EE.UU.: Racismo en el sistema carcelario
12/03/2001
- Opinión
En la primera semana de marzo, el número de ejecuciones judiciales
realizadas en Estados Unidos, desde que se reintrodujo la pena de muerte en
1977 en 31 estados, alcanzó la cifra de 700. Entre los ejecutados, muchos
tenían condiciones atenuantes: sea que eran personas con sospechado retardo
mental, o que cometieron crímenes siendo aún menores de edad, o su
culpabilidad queda en duda o carecían de representación legal adecuada. De
los nueve presos destinados a ser ejecutados en estos días, al menos seis
responden a una u otra de estas condiciones, según un comunicado de
Amnistía Internacional.
En el mismo período se cometieron medio millón de asesinatos en EE.UU. Los
motivos para aplicar la pena capital a unos de los condenados por tales
delitos, y a otros no, parecen ser bastante arbitrarios. Pero no cabe duda
que la raza sigue siendo un factor importante para determinar quienes
reciben sentencia de muerte: más del 40% de los prisioneros en el "death
row" (corredor de la muerte) son negros, y en el 80% de los 700 casos
mencionados, las víctimas eran blancas.
Amnistía Internacional critica que "Estados Unidos está comprometido en una
actividad cruel, brutal, poco confiable, innecesaria y enormemente cara,
sin ninguna ganancia medible", y con claras evidencias de violación de los
derechos humanos.
Linchamiento institucional
Algunos comparan la aplicación racista de la pena de muerte a una
institucionalización de los "lynch mobs" (turbas), que menos de medio siglo
atrás, linchaban impunemente a los negros acusados o sospechados de
crímenes.
"No hay otra nación supuestamente democrática que emplea la pena de muerte
como método rutinario para disciplinar a las clases bajas y a quienes se
impliquen en sus causas; ninguna en la que los procedimientos judiciales
sean violados de manera tan abierta; ninguna por la que la vida de un
hombre sea amenazada, por lo que no es más que un linchamiento legalizado",
denuncia un artículo de Jane Charilaou, publicado en la revista Spectre.
El artículo se refiere a la campaña por la libertad de uno de los
integrantes más famosos del corredor de la muerte, el periodista Mumia Abu-
Jamal (ver recuadro). Antiguo miembro del movimiento negro de los Black
Panthers, Abu-Jamal tiene 16 años luchando contra la sentencia de muerte,
dictada en circunstancias de flagrante mal manejo de la justicia. Desde la
cárcel Abu-Jamal sigue escribiendo y comentando (con frecuente censura),
para denunciar las condiciones inhumanas de la realidad carcelaria y el
carácter racista de la pena de muerte. Abu-Jamal dice que su delito es el
de pintar una imagen poco complementaria del sistema carcelario, que se
alimenta de cientos de millones de dólares por año para torturar y lesionar
a decenas de miles de hombres y mujeres.
La orden de ejecutar la sentencia contra él podría ser inminente, no
obstante la amplia campaña internacional por su libertad. Muchos están
convencidos de que se trata de silenciarlo. "El Estado preferiría
entregarme un Uzi que un micrófono", afirma Mumia, quien se califica de
preso político.
Una generación encarcelada
EE.UU. tiene más de dos millones de presos en sus cárceles, o sea cerca del
0.08% de la población, que constituye la proporción más alta en el mundo.
El número de reclusos ha crecido casi 10 veces en los últimos 30 años, bien
por encima de la tasa de crecimiento de la población en general. A pesar
de tener solo el 5% de la población global, tiene 25% de la población
carcelaria mundial. La cuarta parte está encerrada por crímenes no
violentos ligados a las drogas.
Más del 60 por ciento de los presos pertenecen a grupos raciales y étnicos
minoritarios, porcentaje que ha ido en aumento constante. La mitad son
Afroamericanos, a pesar de constituir solo el 12% de la población total,
pero que reciben una cantidad desproporcional de las sentencias
relacionadas con drogas. En Nueva York, uno de cada tres hombres jóvenes
negros está o preso o en libertad condicional.
En la práctica, toda una generación de jóvenes Afroamericanos, excluidos
sistemáticamente de oportunidades de empleo, no considerados aptos para ser
consumidores, está siendo encerrada para que no moleste a la sociedad.
Según un estimado, si prosigue la tasa actual de encarcelación, de aquí
hasta al año 2010, la mayoría de hombres Afroamericanos entre las edades de
18 y 49 años estará en prisión.
El trato a los indígenas nativos de Norteamérica es similar, con casos
flagrantes de injusticia contra ellos. El más conocido es Leonard Peltier,
indígena y activista de los derechos nativos, quien lleva más de 20 años en
la cárcel, luego de un juicio plagado de irregularidades (ver recuadro).
La November Coalition, que agrupa a defensores de los derechos civiles y
proponentes de reformas legales con relación a las drogas, critica que se
quiere hacer del encarcelamiento la solución a todos los problemas
sociales, cuando por el contrario, lo que hace es romper las familias y
destruir las comunidades. Paradójicamente, la mayoría de estados gasta más
en construir cárceles que escuelas.
Un negocio lucrativo
El desvío de recursos fiscales de los servicios sociales para invertir en
el sistema penitenciario ha creado, en cambio, una industria muy lucrativa.
La inversión en construcción de prisiones se ha ubicado en un promedio de
US$ 7 mil millones anuales, en la última década. Su factura anual de
operación es de US$ 35 mil millones. La industria carcelaria emplea más de
523.000 personas, lo que la convierte en el equivalente al segundo
empleador más grande del país, después de la General Motors. Hay tanto
dinero invertido en el sistema que se estima que sería muy difícil para los
políticos revertir la tendencia, en contra de las presiones de poderosos
intereses económicos.
El sector carcelario privado está en expansión, y por lo general está bien
cotizado en el mercado de valores. Actualmente administra más de 100
presidios en 27 estados, con más de 100.000 reclusos, que constituyen una
mano de obra barata y (literalmente) cautiva. No obstante, la constante
rebaja en la tasa de crímenes en EE.UU. en la último década indicaría que
la demanda debería también disminuir. Pero entre las influyentes
presiones, y la opinión pública favorable a la política de "get tough with
crime" (ponerse duros con el crimen), alimentada por el sensacionalismo
mediático, que hace del crimen un espectáculo diario, es improbable que
ello se dé.
Es preocupante también que se está buscando exportar el modelo a otros
países. Por ejemplo, la mayor empresa carcelaria de EE.UU., la Corrections
Corporation of America, empresa transnacional financiada por el mismo
inversionista que la Kentucky Fried Chicken, ya tiene operaciones en
Inglaterra y está buscando abrir nuevos mercados.
Asimismo, en 1998 el estado de Arizona admitió que estaba considerando
contratar a una empresa privada para la construcción de una cárcel en
México, con la principal motivación que resulta más barato mantener sus
presos al otro lado de la frontera.
Resulta evidente que el sector privado no está interesado en la
rehabilitación de quienes cometen crímenes, sino en construir y llenar las
cárceles, siguiendo la política hotelera de "plena ocupación". Con lo cual
bien podríamos llegar a la conclusión de que el crimen sí paga.
Mumia Abu-Jamal (Recuadro)
Luego de ingresar a los Black Panthers a los 15 años, Mumia Abu-Jamal se
hizo conocer por su carrera de periodista radiofónico, por la cual la
comunidad negra lo nombró "la voz de los sin voz". En el momento de su
detención era presidente de la Asociación de Periodistas Negros de
Philadelphia.
Fue detenido en diciembre de 1981, por un incidente en el que murió un
oficial de la policía. Las circunstancias nunca han sido claras, pero
algunos consideran que pudo haber sido montado para arrinconar a quien era
un crítico acérrimo del sistema. Abu-Jamal siempre ha declarado su
inocencia. El juez que presidió el juicio, Albert Sabo, ha enviado a más
gente al corredor de la muerte que cualquier otro juez de EE.UU., la
mayoría negros o latinos. En el juicio se llegó a usar medios ilegales
para limitar la presencia de personas negras en el jurado.
A pesar de numerosas gestiones y respaldos para permitirle un nuevo juicio,
el sistema de justicia de EE.UU. no da paso atrás. Un último recurso de
apelación se ha presentado recientemente a la Corte Federal.
A inicios de este año hicieron eco amplias campañas para que el saliente
Presidente Clinton conceda la amnistía, tanto a Mumia Abu-Jamal, como a
Leonard Peltier. Pero como es de conocimiento público, quienes se
beneficiaron de la amnistía fueron, entre otros, narcotraficantes, mas no
estos luchadores populares.
Leonard Peltier (Recuadro)
Leonard Peltier, miembro del Movimiento Indio Americano (AIM), está
cumpliendo dos cadenas perpetuas consecutivas por la muerte de dos agentes
del Buró Federal de Investigaciones (FBI), ocurrida en 1975.
En los dos años inmediatamente anteriores, la Nación Oglala había sufrido
un régimen de terror, que resultó en numerosas matanzas y casas
incendiadas.
Peltier está reconocido como preso de conciencia por organismos
internacionales de derechos humanos, que consideran que está preso por sus
ideas de liberación y defensa de los derechos indígenas, y la defensa de la
identidad cultural de su pueblo, la Nación Oglala. La única prueba en su
contra en el juicio fue el testimonio de una supuesta testiga, que luego
confesó que habló bajo amenazas. En 1992, la procuradora, Lynn Crooks,
admitió que "el gobierno americano no sabe quién en particular, ha matado a
los dos agentes del FBI en Oglala y que no puede probar la presencia de
Peltier a menos de 300 metros del tiroteo".
No obstante, Peltier sigue en la cárcel, sin que se le permita un nuevo
juicio, y sin cuidados de salud adecuados, a pesar de que su vida corre un
grave riesgo.
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