Tiras y aflojes en un conflicto que se mantiene
La doctrina Zeballos en el mundo de las contradicciones
16/03/2006
- Opinión
Algunos aseguran que fue el “milagro de Ricardo Lagos” el que determinó el acercamiento dialoguista entre los presidentes de Uruguay y Argentina, Tabaré Vázquez y Néstor Kirchner, que –más allá de las contradicciones informativas que siguen existiendo en cuanto al alcance de lo conversado, resuelto, decidido, tratado, sugerido, susurrado o murmurado, y decenas de sinónimos más– abrió una brecha en el muro de las diferencias en el único camino posible que puede llevar a una solución definitiva en un diferendo fronterizo que ha tensado, más allá de la superficie aparente de los hechos, a los sectores más recalcitrantes que todavía pululan en la Argentina.
Entre ellos, algunos, que siguen planteándose hipótesis más que conflictivas de relacionamiento entre los dos países, reflotándose en mentes calenturientas de la vecina orilla peregrinas doctrinas, como la de Zeballos, que establecen el criterio cuasi imperial de la “costa seca”, por la cual en el caso del río Uruguay, este sería enteramente de jurisdicción argentina.
Como se recordará la controversia sobre la jurisdicción de las aguas del Río de la Plata fue uno de los temas que complicó la agenda argentino-uruguaya durante varias etapas del relacionamiento de los dos países.
Incluso, ya hacia 1887 el gobierno argentino por intermedio de su ministro en Montevideo, Roque Sáenz Peña, solicitó la cooperación de su vecino oriental para realizar obras de dragado con el objeto de facilitar la navegación en los ríos de la Plata y Uruguay.
Tres años después, algunas dragas argentinas realizaron trabajos en el banco de Las Limetas, en aguas uruguayas, pero chocaron con los reclamos de las autoridades orientales. Ante este obstáculo, el gobierno argentino declaró la suspensión de los trabajos.
Hubo más roces y estos siguen existiendo, así como quienes los alientan. Por ejemplo, en los últimos tiempos, un importante empresario entrerriano, que podría tener una vinculación más que amistosa con el gobernador Jorge Busti, propietario de extensiones de la costa frente a la zona de Fray Bentos, entre ellos el balneario Ñandubaray, donde se proyectaría levantar un complejo turístico cinco estrellas, de características espectaculares, tema al que el mandatario provincial argentino se refiriera en alguna ocasión. Este señor es quien hoy “financiaría” la acción de los piquetes, luego que la gobernación (primera en realizar esa tarea) por presiones creciente del gobierno central, dejó de hacerlo.
Río Uruguay en que los dos países han tenido históricamente una acción diametralmente opuesta. Mientras la Argentina, tratando de reafirmar la soberanía sobre cada uno de la serie de islotes de formación sedimentaria y aluvional existentes a lo largo del cauce del río, ha destacado en cada uno de ellos a un efectivo militar munido de una bandera del país vecino, Uruguay poco y nada ha hecho en ese sentido. Solamente los islotes que estarían dentro de nuestra jurisdicción son utilizados en época de zafra de algunos especímenes ictícolas, por pescadores artesanales que realizan tareas por cortos períodos en los mismos.
En alguno de estos islotes se han colocado también colmenas, de las que se saca muy buena miel, en razón de la lejanía de estos lugares de zonas pobladas, o sea, de toda contaminación posible. La miel que se logra allí es de altísima calidad y es exporta a buen precio. Otro elemento de explotación en los islotes del río Uruguay, es la nutria, de la cual se venden al exterior –especialmente a Suiza y Japón y a buen precio– pieles, siendo la carne también comercializada “como primor” en algunos nichos de los mercados gastronómicos montevideano y de la zona balnearia.
Estos temas –seguramente– han sido analizados hasta el infinito a nivel del Calen (Centro de Altos Estudios Nacionales), ya que obviamente están integrados con claras hipótesis de conflicto, tarea que apasiona a los que llevan uniforme, pero que no pasa de eso. Los organismos que tendrían el cometido de atender la defensa de la soberanía nacional en esta zona del país, por lo que sabemos, no han realizado una tarea mayormente eficiente suponiendo que la misma estará suficientemente clara en la confección de los mapas y en las cartas de navegación que existen sobre el río Uruguay. Dejan al Servicio Geográfico Militar una tarea que es la de establecer en los hechos elementos, concretos o simbólicos, que hagan indiscutibles nuestros derechos sobre esas islas e islotes. Se entiende que la soberanía se dibuja estampándola en mapas, aunque estos –en definitiva– se conviertan en solamente una expresión de derechos.
Sin embargo –lamentablemente– entre el análisis teórico a los trabajos prácticos siempre hubo un abismo y nunca, por una razón u otra, en nuestro país se ha tenido la política de afianzar población en esas zonas fundamentales, lo que sería un paso importantísimo para resolver posibles futuros litigios. Una buena anécdota, relativamente reciente, es el hecho de que un islote, de jurisdicción claramente uruguaya, fue hecho desaparecer por el lanzamiento de un misil de práctica por parte de una unidad argentina, hecho que fuera comentado con “total desaprensión” –se dice– a nivel de una comisión mixta, por un delegado argentino.
Ahora, cuando algunos personajes son capaces de financiar la acción de los piquetes ilegales contra Uruguay, sustituyendo en la tarea al gobierno provincial del peronista Jorge Busti, y conocemos la acción permanente de la Armada argentina en toda esa zona, es que comprobamos que más allá que un conflicto que estallara por una posible contaminación que podrían ocasionar las plantas de celulosa, que se concretan “al mejor nivel técnico” y que serán “permanentemente controladas en su funcionamiento para que no transgredan las normas medio ambientales”, es que vemos que tras todo el espectacular embrollo pueden existir otros intereses, más alternativas para el análisis y –esperamos equivocarnos– un cúmulo de obstáculos mucho mayores para la resolución final del diferendo que el desenfrenado militantismo, de tono dominguero, de los piqueteros entrerrianos.
Que Kirchner y Vázquez hayan quebrado el hielo, se sentaran juntos a dialogar y vieran como inaceptable la continuación en el tiempo de los ilegales cortes de rutas, es algo importante. Pero nadie puede negar que el presidente argentino no podía quedarse solo en eso y debía obtener algo a cambio de su concesión y, de alguna manera, apuntalar su imagen. De allí salió la mención a la detención de las obras, que era más bien una aspiración argentina que Vázquez aceptó como tal. Nada más.
Claro, faltó explicitar la falta de simetría de los dos planteos. Mientras que el gobierno uruguayo reclama que se ponga fin a una ilegalidad que se está cometiendo, con el corte de rutas, la aspiración argentina es que se suspenda por 90 días la construcción de las plantas, lo que significa pérdidas millonarias, miles de trabajadores que deberán detener sus tareas, exponiéndose el Estado uruguayo a multas.
La aclaración que hizo Tabaré Vázquez desde Bolivia, en nuestra opinión, fue innecesaria. Sirvió para calmar a los ansiosos, como el ex presidente Jorge Batlle, que trató de medrar, actuando en un contragolpe propio de una pequeñez política que lo ha caracterizado en los últimos tiempos, con argumentos conceptualmente pobres, en estocadas que mueren a poco de ser lanzadas, sin tocar nunca al objetivo.
Las imágenes del lunes, de alguna manera, revivieron las del último viernes, cuando el presidente uruguayo se mostró firme ante el reclamo argentino de parar las obras de las plantas de celulosa. Como aquel día, Vázquez dijo este lunes que “no negociaría” mientras se mantuvieran los cortes de ruta en la frontera argentino-uruguaya. Todo como si no hubieran existido las imágenes del sábado, cuando anunció en Chile una tregua acordada con su par argentino, Néstor Kirchner, con quien indicó que se estaba en la línea de exhortar, de pedir “un gesto” simultáneo a las papeleras y a los asambleístas para que unos y otros suspendieran sus actividades: la de construir plantas de celulosa, los primeros, y la de cortar el acceso a dos puentes binacionales, los segundos. Además –lo escuchamos y lo vimos– en la conferencia de prensa conjunta, los presidentes aseguraron que ahora trabajarían las cancillerías para convertir lo que era el resultado de una conversación en algo más permanente. ¿Qué pasó el sábado? Lo mejor para informarlo es publicar el comunicado emitido ese día por la propia cancillería uruguaya: “El Ministerio de Relaciones Exteriores informa que en el día de la fecha, tuvo lugar un encuentro entre el Sr. Presidente de la República Oriental del Uruguay Don Tabaré Vázquez y el Presidente de la República Argentina Don Néstor Kirchner.
Ambos mandatarios concordaron en la necesidad de elaborar a la mayor brevedad un Plan de Trabajo que permita restablecer la libre circulación en los puentes fronterizos y resolver los temas planteados en relación a la instalación de dos plantas de celulosa en la zona del Río Uruguay”.
El tema está claro. Sin embargo hay bemoles que han ido cambiando las tonalidades y llevado a fojas cero lo que parecía se había conseguido el sábado. Para el gobierno uruguayo está todo muy claro, aunque para la oposición, cuanto más se aclara, más oscuro queda todo. Ahora, según la versión oficial, Vázquez aceptó dialogar con Kirchner como una cortesía, pero le ratificó su postura y admitió que para facilitar el inicio de las negociaciones se pidiera a las empresas “un gesto” de paralización voluntaria de las obras. Por esto, dicen, no se dio un paso atrás, sino que se mantuvo la condición inamovible de que para conversar sobre una salida se exige el desbloqueo de los puentes.
Pero aquel pedido de parar las obras por “un máximo de 90 días, no más que eso”, y la reunión con el presidente argentino, que había sido descartada pocas horas antes de que sucediera, generaron una lluvia de críticas a Vázquez no sólo de los partidos de la oposición, Colorado y Nacional, sino también de sindicalistas y de gente común que, a través de los medios, se expresó con bronca por lo que consideró una derrota política ante el gobierno argentino.
Quizás logra molestar y, de alguna manera, confundir a algunos, pero nada más. Lo malo, de todo el asunto, que más allá de la foto en Santiago de Chile, de las palabras en conjunto, de los buenos deseos, no se avanzó en instrumentar algunos de los consensos. Los dos presidentes estuvieron de acuerdo en la ilegalidad de los cortes de las rutas en Entre Ríos, sin embargo, ¿qué ha hecho el gobierno argentino para restablecer la legalidad perdida? Por el momento poco y nada.
El lunes siguieron las exigencias de máxima, mientras que la asamblea de los cuasi turistas liderada por los “militantes” pagos por el empresario entrerriano, siguen planteando que se suspendan definitivamente las obras. ¡Qué no se levanten las fábricas de celulosa!
Y ¿qué derecho tienen a ello? Ninguno, desde el punto de vista uruguayo, pero todos desde el punto de vista de la feroz visión imperial de los grupos más derechistas argentinos –y que financian los piquetes– que sostienen que el río Uruguay les pertenece.
Es que la doctrina Zeballos todavía subyace en algunas mentes calenturientas. ¿Ello no explicaría, de alguna manera, la actitud prescindente, del presidente argentino?
¿Podrá ser?
- Carlos Santiago es periodista, secretario de redacción de Bitácora.
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