EL FSLN ante la disyuntiva
28/11/2000
- Opinión
El ambiente que percibí al recorrer las calles de Managua al día siguiente de
las elecciones municipales, el pasado 6 de noviembre, me hizo recordar el día
después de la derrota electoral del FSLN, el 26 de Febrero de 1990. Se
respiraba ese mismo aire de ciudad en acecho, de pueblo jugando a desaparecer,
aún cuando esta vez se tratara de una victoria sandinista. No sé si es que los
nicaragüenses no acabamos de creer en la libertad que nos hemos ganado para
elegir por la vía del sufragio, y tememos aún que nos cobren la sinceridad. O
si de lo que se trata este silencio es del temor que hemos acumulado los unos
para con los otros en una sociedad donde la arbitrariedad tiene aún amplio
margen de maniobra.
Pero tendríamos que ser ciegos para no ver que avanzamos. Por primera vez, los
nicaragüenses elegimos autoridades muncipales en una elección separada de la
elección presidencial. Y por segunda vez en la historia del país, el partido en
el poder acepta -aunque sea a regañadientes- la voluntad popular que le es
desfavorable. El FSLN ganó no sólo la Alcaldía de Managua, sino las alcaldías
de las principales cabeceras departamentales del país. Trece en el último
conteo. Ante este revés tan contundente, el Partido Liberal, no ha perdido
tiempo en buscar chivos expiatorios. El Presidente Alemán acusó al Partido
Conservador. Liberales de filas acusan a Alemán de no castigar ejemplarmente
los casos de flagrante corrupción de sus funcionarios. Pero quien quiera
encontrar la raíz del rechazo de los nicaragüenses al actual partido gobernante,
haría bien en darle una mirada a la manera en que se han venido a pique las
condiciones de vida de los nicaragüenses más pobres.
En 1990, a pesar de guerras y desgracias, en términos de indicadores de
desarrollo humano de las Naciones Unidas, Nicaragua ocupaba el 85 lugar en una
lista de 175 países. Actualmente ocupa el puesto 124. O sea que se ha reducido
la esperanza de vida de la población, ha aumentado el analfabetismo, la
mortalidad infantil. Somos el segundo país con la mortalidad materna más alta
en América Latina. Las epidemias se vuelven más feroces cada año, el sistema de
salud está seriamente deteriorado, han subido los precios de los servicios
básicos.
"Obras, no palabras", el lema del Gobierno liberal, se refiere a pistas anchas
para quienes tienen automóviles (para los pobres no se han hecho siquiera cruces
peatonales), estatuas de santos en cada rotonda, luces en la carretera que
conduce a la casa del Presidente, fuentes que cantan y bailan, centros
comerciales, hoteles. El país ha progresado, el PIB ha subido, pero esto sólo
lo palpa y disfruta la cúpula de la pirámide social. Los pobres no sólo han
seguido siendo pobres, sino que se han pauperizado. Duramente castigados por
fenómenos naturales: Mitch, Keith y terremotos, han visto que mientras ellos
sufren, los funcionarios corruptos se enriquecen con impunidad. Ahora no sólo
la naturaleza y el desempleo los amenazan, sino también los delincuentes, las
pandillas engrosadas por sus propios hijos, o sus hijas obligadas a
prostituirse.
Aprender la lección
Ante este panorama, el sandinismo sabía que tenía una nueva opción de poder. No
sólo por ser el partido de oposición más grande, sino por sus antecedentes
revolucionarios, sus raíces populares, y su tendido organizativo. Como
sandinista que he sido, no lamento en lo absoluto esta victoria del FSLN. Al
contrario, quiero creer que este nuevo voto de confianza del pueblo, las
muestras de conciliación de la empresa privada, la presencia de Herty Lewites en
la Alcaldía de Managua y su compromiso con la autonomía de su función,
conducirán a la dirigencia del FSLN a reconocer las bondades de un proceso de
apertura.
No hay duda que la situación del FSLN en Managua habría sido muy distinta si,
como en 1996, Carlos Guadamuz hubiera sido el candidato a alcalde. Por mucho
que contara con el respaldo del FSLN y hasta de Radio Ya, Guadamuz sólo habría
obtenido los "votos duros" del sandinismo. Su imagen, su personalidad, le
habrían impedido crecer en el electorado. El mismo caso sucedería si de nuevo
Daniel Ortega se lanza como candidato a la presidencia por el FSLN. Contrario a
lo que él parece pensar, según sus últimas declaraciones, esta victoria
sandinista es la prueba de que, para volver a reposicionarse frente al pueblo
como un partido ganador, el Frente requiere no sólo un discurso unitario, sino
figuras que le den credibilidad a este discurso, como fue el caso de Herty
Lewites.
Este triunfo electoral, no hay que engañarse, no es hijo del pacto, sino de la
apertura. De haber el Secretario General del FSLN permitido la democratización
interna, la renovación y el cambio de guardia dentro del partido desde los
primeros años de los noventa, el sandinismo no tendría que haber caído en los
vicios de un pacto para quitar de en medio a sus competidores; ni habría sentido
la necesidad de partidizar y arriesgar la institucionalidad de los poderes del
estado para fiscalizar los procesos electorales y el manejo de los fondos
públicos. Es lamentable que haya sido más fácil pactar con los adversarios
políticos que ceder ante los compañeros.
Esperamos que si la derrota no sirvió para aprender esta lección, la victoria
quizás sí sirva. Quizás sea la prueba que le hacía falta a la dirigencia del
Frente para darse cuenta de que para proclamar nuevos tiempos, hacen falta
nuevas caras. Y que quienes proponen recambios de liderazgos merecen ser oídos,
no vilipendiados.
Si el Frente Sandinista se presentara con nuevos candidatos, unitarios, a la
presidencia, estas elecciones pueden considerarse un buen augurio para ese
partido en el 2001. Pero si la candidatura de Daniel Ortega es inevitable como
parece, es de esperar que el voto se polarice. El espacio de crecimiento para
una tercera fuerza, según lo arrojan estas elecciones, podría estar dado por el
40% de abstención y el 25% de votos al Partido Conservador en Managua. El
número coincide con el porcentaje de indecisos que arrojaban las encuestas pre-
electorales. Es un porcentaje sustancial. Hay que meditar antes de hacer
pintas de "ganó Daniel" en las paredes. Habrá que ver si la oportunidad que la
historia ofrece la dilapidará él o la ganará el Frente Sandinista.
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