Mi percepción sobre los primeros 100 y tantos días del actual gobierno es la siguiente: tenemos un Presidente, electo, que no gobierna y un gerente, no electo, gobernando. Es una situación que no difiere sustantivamente de lo observado durante la campaña electoral, salvo porque las exigencias de la misma hicieron que el entonces candidato, Oscar Arias —hoy Presidente de la República— saliera a las calles, sonriera, repartiera besos y hasta intentara bailar en las tarimas de sus diezmadas plazas públicas. Su hermano, Rodrigo Arias —hoy Ministro de la Presidencia— se ocupaba entonces de la administración de la campaña, de dar la cara en las situaciones incómodas, de coordinar el equipo cercano al candidato y, sobre todo, de manejar las finanzas desde el cargo de Presidente de la Junta Directiva de su empresa electoral común: “Oscar Arias Presidente S.A.”. A esta llegaban parte de las contribuciones privadas para la campaña que hicieran los aliados empresariales, familiares y personales de los hermanos. El hermano gerente, también hacía ingentes esfuerzos para levantar la imagen de su producto, por venderlo a punta de maquillaje, de fotos retocadas y de videos de los 80`s relacionados con una medalla de renombre internacional ganada en aquellos años. Pero en su empeño, al gerente no le ayudó mucho la devaluada marca “PLN” (Partido Liberación Nacional), desconocida o de no muy buena fama, entre las nuevas generaciones e incluso entre las no tan nuevas. Desde hacía mucho tiempo realizaban negociaciones para adueñarse de esa franquicia hasta que finalmente lograron tenerla bajo su control. Sin embargo, esta vez no les produjo tan buenos réditos como en los “gloriosos” pasados tiempos que trataron de retratar en su propaganda electoral. La venta no fue la esperada, pues apenas una cuarta parte del mercado adquirió el producto, a pesar de la gran inversión publicitaria y de las ayudas de algunos medios de comunicación masiva. Sin embargo, la empresa finalmente logró posicionar como Presidente de la República al hermano del gerente, por una leve ventaja (18.169 votos) y en medio de irregularidades calificadas como “normales” por los árbitros de la competencia. Una vez logrado el objetivo de la empresa, después de la investidura y del champán, el hermano Presidente volvió a su pedestal, a acariciar su medallita, a su biblioteca, a su residencia, al avión, a sus discursos rimbombantes en foros internacionales pero titubeantes (por contradictorios con aquellos) cuando se dirige a los costarricenses. Desde la comodidad de su residencia espera los resultados de sus Ministros, Presidentes Ejecutivos y Diputados, para acreditárselos como suyos. El hermano Presidente de la República, supuesto estadista, realmente no gobierna. Hace gestiones de catedral, de palacio, de corporaciones transnacionales, por celular o por e-mail, pero no está dispuesto a ensuciarse las manos. Quiere pacificar el mundo con discursos, pero no detener con hechos los procesos estructurales que están acabando con la paz de su país. Por el contrario, los quiere reforzar, como lo evidencia con su apoyo incondicional al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. El hermano no electo, comprobado y exitoso gerente, es el que está gobernando o al menos intentándolo, por encima incluso de los noveles Vicepresidentes. Pero se le ve en aprietos y los discursos no son su fuerte. Sus manos ya venían sucias, por el oficio, claro. Sin embargo, podrían terminar manchadas, si logra tener éxito en algunas de sus gestiones, como le ha sucedido a quienes han gobernado países como si de empresas se tratara. A los cien y tantos días, Costa Rica tiene un Presidente electo, juramentado e investido, que no gobierna y un gerente, no electo, gobernando. ¿Habrá quien pueda calificar también esto como “normal”? - Gerardo Hernández Naranjo, Politólogo, Profesor, Universidad de Costa Rica Septiembre, 2006