Ochenta años. Fidel Castro y la definitiva independencia de Nuestra América. *
Fidel y la Patria Grande
13/08/2006
- Opinión
José -Don Pepe- María Rosa uno de los principales constructores del llamado Revisionismo Histórico en su vertiente nacional-popular de la Historia Argentina, reivindicador de las corrientes populares y de los caudillos montoneros durante el siglo XIX y uno de los principales denunciantes de la dominación de los intereses Británicos en el Plata y en América Latina, solía hacerles una broma a sus alumnos. ‘Ustedes saben que cuando Doña Encarnación Ezcurra –la esposa de Juan Manuel de Rosas- murió, Don Juan Manuel vivió en concubinato muchos años con Celia Castro, una criolla de inquietante belleza mora, con quien tuvo cuatro hijos, juntos convivían en Palermo. Según la costumbre de la época los hijos llevaban el apellido de la madre. Cuando Don Juan Manuel debió exiliarse luego de su derrota en Caseros ante el ejército entrerriano-unitario-brasileño, Rosas le reclamaba a Doña Castro que se uniera con él su exilio británico. Ella que no sabía escribir, se hacía escribir cartas respondiéndole que no, que no abandonaría sus pagos. Con el tiempo uno de los hijos de Don Juan Manuel y Doña Celia partió rumbo a España y se estableció en la región de Galicia. Luego uno de los hijos de éste Castro se fue a vivir a Cuba y resulta por esas combinaciones de la historia que terminó siendo el padre de Fidel. -¿Pero eso es verdad Doctor? Habría que hacer una gran propaganda al respecto, señaló uno de sus alumnos atónitos ante tamaña revelación. -No, la verdad es que no es cierto, aclara Don Pepe, pero qué lindo sería, ¿no?’ Toda broma encierra una parte de verdad Bromas aparte, la misma tiene sin embargo algún dejo de validez en cuanto empalma el rol de Fidel en la historia moderna del último medio siglo, con la historia más profunda de la Revolución y Emancipación Americanas producidas durante el siglo XIX. La concepción de Presidente Vitalicio que proponían Bolívar –también San Martín sólo que con formato de monarquía Inca- y los revolucionarios de la Logia Lautaro mirandiana para poder encaminar la heterogeneidad de pueblos, geografías, culturas y distancias en una gran nación, así como para contrapesar la ausencia de burguesías nacionales capaces de construir un Estado nacional funcional a los intereses del conjunto, junto a la temible y omnipresente figura del Imperio Británico en el inicio de su expansión imperialista, obligaban a los revolucionarios a pensar en un Estado fuerte y caudillesco que resumiera la múltiple tradición criolla, indígena, africana y española. Tal fue el rol inconcluso de Bolívar y San Martín, el de Gaspar Rodríguez de Francia y los López en el Paraguay -que permitiera construir la más desarrollada de las naciones americanas hasta su exterminio por los traidores de Buenos Aires sirvientes de los imperios británico y brasileño. También fue el pensamiento de O’Higgins, de varios de los jefes altoperuanos, de Artigas en la Confederación de los Pueblos Libres y particularmente en la figura discutida, pero incuestionablemente nacional y americana de Don Juan Manuel de Rosas en la Confederación Argentina. Quien debió lidiar con la herencia de un país camino a la disolución por la presión británica y los intereses minúsculos y egoístas de una burguesía comercial que sólo deseaba un país-puerto y provincias-estados vasallos para poder venderles mercancías importadas desde Londres. Sería Don Juan Manuel quien enfrentara reiteradamente las presiones británicas y francesas por doblegar la soberanía y la integridad territorial de las provincias Unidas del Río de la Plata. Su prestigio como defensor de la soberanía americana sería tan grande, que cuando la firma del pacto con Gran Bretaña y Francia en 1848, por el cual las potencias europeas aceptaban la soberanía de la Confederación Argentina sobre su territorio, la prensa estadounidense llamó a Rosas ‘el más grande de los americanos junto a Washington, Bolívar y San Martín’(3). Sería Don Juan Manuel -más allá de sus errores, su latifundismo y su pensamiento reaccionario en muchas cuestiones- quien quebrara una y otra vez las intenciones secesionistas de los emigrados unitarios que en todos sus intentos por derrotarlo, se unieron a las potencias extranjeras, ofreciendo a cambio territorio nacional o americano. Tal como ocurriría con Urquiza el vencedor de Rosas, quien entregaría a Brasil en pago por su ayuda militar, la provincia de las Misiones Orientales y la parte norte del territorio Oriental, inmensos territorios de incalculable valor económico y estratégico que la Confederación Argentina encabezada por don Juan Manuel había defendido y mantenido heroicamente bajo control nacional. De la misma manera Rosas mantendría la idea de la América Unida y de la Patria Grande hasta el final de su mandato, tratando de mantener la unidad de los antiguos territorios que conformaron el viejo Virreynato, a sabiendas que sólo la unidad de grandes territorios nos haría poderosos en el concierto de las grandes naciones. Tal como lo mostraban las antiguas colonias inglesas del Norte y tal como habían propugnado los Padres de la Revolución americana. Pero es tal vez, en el aspecto que toman los enemigos de Rosas, los exiliados Unitarios en Montevideo, en Chile o en Bolivia, donde se encuentran las mayores similitudes con el proceso de la Revolución Cubana. Y tal vez el disparador de la broma de Don Pepe. Los exiliados Unitarios argentinos de entonces –lo mismo harían más tarde durante el gobierno peronista-, al igual que los exiliados de Miami, siempre prefirieron unirse al extranjero, entregando su nación a los intereses de las potencias dominantes para acabar con lo que ellos llamaban ‘la tiranía’. En ese punto ambas emigraciones huelen a gusanería. Prefieren lo contrario a lo que nos enseñaba San Martín: ‘lo que no puedo concebir, es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido, se unan al extranjero, para humillar a su Patria.’(1) Fidel, el más afortunado de los Libertadores americanos Ahora bien saliendo de las comparaciones, siempre odiosas, podemos ubicar que Fidel Castro no sólo es el emblema de todos los latinoamericanos amantes de la Patria Grande Latinoamericana, Nuestrámerica (como la llamaba Martí) o simplemente Sur-América (como la denominaba Manuel Ugarte), que creemos en un destino común, que renace y reaparece en cada encrucijada de la historia como una tarea irresuelta desde aquel momento en que Túpac Amaru diera el mayor grito de libertad que sacudiera las cadenas que aherrojaban al pueblo indoamericano. A partir de allí y pese a su atroz derrota, el espíritu americano no se detuvo hasta expulsar al bárbaro invasor español que a sangre, hierro y fuego esclavizara a nuestra raza altiva, culta y pacífica. El pueblo indoamericano supo forjar en la mayor revolución que transitara el mundo durante el siglo XIX –la Emancipación Americana transcurre mientras Europa retornaba a la contrarrevolución y al gobierno de las aristocracias. Supo generar jefes, héroes y líderes que pudieron destruir al invasor español, pero que no pudieron sin embargo completar la obra de la segunda Revolución: la económica y social. Ya en pleno siglo XVIII, América estaba embarazada de dos grandes revoluciones: una Criolla que buscaba principalmente la ruptura con la metrópoli imperial y la independencia para esa burguesía criolla naciente, con distintas visiones sobre el futuro americano y la profundidad de los cambios sociales a producir. Es decir más o menos expropiatoria de los regímenes de propiedad y sumisión social existentes. Pero había una segunda revolución más profunda y más radical, tal vez la más radical del mundo de entonces –y tal vez también de hoy- una revolución India, que obligatoriamente por el lugar que las masas indígenas ocupaban en la sociedad de castas colonial -con su Pureza de Sangre como emblema-, obligatoriamente debía sacudir todo el sistema de explotación existente. Así la libertad de América debía ser también libertad e igualdad para los americanos.(4) De tal forma cuando el imperio español colapsara en Trafalgar y con la invasión napoleónica, llegaba la hora de la posibilidad del triunfo de la Independencia Americana. Dicha revolución sería simultáneamente dos revoluciones en una. Una Revolución Democrática de Liberación Nacional y una profunda Revolución Social que obligatoriamente debía emancipar e igualar a todas las clases esclavas e inferiores de la sociedad colonial. Esa y no otra, sería la causa de la larga guerra civil que alumbrará en el continente apenas despunte el primer disparo por la emancipación en la primera década del siglo XIX, extendiéndose por casi todo la centuria, reapareciendo y continuando en las distintas oleadas revolucionarias desarrolladas a lo largo del siglo XX. Revolución que renace nuevamente al iniciarse el siglo XXI. Fidel es un hombre afortunado: es el único de los Libertadores de América que pudo sostener con éxito ambas revoluciones para su Patria y su pueblo. Siendo Cuba la última nación hermana en liberarse del yugo español, ambas revoluciones estaban más entrelazadas que en otros lugares y momentos. Sólo que en Cuba, producto de la barbarie genocida española, lo indio era mestizo, mulato y negro. No habían sobrevivido pobladores originarios en Cuba. Fidel –junto a su hermano El Che- emblema mundial de lucha antiimperialista supo dirigir ambas revoluciones. Hoy Cuba es una nación libre del Imperio, pero es además la más justa de las naciones americanas a pesar de sus escasos recursos y del Cerco imperial que la aprisiona desde su nacimiento como nación independiente. Un hombre en el tajo de la Historia Iniciado el siglo XX y al estallar la gran crisis imperialista de 1914, ya América había retomado su revolución inconclusa, en la Gran Revolución mexicana de Francisco Villa y Emiliano Zapata, indígena y mestiza por esencia. Socialista por contenido. No casualmente será seguida en el tiempo casi de inmediato por otra gran revolución obrera y campesina, ya socialista por definición: la gran revolución Rusa de 1917. Ambas revoluciones unidas a la China sacuden el poder imperial. Las acompañan la ahora pacífica revolución del Radicalismo en la Argentina, que junto a la rebelión de la Reforma Universitaria cordobesa propagan por América el recuerdo de nuestra grandeza suramericana. Uno de los jóvenes que adheriría a dicho ideario sería José Antonio Mella, otro sería José Carlos Mariátegui, igual que Raúl Haya de la Torre, junto a muchos otros ilustres americanos. La burguesía colonial mexicana lograría paralizar y vaciar de contenido a la Revolución, eliminado a sus dos jefes, particularmente a Zapata que había comprendido la necesidad de ir hasta el final, hasta la expropiación y liquidación de la clase social que había impedido todas las revoluciones: la oligarquía –burguesía- terrateniente. Lázaro Cárdenas, ya en la emergencia de una nueva crisis imperialista europea, profundiza la revolución inconclusa, nacionaliza el petróleo y da forma a la Reforma Agraria creando el México moderno. Muy pocos años después Juan Domingo Perón en la Argentina profundiza el camino iniciado por Cárdenas, industrializa la nación, rompe los lazos coloniales con Gran Bretaña, dignifica y repara la histórica opresión de las masas, otorgando a los trabajadores el mayor poder económico y status social que poseyera país alguno por entonces. Sin embargo no expropia los intereses de sus enemigos mortales, la brutal oligarquía terrateniente argentina dueña del 80% de las tierras cultivables del país. Allí estará su talón de Aquiles. Como muy bien señalaría don Artuto Jauretche luego de la contrarrevolución de 1955. ‘Nos equivocamos’, diría, ‘les quemamos el Jockey Club pero no les quitamos los campos’.(2) Quedaba claro que cualquier revolución que quisiera triunfar en serio, debía afectar de una vez y para siempre el poder real de la contrarrevolución, tal cual habían propuesto ya en 1810 Mariano Moreno y su compañero Juan José Castelli en el Plan de Operaciones. Sin expropiar a la oligarquía no habría tránsito real hacia la liberación definitiva del pueblo. La revolución nacional y popular de Liberación nacional, se extiende luego hacia Colombia donde ante el posible triunfo de un candidato que levantaba las mismas banderas del peronismo, Don Jorge Eliezer Gaitán termina en su asesinato a manos de un esbirro del imperialismo norteamerciano, dando origen a la rebelión popular conocida como El Bogotazo, junto con la rebelión armada de los campesinos colombianos que perdura hasta hoy. (En el Bogotazo se produce un hecho curioso: uno de los jóvenes asistentes a un congreso de la Federación Latinoamericana de Estudiantes que propiciaba continentalmente el peronismo, fue detenido por la policía. En los registros del policiales figura: ‘Fidel Castro Ruz joven peronista de origen cubano.’(5)) La onda liberadora seguirá luego en Bolivia en 1952 con la Revolución agraria y minera del MNR, con el pueblo indio milenario y aherrojado en las más vil opresión sublevado armado y expropiando a los señores del estaño. Seguirá en Guatemala con el triunfo del gobierno nacionalista y popular de Jacobo Arbenz, continuará luego en Cuba con el heroico asalto al Cuartel Moncada encabezado por Fidel y sus compañeros el 26 de julio de 1953. En 1955, parecía sin embargo, que todos los caminos, chocaran contra la brutal resistencia de los imperialistas y las oligarquías antinacionales de las patrias chicas. Cuando Fidel exclamó desafiante en el juicio batistiano ‘la historia me absolverá’, estaba señalando un camino de triunfo en medio del colapso del conjunto de las Revoluciones Latinoamericanas derrotadas. Asesinado Gaitán, derrocado Arbenz con una invasión norteamericana, alienada la Revolución boliviana en la corrupción y el refomismo, derrocado Perón en una conspiración con participación británica -en la cual el General decidió abandonar el poder sin combatir, abriendo un tajo que rellenaría varios años más tarde la indeclinable actitud de Fidel y sus compañeros en Bahía de los Cochinos-, la situación se revertía contra los pueblos. La revolución tiene el color de Fidel y sus compañeros En ese marco, el pueblo cubano logra la libertad de Fidel y sus compañeros, quienes emigran a México para reorganizar el ataque a la dictadura de Batista. Allí Fidel conoce a un nuevo compañero que será su alter ego en el papel de Cuba en la Revolución mundial: Ernesto Guevara De la Serna, El Che. La revolución cubana triunfará mostrando dos rasgos fundamentales de Fidel a lo largo de su vida política revolucionaria: la tenacidad en los objetivos finales y la astucia política para obtenerlos. Fidel no dará un solo paso adelante que no esté refrendado por la correlación de fuerzas que lo acompañe. Así irá escalando en las conquistas de la Revolución desde la Reforma Agraria primigenia, la campaña de alfabetización, la ley de alquileres, la confiscación de la empresas imperialistas, la nacionalización de la banca y de todos los resortes principales de la economía. Pero tal vez, tres son los momentos estelares donde la figura de Fidel brillará al nivel de los libertadores de América. Bahía de los Cochinos, la búsqueda de la Revolución Continental para completar la Segunda Independencia y la actitud de Fidel luego del colapso de la URSS y su permanencia en soledad como el último revolucionario del planeta. Esos tres momentos enmarcan de alguna manera la herencia americana y planetaria de Fidel. Cuando Bahía de los Cochinos, Cuba hace lo que ningún país había podido hacer aun en América Latina: derrotar una invasión norteamericana en toda la línea. Sus implicancias serán colosales para toda América y el Tercer Mundo: no sólo era posible enfrentar al imperialismo en sus propias narices sino que además era posible vencerlo. A partir de Bahía de los Cochinos –y la consolidación de la Revolución luego de la Crisis del Caribe- la ola revolucionaria que sacudía al Tercer Mundo desde 1945, se profundizará al punto de liquidar el sistema colonial imperialista. En Argentina en particular, la actitud de Fidel de derrotar la invasión, contrastará marcadamente con la actitud de Perón de abandonar el poder sin luchar, dando origen al Peronismo Revolucionario encabezado por John William Cooke, Gustavo Rearte y otros compañeros. Los que finalmente originarán la Tendencia Revolucionaria Peronista hegemonizada luego por la Juventud Peronista y el Movimiento Montonero. Logrando devolver al Peronismo al poder en 1973 y posibilitando el retorno de Perón a la Patria, sólo que con grandes malentendidos que terminarían en la más catastróficas de las derrotas del pueblo argentino en 1976. Respecto del carácter continental de la Revolución, ambas declaraciones de la Habana convocando a los pueblos a la Liberación definitiva, constituyen los documentos esenciales para repensar un nuevo destino común de Patria Grande Americana. Patria que tiene por base nuestro origen común en el Inkario fundante extendido desde Panamá hasta Mendoza, sociedad Comunista de Estado que empalma directamente con la perspectiva Socialista como nos mostrara el Amauta José Carlos Mariátegui. Cuba se transforma entre 1961 y 1975 en el centro revolucionario del continente. La heroica y ejemplar muerte del Che en Bolivia, será un símbolo de una magnitud ética tal que su figura crecerá en el tiempo a límites increíbles proyectando a la Revolución Cubana al centro de la escena mundial rodeándola de la solidaridad y el cariño de toda la humanidad. Su ejemplo lanzará a dos generaciones de jóvenes al combate abierto contra el imperialismo, proclamando la Segunda Independencia americana. Los ejemplos del Che, de Salvador Allende, de Carlos Fonseca Amador, de Raúl Sendic, de Carlos Olmedo, de Roque Dalton, de Envar el Kadri, de Roberto Quieto, de Roberto Santucho, entre miles de revolucionarios hacen continental el ideario de la Revolución Cubana. Los roles solidarios de Cuba en el continente americano y particularmente con su otra Patria: con el pueblo de África, ubicarán a la Revolución Cubana como lo mejor de una sociedad Socialista que ya se hallaba en los demás países del sistema consumida por el cáncer de la burocracia, el formalismo y el autoritarismo. La caída de la URSS y la pérdida del apoyo económico que Cuba recibía, volverían a poner a Fidel en el centro de la escena mundial. En medio de un mundo donde EEUU proclamaba su triunfo indiscutido, la supremacía del capitalismo por sobre el socialismo, ‘el fin de la historia’, ‘la inminente caída del gobierno cubano’ y demás boutades restauradoras, la Revolución Cubana se alzó como el único territorio que salvaguardó el Socialismo, su ideología y su ideario. Preservándolo para un mejor momento que no tardaría en aflorar. Cuba quedaba como un puente de tiempo, casi como un agujero gusano, un resto del futuro en medio de la restauración del pasado. Una nueva hora americana La esencia del sistema capitalista no tardaría en demostrar lo falso de dichas afirmaciones triunfalistas. La aparición del EZLN en Chiapas iniciando un nuevo tiempo de Revolución Americana y el inicio del colapso del sistema financiero globalizado con una cascada de crisis, iniciada también en México en 1995 con el llamado Tequila, y concluida en Buenos Aires con la descomunal crisis del 2001, hicieron colapsar la tan meneada ‘Revolución Neoliberal o conservadora’. La hora de los pueblos asomaba de nuevo y una vez más como en el siglo XIX o en los setenta, tenía a América Latina como eje de renovación mundial. Allí emergía potente la Revolución Bolivariana empalmando con este nuevo tiempo y permitiendo abrir una nueva etapa de la revolución continental que una vez más como en 1810 comenzaba por Venezuela y el Caribe. Y allí estaba Fidel, convertido ya en un Viejo Sabio, vencedor de los yanquis, conduciendo topadoras a los setenta años de edad, constructor de la más justa de las naciones americanas, riendo a carcajadas de los intentos y anuncios norteamericanos sobre su próxima caída y encontrando una nueva camada de revoluciones y revolucionarios inspirados en Cuba. A la Bolivariana se sumaba a rebelión de los pueblos de los Andes –Ecuador, Perú y Bolivia- dando nueva vida al Inkario fundante, emergiendo de la mano de un cocalero tal como un Túpac Katari redivido, a la cabeza la lucha de su pueblo por la definitiva redención americana. Emergía también la gran rebelión del pueblo argentino que durante casi 18 meses llenó las calles con sus reclamos aplastando al modelo neoliberal. En esta nueva hora, también estaba Fidel, jugando un rol decisivo para salvarle la vida al comandante Hugo Chávez en la intentona contrarrevolucionaria de 2003. Juntos abrirían este nuevo momento americano, al que se suma ahora Evo Morales con toda su implicancia política, estratégica y simbólica. Fidel parece haber procesado todas la derrotas y encrucijadas ce nuestros pueblos americanos y haber aprendido a enfrentar al gigante, arrojando la piedra en el lugar preciso. Su inmensa figura y saber alientan y estimulan a los pueblos del mundo. Pero para nosotros los latinoamericanos que amamos el sueño de la Patria Grande unificada, Fidel resume nuestros anhelos llevando adelante las tareas que iniciaron Miranda, Moreno, Morelos, San Martín, Bolívar, Artigas, Güemes, Belgrano, Macedo, Sucre, Allende, Martí, el Che y nuestro padre Túpac Amaru. * Este artículo fue escrito con anterioridad a la grave enfermedad que aqueja actualmente al Comandante Fidel Castro Ruz. Situación que ha hecho salir a la calle a la gusanería de Miami, en un revival descarado y carnavalesco del que realizara la oligarquía argentina, en 1951 cuando escribía en las paredes del Hospital Rivadavia de Buenos Aires, la frase ‘Viva el Cáncer’, mientras Evita sufría su grave enfermedad. Haciendo votos por la recuperación del Comandante, al mismo tiempo volvemos a comprobar el carácter realmente siniestro y antinacional de las oligarquías latinoamericanas que festejaron por anticipado junto a sus amos yanquis la muerte de Fidel. Seguramente el Viejo Sabio de la Habana, aun les dará más batallas al Goliat rabioso y debilitado que amenaza impotente frente a sus costas. Pero si así no lo fuera, todo el proceso de su enfermedad ha demostrado que la Revolución y la sociedad por él conducidas, están firmes y fuertes y sabrá encontrar los caminos de preservación de las conquistas revolucionarias en una nueva etapa. Apoyada ahora por una gran cantidad de naciones latinoamericanas, que una vez más retoman el sendero de la Patria Grande y la lucha por la felicidad de nuestros pueblos. Notas: 1.- Galasso Norberto, Seamos Libres. Colihue. BsAs. 2000 2.- Jauretche Arturo, El Plan Prebisch y el Retorno al Coloniaje, Plus Ultra, 1961. BsAs. 3.- Busaniche José Luis, Rosas visto por sus Contemporáneos. Hyspamérica. 1985 4.- Lewin Boleslao, La Rebelión de Túpac Amaru y los orígenes de la Independencia Americana. SELA. 2004. 5.- García Lupo Rogelio, Clarín, 07-2004.
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