Los que en Punta Cala aplaudían, hoy dicen que es dictadura
15/10/2006
- Opinión
En las últimas semanas se han sucedido algunos hechos de importancia:
1-El 9 º Congreso del PIT-CNT que reafirmó la unidad obrera y las líneas de acción sindical autónoma, reconociendo lo nuevo y lo valioso del gobierno actual. La reafirmación de la línea de lucha contra la impunidad, resuelta en forma unánime, tiene especial significación cuando desde la derecha se intenta obstaculizar el proceso de avance.
2-El segundo hecho importante es la decisión de no firmar el TLC.
3-La intensificación de la campaña de la oposición contra el gobierno
4-Se acrecientan las tensiones (contra Chávez, contra Evo, contra Lula, contra Kirchner) pero, como se insinúan también en Ecuador, los cambios políticos siguen apuntando hacia la izquierda en América Latina.
5-Crece la economía y crece, menos, el empleo y los instrumentos de redistribución. En las áreas de pobreza no surgen oportunidades de trabajo. La nueva industria absorbe poca mano de obra sin calificación.
6-Los avances en materia de verdad y justicia levantan resistencias entre los soportes políticos y mediáticos de la impunidad. Amparados por el apoyo irrestricto de las familias que controlan los medios de comunicación, Bordaberry, Sanguinetti, Lacalle suben el tono de sus ataques.
Sobre algunos hechos es necesario y posible actuar. Por ejemplo las decisiones del FA como fuerza política, las leyes que se aprueban, los discursos que se emiten.
Sobre otros, siendo necesario, es más difícil actuar. Por ejemplo, la situación diplomática, la evolución de los precios de las materias primas, las actitudes de los gobiernos de la región orientadas a un relanzamiento más justo del proyecto MERCOSUR.
En estos campos, en los que es más difícil actuar, importan los análisis que permiten mejorar las previsiones, aunque puedan ser tildados como “apenas” palabras. Las definiciones de línea política pueden tener tanta fuerza material como una ley o un tratado. Por eso importa verbalizar y difundir los fundamentos de las decisiones. Eso forma parte inseparable de una democracia que se profundiza y se amplía.
En un tiempo hizo furor la descalificación de la palabra, la ridiculización de las discusiones, ‘la superación de la teoría’, se decía, con los hechos.
Toda subestimación de la construcción de un pensamiento de izquierda, de unas previsiones de izquierda termina siendo negativa y desarmante.
Como militantes frenteamplistas aunque lo deseamos no es demasiado lo que podemos contribuir para frenar a Bush y sus políticas de agresión. Pero en tanto análisis o como teoría no nos vendría mal ajustar entre nosotros nuestra visión actual del imperialismo, aunque eso sean “apenas” palabras escritas en un papel.
No me refiero ahora a un ‘ajuste de cuentas’ con el legado teórico de Rosa Luxemburgo o de Lenin, buena parte de cuyas constataciones están, a mi juicio, totalmente vigentes. Me refiero más bien a un esfuerzo de comprensión de qué han significado, en la historia reciente de nuestro país y nuestra región, las condicionantes impuestas por el capitalismo imperialista.
Esa puesta al día nos permitiría, por ejemplo, analizar las cuestiones del TLC, de la política económica y las relaciones con el FMI con una mirada más profunda que nos ayude en la hora de asumir las decisiones.
En estos días se han reiterado, por parte de integrantes del equipo económico, expresiones que resultan, por lo menos, llamativas. Al tiempo que se insiste en la conveniencia de un TLC, se dice, por ejemplo, que una línea de acompasamiento con las exigencias del FMI es la única política económica posible para un gobierno como el actual.
Formulada en esos términos, la sentencia, de aceptarse, conduciría a una suerte de determinismo económico, una forma del fatalismo y un mecanismo para acotar, hasta cancelar la acción política de la izquierda.
Si todo consiste en adaptarse a los cambios que impone la globalización mundial, ¿dónde queda la acción política? O planteado en términos de democracia, si el único modelo posible es el de adaptarlo todo (las empresas públicas, la modificación de carta orgánica del Banco Central, la reforma del Estado) a las exigencias del FMI ¿en qué quedan el programa del FA y su compromiso, como fuerza del cambio?
La decisión del gobierno de no firmar un TLC ha sido reiterada en estos días. Por lo demás, según dice El País de ayer, “el presidente Tabaré Vázquez reclamó a los miembros de su administración y en especial al ministro de Economía, Danilo Astori, que en sus declaraciones públicas no insistan con la idea de concretar el acuerdo bilateral con la potencia del Norte”.
Como es sabido, formamos parte de quienes, desde el surgimiento de esa propuesta, nos opusimos a la concreción de un TLC de Uruguay con los EE.UU.
Cuando el tema se empezó a discutir en la prensa y en la sociedad, muchos sectores del FA prefirieron no pronunciarse.
Algunos legisladores representativos, como Couriel, Conde y Lorier explicaron sus críticas e hicieron sus advertencias. Algunos integrantes del Poder Ejecutivo, como el Canciller Reinaldo Gargano, se expresaron con claridad contra el TLA. En torno a él se montó un verdadero festival de descalificaciones.
Los gremios y las organizaciones sociales (FUCVAM, PIT-CNT, ONAJPU, FEUU) conformaron una amplia Comisión que, desde una posición contraria el TLC, encaró la necesidad de un debate esclarecedor hacia toda la ciudadanía.
Los hechos posteriores vienen demostrando que no le faltaba razón al Canciller ni eran infundadas las advertencias de Alberto Couriel, Gerardo Caetano y José Manuel Quijano. Tampoco estaban descaminadas las iniciativas de las organizaciones sociales. Quedaron, eso sí, en offside los comentarios pizarreros a favor del TLC, algunos provenientes incluso de la interna frentista.
Cuando el Presidente Vázquez dijo no habrá TLC se cerró un capítulo. Pero con la decisión presidencial pareciera que el tema se ha esfumado de la escena política, como si nunca hubiera existido.
Entre Punta Cala (el 9 de agosto) y el 28 de setiembre que se anunció la negativa al TLC pasaron cosas, dentro y fuera del país. Retengo las internas. En aquel momento las opiniones estaban divididas en el FA. Ante eso se anunció que el TLC era cuestión de todos los partidos y por lo tanto si había legisladores frenteamplistas que no lo votaban se apelaría a los votos representantes de los Partidos Nacionales. Desde debajo de la tribuna, los dirigentes conservadores aplaudían a rabiar.
Con TLC y el Frente Amplio dividido, sin moverse, el conservadurismo había ganado de gratis, una batalla y la yapa.
A partir de aquel momento de desarrolló un debate, breve, intenso y casi unilateral. Se inició algo parecido a una campaña. Al cabo, la soñada escisión no tuvo lugar. Ni el TLC.
¿Nada de eso merece una reflexión? Tratándose de la expresión de corrientes de opinión nacidas dentro del FA y del movimiento social, creo que se hace necesario un balance.
Entre otras cosas porque la negativa al TLC contribuyó a crear una nueva situación política. Después del nones, la campaña de las derechas internas contra el gobierno se acrecentó: varios sectores empresariales levantaron sus voces airadas contra el gobierno. Son los que apuestan al proyecto de subordinación a los EE.UU. que los hace sentir más seguros.
A la vez, la negativa uruguaya al TLC, que puede llevar a mejorar nuestras relaciones en la región, ha fastidiado a la diplomacia “bushista”, empeñada en liquidar tratados de este tipo antes de las elecciones que los dejen en minoría en el Congreso.
En este marco el lenguaje opositor se exaspera y se infla. Se empieza a hablar de un ‘gobierno que viola el Estado de derecho’, de amenazas a la libertad de prensa, de métodos que recuerdan a los peores momentos antes de la dictadura. De seguir esta escalada de adjetivaciones infundadas y ridículas, no sería de extrañar que un jerarca de Búsqueda, en defensa de las “libertades pisoteadas”, termine pidiendo asilo en los EE.UU. para escapar de las “persecuciones totalitarias” del Frente Amplio.
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