La industria minera: ¿Ha enfermado al pueblo hondureño?

24/07/2006
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La situación de salud y enfermedad en los enclaves mineros hondureños ha sido objeto de debate nacional y de observación internacional. Por una parte la industria minera arguye que los problemas de salud que señalan las comunidades afectadas y los comités ambientalistas corresponden a enfermedades comunes y no a la contaminación minera. Este argumento esta sustentado con la investigación basada en la única brigada que realizó, en marzo del 2004, el equipo de dermatólogos del servicio de Dermatología del Hospital Escuela y del Postgrado de Dermatología de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y que fue titulado Enfermedades de la Piel en el Valle de Siria y su relación con la mina Entre Mares. Este trabajo también ha servido de apoyo para las conclusiones de un Informe Técnico, mayo 2006, de la Secretaria de Salud, que coincide con la opinión de los dermatólogos(as). Quién tiene el criterio de verdad en este caso, ¿los dermatólogos con sus razonamientos técnicos que concluyen que ningún caso estudiado por ellos o ellas puede ser explicado por la contaminación minera, o las comunidades que sufren las dolencias que corresponden a la piel, ojos y otras alteraciones sistémicas físicas y mentales? Para dar respuesta a esta pregunta nos vamos a referir a la investigación realizada por el equipo de especialistas en la piel y posteriormente analizaremos el Informe Técnico de la Secretaria de Salud. Debemos preguntarnos, antes que todo, ¿cuál era el objetivo? El objeto del estudio, según los propios autores, era "determinar la posible relación entre la dermatosis (cualquier proceso de piel que no lleve asociada la inflamación) de los pacientes de estas comunidades a una eventual (hecho o circunstancia de realización incierta o conjetural) contaminación por parte de la mina". Como se puede apreciar, desde antes de realizar la investigación los dermatólogos ya consideraban improbable la contaminación minera. De esta observación se deriva necesariamente la siguiente interrogante, cuya respuesta la tiene prioritariamente el mismo que sustenta la hipótesis: ¿Qué motivación científica, investigativa, potencialmente ideológica y éticamente sustentable puede asegurar, antes de empezar, que una investigación es lo que no es? Veamos ahora, ¿Cual era el método?: Nueve médicos (cinco de la Sociedad de Dermatología y cuatro residentes del Postgrado de Dermatología de la UNAH), atendieron a 340 pacientes en el Centro de Salud El Escanito, los cuales correspondían a once comunidades vecinas del Valle de Siria. Se llenó una ficha epidemiológica y un examen dermatológico completo, educación médica y tratamiento farmacológico. En algunos casos se practicó biopsia de piel. Como puede apreciarse en esta metodología el enfoque se redujo a piel pero no se tomó en consideración el medio ambiente, tampoco el método epidemiológico con enfoque de salud pública. Hacemos esta observación porque a finales del siglo XX, y en pleno siglo XXI, la epidemiología estudia la frecuencia, distribución de las enfermedades y de las condiciones de salud de las comunidades; las características de los individuos que integran las poblaciones y el ambiente natural, social y económico-político en que viven. Pero en el caso que nos ocupa, las condiciones de salud y, obviamente, el estudio dermatológico, se caracterizó por la ausencia de un enfoque epidemiológico y ecológico y únicamente se concentró en el examen clínico individual de la piel. Salta la pregunta: ¿Por qué? Sigamos: ¿Cuáles fueron los resultados de la investigación? Entre las 60 diferentes dermatosis que encontraron, las tres más frecuentes, entre las primeras diez, fueron: Melasma (pigmentación de la piel) en un 9.8 %. Prurigo (picazón) por insectos; 8%. Escabiosis (sarna) 7.6%. Es evidente que no se investigó el agua, y la relación del entorno con las enfermedades de la piel, ni las condiciones de salud de las personas examinadas. Entonces: ¿Cómo interpretaron los resultados los dermatólogos? Esta es la extraordinaria respuesta: "Las enfermedades son típicas de comunidades con condiciones sanitarias deficientes, con mala higiene y que viven en condiciones de hacinamiento". Con lo anterior se generaliza una supuesta particularidad geográfica y da curso hacia una "verdad" que no existe, puesto que si así fuera el 80% de la población hondureña, que vive en iguales condiciones paupérrimas, con mala higiene y en condiciones de hacinamiento sufriría de esas "enfermedades típicas", como sarna, y eso no es así. Esto, evidentemente, excluye el impacto ambiental y social de la industria minera. Ellos comparan la situación del Valle de Siria con dos comunidades: Cofradía, Cortés y La Campa, Lempira donde no hay lagunas de cianuro. Es científico, técnico y corresponde a la realidad cuando afirman los dermatólogos: "por lo que concluimos que no existe ninguna enfermedad cutánea que pudiera estar relacionada a una posible contaminación procedente de la mina San Martín (Entre Mares de Honduras). En otras palabras cualquier opinión contraria a ésta, incluyendo la de las comunidades y la nuestra, son especulativas o falsas. ¿Por qué estamos en desacuerdo total con la conclusión del equipo de dermatólogos que realizó ese estudio? Primero, porque somos partidarios de una visión y práctica de una dermatología integradora, ya que la piel es un órgano indispensable para la vida, la interacción y la comunicación con el entorno, con la naturaleza y con la sociedad y está vinculada al sistema nervioso, a los otros sentidos del cuerpo, a las hormonas y a todo el sistema inmunológico y los procesos psicosociales del ser humano, del individuo, de la familia y de la comunidad. Segundo, porque históricamente, según la medicina ocupacional y la epidemiología en el mundo, la minería es una de las industrias más contaminantes que causan enfermedades no sólo de la piel (porque los enfermos del Valle de Siria tienen problemas en piel, cabello, ojos, en las vías respiratorias, en el sistema nervioso y tienen además problemas psicológicos causados por el escenario polvoriento y destructivo del medio ambiente y por las amenazas constantes de que las lagunas de cianuro se pueden desbordar y contaminar los pozos). Sin embargo en el citado estudio la bibliografía sobre contaminación minera en otros países está ausente. ¿Cómo es que un estudio científico no está avalado por una bibliografía meritoria? En igual forma lo lógico hubiera sido comparar no sólo con otra comunidad minera sino con las enfermedades que presentan los trabajadores de la mina en el mismísimo Valle de Siria. Tercero, las empresas mineras, según ellas, gastan 1400 galones por minuto de agua para extraer el mineral de las rocas lo que en 24 horas de operación seria dos millones de galones de agua. ¿De dónde sacan el agua las empresas mineras en tiempo seco? Si no viene del cielo, porque no llueve, es de los acuíferos y pozos y por lo tanto le secuestran el agua al subsuelo que pertenece a y es vital para las comunidades. En consecuencia una persona que no dispone de agua para lavarse el cuerpo, las manos y los ojos, cubiertos por las enormes cantidades de polvo ambiental generado por las frecuentes explosiones, desarrolla "rasquiña " o prurito, que no sólo es producido por los insectos sino que proviene de una estructura gigante como es la industria minera. Si el efecto de rascarse es, desde luego, con las manos sucias por la falta de agua, forzosamente se ocasionarán las infecciones habidas y por haber... Cuarto, no puede haber firmes conclusiones en base a una sola brigada. Se tiene que ver el proceso a mediano y largo tiempo; de esa manera la realidad y las comunidades nos enseñarán fehacientemente las causas y los efectos del deterioro de la salud. Quinto, cómo pudieron llegar a semejante conclusión si no tomaron en cuenta la calidad del agua que con sólo verla, olerla o probarla basta para concluir que está sucia y contaminada. Por qué no tomaron en cuenta mediante pruebas de laboratorio el aumento de metales pesados en las concentraciones del agua, o por lo menos considerarlos hipotéticamente. En definitiva el estudio de investigación dermatológico no resiste un análisis crítico y sería muy difícil que pudiera ser publicado en una revista científica de reconocida responsabilidad. Es nuestro deseo -y lo hemos estado diciendo reiteradamente- establecer un diálogo constructivo no sólo con los dermatólogos sino con todos los técnicos y profesionales susceptibles de acercarse a la verdad, para que podamos unirnos en un planteamiento que sirva para defender la vida y al planeta tierra y que sirva asimismo para que todos y todas apoyemos la derogación de las concesiones mineras y la defensa de los intereses nacionales. En conclusión: LA INDUSTRIA MINERA SÍ HA ENFERMADO DESDE HACE SIGLOS AL PUEBLO HONDUREÑO. Nos ha dividido, nos ha asesinado las aguas y los bosques; ha fomentado el esclavismo, el racismo y, sobre todo, se ha enriquecido a expensas de hundirnos en el infierno de la pobreza, las enfermedades, la miseria y la desesperanza. Ante este cuadro real y desolador no cabe complicidad alguna, menos el silencio cobarde. - Juan Almendarez, médico hondureño, ex-Rector de la Universidad Nacional Autonoma de Honduras (UNAH), fue candidato presidencial por el partido Unificación Democrática (UD).
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