Exclusión social y remesas familiares

25/10/2006
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Diecisiete años de reformas neoliberales han modificado radicalmente el aparato productivo salvadoreño, configurando un escenario recesivo que se prolonga por más de una década. Las políticas públicas implementadas durante las sucesivas administraciones de ARENA estimularon la quiebra del sector agropecuario, empujaron un proceso de des-industrialización que ha inducido al sector a una dependencia de las actividades de ensamblaje –principalmente maquila textil y de confección-- y configuraron una economía de servicios, basada en la actividad comercial.

El aparato agro-exportador ha quedado desvastado después de este período y con ello se transformó la estructura de las fuentes generadoras de divisas de la economía salvadoreña. A principio de la década de los ochentas el 89% de las divisas provenían de la exportación de bienes: 81% eran exportaciones tradicionales y 8% no tradicionales; para entonces las exportaciones maquileras representaban escasamente un 3% y las remesas familiares sólo alcanzaban el 8% del total de divisas (1).

La dimensión del fracaso de las políticas neoliberales también se hace evidente en la pérdida de la capacidad de generar las divisas que la economía requiere para su funcionamiento y la consecuente dependencia de las remesas familiares, una fuente exógena que se da al margen de la dinámica económica. En la actualidad las exportaciones tradicionales, que fueran la base de la generación de divisas, escasamente aportan un 6%, la pérdida de importancia relativa de este rubro es aparatoso: se han reducido en un 1,350% con relación a 1980; mientras que las remesas familiares han pasado del 8% al 70% del total de las divisas (2).

El incremento observado en los flujos de remesas familiares no es ajeno a la dinámica del sistema económico, pues detrás de la desestructuración productiva, la quiebra del agro, la flexibilización del mercado laboral, la apertura comercial, las políticas fiscales regresivas y las privatizaciones de los servicios públicos se larva una progresiva exclusión social y laboral. La expulsión de miles de salvadoreños y salvadoreñas es la clave de un círculo perverso en el que la población emigrante transfiere mensualmente un flujo de dinero tan relevante que constituye la principal fuente de divisas del país.

Una economía que depende de las remesas familiares

La importancia que tienen las remesas familiares en la economía salvadoreña es incuestionable, tanto en el ámbito micro como macroeconómico. El Banco Central de Reserva (BCR) registra para 2005 un monto de US $ 2.830 millones en concepto de remesas familiares –y para 2006 se proyecta más de $ 3.000 millones--, cifras que superan las tres cuartas partes del valor de las exportaciones totales salvadoreñas, representa más de la quinta parte del PIB corriente, más del 140% de los ingresos tributarios del Gobierno Central y más del 275% del IVA recaudado en 2005 (3). No cabe duda que tal influjo de divisas tiene una enorme relevancia en términos de su contribución a la “estabilidad macroeconómica” (4) del país durante la última década.

La relevancia económica de las remesas familiares ha posibilitado que los gobiernos de ARENA conviertan al país en un “laboratorio” para la implementación de sus experimentos neoliberales, dentro de los que destaca la errónea decisión de dolarizar la economía. Las remesas representan un importante estímulo al consumo nacional, contribuyen a neutralizar el efecto negativo de una balanza comercial deficitaria y constituyen una fuente importante de liquidez para el sistema financiero nacional, que se esfuerza por captar las remesas, incluso en las ciudades estadounidenses con mayor presencia de emigrantes salvadoreños.

Las remesas también tienen un impacto significativo en la economía familiar. En 2004 el 22.3% de los hogares salvadoreños reciben remesas familiares en un monto promedio mensual de US $ 160.85, se trata de unos 362,189 hogares --casi un millón y medio de salvadoreños y salvadoreñas-- que estarían recibiendo remesas por un valor promedio de $ 39.0 mensual por persona (5).

En general, el monto promedio de remesas recibido por los hogares salvadoreños está por debajo del valor de la Canasta Básica Alimentaria (CBA): el 54% recibe menos de $ 113.00 mensuales y sólo el 2.6% reciben transferencias superiores a $571.00 mensuales. Del total de hogares receptores de remesas, el 80.0% la destina para consumo, solo el 7.0% se orienta a la educación, 4.8% para gastos médicos y 6% para el ahorro (6).

Los departamentos con mayor número de hogares receptores de remesas son en el orden: La Unión (47.5%), Cabañas (37.2%), Morazán (34.2%) y San Miguel (30.1%) mientras que los que tienen un menor porcentaje de hogares receptores son La Paz (14.7%), Ahuachapán (14.2%) y Cuscatlán (14.1%) (7).

Las remesas y medición de la pobreza

Si existe algún mérito del gobierno actual y de las administraciones anteriores en la reducción de los indicadores oficiales de pobreza, es el haber mantenido y profundizado durante más de quince años un modelo económico excluyente y marginalizador, que ha expulsado y mantiene fuera de su patria a más de la tercera parte de la población, quienes a través de sus remesas familiares mantienen a flote la economía nacional y elevan los ingresos de los hogares receptores de remesas, con lo cual se reduce el número de familias clasificadas en condición de pobreza.

En la medición de la pobreza no sólo influyen las limitaciones metodológicas y la carencia de indicadores robustos y oportunos que dibujen a cabalidad la dimensión y profundidad del fenómeno, sino que además –en el caso salvadoreño-- concurre un factor exógeno que minimiza la magnitud de la pobreza, se trata de los ingresos que las familias perciben en concepto de remesas familiares.

Las remesas familiares elevan los ingresos mensuales de más de trescientas sesenta mil familias salvadoreñas, generando un “efecto tarima” sobre sus ingresos obtenidos internamente, con lo cual en el momento de medir la pobreza algunas familias que sin remesas calificarían en condición de “pobreza extrema” ascienden hasta “pobreza relativa”, y otras que se registrarían como “pobres relativos” ascenderían a la categoría de “no pobres”.

Con esta suerte de “magia aritmética” se hace evidente cómo la reducción de las tasas de pobreza difundidas como logro, responden principalmente a factores ajenos a las políticas públicas –como son las remesas familiares--, y poco o nada están asociados a presuntos “esfuerzos” deliberados en la política económica nacional, tendientes a generar empleo o implementar una política fiscal basada en principios de equidad y redistribución.

Estimaciones realizadas en base de la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples del 2004 demuestran que los porcentajes de población en condición de pobreza excluyendo remesas familiares registran un incremento significativo con relación a los indicadores oficiales, que incluyen remesas. Así, la pobreza total del país sería 41.1% y no 34.7% de los hogares como lo establece el gobierno; la pobreza urbana sería de 34.8% y no 29.5%; y los hogares rurales en situación de pobreza serían 51.7% y no 43.6% (8)

Incongruencia en las cifras oficiales de remesas familiares

Merece la pena señalar una importante contradicción en las cifras oficiales correspondientes a las remesas familiares. Para 2004 el BCR registra un monto de $ 2,574.6 millones en concepto de remesas familiares, mientras que el Ministerio de Economía, a través de encuestas realizadas directamente a los hogares, estima para ese mismo año (9) $ 699.1 millones.

Tal incongruencia en los datos oficiales, deja $1,875.5 millones que ingresaron al país en 2004 sin que se explique su destino, pues según el Ministerio de Economía, solo el 27.1% del total de “remesas” registrado por el BCR es absorbido por los hogares en forma de remesas. Esto podría dar pie a que tal remanente, que ascendió en 2004 a $ 156.3 millones mensuales ó $ 5.1 millones diarios, pudiera explicarse en actividades de “lavado de dólares”.

El círculo vicioso de la exclusión-migración-remesas

El sistema económico salvadoreño se ha convertido en una eficiente maquinaria para la generación de exclusión, marginalización y pobreza entre la población. La incapacidad del sistema de crear oportunidades para que las salvadoreñas y salvadoreños puedan tener acceso a empleos dignos, estables y justamente remunerados en su país de origen, se convierte en una fuerza expulsora de la población y causa determinante de los crecientes flujos de emigración internacional.

A la base de la exclusión y el empobrecimiento de la población se encuentran un complejo de factores históricos y estructurales, que se han ido conformando en el proceso de acumulación de capital en El Salvador, en el cual tienen una enorme relevancia las políticas públicas, y las reformas jurídicas e institucionales implementadas en el país durante los últimos tres lustros.

La otra cara del empobrecimiento de la sociedad salvadoreña, corresponde al enriquecimiento de unas cuantas familias y la creciente concentración del ingreso y los activos de la sociedad en torno a un núcleo hegemónico empresarial (10), mismo que controla el aparato gubernamental y las diferentes instancias de la administración pública, de manera que el funcionamiento de las instituciones del Estado responde por sobre todo a sus intereses particulares.

La reducción de los niveles de pobreza registrados en las estadísticas oficiales durante los últimos años observa un comportamiento simétrico a la tendencia de las remesas familiares. El porcentaje de hogares en situación de pobreza sería mucho mayor de no existir ese importante de flujo de ingresos que perciben más de la quinta parte de los hogares salvadoreños, y que les permite calificar por encima de las líneas de pobreza extrema y relativa, base utilizada para la medición de este fenómeno.

La entrada de un significativo monto de divisas generado al margen de la dinámica de la economía, en una magnitud tal que supera las tres cuartas partes del valor de las exportaciones, también constituye un importante vector que mantiene una relativa estabilidad macroeconómica y que además ha contribuido a amortiguar los niveles de conflictividad social que se larva en las condiciones de exclusión y la falta de oportunidades que genera el sistema económico salvadoreño.

El círculo de la exclusión-migración-remesas se gesta en el mismo sistema económico salvadoreño, las políticas públicas han sido y siguen siendo funcionales a la lógica de la maximización de la ganancia, al garantizar –primero a través de los Programas de Ajuste Estructural y después con los Tratados de Libre Comercio-- condiciones ideales para la acumulación del capital; aunque esto conlleva, por otra parte, a generar directa e indirectamente una situación de exclusión y marginalización de la mayoría de la población.

Además de registrar un crecimiento económico insuficiente, el excedente que genera la economía salvadoreña se reparte muy desigualmente entre los agentes, sin que las políticas públicas retomen su función redistributiva y la búsqueda de la equidad, mas bien éstas propenden a una mayor concentración de los activos y mayor desigual en la distribución de los ingresos.

El escenario de exclusión se materializa en la precarización de las condiciones de vida de la población. Ésta tiene al menos dos vertientes, en primer lugar la falta de acceso a los servicios públicos de amplios segmentos de la población como consecuencia de la privatización de los servicios públicos y, el deterioro en la calidad y acceso de los servicios derivado de la reducción del gasto público. Por otra parte está la exclusión laboral potenciada por la flexibilización del mercado de trabajo que conlleva no solo al deterioro de las condiciones de empleo, la pérdida de la capacidad adquisitiva de los salarios, sino también a la generación de un tipo de empleo de baja productividad y un empleo productivo que se realiza bajo condiciones precarias.

Una de las más importantes fuentes de emigración nacional es la exclusión laboral, ésta no se deriva únicamente de una situación de desempleo abierto (11), sino también por la falta de acceso a puestos de trabajo productivo y de buena calidad. Así, a la privación del acceso a los servicios públicos y de los medios de vida para las personas desempleadas, se agrega otra fuente de exclusión laboral como es la generación de un tipo de empleo precario y/o improductivo, que no resulta ser lo suficientemente atractivo para retener a la población ocupada.

La falta de oportunidades y la exclusión generada por el sistema económico conforman una fuerza expulsora de la población salvadoreña (12) que se ve obligada a emigrar principalmente hacia Estados Unidos, desde donde transfieren remesas a sus familiares domiciliados en el país a un altísimo coste humano que asume la misma población emigrante en términos de desintegración familiar, ser objeto de discriminación en el país de destino y sufrir el efecto de una transculturización.

Ante la pasividad del gobierno en materia de políticas públicas que generen oportunidades para la población, es un grupo social quien asume el sacrificio de generar ingreso –en forma de remesas—para que los hogares receptores puedan elevar sus rentas, de manera que los hogares que se ubican próximos a las líneas de pobreza pueden saltar el umbral y convertirse de pobres extremos en pobres relativos, y de pobres relativos en no pobres; con ello las estadísticas de pobreza nacional se ven sensiblemente disminuidas.

Con una economía en recesión, el estímulo de las remesas familiares en términos de dinamizar el consumo, viabilizar las cuentas deficitarias del sector externo y mantener el dinamismo del sistema financiero, el círculo vicioso de la exclusión-remesas se convierte en una sinergia que contribuye a la perpetuación del sistema. En realidad el gobierno Saca no tiene interés en modificar el rumbo de la economía, las políticas públicas seguirán inalteradas siempre que haya remesas; en este sentido, estamos ante un modelo en el cual su éxito y su perpetuación radica en el fracaso de sus políticas, el premio que recibe el gobierno por su incapacidad de generar oportunidades para la población salvadoreña es un flujo de divisas de una magnitud que la misma economía nacional es incapaz de generar.

Notas


1 PNUD, Informe de Desarrollo Humano El Salvador 2005,San Salvador
2 Ibíd..

3 Banco Central de Reserva de El Salvador, www.bcr.gob.sv

4 En las cuentas del Sector Externo, las remesas familiares compensan la creciente brecha en Balanza Comercial
amortigua el saldo negativo en Cuenta Corriente el cual no presenta los altos niveles deficitarios que caracterizan

economías importadoras y con un frágil aparato exportador, como la salvadoreña.

5 Ministerio de Economía, Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples, 2004

6 Ibíd.

7 Ibíd.

8 Hernández, Mónica (2006): Exclusión laboral y emigración en El Salvador: efectos de las remesas sobre la situación de
pobreza de los hogares durante 1990-2004. CLACSO-CROP, San Salvador.
9 Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples 2004.

10 Paniagua, Carlos (2002): El bloque empresarial hegemónico salvadoreño, ECA, No. 645-646, julio-agosto 2002, San
Salvador.

11 De hecho, los niveles de desempleo abierto nacional están muy por debajo de las cifras correspondientes a los países
de la Unión Europea, para el último quinquenio se estima que la población desempleada es inferior al 7.0% de la PEA.

12 Aunque existen discrepancias en las cifras de emigración nacional, todas las fuentes reconocen la enorme magnitud
del fenómeno. Mientras el PNUD estima que la población emigrante asciende a 32,000 personas al mes (PNUD, Informe
de Desarrollo Humano El Salvador 2005, p. 40, San Salvador); otras organizaciones como CARECEN estiman que unas
9,000 personas emigran mensualmente del país hacia Estados Unidos (www.elsalvador.com, 24 de agosto 2004).

Fuente: Observatorio de las Políticas Públicas y los DESC

 http://fespad.org.sv

https://www.alainet.org/es/active/14171
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