Siete tesis sobre la izquierda brasileña
12/04/2006
- Opinión
La crisis político-moral que afectó al Partido de los Trabajadores de Brasil reveló aspectos más profundos de la situación de la izquierda brasileña que merecen ser observados por todo el espectro político del continente, pues dicen mucho respecto a la crisis del que hasta hace poco tiempo era considerado, por sus dirigentes, como el “partido de izquierda más grande del continente”. Esta crisis político-moral tendrá importantes implicaciones en el futuro inmediato para las fuerzas populares, y de su capacidad de sacar conclusiones dependerá el futuro y el perfil del combate que libran las clases populares en la nueva coyuntura latinoamericana. Al final, sabremos si la izquierda que nacerá de este fracaso se constituirá como una real alternativa de poder popular o se limitará a permanecer como polo consentido en el restringido espacio que la democracia creada por las clases dominantes garantiza para los “de abajo”, desde luego si éstos no cuestionan su poder de clase y el control sobre la riqueza social.
Las tesis que anunciamos abajo representan para nosotros una apuesta para que la crítica situación actual sea rápidamente superada a fin de que el país se sume, con su dinamismo, a la intensa lucha que se observa en otros países del continente en los cuales las clases subalternas retoman la iniciativa política y abandonan la timidez que marcó su actuación bajo las condiciones adversas de las décadas de los ochenta y noventa.
1. La izquierda y el PT: las tres raíces
El golpe militar de abril de 1964 representó un duro revés para las clases subalternas. No solamente permitió una inversión de la correlación de fuerzas sino que impuso una derrota sin lucha al pueblo. La respuesta al golpe militar vino solamente algunos años después cuando parte de la izquierda asumió la lucha armada como única vía de enfrentamiento a la dictadura del gran capital. Aún así y respetando su carácter heroico, es necesario decir que la opción por la lucha armada no fue capaz de superar esta marca de origen, esta derrota sin lucha que significó el 64 para el futuro del país. Esta derrota sin lucha reveló los límites de la izquierda reformista y nacionalista dominante en la política brasileña en el período anterior a 1964 y abrió otra fase de reorganización de las luchas populares y del proyecto revolucionario en el país que tendría 15 años después una respuesta orgánica con la creación del PT.
El PT fue, por lo tanto, un intento de superar el reformismo nacionalista e instituir una consciencia socialista entre las masas organizadas ; fue también el intento – quizás el mejor ejemplo histórico – de la izquierda brasileña y sus organizaciones de vanguardia de romper con el aislamiento de la izquierda socialista en relación a las masas; finalmente, el PT representó la capacidad de una izquierda, auto-definida como socialista, para presentar respuestas a temas como la desigualdad de clase y otros que de cierta forma dominaran la escena contemporánea en las dos últimas décadas como el feminismo, el ecologismo, la desigualdad regional, el cristianismo militante y socialista, entre otros. En fin, el PT fue fruto de una feliz alianza que incluía revolucionarios de varios matices (leninistas, trotskistas, maoístas, etc.), con la izquierda cristiana y el nuevo sindicalismo nacido de la costilla de la dictadura, que logró organizarse como un partido de alcance nacional, de izquierda socialista, con casi 900 mil afiliados y una estructura de funcionamiento democrático desde la base. No obstante su situación actual, es importante observar que no se trata de un experimento que se puede observar todos los días en nuestro continente, especialmente en Brasil.
2. El PT como resultado del “éxito” económico de la dictadura
Entre los obstáculos más importantes al desarrollo de la lucha armada en Brasil se encuentra, sin duda, el extraordinario desarrollo de las fuerzas productivas que se verificó después de 1964 y especialmente entre 1968-1973, período conocido como el “milagro brasileño”. Las tasas de crecimiento de la acumulación capitalista llegaron al 13% y no fueron inferiores como promedio al 7% en este largo período que empieza en 68 y se extiende hasta inicios de 1982. Bajo el acicate de la superexplotación de los trabajadores y del endeudamiento externo, la acumulación capitalista se desarrolló fuertemente, reuniendo, en consecuencia, una numerosa clase obrera en los principales estados del país, especialmente en Sao Paulo. Fue precisamente allí, en el corazón de la acumulación capitalista, que nació la respuesta al milagro económico producido por las clases dominantes en Brasil: el PT, instrumento de lucha e auto-emancipación de las clases subalternas en su combate en contra de la dictadura militar. Su aparición coincide también con otro movimiento importante: el gran empresariado paulista decide adoptar la democratización como proyecto político y aumentar la presión en contra de la burocracia estatal y lo que denominaban el “gigantismo estatal”. La presión desde abajo, nacida del combate obrero en contra de la dictadura, contó con la astucia de “los de arriba” que pretendían más poder político y sobretodo, más poder económico. Ahí ya aparecen las huellas de lo que más tarde se denominaría “neoliberalismo”.
En este contexto, era inevitable que la “lucha por la democracia” fuera encabezada por la burguesía, aunque interesaba también a los obreros y campesinos. De todas formas, tanto la modernización capitalista cuanto la democratización política caminaban juntas y moldeaban la consciencia de clase de los oprimidos. Hoy es posible decir que el PT y casi toda la izquierda brasileña son cautivos de la ideología burguesa de lo “moderno” en la economía y de la lucha liberal por la “democracia” en el terreno de la política. En la búsqueda de las raíces intelectuales del fracaso histórico del PT en cambiar la correlación de fuerzas y abrir el país para la revolución democrática, utilizando la feliz expresión de Florestan Fernandes . Esta posibilidad, en la cual los obreros representarían el vector más radical fue desde siempre desechado por las fuerzas que componen la actual hegemonía en el interior del PT. No constituye precisamente una sorpresa el hecho de que las cosas son como son una vez en el gobierno: para aquellos que seguían con cuidado la evolución del Partido y los avances y retrocesos político ideológico de sus liderazgos, lo que ocurre es una consecuencia indeseada, pero absolutamente natural.
3. La doble moral del PT: en la oposición y en el gobierno
Con todo, si la aparición del PT representaba una ventaja en relación a los antiguos partidos reformistas (nacionalistas o comunistas), no lograba superar del todo la situación anterior. En términos ideológicos, el control de la organización partidista siempre estuvo en disputa pero la fracción paulista y el decisivo apoyo de muchos intelectuales hacían pender el balance a favor de la ideología “modernizante y democrática”. Además, otras características de la vida partidista burguesa empezaran a manifestarse con cierta fuerza en el interior del PT, pues en la medida que el partido lograba avances electorales – victorias en alcaldías y gobiernos estatales – rápidamente también se observó que muchos propósitos político-programáticos eran olímpicamente ignorados por la praxis política. La “doble moral”, que caracterizaría a los partidos políticos considerados “tradicionales”, luego se hizo sentir también en el interior del PT en la forma de ambigüedad, pues desde el inicio dos almas luchaban por su ser: una, de izquierda, cuyo objetivo era enfrentar y derrotar la dictadura abriendo camino para el socialismo; la otra, se constituía como el polo obrero de una dictadura de fachada que cambiaba todo para que todo quede como estaba, es decir, el régimen democrático actual.
Por esta razón y considerando el espacio como un factor decisivo en un país como Brasil, el PT adquiría características muy combativas en Balém (Pará) o Porto Alegre (Rio Grande do Sul) y muy respetuoso del orden burgués en Sao Paulo (capital o en la cuna del movimiento obrero, Diadema, por ejemplo). La “doble moral” no aparecía solamente en la práctica administrativa sino que se expresaba muy claramente y en gran medida era producto del tipo de control y dirección que se establecía en el partido. En efecto, cuanto más controlado estaba el partido por la fracción pro-capitalista más aparecía la practica administrativa típica de los demás partidos. Por esta razón se escuchaba, por ejemplo, que en Sao Paulo no se avanzaba en el presupuesto participativo – quizás la más importante contribución del PT a la cultura política de izquierda en el aparato estatal – porque la ciudad era “muy conservadora”, decían los dirigentes del Partido en el estado. Lo que era razón suficiente para avanzar en la propuesta, representaba para los dirigentes precisamente el motivo de renuncia de la lucha política en el terreno de las instituciones.
Quizás el error político más importante de la fracción dominante en el partido fue la falta de reconocimiento de que el avance electoral de la izquierda se debía precisamente a la oposición que hacía a la transición “lenta, gradual y segura” de la dictadura hacia la democracia y la falta de contenido social que el régimen democrático muy prontamente reveló. Esta oposición caracterizaba el PT como el partido “radical”, aun definido en términos corrientes, es decir, sin vínculo explícito con el socialismo o el marxismo. Se trata, obviamente, de un radicalismo definido a nivel político, es decir, un radicalismo que luchaba para conquistar su espacio en el sistema político brasileño. Es obvio que este radicalismo tendría que definirse en relación al orden burgués, es decir, entender que tenía una doble tarea: luchar en el interior del orden burgués y en contra de ella. Fracasó por completo en la tarea.
Este fracaso es tan profundo que ni siquiera el programa elaborado por la mayoría pro capitalista que venció en los últimos congresos de la organización es considerado por el gobierno. No se trata de que el programa minoritario de la izquierda es desconsiderado sino que el programa mayoritario de la derecha partidaria tampoco es considerado.
4. El fracaso histórico del PT no representa una victoria histórica de la burguesía
El senador Jorge Bornhausen del derechista Partido del Frente Liberal, afirmó que la crisis político-moral que afectó al PT era esencialmente buena pues permitiría a las clases dominantes “librarse de esta raza por 30 años”. No es poco tiempo, al final, tres décadas son suficientes para que nazca otra generación y la vida política nacional se transforme muy profundamente. No obstante la alegría de las clases dominantes con este fracaso histórico y el esfuerzo por caracterizar la derrota momentánea como definitiva y el fracaso de un intento como demostración de que toda nueva iniciativa tendrá el mismo final, la realidad camina en otra dirección pues también desaparecerán con el PT las ingenuidades de clase que este alimentó y, por ende, se desobstruirá el sendero de una nueva praxis política revolucionaria que encontraba en el PT un obstáculo formidable. No por otra razón Fernando Henrique Cardoso sostiene que el PT seguirá siendo pieza clave del sistema político nacional y se recuperará de la crisis en que se encuentra para el “bien de la nación”. Mientras tanto, el principal articulador político del gobierno, el ministro de relaciones institucionales Jaques Wagner, afirma que “desde el punto de vista programático, el PT y el PSDB tienen mas afinidades que divergencias”.
La larga lucha en el interior del PT concluyó con la victoria de los que defienden el orden burgués y la marginación o expulsión de los que defendían la lucha contra el orden. El enigma de la lucha en el orden y contra el orden fue resuelto con la victoria de los que defendían el primero y olvidan el segundo. Con todo, este fracaso histórico del PT desbloquea la lucha política del país en varias direcciones, pues la existencia del PT como posibilidad revolucionaria impedía el desarrollo de otras posibilidades que ahora pueden avanzar sin las inhibiciones anteriores. El PT fue, durante casi tres décadas, el Partido que representaba a un solo tiempo las posibilidades socialistas e democráticas del combate obrero en una sociedad marcada por la desigualdad, pero al mismo tiempo un elemento de contención de otras posibilidades. Este camino queda ahora libre… Este proceso de reconstitución de la izquierda brasilera será necesariamente lento y todo dependerá de la capacidad política de los sectores radicales en encontrar alternativas más allá del terreno electoral que parece dominar su horizonte político.
5. El fracaso histórico del PT no representa un fracaso histórico del pueblo
El PT fue una experiencia popular, de construcción y de lucha desde abajo por los “de abajo”. El largo esfuerzo por la auto-organización de los trabajadores en núcleos de base y el ejercicio de la democracia interna en el Partido fue una marca singular de esta experiencia histórica brasileña que, sin embargo, termina de manera trágica. En la misma medida que crecía y ganaba la adhesión de múltiples sectores de nuestra sociedad, la dimensión electoral fue subsumiendo la lucha social como si la eficacia de la segunda no fuese apenas un reflejo de la intensidad de la primera. El radicalismo político desarrollado por el Partido durante y después de la dictadura afianzaba su credibilidad electoral, y su gran capacidad para combinar la lucha parlamentaria con la movilización social ampliaba no solamente la fuerza de su combate sino que la misma concepción de democracia sufría una alteración cualitativa importante: los “de abajo” sabían que sus reivindicaciones no serían respectadas en el interior del orden burgués. Fue por esta razón que los trabajadores sin tierra, los obreros de los principales centros industriales, los profesionales liberales como los profesores universitarios y tantos otros reconocían en el PT un partido decisivo en sus vidas.
Hay que decirlo de manera clara: el PT no fue el primer intento importante de organización del pueblo. El Partido Comunista Brasileño (PCB) y aun el PTB bajo conducción de Vargas fueron experiencias importantes aunque la independencia de clase estuviera comprometida desde sus inicios. Observarlo históricamente es importante no por consuelo, sino para dar la dimensión histórica necesaria para superar las dificultades actuales que no son más que productos de las limitaciones de la propia lucha y de las opciones de los últimos años.
Además, debemos considerar que parte importante de la lucha popular jamás se expresó por medio de los partidos políticos; al contrario, en el movimiento popular siempre existió una gran desconfianza hacia todos los partidos y solamente después de muchos años esta resistencia a los partidos disminuyó en relación al PT pero jamás desapareció. Lo anterior es importante porque la lucha popular y las innumerables organizaciones que resultan de su desarrollo seguirán fomentando el esfuerzo de auto-emancipación de los oprimidos a pesar de la crisis de los partidos actuales e, incluso, sobretodo por ello es posible observar una cierta revitalización de los movimientos que entienden las dificultades actuales como una especie de soledad política pero también como el fin de la tutela que una cierta razón de partido impuso sobre la protesta popular.
6. El partido será siempre resultado de la consciencia de clase
El moralismo que domina la crisis actual no es solamente resultado de la conducción burguesa que insistirá en la debacle moral de la izquierda representado por la relaciones entre el Estado y los capitales. Es también una opción de ciertos sectores de izquierda que insisten en apuntalar la “traición de Lula y de su Partido” a las causas populares y al programa que hasta poco tiempo atrás sostenía. Este es el predominio de la moral en la política. La crítica basada exclusivamente en la moral que se verifica actualmente es resultado de la debilidad de la conciencia de clase entre los trabajadores que, incapaces de enfrentar la situación actual con proyecto propio, ubican la raíz del problema fuera de la esfera donde realmente pueden encontrar una solución: la lucha en contra de sus propias debilidades e ingenuidades de clase. Es necesario aclarar que si el PT y Lula en la última década ya no sostenían las posiciones sobre las cuales construyeron su credibilidad, nos es forzoso reconocer que la debilidad era de los radicales que no logramos crear alternativas, mientras el PT y su dirigente máximo gozaban de prestigio junto a las mayorías. Entonces, representa un ardid la denuncia de ambos, pues mientras se señala un responsable no se enfrenta la política que terminó por llevar al partido al fracaso histórico.
Muchas tendencias radicales que abandonaron el PT en los últimos meses – antes, durante y después de las denuncias de corrupción – tomaron el camino de ingresar en partidos más pequeños – especialmente el PSOL y el PSTU – pero se olvidan que la cuestión no es el de un PT “sin corrupción” o sin el “predominio de la derecha partidista”, sino que un correcto diagnóstico de la crisis en que vive el país y la nueva praxis política necesaria para enfrentarla. No obstante su importancia, la creación de nuevos partidos o agremiaciones de izquierda no será suficiente para lograr una respuesta a altura de las necesidades nacionales. Constituye, por ende, una ilusión suponer que el problema es el deterioro moral del antiguo partido; ello también ocurrió, pero fue resultado del abandono de una perspectiva revolucionaria que sigue siendo valida para cambiar radicalmente las condiciones de vida de las mayorías en un país todavía mas dividido que nunca.
En el terreno de esta nueva praxis política será necesario establecer cuál es el espacio político y cómo la izquierda debe relacionarse con las elecciones y que rol puede jugar en el sistema política en recomposición.
En lo inmediato es necesario superar la crítica moralizante que todavía domina el discurso de los fragmentos de la izquierda radical si esta quiere situarse como real alternativa de poder en el país; pero mucho más necesario será la búsqueda de un nuevo programa para la revolución brasileña que combinará esfuerzo teórico y lucha popular. La lucha popular siempre fue muy vital en el país pero hay que reconocer que en la medida en que el PT rompió el aislamiento con las masas y se afianzó como alternativa electoral, perdió gradualmente vitalidad teórica. Es verdad que el PT en su conjunto siempre nutrió cierto desprecio por la teoría, especialmente en su núcleo sindical encabezado por Lula con apoyo importante de intelectuales vinculados a la teología de la liberación. El resultado no podría haber sido peor, pues tanto en el diagnóstico de la crisis brasileña cuanto en la búsqueda de alternativas políticas el raquitismo teórico de los dirigentes del Partido se revelarán un gran obstáculo.
En resumen, este obstáculo al desarrollo teórico impidió el desarrollo de la consciencia de clase y mayor rigor en la definición de un programa mas definido, menos influenciado por el obrerismo y el basismo de los primeros años y por ende menos capaz de elucidar los dilemas de la revolución dentro y contra el orden que anteriormente mencionamos.
7. Brasil y el péndulo latino-americano
La larga tradición brasileña de vivir de espaldas hacia América Latina parece enfrentar cada día más problemas para mantenerse. Mientras en muchos países – Argentina, Bolivia, Ecuador – se escucha el grito de las calles “que se vayan todos”, en Brasil la crisis mantiene en el ambiente de un malestar que todavía no se manifiesta como tal, pero que late en el mismo diapasón. El desplome del PT es también el desplome de un cierto sistema político que encontraba en el PT, PSDB y PFL los requisitos de un sistema “democrático” una vez que ofrecía alternativas electorales en el horizonte del régimen liberal-burgués. El PT y el PSDB aparecen todavía como los dos polos modernos de un capitalismo que permite a ambos ufanarse de la burguesía mientras representan los dos “polos civilizados” de la lucha de clases en un país marcado por la profunda desigualdad de ingreso, solamente atrás de Sierra Leona.
No obstante, de la misma forma que el sistema de partido de estado en México se desplomó después de 72 años de dominación y en Uruguay pasó lo mismo después de 170 años de eficaz control político, en este momento ha sonado la hora brasileña. La sociología del orden denomina el fenómeno como una “crisis de legitimidad” del sistema político pero es mucho más que eso, pues no hay evidencias de que se podrá controlar la rebeldía de las masas en el corto plazo con las viejas fórmulas y por los viejos mecanismos. El fracaso del PT en enfrentar el orden burgués más allá de sus límites impone una seria derrota de legitimación al sistema en su conjunto y abre una posibilidad histórica para la izquierda radical que era inexistente mientras Lula y su partido tenían la legitimidad de 20 años de lucha en contra del sistema. ¿La izquierda radical sabrá utilizarlo?
La solución bolivariana – es decir, la revolución democrática bolivariana – constituye la frontera avanzada de este nuevo radicalismo político que se verifica en todas partes bajo la forma de protesta popular más o menos intensa y más o menos eficaz. En Brasil el cansancio y la desconfianza en la democracia aparecen bajo la forma de la decepción con la ética que el PT defendía cuando era oposición pero no aplicó cuando se volvió gobierno. Todavía esta decepción se mantiene prisionera de una suerte de “moralismo”, pero en los próximos meses se librará una lucha muy importante para traducirla en términos políticos. La relación entre moral, ética y política finalmente quedará clara si las izquierdas que se reorganizan logran avanzar en sus programas y aclarar posiciones en el combate político cotidiano más allá de los límites que cómodamente los socialdemócratas de Cardoso y Lula pretenden encerrarla. No obstante, el péndulo latinoamericano se mueve hacia la izquierda. De la velocidad y calidad de este movimiento dependerá el futuro de las mayorías en América Latina.
- Nildo Ouriques es profesor de Economía de la UFSC y coordinador del Observatorio Latinoamericano (OLA), un proyecto de análisis y observación de las luchas populares en América Latina. www.ola.cse.ufsc.br
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