Ecuador: EL “dulce fascismo” del TLC
18/02/2006
- Opinión
En La cuarta vía al poder (Abya Yala, Quito, 2000), Heinz Dieterich provee
algunas claves para comprender la lógica del Plan Colombia y del Tratado de
“Libre Comercio” andino- estadounidense. Y por extensión, de la actual
encrucijada ecuatoriana.
En el citado libro, explica el capitalismo como un sistema basado en la
“destrucción creativa”, concepto que describe el proceso por el cual la
tecnología existente es desplazada por tecnologías más productivas. La
“destrucción creativa” constituiría la causa íntima del terrorismo de Estado,
perversión sistémica que únicamente puede ser neutralizada mediante el diseño
y ejecución de proyectos genuinamente nacionales y democráticos.
La lógica del terrorismo de Estado
Dieterich explica su teoría con un argumento de gran espesor histórico: “Para
apropiarse de los terrenos de los araucanos en el sur de América, la
oligarquía argentina empleó la operación de ´limpieza étnica´, conocida como
´Operación Desierto´, a finales del siglo XIX; con el mismo fin –y para tener
esclavos para el trabajo en su proyecto neoliberal exportador en Yucatán- el
dictador mexicano Porfirio Díaz asoló las tierras de los Yaquis en el norte;
los puritanos anglosajones hicieron lo mismo desde su llegada a América del
Norte, asestando el último golpe de destrucción a los Dakota, los Apaches, los
Cheyenne, etc., en las campañas de exterminio de l865 a l890, y Adolfo Hitler
utilizó la misma lógica y política en los territorios europeos conquistados de
l939 a l945”.
La dominación contemporánea de América Latina aporta con múltiples pruebas a
la interpretación del investigador alemán-latinoamericano. En los años 60 y 70
del siglo pasado, el desafío al poder de Estados Unidos en la región,
localizado en el Cono Sur -es decir, Chile, Argentina, Uruguay y Bolivia-, fue
respondido por Washington apoyando a dictaduras terroristas para neutralizar
a las fuerzas nacionalistas y populares, e inaugurar la aplicación en el
continente de políticas promonopólicas (ulteriormente bautizadas como
neoliberales); es decir, orientadas a la desprotección de los recursos
naturales y de la fuerza laboral de esas naciones.
En la década de los 80, cuando América Central se convierte en la pieza
central de la resistencia al poder estadounidense, acontece algo similar.
Washington enfrenta el reto de la revolución sandinista y de las guerrillas
populares de El Salvador y Guatemala a través de la militarización, la guerra
de desgaste y la organización de grupos armados de extrema derecha
(paramilitares). La estrategia imperial dio sus frutos con el establecimiento
de regímenes clientelares y la cooptación de dirigentes y grupos insurgentes.
El costo se estima en más de 200 mil muertos en Guatemala, 75 mil en El
Salvador y 50 mil en Nicaragua.
El Triángulo Radical
Desde fines de los 90, el terrorismo estatal se desplaza al norte de
Sudamérica: Colombia, Venezuela y Ecuador. ¿Cuáles las razones?
James Petras –coautor del libro Colombia de Vietnam al Amazonas (FICA, Bogotá,
2002)- explica los motivos de Estados Unidos del siguiente modo: “En Colombia,
las fuerzas combinadas de la guerrilla controlan o tienen influencia sobre una
amplia banda de territorio al sur de Bogotá hacia la frontera ecuatoriana, en
el noroeste hacia Panamá y en varios bolsillos hacia el este y el oeste de la
capital, además de unidades de milicia urbana. Paralelamente al movimiento
guerrillero, las movilizaciones de campesinos y sindicatos convocaron huelgas
generales que sacuden al régimen de Pastrana. En Venezuela el liderazgo de
Hugo Chávez gana varias elecciones, reforma las instituciones del Estado y
toma una posición independiente en política externa –llevando a que la OPEP
aumente el precio del petróleo, desarrollando lazos con Irak, extendiendo
lazos diplomáticos y comerciales con Cuba, etc… En Ecuador un poderoso
movimiento indígena-campesino (CONAIE) en unión con oficiales militares de
bajo rango y con sindicalistas, tumba al régimen neoliberal de Jamil Mahuad en
enero del 2000”.
Tiempo después, en abril del 2005, vastas movilizaciones policlasistas en la
capital ecuatoriana desalojan de Carondelet al cipayo Lucio Gutiérrez,
instalando en su lugar a Alfredo Palacio, cuyo primer canciller, Antonio
Parra, despliega una decorosa gestión de cara al eje Washington-Bogotá:
negativa a firmar la inmunidad para diplomáticos, soldados y mercenarios
norteamericanos por crímenes que pudieran cometer en estas latitudes; denuncia
del rol de “yunque” asignado al país por el Plan Colombia/Plan Patriota;
declara la neutralidad frente al conflicto armado que flagela al vecino
norteño; rechaza las presiones diplomáticas de George W. Bush y Álvaro Uribe
para que el Ecuador catalogue como “terroristas” a las FARC; impugna las
fumigaciones fronterizas con glifosato ordenadas por la Casa de Nariño.
Este orden de acontecimientos ha llevado a que el Gran Hermano tipifique a los
ex países grancolombianos como el “Triángulo Radical”; es decir, como
infuncionales a la globalización corporativa.
A últimas fechas, las preocupaciones de Washington han tendido a exacerbarse
por cuanto la resistencia de los disidentes andinos –organizaciones de
derechos humanos, indígenas, ecologistas, insurgencia armada- continúa
bloqueando su acceso al petróleo, minerales, agua y diversidad biogenética de
la hoya amazónica, así como por la creciente popularidad de la Alternativa
Bolivariana para las Américas (ALBA), una imaginativa propuesta de integración
que viene impulsando la Venezuela chavista que relativiza las sacrosantas
“leyes” del mercado.
El malestar de la Casa Blanca estaría alcanzando niveles paranoicos debido a
la victoria electoral del aymara Evo Morales en Bolivia, al ascenso en las
encuestas del nacionalista Ollanta Humala en Perú y al colapso del Estado
oligárquico en el Ecuador, sucesos que podrían derivar en el aislamiento de la
narcodemocracia uribista a escala subregional y sudamericana.
Las bazas del imperio
¿Cómo neutralizar a los heteróclitos actores sociales que se oponen a la
ofensiva recolonizadora de Washington y Wall Street? La administración de Bush
ha decidido profundizar su geoestratégica a través de dos tácticas mutuamente
complementarias.
La primera, consistente en internacionalizar la guerra civil colombiana so
pretexto de combatir al “narcoterrerrismo” y los “populismos radicales”,
término este último con el cual los teóricos del Pentágono identifican a los
regímenes nacionalistas y populares de América Latina. En este marco se
inscriben los preparativos para invadir a la rebelde Venezuela, proyecto
sustentado en la flamante doctrina de las “guerras asimétricas” y abonado
recientemente con las declaraciones del secretario de Defensa, Donald
Rumsfeld, quien comparó al comandante Chávez con Hitler, y del premier inglés
Tony Blair que denunció al régimen del país llanero por un supuesto “irrespeto
a las reglas de la comunidad internacional”.
En esa misma línea de diseminación del conflicto armado que contrapone a la
oligarquía “paisa” con los campesinos colombianos se tiene que ubicar a las
flagrantes, recurrentes y (al parecer) consentidas violaciones de la soberanía
territorial ecuatoriana planificadas por Washington y Bogotá en los últimos
meses, a título de castigo a Quito por su presunto colaboracionismo con las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Tales incidentes -cuyo
objetivo lateral habría sido levantar la popularidad electoral de Uribe,
resquebrajada por el descubrimiento de más nexos con el paramilitarismo-
acaban de zanjarse con afectuosas palmadas en la espalda al canciller
Francisco Carrión y al ministro ecuatoriano de Defensa, Oswaldo Jarrín, por
parte de Carolina Barco y el general Bantz Craddock, jefe del Comando Sur...,
así como con la llegada de una misión técnica de las Naciones Unidas encargada
de informar sobre los efectos nocivos de los agrotóxicos empleados en las
fumigaciones fronterizas! ¿Hasta cuando la candorosidad diplomático-militar
prevalecerá en el Ecuador?
La segunda táctica se relaciona con las presiones para que Colombia y Ecuador
firmen el TLC con Estados Unidos (el Perú de Toledo lo hizo a fines del 2005 y
Venezuela se automarginó del panamericanismo desde los tiempos del ALCA). Para
el caso de nuestro vecino norteño, tales presiones constituyen un simulacro,
puesto que el ex gobernador de Antioquia anticipó que firmaría el acuerdo
“llueva, truene o relampaguee”, aunque ello signifique una mayor polarización
socioeconómica de la hermana República y la consiguiente perpetuación de la
lucha fratricida.
Alrededor del propio TLC, y pese a que Carondelet se ha colocado también en
ese ámbito a la cola de Uribe, el caso ecuatoriano aparece menos previsible.
“TLC firmado, Palacio derrocado”
Y no es que el sucesor de Gutiérrez se haya mostrado renuente a suscribir el
TLC de marras. Por el contrario, después de purgar de su gabinete al ala
nacionalista “forajida”, ha denotado verdadera ansiedad por el plan
“anexionista” de los halcones washingtonianos (“por tratarse de un requisito
para la inserción del país en la economía mundial”, soslayando que ese es un
proceso iniciado hace medio milenio).
No obstante esa voluntad, diversos factores le han impedido hasta ahora
plasmar ese propósito, a despecho de la obsesión de las cúpulas empresariales
especialmente guayaquileñas y del vergonzante respaldo al TLC provisto por la
partidocracia burguesa comandada en el Congreso por el Partido Social
Cristiano y la “Izquierda” Democrática.
Acaso los principales obstáculos hayan sido los siguientes:
La demora en resolverse una demanda de caducidad planteada en contra de la
estadounidense Occidental Petroleum Company –la tristemente famosa OXY- por el
procurador del Estado, José María Borja, y el ex presidente de PETROECUADOR,
Carlos Pareja, por una treintena de incumplimientos contractuales y
especialmente por una cesión no autorizada de derechos a la canadiense ENCANA.
A propósito de este litigio, la embajadora Linda Jewell anticipó que no habría
TLC si previamente no se dictaba un fallo favorable a la petrolera yanqui.
Para cumplir con ese mandato, Palacio y su ministro de Energía, Iván
Rodríguez, juez en la controversia, no se han dado abasto en hacer tabla rasa
de la legislación nacional, contando con el apoyo logístico de la conocida
corte de leguleyos y escribas vendepatrias. Pese a ello, la resolución
favorable a la OXY, que le permitiría a la compañía continuar como la
principal beneficiaria de la riqueza petrolera ecuatoriana, no ha terminado de
“cocinarse” y ha debido enfrentar iracundas protestas ciudadanas que han
asociado el “caso OXY” a la “Venta de la bandera”, un bochornoso episodio de
fines del siglo XIX que hirió largamente el civismo de los ecuatorianos.
De otro lado, la firma del TLC ha debido enfrentar a una opinión pública cada
vez más informada, pese a la campaña proestadounidense de los grandes medios.
Según últimos sondeos, dos de cada tres ecuatorianos se oponen a ese eventual
convenio. En este mayoritario alineamiento de la población en contra del TLC
(Tratado de Líderes Criminales, conforme a la crítica grafitera) mucho
tendrían que ver denuncias recientes sobre la deleznable conducta del equipo
negociador que preside Manuel Chiriboga.
Juana Ramos, especialista en propiedad intelectual, en un comentario titulado
“Por un plato de lentejas” (ALAI, enero 11/2006), destapó una constelación de
acciones de lesa patria, incluso bajo el supuesto –no admitido por nuestra
parte- que convenía entrar a las “negociaciones” del Tratado. “Abocados al
cierre de las negociaciones del TLC, vemos con estupor que la tónica del
equipo negociador ha sido el engaño; las famosas líneas rojas que marcaron al
inicio son hoy simplemente bandas elásticas que se acomodan a las necesidades
del discurso (oficial) y a la presión irracional de sectores empresariales
cuyo objetivo es firmar el Tratado y no lograr una negociación conveniente
para el país. Súbitamente conocimos que no solamente se ponía en riesgo la
salud pública, la seguridad alimentaria, la educación, la producción agrícola,
prósperas industrias locales, nuestro derecho a tener una política de deuda
externa razonable, sino inclusive nuestro derecho soberano sobre el mar
territorial. Efectivamente... el TLC pone en tela de duda el derecho soberano
del Ecuador sobre las 200 millas marinas. Nos preguntamos, ¿cuál es el interés
de EE. UU. para que el Ecuador suscriba la Convención Internacional sobre
Derechos del Mar? Pues, la respuesta es muy simple: el TLC otorga inmunidad
soberana a los buques de guerra y otros de servicio público para que estos no
estén sujetos a las obligaciones que la Convención establece para la
preservación y evitar la contaminación en el medio marino, facultando a estas
naves a no requerir permiso del Estado ribereño para verter productos
contaminantes en el mar y a hundir unilateralmente otros barcos; es decir, se
pretende legalizar prácticas hasta ahora ilegítimas. En propiedad intelectual
el engaño es igual de burdo y ha trastrocado la naturaleza misma de la
propiedad intelectual... Todo esto estamos entregando a cambio de
insignificantes 37 millones de dólares correspondientes a las exoneraciones
arancelarias que otorgaría EE. UU. a las exportaciones no petroleras
provenientes del Ecuador...”.
De su lado, Vinicio Baquero, presidente del Conejo de Educación Superior
(CONESUP) y miembro del equipo ecuatoriano, remataba una carta pública
dirigida a Chiriboga con el siguiente párrafo: “La divulgación falsa de
supuestos incidentes con negociadores estadounidenses talvez se deba a que
ciertos miembros de nuestra delegación, principalmente a quienes reclamé por
su actuación, se consideren adscritos a nuestra contraparte”. (Tintají,
primera quincena de febrero del 2006)
Final y esencialmente, sin embargo, la antidemocrática decisión de Pa-Lucio de
sellar el TLC liquidacionista haya que imputar al miedo. Y es que, a partir de
noviembre, el frágil y pequeñoburgués inquilino de Carondelet ha debido
enfrentar a una ola de resistencia al neocolonialismo crecientemente nutrida
por indígenas y campesinos de todas las regiones, empresarios medianos y
pequeños, artesanos, sindicalistas, mujeres, estudiantes, ONGs humanitarias y
ambientalistas, partidos de izquierda, intelectuales, desocupados, niños de la
calle... movilizados, en muchos casos intuitivamente, contra el lento pero
inexorable genocidio que se “barrunta” en el horizonte.
¿Podrán la traición y el “dulce fascismo” doblegar al Ecuador profundo?
- René Báez, Premio Nacional de Economía. Miembro de Ecuador Decide y de la
International Writers Association.
https://www.alainet.org/es/active/10635?language=en
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