Frontera ardiente
23/04/2001
- Opinión
La región de la Frontera Este (Darién y las comarcas Kuna, Emberá y
Wargandí) de Panamá es, históricamente, una construcción geopolítica y un
espacio periférico marginado, expresión de un profundo desequilibrio
regional. Hoy pasa de ser una frontera olvidada a constituirse en frontera
ardiente.
Colombia posee fronteras con 12 países, distribuidas entre fronteras
territoriales, marítimas y marítimas-territoriales. Las fronteras marítimas
surgen de la posesión del Archipiélago de San Andrés y Providencia, y están
establecidas con Costa Rica, Haití, Honduras, Jamaica, República Dominicana,
Nicaragua e Islas Caymán (GB). Las fronteras sólo terrestres son los 1,626
kilómetros con el Perú y los 1,645 kms. con Brasil. Las fronteras
marítimas-terrestres lo son con Venezuela (2,219 kms. territoriales);
Ecuador (586 kms.) y Panamá (295.5kms).
Panamá cuenta con la frontera más pequeña en kilómetros (4.6% del total de
fronteras de Colombia), pero la más compleja, pues es marítima territorial,
ubicada en dos océanos (Pacífico y Atlántico). De los cinco países con
fronteras terrestres y mar-terrestres, Panamá es el país con menos
población, extensión territorial y sin fuerzas armadas. La línea fronteriza
muy particular, pues el 90% corre por la cima de cerros y montañas (Cerros
de Quía y la serranía del Darién), lo que la hace un caso único, ya que
tanto en los casos de las otras fronteras de Colombia y las de
Centroamérica, éstas transcurren más bien sobre límites imaginarios y
corrientes fluviales. (Granados, Carlos. 1999. Fronteras Colombianas. Esap,
Bogotá.) Ambos lados de la frontera tienen un bajo índice de poblamiento,
densidad de población y un alto nivel de pobreza.
Al igual que otras fronteras cercanas es un reservorio de biodiversidad,
como es el caso de Guatemala-México (Petén); Honduras-Nicaragua (Mosquitia);
Costa Rica-Panamá (La Amistad), conviviendo con una creciente deforestación.
La Frontera Este es también una construcción geopolítica, que expresa
relaciones políticas, económicas y sociales binacionales y de poderes
extraregionales. Así, de ser un puente terrestre Este-Oeste que comunicaba
las culturas aborígenes chibchas y mesoamericanas, es desconfigurado con la
conquista y colonización europea, convirtiéndola en una ruta o paso entre
mares (Norte-Sur) para facilitar la relación metrópoli-colonias. Se crea
así el tapón del Darién, que luego dificulta la relación entre Bogotá y
Panamá; que permite y crea condiciones para la separación del istmo en 1903,
que supeditado a los designios estadounidenses, se aleja de Centroamérica y
Colombia, partida por una zona del Canal (la quinta frontera panameña) por
casi una centuria, marcando además el límite Este del patio trasero
geopolítico del dominio norteamericano.
Con la crisis y conflicto que atraviesa la sociedad colombiana, la
construcción geopolítica de la región Frontera Este está envuelta en parte
de las contradicciones emanadas de esa situación, y se constituye en una
prolongación del conflicto colombiano, del cual no somos inmunes. La crisis
colombiana se centra en una sociedad profundamente dividida y armada por
grupos de intereses contrapuestos.
En Panamá la militarización (presencia de los EE.UU.) y el militarismo
(fuerza armada nacional) aparece como imbricadas y relacionadas entre sí,
pero hasta el punto en que el polo más débil (militarismo) fue aniquilado en
el momento del conflicto (invasión norteamericana 1989), y luego borrado
constitucionalmente para hacer de Panamá un país sin Ejército propio. La
militarización desapareció de la nación el 31 de diciembre de 1999 con la
reversión final de todos los bienes canaleros a Panamá, producto de los
tratados canaleros firmados en 1977, pero la posibilidad de la continuidad
de la presencia militar de EE.UU. se expresó entre 1997 y 1998 con las
negociaciones frustradas para la instalación de esa presencia militar
disfrazada de un Centro Multilateral Antidrogas (CMA). Lo que estuvo en el
centro de la discusión no era tanto el tema del narcotráfico, sino la
continuidad o no de la presencia militar de EE.UU. después del año 2000.
La frontera de Panamá con Colombia se encuentra muy cerca del vórtice del
huracán, próxima a un activo teatro de guerra. Guerrilleros, paramilitares,
Ejército, narcotráfico y delincuencia común se disputan sitios claves para
sus respectivas estrategias y proyectos. En sus planes no se encuentra la
"conquista de Panamá", sino que ven el territorio fronterizo como un espacio
de refugio para unos, pero que atrae como imán la represalia o acciones de
castigo de otros, lo que puede tener como efecto pérdida de vida, daños a la
economía y la violación de los derechos humanos de la población que allí
reside.
En este marco es fácil comprender que la situación puede ser utilizada para
explotar como debilidad la idea de que un país desmilitarizado como Panamá,
no puede existir junto a la violencia colombiana. A fin de siglo cuando el
país se desembarazó de cuarteles (Ejército) y de bases (Bases militares), la
frontera de Panamá con Colombia puede revivir -gracias al temor que esto
provoca- a Ejército propios o extraños que comprometerían la democracia y la
soberanía nacional.
* Raúl Leis R. es sociólogo y escritor panameño.
https://www.alainet.org/es/active/1222
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