Una realidad que supera a la ficción
25/01/2006
- Opinión
Fueron identificados los restos de Ubagesner Chávez Sosa, un militante comunista asesinado por las fuerzas represivas, cuyo cuerpo fue hecho desaparecer, inhumado clandestinamente en una chacra de Pando. La realidad, por primera vez, supera a las palabras. Ya no se trata de declaraciones, de afirmaciones y análisis basados en testimonios. En esta ocasión la historia queda probada y la ficción se convierte en realidad, lo que determina nuevas responsabilidades de unos y de otros. Ahora no hay testimonios sobre presuntos asesinatos, hay cuerpos encontrados que así lo prueban. Por eso decimos que se ha abierto un nuevo capítulo y nos atrevemos a trabajar sobre realidad y literatura, sobre hechos y ficciones.
1)
Bordeando la medianoche, de regreso a su casa en el ejido de la población, observó el extraño y febril movimiento de hombres que salían y entraban. A algunos reconoció. Estaban armados y trepaban a vehículos que luego se dirigían rumbo a la oscuridad, desapareciendo. Se acercó al sitio en donde momentos antes se había producido el movimiento. Era una vieja casa, de esas tantas que existen en los pueblos, con una alta verja que cierra el jardín, un portón central, un camino de baldosas entre la vegetación descuidada, una puerta de madera entre dos altas ventanas con balcones de hierro forjado. El silencio era total. Parecía no volar una mosca. Todos se habían ido. Aldo comprendió que debía entrar, fue un impulso. (*)
2)
La identificación de los restos encontrados por un grupo de antropólogos en una chacra de Pando, que ofició como lugar de enterramiento de personas asesinadas durante la dictadura por efectivos de la Fuerza Aérea, abre un nuevo capítulo en la larga lucha de los uruguayos por la verdad y la justicia.
Desde que el 29 de noviembre aparecieron como resultado del trabajo minucioso efectuado por los investigadores, la sociedad uruguaya comenzó a vivir otra etapa. Fue la primera prueba real, concreta, más allá de las palabras, de las aberrantes acciones concretadas por quienes no solo vulneraron todos los ordenamientos legales, sino que cebaron su odio malsano, desmedido, sádico, con personas inocentes como Ubagesner Chávez Sosa, un militante comunista que fue asesinado luego de ser sometido a interminables y sádicas torturas.
3)
<em>La puerta estaba cerrada pero el gastado cerrojo cedió ante un violento golpe. Adentro, luego de pasar un corredor de mosaicos, ingresó a una habitación. En el centro había una cama de hierro sin colchón, con cadenas para apresar. Sobre un costado, cables enroscados y conectados todavía a un toma corriente. Dos simples cordones. Aldo supo para que servían.
La luz de la luna no llegaba a iluminar la habitación siguiente. Antes de entrar prendió un fósforo, encontrando sobre el piso la vesania de una mujer joven, con muñecas ensangrentadas, La cara brutalmente golpeada, la ropa hecha jirones. Su rostro estaba lívido, pero todavía no había logrado la celebración de la muerte. ¿Qué otra salida para esa condición?
4)
¿Esta identificación cierra capítulos? Nos parece que, más bien, los abre, porque nadie ahora puede alegar que el camino será en adelante con la aplicación irrestricta de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, norma que estableció la impunidad de todo un grupo de militares, responsables de aberraciones y de violaciones de los ordenamientos legales, que todo siga como está. Pero es fundamental que nunca olvidemos que también fueron “amnistiados”, en base a lo establecido por la misma norma legal, los que torturaron y asesinaron, los que llevaban al “caballete” o a la “parrilla” a indefensos detenidos, donde les aplicaban la “picana eléctrica” sin posibilidades de defensa alguna. Podríamos describir el “submarino”, o su modalidad “seca”, métodos bárbaros pero esencialmente cobardes, que se utilizaron contra nuestros compatriotas con un objetivo que solo puede estar vinculado a los vericuetos de la maldad humana, porque no hay causa alguna que admita la aplicación de esa metodología atroz, que nada tiene que ver con el género humano, con los siglos de evolución de las sociedades.
5)
La mujer, para sortear la inminencia de la muerte necesitaba una instantánea ayuda. La vida se estaba apagando, se adivinaba en su respiración cada vez más endeble. El único camino que le quedaba a Aldo era el de la solidaridad; esa que indefectiblemente se debe verificar entre los seres humanos que han escapado del declive moral que lleva siempre a la indiferencia y al egoísmo individualista. Lentamente le pasó el brazo bajo el cuello y el otro tras las rodillas, levantando a duras penas el cuerpo exánime. La frontera entre la vida y la muerte era un tenue margen que podía transponer en cualquier momento. El cuerpo pesaba mucho, más de lo soportable y como pudo, luego de cruzar el patio de mosaicos llegó a la oscuridad del jardín. Hasta la luna parecía solidaria. Con un pie cerró la puerta y comenzó a caminar hacia su casa. ¿Qué otro lugar podría encontrar?
6)
¿Cómo calificar a los responsables de las aberraciones?¿Qué decir de quienes asesinaron a Chávez Sosa, luego de un calvario atroz, quienes lo hicieron con Bleier, con Miranda, con la maestra Quinteros, con cada uno de los detenidos desaparecidos, etc. ¿Qué decir sobre ellos?
¿Cómo calificar a esa gente que, seguramente, no debería considerarse dentro de género humano? ¿Es posible que a algún nivel se pergeñen planes para que todos estos señores sorteen definitivamente sus responsabilidades en esa atroz etapa del país? ¿Es que por haber dado alguna información sobre donde podrían estar enterradas algunas de sus víctimas se les otorgue el beneficio de que ese pasado oprobioso no se tenga en cuenta y, todos ellos, sigan viviendo a “costillas” del Estado, con jugosos retiros, recordando sus “hazañas” ominosas entre alcoholes y estúpidas invocaciones de deberes patrióticos cumplidos?
Por supuesto que el gobierno progresista sabrá que hacer. Tenemos confianza en el presidente de la República, y sabemos de su vocación justiciera. Porque además no avanzar en este terreno sería un error, ya que el capítulo no se ha cerrado, ni por asomo. Más bien, se abrió una nueva etapa que tendrá una importancia sustancial.
7)
Su habitación era la última, alejada del resto de la casa por un patio cubierto con una enorme parra que era el orgullo de su madre. El sudor bajaba por su rostro, sentía mojado todo su cuerpo, pero el halito de vida, esa respiración de la mujer, frágil pero continúa, lo hacía seguir adelante. Una tos sorpresiva provocó su preocupación, la de algo caliente que le corría por la cara. Luego la respiración nuevamente de regularizó. ¿Cómo ayudarla ahora? ¿Cómo lograr que superara ese trance tremendo, difícil? Observó luego de prender el velador de luz amarillenta que uno de los brazos de la yaciente caía en una posición extrañamente doblado. El hueso estaba roto. Comprendió allí la fragilidad de la vida, el valor de la solidaridad y las consecuencias que podría tener sobre él aquel impulso humano.
8)
Ahora faltan las identificaciones de los demás restos, suponiéndose que el resultado será similar. Se comprobará que los huesos encontrados es lo que queda de otras víctimas, de la brutal vesania de un grupo de matones, torturadores y asesinos, pagados por el gobierno de la época, que vistiendo uniforme y amparados en la Doctrina de la Seguridad Nacional, fueron capaces de concretar atrocidades inenarrables y, que nunca, desde aquel entonces, fueron capaces de dar la cara y defender – por lo menos – su verdad.
9)
Con agua y algodón limpió el rostro de la mujer, quitándole luego los jirones de ropa que todavía la envolvían. Trató de modificar la angustia y el horror de observar aquellos senos con los pezones desgarrados. De entre las piernas le salían hilos de una sangre que le pareció más oscura. Solo podía limpiarla con agua, ¿qué más? Luego le envolvió el brazo quebrado con una vieja funda, inmovilizándolo. ¿Pero qué más podía hacer? Solamente organizar el silencio, planificar cada uno de los movimientos para disimular el impulso por el que había sacado del fondo del infierno a aquella mujer. ¿Cómo galvanizarse en el silencio? No había aforismo posible para sortear esa realidad. Ni siquiera cabía la esperanza de escapar de todo aquello, de abandonar la realidad. Solo era posible la ayuda en el silencio, sortear la situación en contra del miedo. ¿Qué pasaría cuando el grupo de asesinos volviera a la vieja casa y advirtiera la ausencia de la mujer? ¿Admitirían que un céfiro había restañado su dolor, dándole fuerzas para huir, con un largo salto hacia la vida?
10)
Lo que no nos explicamos es como pasado todo este tiempo, no han sido las propias fuerzas armadas, las que se autodepuraron de estos tristes personajes que las deberían avergonzar. Fuerzas armadas que, evidentemente, no hicieron nunca un análisis autocrítico de lo pasado, del desprestigio que fue para ellas actuar de esa manera salvaje en contra el pueblo uruguayo. Porque no se trataba de defender a la Constitución de la “agresión tupamara”, porque ya la organización clandestina había sido derrotada cuando se pisoteó a la Constitución de la República y se comenzó con la sistemática represión, “peinando” a la sociedad y haciendo pasar por “los cuarteles” a miles y miles de compatriotas, detonando – entre otras cosas- una emigración masiva.
11)
Habían pasado algunas horas. La respiración de la mujer se hacía cada vez más entrecortada, anexada a una palidez que anunciaba el agónico fin. La sangre envolvía el cuerpo torturado hasta el infinito que buscaba la paz en la muerte. El amanecer estaba próximo. El cuerpo se mantenía latiendo, inconmovible, en su lento trayecto hacia el fin, aferrado todavía a un hálito de vida. A Aldo solo le quedaba el camino que tenía inobjetablemente dos mojones, el horror y la muerte. Sin alternativas, con los minutos contados y su única posibilidad, la final, de un último acto de humanidad. Se puso se pie y se acercó a la mujer. Tomó la cara de la yaciente entre sus manos y comenzó a besarla largamente en la boca, en un beso asfixiante. En la boca, de donde escapaba el último sonido de la vida, una respiración entrecortada y luego la tos, la hemorragia. Un beso firme, solidariamente delicado que terminó cuando, luego de una breve agitación, la vida y el sufrimiento escaparon de aquel cuerpo. Aldo lloraba junto al rostro ahora definitivamente en paz. Había logrado superar el desafío supremo en aquel acto de salvaje humanidad, resquebrajando el basamento del miedo.
Final)
Los sonidos del pueblo que despertaba le eran ajenos, como también lo fueron - no le importaron – las voces apagadas que se sintieron en el corredor. Luego, tampoco, los roces extraños en la puerta de la habitación. Estaba allí, todavía abrazando al cuerpo, cuando de un golpe se destrozó la madera que lo separaba del mundo exterior.
Entraron en tropel, vulnerando la paz lograda y desacralizando a la propia muerte, extirpando el fundamento del arrobamiento del alma, ese éxtasis supremo y final.
-Yo tenía razón – dijo uno – fue el puto de Aldo Pereira.
(1) Extraído de la novela “Las orillas del miedo” Libros de Alternativa, julio de 1986. (Basado en hechos reales ocurridos en una provincia argentina)
https://www.alainet.org/es/active/10427
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