Elecciones del 2006
Mensaje al pueblo nicaragüense por una Nicaragua nueva
27/10/2006
- Opinión
<I>“Nosotros esperamos una tierra y un cielo nuevos donde brille la justicia”
(1 P 3, 13)</I>
Desde hace algunos meses un grupo de amigos y amigas, religiosos, religiosas, laicos y laicas, venimos reflexionando sobre el momento de gracia y discernimiento que los y las nicaragüenses estamos viviendo de cara a las elecciones del 5 de noviembre de 2006. Es el momento en donde con decisión firme aceptamos no solo elegir nuestros líderes políticos, sino también, compartir el titánico compromiso de hacer una Nicaragua más próspera, igualitaria, solidaria y democrática. Como los profetas a los cuales Dios les anunciaba “…“…ya te he explicado lo que Dios quiere de ti: que defiendas la justicia, y ames con lealtad, y que camines humildemente delante de Dios” (Mi. 6, 8), debemos prepararnos para que sea la justicia a los más pobres de nuestro país, la que reine gracias a nuestro voto inteligente y comprometido
¿Dónde extenderemos nuestras manos?, es el momento de escuchar la voz del Maestro que nos invita a un proyecto concreto, el Reino de Dios, el lugar de las promesas, de la verdadera bienaventuranza, de la felicidad. Pero esta bienaventuranza de la que nos habla Jesús en evangelio de Mateo (5, 1-10) no se encuentra ni en el poder ni en el dinero, sino que se encuentra en la solidaridad, en la lucha contra todo aquello que pisotee la dignidad humana, llámese pobreza, violencia, corrupción, exclusión, impunidad, desnutrición, analfabetismo, migración y demás. Nuestra misión es decir con fuerza y convicción “Levántate, Señor, extiende la mano, no te olvides de los humildes; …tú ves las penas y los trabajos, tú los miras y los tomas en tus manos: a ti se encomienda el pobre, tú eres el socorro del huérfano” (Sal 10, 12-14). Ya sea como laicos, políticos o ciudadanos, como sacerdotes o religiosos, muchas veces sucumbimos en esta lucha y buscamos las salidas fáciles, aquellas que dan una felicidad superficial y que sólo satisfacen nuestras necesidades individualistas de poder o de otra índole. Olvidándonos de nuestra misión de constructores de justicia, fraternidad y paz.
Según datos del Centro Nicaragüense de Derechos Humano (CENIDH) en su informe 2004-2005, Nicaragua es uno de los cuatro países latinoamericanos más pobres, la pobreza extrema sigue siendo profundamente rural, más del 76% de los pobres indigentes residen en áreas rurales, donde sobreviven con menos de un dólar al día. Además de estas cifras no podemos olvidar la deplorable situación de desnutrición que merma nuestra niñez, el no acceso a la educación de una gran cantidad de jóvenes nicaragüenses, las pésimas condiciones en que se encuentra la seguridad social y los servicios de salud, la gran brecha que existe entre hombres y mujeres tanto a nivel laboral como político, sin dejar de lado el alto índice de violencia intrafamiliar y la forzada migración con sus consecuencias. Estos ejemplos son solo unos cuantos de la gran lista de males que aquejan nuestra sociedad.
¿De dónde provienen estos males? Principalmente se debe a que nuestros estados han dado rienda suelta al modelo globalizante y neoliberal que reduce al mínimo el papel del estado y la inversión social, asumiendo las políticas antisolidarias de organismos internacionales tales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Sin embargo, a estas causas principales las siguen algunas otras: las luchas de poder entre partidos políticos, la corrupción, los Mega-salarios, el padrinazgo y manutención judicial y financiera de instituciones públicas y privadas que dan malos servicios a realidades vitales como son el agua y la luz, la falta de transparencia en la rendición de cuentas, liberaciones sorprendentes de delincuentes, manipulación de los medios de comunicación social, malversaciones de fondos, condicionamiento de leyes necesarias para la sociedad por intereses partidarios, la venta y destrucción indiscriminada de nuestros recursos naturales por la falta de regulación jurídica, el no establecer en la práctica prioridades presupuestarias para la educación, la salud, el combate contra la pobreza, la desnutrición, el desempleo, la migración y sus terribles consecuencias, y la violencia. Es en esta realidad en donde debemos extender nuestras manos para construir ese otro mundo posible donde reine la felicidad junto con la sabiduría, el profetismo, la solidaridad y el amor.
Nicaragua es un país con un profundo potencial de recursos materiales y humanos – su gente, su la riqueza cultural tanto en la literatura, la pintura, la música, la poesía, otras artes, su fe, nos recuerda que los artesanos/as de los sueños somos nosotros mismos; el conocer y valorar la riqueza de nuestra flora y fauna nos hace respirar con fuerza; estos recursos racionalmente desarrollados y puestos al servicio de toda la población y no sólo de unos pocos privilegiados, permitiría experimentar un salto de calidad en las actuales condiciones de vida, en un futuro no muy lejano. En esta reflexión encontramos nuestra esperanza en una sociedad que se una en un sueño común. Ya lo diría Gioconda Belli “es hora de la meditación y tejo un sueño, porque aprendí que los sueños son posibles”.
Tomados de la mano unos con otros, sabiéndonos profetas y poetas de nuestra realidad, iluminados con nuestra participación activa para exigir el cumplimiento de las promesas electorales, es que alcanzaremos un desarrollo humano sostenible como proceso que no solo genera crecimiento económico sino que distribuye sus beneficios equitativamente, que regenera el ambiente, en lugar de destruirlo, que potencia a las personas, en lugar de marginarlas. Solo así se hace posible una sociedad en donde la salud, la educación y el trabajo se vuelven prioridad para nuestros gobiernos y sus presupuestos. Solo así es como la transparencia y honestidad serán pilares de nuestras instituciones estatales y privadas. Solo así las decisiones de nuestra convivencia no las tomarán unos cuantos sino que se abrirá a un diálogo plural y libre de todas las entidades de esta Nicaragua. Solo así la solidaridad “no sería un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos” (Solicitudo rei socialis 38e).
En Nicaragua son posibles los sueños, sabiendo que “a pesar de las cruces y los pactos el amor bajo el hombre está creciendo, a pesar de la muerte y de la guerra, el amor bajo el hombre está creciendo” nos recordaría Jorge de Bravo. Construimos esperanza en una sociedad que haga posible un ¨mañana distinto ¨ sin exclusiones de ninguna clase, a partir de afrontar con lucidez y solidaridad su presente.
Nadie puede decir no me meto, no me comprometo, porque sería un mal cristiano, un mal ciudadano¨. Monseñor Arnulfo Romero
¡Adelante, pensar el voto es construir democracia, adelantar el Reino, vivir en la bienaventuranza, compartir la felicidad!
(1 P 3, 13)</I>
Desde hace algunos meses un grupo de amigos y amigas, religiosos, religiosas, laicos y laicas, venimos reflexionando sobre el momento de gracia y discernimiento que los y las nicaragüenses estamos viviendo de cara a las elecciones del 5 de noviembre de 2006. Es el momento en donde con decisión firme aceptamos no solo elegir nuestros líderes políticos, sino también, compartir el titánico compromiso de hacer una Nicaragua más próspera, igualitaria, solidaria y democrática. Como los profetas a los cuales Dios les anunciaba “…“…ya te he explicado lo que Dios quiere de ti: que defiendas la justicia, y ames con lealtad, y que camines humildemente delante de Dios” (Mi. 6, 8), debemos prepararnos para que sea la justicia a los más pobres de nuestro país, la que reine gracias a nuestro voto inteligente y comprometido
¿Dónde extenderemos nuestras manos?, es el momento de escuchar la voz del Maestro que nos invita a un proyecto concreto, el Reino de Dios, el lugar de las promesas, de la verdadera bienaventuranza, de la felicidad. Pero esta bienaventuranza de la que nos habla Jesús en evangelio de Mateo (5, 1-10) no se encuentra ni en el poder ni en el dinero, sino que se encuentra en la solidaridad, en la lucha contra todo aquello que pisotee la dignidad humana, llámese pobreza, violencia, corrupción, exclusión, impunidad, desnutrición, analfabetismo, migración y demás. Nuestra misión es decir con fuerza y convicción “Levántate, Señor, extiende la mano, no te olvides de los humildes; …tú ves las penas y los trabajos, tú los miras y los tomas en tus manos: a ti se encomienda el pobre, tú eres el socorro del huérfano” (Sal 10, 12-14). Ya sea como laicos, políticos o ciudadanos, como sacerdotes o religiosos, muchas veces sucumbimos en esta lucha y buscamos las salidas fáciles, aquellas que dan una felicidad superficial y que sólo satisfacen nuestras necesidades individualistas de poder o de otra índole. Olvidándonos de nuestra misión de constructores de justicia, fraternidad y paz.
Según datos del Centro Nicaragüense de Derechos Humano (CENIDH) en su informe 2004-2005, Nicaragua es uno de los cuatro países latinoamericanos más pobres, la pobreza extrema sigue siendo profundamente rural, más del 76% de los pobres indigentes residen en áreas rurales, donde sobreviven con menos de un dólar al día. Además de estas cifras no podemos olvidar la deplorable situación de desnutrición que merma nuestra niñez, el no acceso a la educación de una gran cantidad de jóvenes nicaragüenses, las pésimas condiciones en que se encuentra la seguridad social y los servicios de salud, la gran brecha que existe entre hombres y mujeres tanto a nivel laboral como político, sin dejar de lado el alto índice de violencia intrafamiliar y la forzada migración con sus consecuencias. Estos ejemplos son solo unos cuantos de la gran lista de males que aquejan nuestra sociedad.
¿De dónde provienen estos males? Principalmente se debe a que nuestros estados han dado rienda suelta al modelo globalizante y neoliberal que reduce al mínimo el papel del estado y la inversión social, asumiendo las políticas antisolidarias de organismos internacionales tales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Sin embargo, a estas causas principales las siguen algunas otras: las luchas de poder entre partidos políticos, la corrupción, los Mega-salarios, el padrinazgo y manutención judicial y financiera de instituciones públicas y privadas que dan malos servicios a realidades vitales como son el agua y la luz, la falta de transparencia en la rendición de cuentas, liberaciones sorprendentes de delincuentes, manipulación de los medios de comunicación social, malversaciones de fondos, condicionamiento de leyes necesarias para la sociedad por intereses partidarios, la venta y destrucción indiscriminada de nuestros recursos naturales por la falta de regulación jurídica, el no establecer en la práctica prioridades presupuestarias para la educación, la salud, el combate contra la pobreza, la desnutrición, el desempleo, la migración y sus terribles consecuencias, y la violencia. Es en esta realidad en donde debemos extender nuestras manos para construir ese otro mundo posible donde reine la felicidad junto con la sabiduría, el profetismo, la solidaridad y el amor.
Nicaragua es un país con un profundo potencial de recursos materiales y humanos – su gente, su la riqueza cultural tanto en la literatura, la pintura, la música, la poesía, otras artes, su fe, nos recuerda que los artesanos/as de los sueños somos nosotros mismos; el conocer y valorar la riqueza de nuestra flora y fauna nos hace respirar con fuerza; estos recursos racionalmente desarrollados y puestos al servicio de toda la población y no sólo de unos pocos privilegiados, permitiría experimentar un salto de calidad en las actuales condiciones de vida, en un futuro no muy lejano. En esta reflexión encontramos nuestra esperanza en una sociedad que se una en un sueño común. Ya lo diría Gioconda Belli “es hora de la meditación y tejo un sueño, porque aprendí que los sueños son posibles”.
Tomados de la mano unos con otros, sabiéndonos profetas y poetas de nuestra realidad, iluminados con nuestra participación activa para exigir el cumplimiento de las promesas electorales, es que alcanzaremos un desarrollo humano sostenible como proceso que no solo genera crecimiento económico sino que distribuye sus beneficios equitativamente, que regenera el ambiente, en lugar de destruirlo, que potencia a las personas, en lugar de marginarlas. Solo así se hace posible una sociedad en donde la salud, la educación y el trabajo se vuelven prioridad para nuestros gobiernos y sus presupuestos. Solo así es como la transparencia y honestidad serán pilares de nuestras instituciones estatales y privadas. Solo así las decisiones de nuestra convivencia no las tomarán unos cuantos sino que se abrirá a un diálogo plural y libre de todas las entidades de esta Nicaragua. Solo así la solidaridad “no sería un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos” (Solicitudo rei socialis 38e).
En Nicaragua son posibles los sueños, sabiendo que “a pesar de las cruces y los pactos el amor bajo el hombre está creciendo, a pesar de la muerte y de la guerra, el amor bajo el hombre está creciendo” nos recordaría Jorge de Bravo. Construimos esperanza en una sociedad que haga posible un ¨mañana distinto ¨ sin exclusiones de ninguna clase, a partir de afrontar con lucidez y solidaridad su presente.
Nadie puede decir no me meto, no me comprometo, porque sería un mal cristiano, un mal ciudadano¨. Monseñor Arnulfo Romero
¡Adelante, pensar el voto es construir democracia, adelantar el Reino, vivir en la bienaventuranza, compartir la felicidad!
https://www.alainet.org/es/active/14210