Destrozos en el Congreso

14/05/2001
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Hay un clima de deterioro en Brasilia. Tres senadores que tienen un papel fundamental en la sustentación del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, Jader Barbalho, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), José Roberto Arruda, hasta recientemente del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), y Antonio Carlos Magalhães, del Partido del Frente Liberal (PFL), se encuentran envueltos en escándalos que han dejado boquiabierta a la opinión pública. La reacción a tal situación se está intensificando en el Senado y en la Cámara de Diputados. Cada vez más, todo indica que la oposición conseguirá las firmas necesarias para establecer una Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) de la Corrupción. Por lo menos once casos graves de denuncias en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso no han sido investigados: Sivam (mayo 1995), Proer (noviembre 1995), Pasta Rosa (febrero 1996), rogatorios (noviembre 1996), interferencia del BNDES (mayo 1997), expediente Islas Caimanes (noviembre 1998), auxilio a los bancos Marka y FonteCidan (enero 1999), restante de la campaña de Fernando Henrique Cardoso y Eduardo Jorge (julio 2000). Para no hablar de la mancha que actualmente inunda el Senado, comenzando por su presidente, Jader Barbalho (casos Banpará y Sudam). La crisis política que afecta al gobierno brasileño se asemeja a aquellas registradas en otros países que adoptaron modelos económicos subordinados a las políticas neoliberales, en especial en América Latina. Como en Perú, o en Argentina, la adopción ciega del recetario del Consenso de Washington sólo llevó a frenar el crecimiento económico, al mismo tiempo que promovió un aumento significativo de la desigualdad, del desempleo, de la violencia y, sobre todo, de la corrupción. Confesiones y lloros En Brasil, la situación está llegando al límite. Basta ver como las mentiras se multiplican en la boca de los acusados de haber participado en la violación del tablero electrónico de la Cámara Alta. La confesión de Arruda, admitiendo que indujo a la ex-directora del Prodasen (centro de procesamiento de datos del Senado) -Regina Braga- a violar la votación secreta del Senado, a pedido de Antonio Carlos Magalhães, es una señal más de la grave crisis política que envuelve al gobierno. Magalhães niega haber hecho el pedido a Arruda, aunque reconozca que él le llevó la lista con la revelación de los votos. Admite también que leyó la lista y que llamó por teléfono, en la ocasión, a Regina. Arruda, ex-lider del gobierno en el Senado, mintió enfáticamente a la nación y, cinco días después, se "desmintió" de modo igualmente tajante. Todo eso en transmisión nacional por la televisión. Quedó evidente que la confesión, aparentemente todavía parcial, sólo vino al público después de la contundente declaración de la ex-directora del Prodasen. El senador lloró, pero ni siquiera renunció. Si la moda pega, para mantener la impunidad en Brasil basta llorar. El presidente Fernando Henrique Cardoso se apresuró a elogiar la confesión del ex-lider del gobierno, engrosando el coro de los que quieren evitar su suspensión. Incluso así, él fue conducido a separarse del PSDB. Es interesante notar que, en su confesión, Arruda mencionó al paso haber ya servido al gobierno con lealtad en situaciones mucho más graves que la violación del tablero electrónico del Senado. Resta imaginar qué especie de situación puede haber sido más grave que esa y cuantos "lloros" todavía pueden aparecer por ahí. La Comisión Parlamentaria de Investigación de la Corrupción se va presentando de manera cada vez más necesaria y también inevitable políticamente. ?Cómo los congresistas que todavía insisten en apoyar al gobierno pueden encarar con la cabeza erguida a sus electores en sus Estados de origen? Más allá de la intensificación de las acciones en el Congreso, creo que es imprescindible la movilización amplia de la opinión pública contra las tentativas de sofocar ese escándalo que compromete en definitiva al gobierno Cardoso y a los partidos que le respaldan. Mucha gente, al ver todo lo que está siendo revelado por la prensa, queda decepcionada con el Congreso y la política en general. Es exactamente esto lo que muchos conservadores y corruptos quieren que el pueblo piense: que todos los políticos y todos los partidos son iguales. Pero eso no es verdad. La lección que esta crisis deja es que se precisa que ocurra en las elecciones de 2002 para la Cámara y el Senado lo que se dio con los concejales corruptos de Sao Paulo el año pasado. La gran mayoría de ellos fue barrida por el voto y hubo una significativa renovación política y ética en la Cámara Municipal. Se trató de un aviso, entre muchos que se vienen dando en el país: la política brasileña está cambiando.
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