, logra su segundo triunfo electoral, luego de cinco campañas y si el pragmatismo excesivo que lo acompaña, lo mostrará como un hombre con poder y gobierno, pero que ya no entusiasma, como hace ya casi treinta años cuando lideró ese gran sueño de una Nicaragua libre.
- Luis Eduardo Celis Méndez es asesor de la Corporación Nuevo Arco Iris.
Fuente: Corporación Viva la Ciudadanía.
www.vivalaciudadania.org
https://www.alainet.org/es/active/14345?language=en
Del mismo autor
- El paramilitarismo sigue vivito y matando 07/12/2008
- Machuca diez años después: Los retos pendientes del ELN 16/10/2008
- Un año entre calma y tempestad 04/09/2008
- Construcción inconclusa de la nación colombiana 21/08/2008
- El presidente Chávez y las FARC 12/06/2008
- Recordando a Jaime Pardo Leal 11/10/2007
- A propósito de la VIII Ronda entre el Gobierno colombiano y el ELN 01/09/2007
- Balances de guerra y paz en el primer año del segundo mandato de Uribe 09/08/2007
- El cese del fuego y la verificación son logrables 28/07/2007
- El país puede esperar buenas noticias del proceso con el ELN 25/05/2007
Clasificado en
Clasificado en:
